24 junio 2008

Por el día sin capítulo....



Unas voces demasiado altas y demasiado roncas que llenan el pasillo le despiertan a pocas horas de haber conseguido dormir un poco. Últimamente cada vez le cuesta más todo, pero dormir se ha convertido en su peor obstáculo a salvar allí dentro.

Pasa las horas dando vueltas sobre el duro colchón buscando entre el silencio que reina por todas partes algún ruido que le recuerde que está vivo, que no ha muerto. Ese ruido suele llegar en forma de tos quebrada, de quejido, alguna puerta al cerrarse. Jamás un susurro reconfortante, una caricia en forma de palabra. A veces olvida el tiempo que lleva allí, y solo es capaz de recordarlo cuando piensa en ella. Un año es el tiempo que lleva sin verla. Cuatro meses menos de los que él lleva encerrado en una prisión de máxima seguridad. Lejos de todo, ajeno al mundo al que un día creyó pertenecer.

Muchas veces, al principio, ella fue a verle. Un día y otro día algún policía venía a avisarle de que ella estaba allí y que pedía por favor, casi rogaba, poder verle. Solo una vez, después de muchos meses, él accedió. Aún recuerda, con dolor, la sonrisa que ella le regaló cuando levantó la mirada. Ella ni siquiera creía que él fuera a querer verla, pero ahí le tenía después de tantos meses. Lucas apenas la miró, no quería ni podía. La seguía amando, y verla no hizo sino confirmar lo que llevaba meses arañándole el alma: jamás dejaría de hacerlo. Sara lo era todo para él, a pesar de que ahora estaba encerrado por su culpa.

- No vuelvas. No quiero verte, no quiero saber nada de ti. Sara, para mí estás muerta.
- Lucas, déjame explicarte –su voz ahogada resonó entre las frías paredes de la cárcel, haciendo que el resto de los presos y las visitas pararan sus conversaciones para mirarles. –necesito que entiendas….
- Nada. No quiero saber nada. Se acabó. Tú me metiste aquí, tú me has matado. Olvídate de que existo. No vuelvas más por aquí.

Cada palabra que ella pronunció aquel día, el último, resuena en su cabeza a todas horas y a veces, incluso, desea haberla escuchado. Quizás así podría comprender porque ella le delató ante su abuelo, ante los agentes de asuntos internos y delante de toda la comisaría de San Antonio. Esas palabras vuelven una y otra vez a su cabeza:

- ¿Estás segura Sara?- Si abuelo. Él me obligó a hacerlo. Mató a aquel policía en el faro de Moncloa. Destruyó pruebas. Estuvo infiltrado y llegó a ser la mano derecha de Salazar.
- Sara, que estás……
- Lucas no podía creer que después de todo lo que ella le había ayudado ahora le estuviera haciendo eso. Le estaba delatando, y lo que es peor, ahora estaba totalmente seguro de que ella había dicho donde estaba escondido ahora.
- Lo siento Lucas, pero no puedo seguir ocultando tus trampas.

Y ese fue el inicio de su vida en prisión, y su caída a los infiernos. Porque entonces descubrió que por mucho que lo deseara no podría odiarla jamás. Que la amaba demasiado. Por eso no quería verla, ni leía sus cartas. Ni se permitía pensar con ella con nostalgia. Ella era su vida, pero también la persona que le había condenado a vivir deseando estar muerto.

- Fernández, tiene visita.
- No quiero ver a nadie.
- Tienes que ir, es tu abogado.

¿Abogado? Él no tiene abogado. Le pusieron uno de oficio, pero poco pudo hacer. Un policía corrupto no tiene defensa posible. Le condenaron antes de ponerse delante de un juez y eso, ningún abogado podía cambiarlo.Y ahora, ¿año y medio después su abogado viene a verle? Fue condenado por homicidio, por robo con intimidación, por integración a banda armada y no sabe cuantos delitos más porque ni siquiera quiso escuchar la condena. Solo sabe que tiene por delante 17 años dentro de esas cuatro paredes. Y no quiere ver a ningún abogado, al no ser que le vaya a decir que mañana puede salir, cosa que es totalmente imposible.
El policía que le abre la puerta insiste en que salga, que es importante y él, al final, se deja convencer. No espera nada de esa visita, pero tampoco tiene nada que perder. Dentro de esta jaula pocas cosas tienes para entretenerte.

