30 octubre 2011

Farsante 6º

[- Capitán, barco a la vista!!!!!


- Son ellos lince!!!!!!


-Bien, asegúrate de tener todo preparado!


El español sube raudo las escaleras, todo, desde hace días, esta listo para el abordaje. Los hombres esperan impacientes que el navío se acerque en una atmósfera de anticipación y audacia. 


Tan solo falta que el capitán les de la orden de atacar.


- Sarafin….pase le que pase ,escuches lo que escuches, no te muevas de aquí, me oyes?, si a la vuelta me entero de que has asomado por esa puerta, solo la punta de uno de tus dedos, te juro que lo lamentaras, no olvides que hace días que pienso que unos buenos azotes te harían mucho bien -la mira serio, espera estar asustándola lo suficiente como para conseguir que no saque su nariz por cubierta cuando estén en medio del abordaje, ya ha avistado al navío español, el barco en pleno se está preparando para ello, y él no puede permitirse que ella ponga en peligro el ataque, si él la viera, si la intuyera arriba mientras todo sucede, no podría tener puestos sus sentidos más que en protegerla, y no puede permitírselo, si pierden el botín de esa nave, tendrá problemas con toda su tripulación.


- Pero yo… no puede… que va a pasar? No ira a…?


- Escúchame Sarafin… te estoy dando una orden y te prometo por mi vida, que si la desobedeces te mandare azotar hasta que se te despelleje la espalda, lo has entendido?


No puede responderle, la posibilidad ser azotada la aterra sobremanera. La misma noche en que Tomas los traicionase, mando azotar a varios de los leales hombres de su padre y ella, jamás en su vida, ha visto algo tan inhumano como eso. 


- Cañones de proa!!! ¡Disparen! ¡Teniente, desplieguen las velas!


- Viraje a estribor! No dejéis que se alejen!!!!


La batalla es corta. Aunque el buque de la Real Flota Española es más poderoso, el brío del ataque pirata con el lince al mando, puede con la potencia de los cañones españoles. Al mediodía, los piratas ya tienen el control del buque español, y por orden de su capitán se dedican a despojarlo de cualquier riqueza que lleven a bordo. Varios son los muertos y los heridos, a los que el lince no pone ningún impedimento en que atienda el medico del navío español.


- No queremos que hayan más muertos y tampoco tenemos interés en vuestro navío. Permaneced en cubierta hasta que mis hombres terminen y no tendréis que lamentar más daños. 


La voz proviene del puente mando y allá esta él, orgulloso, con un pié apoyado en el timón y liando un cigarrillo. Lleva la espada sujeta a la cintura, aunque aun gotea sangre fresca... y Sara, incumpliendo, descaradamente, su orden, mira horrorizada el espectáculo. Maldito fuese el lince!!! Como podía atacar un barco español, un buque insignia de la armada española. Acaso no llamaban a su contramaestre, el español, no corría sangre española por sus venas. 


Tal como ha prometido el capitán, tras unas horas de intenso trabajo, donde cofres cargados de oro son traspasados de un barco a otro, por fin vuelven a izar las velas alejándose del maltrecho navío, que tan deteriorado, nada puede hacer por seguirlos.


El botín es bueno, muy bueno, aparte de las joyas y el oro, han conseguido un suculento cargamento de exquisiteces y vino español, rojo como la sangre, y en plena euforia tras el éxito logrado, todos en cubierta se abrazan gritando:


Viva el capitán! Viva el lince! Viva el español!


- Atiendan a los heridos, revisen los daños. Español, vamos


- A la orden capitán!.


En el camarote, ya aseados y tranquilos, Lucas y Mariano, brindan orgullosos ante todos los tesoros conseguidos, hablan de la lucha con desdén, se burlan de los hombres del otro barco, que salieron vencidos y Sara los escucha, apretando cada vez más la mandíbula. El lince se muestra especialmente orgulloso, altanero, y ella no puede más, era un barco español, y el lince lo ha desplumado sin piedad, ha visto caer al mar muchos hombres malheridos, hombres que seguramente a estas horas ya hayan perecido en el fondo del océano. Cómo puede el lince pavonearse de ello?


Mariano, cansado del fragor de la batalla, se retira a descansar, pero el lince no tienen aún sueño, la adrenalina sigue fluyendo por sus venas, ella hace el ademán de retirarse pero él la detiene


-Sarafín sírveme otra copa…-cuando ella se acerca de la mesa, el lince posa su mano con orgullo en un inmenso montón de monedas y Sara no puede evitar mirarlo con furia, está rabiosa. El la mira interrogante levantando las cejas y, dándose cuenta de su enfado, decide provocarla


- Hoy tendré un sueño tranquilo y reparador, siempre es así después de un trabajo bien realizado


Ella estalla, no piensa lo que va a decir, pero no puede evitar decir lo que piensa


-Trabajo? usted considera que esto es un trabajo?


El la observa estupefacto, tiene agallas la muchacha, eso tiene que reconocérselo.


- Tienes algo que objetar sarafín?


- Os acercasteis a ese navío con mentiras y engaños, para luego abordarlo y matar a más de la mitad de sus hombres, no es más que un….miserable


- Seguramente tengas razón, hay que ser muy…miserable, para acercarse a la gente con mentiras y engaños


- Además era un barco de la corona española, usted no tiene escrúpulos!