- ¿Lucas Fernández?
- El mismo ¿Y usted es….?
- Beatriz Sánchez. Su abogada.
- Lo dudo. Yo no tengo de eso. Ni lo necesito, ni lo quiero.
- Me han contratado para defenderle. Mi tarjeta –arrastrándola por la mesa le entrega una tarjeta de un bufete de abogados del que él jamás ha oído hablar. No sabe porque está ahí, pero no le importa.
- ¿Quién le ha contratado?
- De momento prefiere no dar su nombre.
- Un alma caritativa anónima, qué bonito. Mire señorita…
- Sánchez….
- Mire señorita Sánchez. Dígale a Mariano que no necesito abogados, que mejor me de una lima que me será más útil.
- ¿Mariano?
- Mariano es la única persona que me queda en el mundo. El único que piensa en mí de vez en cuando. Sé que le ha contratado él, y hágame caso, no es necesario. Dígale que se gaste ese dinero en unas vacaciones, o en comprarse una casa, yo que sé…
- Señor Fernández, no sé quien es Mariano, pero le aseguro que no es la persona que me ha contratado. Alguien ha conseguido reunir pruebas. Alguien se ha encargado en intentar demostrar que usted es inocente, y si usted lo permite quiero volver a abrir su caso. Señor Fernández, quiero que salga de aquí.
- No creo que eso sea posible. Al menos en los próximos 17 años.
- Déjemelo a mí. Por favor.
- Haga lo que quiera –le empieza a cansar la conversación.

Le da igual quien ha contratado a esa mujer. Le da igual lo que quiera hacer. Pero no tiene nada que perder ¿quiere volver a abrir su caso? Que lo haga. Lo peor que pueda pasar se que le caigan más años encima, pero eso, a estas alturas, le parece un mal menor.Se marcha de la sala dejando a la mujer con la palabra en la boca, pero con una sonrisa triunfal en los labios. Lo ha conseguido, tiene nuevo caso. Y sabe que esta vez, va a ganarlo.

Siguen pasando los meses, despacio y monótonos. Apenas duerme ya, y nunca tiene apetito. Solo vive para recordar su vida anterior, que se le antoja lejana, como un sueño que nunca existió. Las visitas de Mariano siguen llegando, pero ya ni eso, puede calmarle un poco el dolor. Porque ya no le queda nada y nada puede salvarle. Su amigo le advierte que va a caer enfermo, que tiene que cuidarse y luchar. Que algún día saldrá de allí y podrá volver a ser feliz. Lucas no dice nada, pero sabe que la felicidad la perdió un día, hace ya más de un año, en el despacho de su superior, cuando ella le delató y nunca volverá.

Apenas quedan tres días para el juicio, pero él ni siquiera puede estar nervioso. Sabe que no puede esperar salir libre. No puede esperar nada. Ni siquiera va a acudir. Si alguien quiere gastar dinero en su defensa que lo haga, pero él no está dispuesto a perder más energías gritándole al mundo que es inocente.

- Fernández, visita.
- No quiero ver a nadie.
- Es su abogada otra vez.
- Dígale que se largue. No quiero verla –grita con todas sus fuerzas lleno de desesperación, porque sabe lo que va a decirle y no quiere escucharlo. Sabe que está atrapado, pero no puede oírselo decir a alguien en voz alta.
- Fernández, no me está permitido decirle esto pero…. su abogada viene a decirle que en dos días está libre –las palabras le abofetean con fuerza dejándole aún más débil de lo que ya se siente.
El mundo se ha empeñado en burlarse de él, de reírse en su cara. Tiene que morderse la lengua para no soltarle lo que siente al imbécil que está jugando con él, pero la desgana finalmente le impide hacerlo.
Con paso cansado, arrastrando los pies y mirando al suelo, se dirige hacia la sala donde le están esperando.Su abogada se levanta cuando él entra en la sala y, aunque intenta fingir, puede ver en sus ojos la sorpresa mezclada con pena que siente al verle.

- Buenas tardes, señor Fernández. No tiene muy buen aspecto.
- Ya ve señorita abogada. No a todos nos sienta igual de bien la estancia en este paraíso –una ironía mordaz acompaña cada una de sus palabras y de sus gestos, pero su abogada, se muestra comprensiva y no deja que le afecte la apatía de su cliente.
- Lástima que le guste tanto el lugar porque dentro de dos días dejará de disfrutarlo.
- ¿Qué clase de broma….?
- Ya le dije que alguien se estaba encargando de demostrar su inocencia. Ha sido mucho trabajo, muchas horas. Pero creo que esta es la recompensa por el trabajo bien hecho. Fernández, en el juicio usted ha salido libre. Inocente sin cargos –resalta cada letra para que Lucas pueda disfrutarlas con más intensidad –Fernández, dos días para arreglar el papeleo. Dos días, y esta pesadilla habrá acabado.

El encierro acaba, pero no la pesadilla. Porque va a salir de allí, pero no sabe si alegrarse o no ¿Cómo estar feliz si sabe que nadie le espera fuera? ¿Dónde ir ahora que todo ha acabado si no le queda nada? Él es libre, ya nadie podrá acusarle con el dedo. Pero él jamás podrá olvidar que ella lo hizo en su día, que le vendió, y que mintió sin ningún remordimiento. Él no va a olvidar nunca que ahora vive para odiarla.

El aire frío de diciembre le congela la cara pero le hace sentir bien, le recuerda que es libre, por fin. Su abogada va detrás de él, y tiene que sujetarle para que, de las pocas fuerzas que tiene, no caiga al suelo. Para de caminar, y en silencio, solo disfruta de la emoción que siente al poder andar más de quince pasos seguidos sin topar con una pared. La luz del día le da fuerzas, y le obliga a reconocer, que aunque solo, es mejor estar libre.
El abrazo de su amigo que nunca le ha fallado, le devuelve la sonrisa, esa que creía que no iba a volver a su cara jamás. Y allí, detrás de Mariano, descubre a Paco. El mismo Paco que no ha ido a verle ni una sola vez a la cárcel. El mismo que aquel día le maldijo por haber utilizado a su hija para huir. Ahora apenas le mira, la vergüenza no le deja. Pero Lucas sabe que no puede guardarle rencor. Jamás su relación volverá a ser igual, porque él jamás volverá a ser el mismo, pero al verle, y al sentir su abrazo como antes, sabe que le perdona. Que ya es hora de mirar para delante.
Cuando va a subir al coche la ve, a lo lejos. Como si fuera un espejismo. El golpe en el pecho le convence de que es ella, y de que está ahí. No quiere verla, no quiere volver a enfrentarse al odio que le ha acompañado durante tanto tiempo. Y sobre todo, no quiere volver a enfrentarse al amor que siente.

- Mariano, llévame a casa.
- Lucas, tienes que hablar con ella.
- Quiero largarme. No quiero saber de ella, Mariano, vámonos por favor –las lágrimas salen atropelladamente de sus ojos, y la rabia se apodera de su voz. Grita en silencio.
- Solo escúchala. Por favor, solo déjala que se explique –nota como la mano de su amigo se aleja de la suya, y como Paco y él se alejan un poco mientras ella, se va acercando. Se da la vuelta. Si tiene que hacerlo la escuchará, pero nadie puede obligarle a mirarla. No puede volver a verse reflejado en sus ojos verdes.

- Lucas, me alegra verte.
- Lástima que no pueda decir lo mismo. Di lo que tengas que decir y vete. No quiero saber nada más de ti, así que lo que tengas que decir dilo ya.
- Te acusé….
- ¿Algo que no sepa?
- Has dicho que me vas a escuchar. Por favor, no me interrumpas. Solo te pido cinco minutos. Si luego quieres irte y no verme jamás podrás hacerlo. Pero escúchame, por favor……
- Adelante
- Te acusé porque…. Estaba buscando unos papeles en el despacho de mi abuelo. Quería saber por donde iba la investigación del caso Kaiser. Escuché unos ruidos y pude esconderme antes de que viniera mi abuelo –coge aire y se anima a seguir, a pesar de que no saber si él la está escuchando -Escuché como hablaba con alguien y le decía que habían pinchado los teléfonos de Salazar. Lucas, Salazar sabía donde estabas e iban a por ti. Te iban a matar ¿Lo entiendes? No podía permitirlo. Intenté avisarte cuando pude salir del despacho, pero no me cogías el teléfono. Avisé a mi abuelo de donde estabas. Solo esperaba que llegase antes la policía que ellos. Hubieran acabado contigo, ya no les servías para nada y tú ni siquiera ibas armado.
- Pero sabías que estaba fugado y que me iban a detener…
- ¿Y que otra cosa podía hacer? Era estar vivo o estar encerrado ¿tú que hubieras hecho en mi lugar? Cuando llegaste a comisaría esposado, respiré tranquila. Tuve que delatarte, no sabes como me dolió cada palabra que dije. Aún podría repetirte una a una cada sílaba que pronuncié, jamás podría olvidar como te condené a la cárcel. Pero te salvé la vida, como tú habrías hecho conmigo. Durante todo este tiempo, solo he vivido para sacarte de la cárcel. Contraté a tu abogada, hice contactos con los agentes de prisiones para que te hicieran la vida más fácil, y sobretodo, busqué pruebas Lucas. Día y noche solo he hecho eso, buscar pruebas, demostrar que eres inocente –las lágrimas apenas la dejan hablar, pero sabe que no tiene más oportunidades para pedir su perdón y tiene que aprovecharlo. Tiene que contarle toda la verdad, aunque le pierda para siempre.
- ¿Tú…. Tú has hecho todo eso?
- Todo eso y más Lucas. Ha sido un infierno. Una autentica pesadilla. No saber de ti, saber que me odiabas. Imaginarte en prisión, solo. Derrotado. Creyendo que te había traicionado…. me habían dicho que estabas cada vez más delgado, pero no me imaginaba que tanto. Lo siento tanto, tanto……… tanto.
- Sara……… has vuelto a salvarme.
- Yo…
- Te odié Sara, o al menos lo he intentado con todas mis fuerzas. Pero no puedo odiarte, ni siquiera un poco. Y ahora me dices que has vuelto a salvarme. No sé como…… tengo que agradecerte tanto…
- No me agradezcas nada Lucas. Solo dime que me perdonas. Dime que algún día podrás olvidar que te vendí.
- Jamás Sara.
- ¿Qué?
- Que nunca podré olvidar que me vendiste para salvarme la vida. Te amo Sara, te amo tanto.