- Y sin duda tu tienes mucho coraje para venir a insultarme en mi propia cara, en mi propio camarote, seguramente debes de creerte mucho mejor que yo, tu nunca debes haber engañado a nadie verdad… Sarafín? –arrastra cada una de sus palabras, esta furioso.


Empiezan a flaquearle las fuerzas, ella esperaba poder escupirle a la cara lo que pensaba de el, decirle que lo consideraba un ser despreciable, y en cambio, él no ha hecho más que acorralarla


- Acaso te crees tan distinto a mí Sarafín? sin duda porque no eres más que un muchacho todavía, date tiempo los mentirosos acabamos saliendo siempre a la superficie. -la mira con intencionalidad, la siente nerviosa, el deseo que siente por ella y la adrenalina que le corre todavía por el cuerpo lo están volviendo loco


Ella lo mira furiosa, desearía decirle lo mucho que lo desprecia, pero no puede, él la está mirando de una manera extraña, algo hace que no pueda destrabar su mirada, y sin poder evitarlo nota como su respiración empieza a agitarse


- Dime serafín estás seguro de que tu nunca has engañado a nadie? No eres más que un ladronzuelo, seguro que sí lo has hecho, no trates de negarlo, recuerda que somos de la misma…


- Usted y yo nada tenemos que ver señor! Solo es un sucio pirata.


El lince se está divirtiendo, hoy se siente fuerte, poderoso, siempre es así después de una dura pelea, empieza a despojarse de su camisa, preparándose para dormir, pero lo hace lentamente, mirándola, retándola, viendo en los ojos de ella su propio deseo, Sara está incómoda, no sabe hasta donde la palabras del lince eran solo para herirla y hasta donde para decirle en voz alta que sabe la verdad, quiere irse, pero él no tiene ninguna intención de decirle que se retire.


No se lo piensa dos veces, se da la vuelta y se dispone a irse, cuando nota la mano del lince sujetándola por el brazo, autoritario, su cara refleja un deseo casi cercano a la locura, necesita besarla, sentir el contacto de sus labios, su sabor.


Sin esperárselo siquiera, siente las manos de Lucas en su cintura y como la gira rápidamente. es un gesto rápido, fuerte y Sara queda de repente a tan solo unos centímetros de la boca del lince. nota el calor de su aliento, escucha como sus respiraciones se confunden, él solo la mira, con un gesto rápido él la despoja de la gorra debajo de la cual ella ha creído esconderse, se sabe descubierta, y antes de poder recuperarse de la sorpresa, siente sus labios sobre su boca exigiendo una respuesta.


- Tienes razon, pequeña mentirosa…. solo soy un pirata, sólo soy un hombre que te desea, que se muere por tenerte, por sentirte, por hacerte mía.... que está enloquecido por sentir todo lo que no ha sentido nunca con ninguna otra mujer y créeme... mujeres son las que me han sobrado siempre. -la mira a los ojos, sus labios se vuelven a acercar peligrosamente a los de ella


- CAPITÁN, SUELTEME, NO SABE LO QUE HACE!!!!! –intenta forcejear confundida, dolida, celosa- Yo no voy a ser una mujer más que añadir a su larga lista de conquistas -replica ella entre ofendida y tentada al volver a tener su cara a centímetros de la suya.


- Pequeña… No he deseado en mi vida a otra mujer como te deseo a ti en este momento -sigue mordisqueándole el lóbulo de la oreja extasiado eliminando todas y cada una de sus defensas, la acerca hacia una de las paredes del camarote, está cercada por su cuerpo y él empieza a besarla, está loco por ella, la desea, la necesita. Ella responde a sus besos tibiamente aunque sabe que no puede parar, desea acariciar su espalda morena y perderse en sus infinitos ojos oscuros.


Sigue besándola hambriento. Con cuidado la acomoda sobre la cama y se estira sobre ella, besándola, lamiéndola y saboreando el aroma de su cabello. Durante muchos días no ha podido pensar en otra cosa, no ha podido sacársela de la cabeza, y ahora esta ahí, en su camarote, totalmente entregada, dispuesta a darse en cuerpo y alma a él, Posiblemente, el primer hombre que va a poseerla...


Esta totalmente enloquecido de deseo. Lentamente la sienta sobre su regazo y va acercando sus manos a los costados de ella hasta sentir bajo sus dedos sus pechos henchidos de goce.


Sara es incapaz de articular ni una sola palabra coherente. De su boca, solamente salen suspiros de placer. El sentir las duras manos del lince sobre sus pechos le producen tales sensaciones que cree que va a morir de placer de un momento a otro.


Cuando siente que con cada caricia suya, la piel de Sara se eriza, la obliga a levantarse y a quedarse parada frente a él. Sin decirle nada, el lince le saca por la cabeza la camisa que todavía lleva puesta y con prisas le arranca el pantalón. En un unos instantes, Sara queda desnuda ante sus ojos. Con un sentimiento de pudor, intenta cubrirse con sus manos, pero Lucas la detiene.


- No te cubras, eres lo más hermoso que he visto en mi vida... 


Aún sentado en la cama, acerca su boca a su ombligo para besarlo. La desea, la desea mas de lo que ha deseado nunca a otra mujer. Mientras ella acaricia su cabello febrilmente así que ya no hay vuelta atrás, la va a hacer suya y nada ni nadie podrán impedirlo.


La recuesta nuevamente sobre la cama y acerca sus labios a su boca y comienza de nuevo a besarla, lentamente, intentando que el placer le haga olvidar los nervios y el miedo que debe sentir. Es la primera ves que esta con una virgen y no sabe como actuar, tan solo sabe que esta sumamente complacido. Continua acariciándola, excitándola con sus manos y con sus labios, hasta que desliza su mano entre sus piernas y siente que ella ya esta preparada para recibirlo.


Hambriento de ella no puede dejar de besarla mientras con su rodilla se abre paso entre sus muslos. La siente gemir, y suspirar de placer, y su masculinidad se hace más que evidente. Necesita poseerla ya, necesita fundirse en su cuerpo y hacerla suya sin más dilación. Con cuidado acaricia su cintura mientras va entrando en ella lenta y dulcemente con suaves acometidas, que la hacen gemir cada vez con más intensidad, hasta que ambos llegan a la cima del placer y un orgasmo simultáneo los sacude a los dos como un vendaval. el placer, un placer infinito, subyugante, inagotable se hace presa de sus cuerpos mientras ella siente a manos de su experto amante, la desconocida sensación que por primera vez experimentan sus sentidos, permitiendo elevarse en espíritu y descender en una frenética danza de gozo terrenal hasta lograr la consumación de sus almas y de sus cuerpos. Sin saber que el hombre que esta a su lado, esta igualmente subyugado ante lo que acaba de experimentar y de sentir. Una experiencia suprema nunca antes jamás experimentada, ni con las mas variopintas amantes.


Mientras sus respiraciones se acompasan, el lince, que aún permanece unido a ella íntimamente, y al que necesita besar y acariciar, demostrándole así lo feliz que se siente, le susurra;


- Cual es tu verdadero nombre “Sarafin”? –le acaricia el rostro con la yema de los dedos.


- Me llamo Sara, capitán… Sara Miranda. 


- Sara, me gusta… No crees que deberías tutearme? –esta completamente y absolutamente maravillado con ella.


- No lo se…. Vamos a hacer esto mas a menudo? –una vez mas habla sin pensar para sonrojarse inmediatamente, lo que hace que el lince suelte una sonora carcajada.


- Oh si, todo lo a menudo que nos sea posible… -rueda con ella sobre la cama, acomodándola encima de el.


- Entonces creo que si!

Farsante, 5º


El lince pasa más tiempo del habitual en su camarote, que ahora esta ordenado como una patena. Tiene que reconocer que Sarafin es mucho más competente que Mariano, o el mismo, con sus cosas. Ahora ya no hay ropa desperdigada por el camarote, sus libros, y podría jurar que es lo que con mas premura ella hizo, están ordenados en el baúl correspondiente y su comida, siempre, siempre, esta caliente.


Desde hace una semana, tras el episodio de la lectura nocturna, ella apenas se ha dignado a mirarlo, y tan solo le contesta con monosílabos cuando le habla, a pesar de que el busca continuamente incomodarla. No puede negar que le divierte, a la par que le irrita, la situación. Y por suerte o por desgracia, no es el único que se esta divirtiendo de lo lindo.


Conoce a Lucas, casi mejor que él mismo, sabe que es un hombre rudo, casi salvaje, cuando debe serlo, pero a la vez es ecuánime y justo cuando la situación lo requiere.


Y ahora observando a su amigo en el puente de mando, sin pretenderlo, sonríe ante la nueva excusa del lince para regresar al camarote.


- Qué pasa Mariano, por qué te ríes? –la excusa de cambiarse de botas es tan obvia que hasta el mismo se da cuenta.


- No me estoy riendo, Lince, no pasa nada.


- Pues borra esa estúpida sonrisa de tu rostro Mariano, las cosas… las cosas no son como tu estás imaginado!


- Y qué crees que estoy imaginando Lucas?


- Mariano déjame! No me calientes… sabes perfectamente a que me refiero, y deja se sonreír, me pone nervioso…


- Lucas ni quiero ni puedo dejar de sonreír, yo sabía que este momento llegaría, lo sabía, de nada te van a servir tus gritos y tus bravuconadas conmigo y lo sabes, te conozco, sé más de ti que incluso tu mismo. Y es muy divertido!


- Y qué es lo que sabes? Que te parece tan divertido si puede saberse?


- Sé que esa pequeñuela te esta atrapando sin saberlo, jajajajajajaja no es gracioso? te estás enamorando de ella y….


- Ella? Quien es ella? Acaso olvidas que en este barco no hay ninguna mujer!! Además sabes perfectamente que yo no soy de los que se enamoran y mucho menos de chiquillas andrajosas y embusteras.


- Y por eso llevas toda la mañana subiendo y bajando las escaleras? Le has confesado ya que sabes que no es un muchacho? Cuánto tiempo más va a aguantar sin besarla Lucas? Cuantos pares de botas te quedan por lucir?




Mariano se aleja, envuelto por sus propias carcajadas, dejando al lince completamente indignado, a este no puede engañarlo, hace tiempo que dejó de impresionarlo con sus gritos y sus maldiciones lanzadas a voz en grito. El español es capaz de leer en él, como si de un libro abierto se tratase. Por todos los diablos! Solo espera que ella no se de cuenta del poder que puede llegar a ejercer sobre el lince, si lo hace y se muestra sucintamente seductora con él, sabe que el capitán no será capaz de quitarle las manos de encima y ahora no pueden permitirse tal entretenimiento. Lucas ahora no puede permitirse distraerse, y menos todavía por una mujer, por una chiquilla, debe estar alerta por que en un día, dos a lo sumo, se cruzarán con el barco español que están esperando, motivo de ese viaje, y del que el lince y toda la tripulación esperan llevarse un buen botín.