Las puertas de esa prisión que no volverá a pisar nunca, son testigo del abrazo en el que se funden Lucas y Sara. Tienen mucho de que hablar, mucho que explicar, pero ahora, solo necesitan sentir al otro cerca, sentir su cuerpo, su caricia. Sentir que nunca volverán a estar solos. En realidad, nunca lo han estado, porque siempre han estado unidos por un fino hilo que une a las personas que se aman tanto como para arriesgar su propia vida por el otro. Tienen mucho tiempo que recuperar, mucho. Muchas pesadillas que dejar atrás.

Pero ahora tienen todo el tiempo del mundo, sin Salazar, sin Kaiser, y sin ser fugitivos de la justicia.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, muy bonito, aunque no me gustaría que Sara tuviese que recurrir a eso en la serie... Esperemos que el desenlace real de todo esto sea menos enrevesado que vuestra historia porque me ha dado una pena imaginarme al pobre Lucas...


Besitos ;)

Anónimo dijo...

Ahhhhhhhhhhhhh te mato Laurys jajajajajajja eres tú no? Yo pidiendo y aquí está jajajaj cuando termine en el foro me paso de nuevo, leo y comento. Besoooossss

Ayla.

Anónimo dijo...

Q Bonitooo! No dejen de hacer Relatos como este por favorr! Ojala en la serie no sea asi porque el pobre Lucas no gana para disgustoos!
Un Saludoo!

Anónimo dijo...

¡Qué bonito!
Pero me ha pasado un poco como a Lucas, estaba desconcertada y con el corazón en un puño, hasta que no hemos sabido los motivos de Sara.
Un beso princesas.

Anónimo dijo...

Que congoja me ha dado leeros, menos mal que Dora me aviso que todo acababa bien,que malas, malisimas os estais volviendo , pobre Lucas, que manera de sufrir.
Precios y perfectamente escrito,una vez mas GRACIAS chicas por estar ahi y saber hacer estas cosas taaannnnnn bonitas.Un beso.

CHIQUI.

Anónimo dijo...

laurys, se te ve a kilometros xD
me ha encnatado precioso, tus musas si siguen hay


clara

Anónimo dijo...

Qué desasosiego tenía viendo sufrir a Lucas, al pobre se las dan doblás todas... le vamos a poner un monumento al mayor sufridor de la historia Pakera jajajajjaajj menos mal que "Todo tiene arreglo" y el final es como siempre feliz para los dos, no podría ser de otra forma. Gracias princesas por este relato en el día del no capítulo porque verdaderamente no lo hemos echado en falta con vuestra imaginación.


Besos, abrazos, achuchones y demás formas de cariño jajajajjjaj.

Ayla.

Anónimo dijo...

Anoche el cacharro este no me dejo poner el comentario....
Laurys, desde luego ¡como eres! lo que te gusta hacer sufrir al pobre Lucas, sé que le tienes gato, pero leches es que siempre, siempre y siempre ¿tienes que hacerlo sufrir? jajajaja. Blue.

vicky dijo...

Precioso chicas, otro exito mas a vuestra lista.
Me encantan vuestros relatos, por que os los currais, los sentis... y a mi me dejais sin palabras para poderos decir lo mucho que me a gustado.

Un besazo.