Ahora las noches son un suplicio para ambos. Sara siente como su mirada, en la oscuridad, se empeña en buscar al hombre, que relajado, descansa sobre la cama con expresión holgada, sin saber que tan solo es la mascara que cubre el feroz deseo que siente por ella, pero en lugar de conseguirlo, dentro de su cabeza solo puede ver al lince, se ha instalado dentro de ella e insiste en no salir, lo ve todo el tiempo, ve sus ojos, sus pelo, sus manos, oye su voz viril, y se pone nerviosa, mientras se le revuelve el estomago y una sonrisa tonta asoma en su rostro, Cómo puede ese hombre que tanto la repele haberse instalado de esa manera en sus pensamientos?.


Seguramente por que le supone un reto y a ella siempre le han encantado los retos, pretende dejarlo con un palmo de narices, a conseguido engañarlo a él que se cree el más listo, el lince, ja! Mira que listo eres! Te has creído que soy un muchacho.


Sabe que bajo ninguna circunstancia pueden enterarse en el barco de su identidad, Tomás Fernández ha puesto precio a sus cabezas, cualquiera puede venderlos, no cualquiera no, de repente sin saber por qué tiene la seguridad de que el lince no la vendería, intenta ser rudo, mal hablado, malcarado, pero sus ojos, esa manera de mirar no engañan a nadie, por lo menos no a ella, algo en el fondo de esos ojos le dice que el lince es alguien, con un horrible gusto para la lectura, en quien se puede confiar.


Tras muchos días en vela, el agotamiento hace mella en ella y sin pretenderlo, al ir al estirar la sabana para hacer la cama del capitán, el aroma de su cuerpo, de su loción, invade sus sentidos e inconcientemente, apoya la cabeza en la almohada para aspirar su aroma, un aroma que la marea, que la hace, casi, perder el sentido. Nada le importa en este momento salvo quedarse ahí, en la seguridad del camarote y así se queda profundamente dormida. Por una vez en muchos días su sueño es plácido y relajado, está sola y la comodidad de la cama, la frescura de las sabanas es como un bálsamo para su maltratado cuerpo.


El lince pasea como un gato enjaulado en la puerta de su camarote, sabe que está ahí. A solo unos metros de distancia, se muere por abrir la puerta que los separa, por tomarla entre sus brazos y hacerla suya. La palabras de mariano se le repiten como una burla jocosa en su cabeza y aunque sabe que ni se esta enamorando ni se enamorara nunca, ya no de esa chiquilla, de ninguna de su especie, todas pérfida y ambiciosas, se siente burlado y engañado. Y el odia, con toda su alma, la mentira y el engaño.


Decidido abre la puerta dispuesto a sacarle una confesión, se acabaron los juegos, tiene que saber quien es, que demonios hace en su barco y por que esta disfrazado de muchacho. Ya esta, le sacará la verdad aunque para ello tenga que mostrarse ante ella como un hombre déspota y despiadado


Entra rápido, seguro, dispuesto a conseguir lo que quiere, pero nada más verla se da cuenta de que no quiere una confesión, no quiere saber por que ni como ha llegado a su barco, la quiere a ella. La desea a ella y ese deseo le corre por las venas fuego caliente.


La mira con ternura, ella está dormida como la niña que seguramente aún es, pero ese cuerpo, esa piel, esa voz, esas facciones, lo tienen completamente ido, además de ella emana una ternura, una calidez que él nunca había notado en nadie, se queda un rato contemplándola, se siente incapaz de despertarla, sabe que apenas ha dormido las noches pasadas, primero al verse obligada a compartir la bodega con todos los marineros, y luego al ser el mismo al imponerle su presencia durante las noches. Se maldice, en silencio, por no haberse dado cuenta antes del engaño, ha pasado tres semanas a su lado, las cuales podía haber invertido en seducirla, y estas han caído en saco roto.


En silencio abandona el camarote, percatándose al subir las escaleras, que va a volver a ser motivo de burla para su contramaestre. No se ha acordado de cambiarse de calzado, y tampoco tiene ganas de ello.


Los rayos del sol golpean en sus párpados. Tras unos instantes en los que, totalmente desubicada, no sabe donde se encuentra, Sara toma conciencia de lo que ha hecho y horrorizada se lleva las manos al rostro, a la ves que salta de la cama avergonzada, intentando así tapar la desazón que siente. La fuerte luz que entra por la claraboya le indica, sin temor a confundirse, que los primeros rayos de un nuevo día son los que la han despertado. Y no puede ser, no puede haber dormido tanto y mucho menos en la cama del capitán. Esta aterrada, va a tener suerte si este no manda a azotarla, si no la azota el mismo.


- Mira capitán, ya se ha levantado el mozalbete!!!! –la cara del español muestra una crueldad que esta muy lejos de sentir, a decir verdad hasta hace escasos minutos le lloraban los ojos de risa ante la suplica del lince. Este le había pedido, casi suplicado, que fuese él, el que entrase en su camarote y comprobara si ella todavía dormía- Deberías azotarlo por descuidar sus obligaciones, casi 20 horas durmiendo, y en la cama del capitán, habrase visto semejante atrevimiento, dejalo en mi manos para que veas que pronto lo hago un hombre!!!!!! – no mira al lince, no puede hacerlo sin arriesgarse a romper a reír otra ves, pero la cara de ella es todo un poema.


- Yo capitán… yo… -se retuerce las manos horrorizada y mantiene los ojos pegados al piso, sabe que si el lince decide azotarla, estará en todo su derecho. Como pudo dormir durante tantas horas, y en la cama del capitán…como?


- tranquilo Sarafin… no te voy a azotar… pero la próxima…- no puede terminar la frase, el grito del vigía lo interrumpe, aunque tampoco sabe que iba a decir, ¿ “la próxima ves que quieras dormir en mi cama estaré yo ahí para hacerte el amor”?

Farsante, 4º

Los días para Sara pasan lentamente, demasiado, y las noches se le hacen eternas, muchas de ellas, mientras oye el respirar pausado del capital al otro lado del camarote, que el mismo la ha obligado a compartir, se pregunta si se puede odiar a alguien por defecto, por que así es como odia ella al lince. El no había hecho nada para merecer su odio pero aun así, no lo puede evitar. Odia su arrogancia, su suficiencia, sus dotes de mando y hasta su caminar, pero sobre todo lo odia por el malestar que siente en el estomago cuando esta en su presencia, malestar que casi la hace vomitar de las nauseas y que tras mucho meditar, ha llegado a la conclusión que es precisamente debido a ese odio, por que si no… a que mas? 


Al parecer tiene que estarle agradecida por el trabajo de ayudante de cámara que el le ha proporcionado, incluso su padre se mostró aliviado con la situación; según el, en cualquier momento, mas tarde o mas temprano, mientras dormía en la bodega, alguno de los marineros se habría percatado de su condición de mujer, así que el hecho de que el capitán la hubiese escogido para encargarse de sus cosas y de su camarote, era una suerte, pero ella no se siente de ningún modo afortunada y preferiría mil veces dormir rodeada de patanes sucios y ordinarios a hacerlo, o mas bien intentarlo, al lado de un hombre que le pone los nervios de punta y le revuelve el estomago, sin lograr entender por que…. Sabe por su madre que hay mujeres que padecen de nervios pero ella jamás fue una mujer impresionable, e incluso cuando estuvieron escondidos en la isla temiendo por sus vidas, o los días posteriores a embarcar, estos no se manifestaron, en realidad siendo sincera con ella misma, tiene que reconocer que solo los siente en presencia del capitán, un hombre al que odia, por eso…. por defecto.


Para colmo tiene que aguantar las risas y burlas que todos, cuidándose de que no los oiga el capitán, le hacen cuando va o viene de la cocina. Sin ningún tipo de pudor, se refieren a ella como el chico del capitán, y no hay que ser muy inteligente para saber de que hablan, no después de haber pasado varias semanas durmiendo con ellos en la bodega.


Los minutos pasan lentamente mientras permanece acostada en su camastro, sabiendo de antemano que el amanecer la va sorprender despierta nuevamente. Empecinada en olvidarse de la presencia del capitán a solo unos metros de ella, intenta evocar recuerdos felices que la trasporten lejos de de ese barco, intenta pensar en su madre, a la que añora terriblemente, en su nana, y sus amorosos cuidados, en sus amigos, en su isla, su maravillosa isla, en su dorada playa donde ha vivido los mejores momentos de su vida. Intenta infructuosamente recordar la letra de alguna canción, algún poema perdido en su memoria, las letras de sus partituras de piano, en definitiva, cualquier cosa que la mantenga distraída y que mantenga su mente ocupada, lejos de la respiración acompasada del lince que una noche mas, le ponen los nervios de punta impidiéndole cualquier tipo de descanso, por mínimo que este sea.


De no tenerlo prohibido por el capitán y por su propio padre, se iría a pasear por cubierta para que la brisa nocturna la ayudase a relajarse, es tan frustrante permanecer horas y horas acostada, sin apenas moverse, por miedo a perturbar el sueño del capitán, que si pudiese gritaría de impotencia y desesperación. Seria tan divertido ver la cara del lince al escuchar un grito femenino en su camarote que solo por gozar de ese divertimento, estaría dispuesta luego a sufrir las consecuencias de su farsa.


Incomoda se revuelve inquieta sintiendo como la áspera tela del pantalón le raspa la piel del trasero al roce con el burdo camastro y sin poder evitarlo, tan solo con la luz que entra por el ojo de buey del camarote, mira, con envidia, y por que no decirlo con ansias, la cama del capitán, donde este, bocabajo, descansa placidamente en un mullido colchón, tapado únicamente con una suave sabana de lino hasta la cintura. Ella daría media vida solo por dormir una noche en esa cama. 


Sin percatarse si quiera, y cansada ya de las largas horas de insomnio, resopla malhumorada despertando al capitán de su profundo, o quizás no tan profundo, sueño. Hace rato que la esta oyendo maldecir en susurros, en un lenguaje bastante impropio de la señorita, que Mariano, asegura que es. Y en más de una ocasión ha tenido que esconder la cara en la almohada para que en el silencio de la noche, ella no escuchase sus carcajadas. 




Todas las noches se repite la misma ceremonia, ella le da las buenas noches, o más bien se las escupe, se acuesta en su camastro y se pone a dar vueltas, sin dormir hasta que llega el amanecer. Durante esas horas lo maldice a el, no sabe por que, la mayoría de las veces, aunque también se la puede oír murmurando algún poema, tatareando en susurros alguna canción, para terminar nuevamente maldiciéndolo otra vez.




-Sarafin –aunque esta despierta el sonido de su nombre en el silencio de la noche la sobresalta, haciendo que le lata el corazón desbocadamente.


-Capi… capi… capitán… esta usted despierto?


-Hasta hace un momento no, pero es imposible dormir con la bulla que estas haciendo, que demonios murmuras?


-Nada capitán, tonterías sin importancias


-Pues tus tonterías sin importancia me han despertado y ahora, desvelado, no voy a poder dormir… ven aquí y acerca esa silla.


-Como dice? La silla? A donde? Para que?


-Tranquilo chico, tan solo quiero que me leas un rato a la luz de farol.


-Y por que yo… usted no sabe leer? –la respuesta se le escapa de la boca antes siquiera de poder recapacitarla, y horrorizada mira al lince que divertido suelta una sonora carcajada.


-Por todos los infiernos, si prefieres que te azote vas por buen camino soltando esa lengua descarada… si no es lo que quieres, por lo menos esta noche, arrastra esa silla de una maldita ves y acércala a la cama antes de que me enfade.


Sin tardanza, y tomándose muy en serio la amenaza del capitán sobre los azotes, arrastra la silla que el le ha indicando haciendo que esta chirrié por el suelo sin pesar. Bien podría haberla levantado pero una orden, es una orden, y así se lo especifico el, que molesto se lleva las manos a los oídos entre enfadado y divertido.


-Vas seguir haciendo ruido, maldita sea!!!!!!


-Perdón capitán, solo cumplía sus ordenes – estar tan cerca del lince la pone extremadamente nerviosa, casi histérica, mientras su estomago se revela antes su cercanía, y ese hecho hace que sea mucho mas audaz en sus contestaciones y maneras.


-Piensas leerme a gritos Sarafin? –esta empezando a enojarse, ya no le parece tan divertido que ella intente evitarlo a toda costa.


-A gritos capitán? No!


-Pues desde esa distancia para oírte vas a tener que gritarme… -la interrumpe antes de que ella pueda abrir la boca- y no, no estoy sordo así que ahórrate el comentario y acerca esa silla de una endemoniada ves.


Muy a su pesar acerca la silla hasta casi tocar el borde de la cama y con cuidado de no rozarlo coge el libro que el capitán le ofrece, ya abierto, por la página que quiere que le lea. Hasta esa noche había conseguido, con un poco de suerte, mantenerse alejada del Lince cuando este andaba tan escaso de ropa, sabiendo que le costaría mucho explicar el porque del rubor de sus mejillas ante la visión de su cuerpo desnudo, pues era un hecho bien sabido que el lince bajo las sabanas, dormía completamente desnudo. Es por ello que en silencio agradece que tan solo la tenue luz del farol ilumine el camarote.


Como una autómata, de forma mecánica, comienza a leer sin prestar atención ni a la lectura, ni al hombre que relajado, escucha su voz con los ojos cerrados, mientras una sonrisa insolente asoma a sus labios, vanidoso de su propia diablura; la cual, ella no va a tardar mucho en descubrir.


“El le lamió los pezones. Ya había conseguido endurecérselos sólo con sus palabras y en ese momento volvieron a hacerlo. Le lamió el ombligo. Le lamió entre las piernas… Le rodeó el cuello con los brazos. Él había introducido la otra mano entre sus cuerpos para acariciarle un pecho y pellizcarlo. Todavía podía sentirlo más abajo, entre las piernas, llenándola por completo pero sin moverse, a la espera. De todos modos, el simple hecho de saber que estaba allí, de que se sentía tan bien teniéndolo dentro, le provocó una oleada de placer..”


Al ser consciente de lo que esta leyendo, totalmente ruborizada, se calla de forma súbita, mientras mira el libro como si fuese a morderla, sin poder creer que contenga esas palabras que ella misma acaba de pronunciar, entre perpleja y aturdida. 


-Algún problema con la lectura Sarafin? –Con toda la fuerza de voluntad que posee logra reprimir la carcajada que lucha por brotar de su garganta al ver la mascara de indignación en su rostro.


Si en algún momento del viaje, ha necesitado decir la verdad de su disfraz es en este preciso momento. Con los ojos pegados al piso y con el rostro como la grana siente que se muere de vergüenza ante la situación que este patán la esta haciendo vivir, creyendo que es un muchacho. A causa de lo incomoda de la lectura las nauseas aparecen y el estomago se le revuelve como si tuviese mariposas revoloteando dentro. Sin ninguna duda, puede decir, sin temor a equivocarse, que odia al lince con toda su alma.

Farsante,3º

Sara sale del camarote temblando de furia y de indignación. Está furiosa, el lince consigue ponerla furiosa, ese patán le ha dicho que huele a ratas muertas. A ella que cada mañana, al quedarse sola, se restriega, furiosa, su cuerpo con agua y una pastilla de jabón que había encontrado abandonada en la bodega, eliminando todo rastro de ese camastro mugriento donde se veía obligada a dormir. Maldito fuese el lince y su sobrada petulancia.; Estupido.


Se dirige a la cocina con pasos largos propios de cualquier marinero. Si su madre la viese caminar así le daría algo, aunque también le daría algo si la viese en ese barco y con esas ropas así que…


Su indignación crece a medida que aumenta el dolor de sus dedos. La ha mandado a bañarse, perfecto. Que no se preocupe que su camarote no va a oler a ratas muertas por su causa. La rabia no la deja pensar con claridad y sopesar la arriesgada idea que acaba de ocurrírsele. El quiere que ella se bañe y lo va hacer pero en su bañera, en su camarote. Él tiene los mejores aposentos del barco, y ella se muere por un buen baño; un baño que le despegue el salitre de su cabello y le devuelva la tersura a su piel. Así que decidida a ello se dirige a la cocina. Sabe que el Lince no va a bajar de cubierta hasta la hora del mediodía, así que dispone de un rato para ello. Sin darse tiempo a arrepentirse comunica al cocinero la idea del capitán de darse un baño ahora, cosa extraña según el, y sin ser vista, mientras el pone el agua a hervir, le roba un par de enormes limones y unas hojas de menta; las introducirá en el agua cuando ya la haya echado en la bañera y luego se sumergirá en ella, cerrará lo ojos y durante unos instantes, olvidará toda esta pesadilla.


Le cuesta mucho acarrear los baldes desde la cocina hasta el camarote pero saca fuerzas de flaqueza y lo hace sin que nadie se percate de ello. Ya esta todo preparado y ahora, si siente algo de reparo. Ha tardado casi un buen rato en tenerlo todo listo, la hora del almuerzo se acerca y el capitán el cualquier momento puede regresar. 


El agua perfumada la llama y decide arriesgarse. El suave aroma invade sus sentidos y la nostalgia la traiciona. El cítrico perfume que emana de la bañera la transporta a Altea, a su dormitorio, a sus suaves sabanas, a su nana, a la que extraña sobremanera, a su madre, de la que todavía está tan lejos, a la vida que había tenido que abandonar por el mal nacido de Tomás Fernández, y a los ojos de derrota de su padre al sentirse traicionado por su amigo, su mejor amigo.


Sin pensarlo más se despoja de los gastados pantalones y la burda camisa que viste y alcanza con su mano una pastilla de jabón, que descansa junto a las cosas de aseo del capitán, de olor visiblemente varonil. Poco a poco se va introduciendo en la bañera, el agua templada es un bálsamo para ella y para su dolorido cuerpo. Y sin darse cuenta si quiera cierra sus bellos ojos verdes y se relaja hasta casi quedarse dormida.


En la cubierta de la nave, el lince se pasea nervioso, por el puente de mando, mirando sin ver. No puede sacarla de su cabeza y su imagen invade una y otra ves sus pensamientos. El solo hecho de saberla en el barco lo excita sobremanera pero hay algo que todavía lo desconcierta más. No entiende por que, pero sabe con certeza que necesita protegerla y que seria capaz de matar a cualquiera que osase acercarse a ella.


Miles de preguntas lo acosan sin remedio. Quien es ella? De que huye?, Quien es el hombre que dice ser su padre? Que están escondiendo? Está casi seguro de que las joyas no son robadas, entonces, de donde las han sacado? Que demonios esta pasando?? Por que no puede dejar de imaginarla entre sus brazos?


Asido al timón, y ante la atenta mirada de Mariano, llega a la conclusión de que, seguramente, esta magnificando sus emociones. Nada en ella puede hacerlo sentirse atraído, solo es una alucinación. El, que ha estado con las mujeres mas bellas, mas coquetas y sensuales, no puede verse fascinado de tal manera por una chiquilla insulsa y sucia. Lo sabe y tan solo necesita volver a verla para convencerse de ello. Seguramente cuando lo haga se dará cuenta de que no es ni tan bonita, ni tan dulce, ni tan vulnerable como en un primer momento le pareció. Con este pensamiento abandona el puente de mando. Tiene que cerciorarse de ello; Su encanto ha sido solo una ilusión, y cuando la vea se convencerá de que no es más que una niña harapienta. La ensoñación desaparecerá y él dejará de volverse loco viendo su imagen una y otra vez.


La busca en la cocina y se sorprende cuando su cocinero le pregunta que tal le ha sentado el baño. Ante su mirada interrogante, este le explica que su ayudante de cámara, le preparo el baño hacia como media hora y que si no se daba prisa, el agua, se le iba a enfriar, si no lo estaba ya.


Sa le de la cocina como una exhalación. Cree saber lo que pasa pero no quiere creerlo. Con sumo cuidado baja hacia su camarote con el sigilo de quien teme ser descubierto. Va maldiciéndose a sí mismo por estar actuando como un muchacho que intenta pillar a su enamorada en un desliz. Por Dios!!! Él no está enamorado, no lo ha estado nunca por que no se fía de ninguna mujer, si acaso, ha enloquecido de deseo alguna vez, nada más.


Al abrir la puerta, discretamente, lo invade un nuevo, desconocido, penetrante y la vez seductor aroma que lo atrapa por momentos, aunque nada que ver con la brutal sensación que embarga su cuerpo ante la visión que se muestra ante sus ojos.


Ella esta sumergida en la bañera y parece dormida. Tras cerrar la puerta con sumo cuidado, Lucas se acerca, con el sigilo de un felino, y la observa hipnotizado. Apenas queda espuma en el agua y nada oculta su bello cuerpo de sus ojos. Es preciosa, divina como una diosa. Su cuerpo de perfectas proporciones, es pálido como la luna y sus senos, apenas cubiertos por el agua, apetecibles y pequeños como dos melocotones maduros.


El lince no sabe lo que esta haciendo, sin poderlo, ni quererlo evitar se queda paralizado, sorprendido por la osadía de ella y, sobretodo, hipnotizado por la visión. Nunca ha visto nada más bello en su vida, nunca.


No esta seguro de cuanto tiempo pasa observándola hechizado, podrían ser segundos o horas, pero de repente ella se mueve inquieta y a el, solo le da tiempo a esconderse tras un biombo que esta situado a un lado del camarote, antes de verla despertar.


El lince no sabe que hacer, se siente ridículo, idiota. Se siente como un fisgón en su propio aposento. Debería reprenderla, ahora que ella esta despierta, pero no quiere acabar con la magia del momento, no quiere dejar de mirarla, no puede hacerlo.
Ella, somnolienta, se incorpora un poco, de espaldas a él, encoge las piernas y se las abraza quedando acurrucada como un niño. Desde donde él se encuentra, puede ver perfectamente su largo cuello, su espalda, sus brazos y su contorneada cintura.


Sabe que no esta bien lo que esta haciendo, pero lo he hecho, hecho esta, así que no le queda otra mas que seguir observando fascinado como ella, apoya la barbilla sobre sus rodillas, haciendo con este gesto que su espalda se tense, resultándole, a el, más excitante y sugerente. Sara, poco a poco, va incorporándose hasta quedar de rodillas. Con un gesto suave se acerca el paño de algodón que ha empapado en jabón, y empieza a deslizarlo por su cuerpo, con mimo, con ternura, como queriendo regalar a su castigado cuerpo unos momentos de placer. Él se está volviendo loco, es la más hermosa de las visiones que ha tenido nunca, ella se ha ladeado un poco y él puede apreciar ahora la fina curva de sus senos desafiantes y la tersura de la blanca piel que recubre todo su cuerpo.


Creyéndose sola, ella se incorpora y de pie en la bañera, aun de espalda, empieza a aclarar su cuerpo. Con una pequeña jarra de latón echa agua sobre sus hombros, haciendo que diminutas gotas resbalen por el arco de su espalda y su cintura. Sara no se percata de su presencia y sigue deleitándose con el placer, primitivo, del agua y el jabón. 


Esta extasiada. Si alguien le habría dicho hacia un mes, que algo tan banal como un baño, le parecería tan maravilloso, lo hubiese tomado por loco. Una vez más, introduce la jarra en la bañera y deja caer el agua cae sobre su cuerpo; intenta enjuagar el jabón que con suma delicadez pasea por su piel desnuda, sin mucho éxito.


El capitán sigue observándola agazapado tras el biombo. Parece un lince dispuesto a cazar, y así es como se siente. No sabe como actuar, arde en deseos por ella, se siente instintivo, primitivo, algo le dice que todavía ningunas manos la han acariciado, y eso lo hace sentirse doblemente excitado.


Ella continua con su baño, ajena a todo cuanto está sucediendo a su alrededor. Por primera vez en muchos días se siente limpia; anhelaba esa sensación que se toma su tiempo. Con lentitud va llenando la pequeña jarra con la que derrama el agua sobre su cuerpo. lo hace con una lentitud casi parsimoniosa, con lo que los deseos del lince no hacen más que aumentar. Ahora que la ve moverse empieza a sospechar que no es una muchacha cualquiera, sus gestos, sus ademanes, todo, todo la delata.


Ella está acostumbrada a las comodidades, definitivamente cualquier muchacha de la calle, no hubiera mezclado el limón en el agua de su baño, y no hubiera dejado en remojo, justo al lado de la bañera, las hojas de menta que debido al calor que emanaba del agua, habían empezado a desprender su olor.


Lentamente, con la misma cautela con la que llegó, decide marcharse. Ella le da la espalda así que decide exponerse a ser visto. Le cuesta un tremendo esfuerzo dejarla; sus pies parecen estar anclados al suelo, pero su sentido común lo obliga a hacerlo.


Sale despacio sin que ella se haya percatado siquiera de su presencia. Sube dos escalones pero se arrepiente al momento y baja para quedar reclinado en la misma. Pretende esperar allí, calcular el tiempo que cree que ella tardará en salir del baño y vestirse y entonces, entrar de nuevo en el camarote como un huracán. 


Ahora que ya no contempla su bello cuerpo esta enfadado. Ha sido un acto de auténtica chulería por parte de ella el utilizar su lugar de aseo, y no tiene ninguna intención de pasárselo por alto. 


La oye trastear dentro del camarote y deduce que ya debe de haber terminado. Entra cuando ella ya está recogiendo todos los enseres que ha utilizado y vaciando con un cubo la bañera.


-Sarafin, se puede saber que haces? -se hace el sorprendido aunque le cuesta mucho no evocar su imagen desnuda.


-se sobresalta aunque lo estaba esperando- solo cumplo ordenes, usted me ordeno que me bañara señor…. Me dijo que yo olía a ratas muertas -lo mira altiva, desafiante. Probablemente él estallará lanzando gritos e improperios, pero ella lo sabe, lo espera.


El capitán la mira entre sorprendido y divertido, no hay duda de que la muchacha tiene agallas. En silencio espera una explicación que al parecer ella no está dispuesta a darle. 


-Creí haberte dejado claro que…


-Que no desobedeciera ninguna de sus ordenes… ya lo entendí y por eso he tomado un baño….esta es la única bañera que yo conozco del barco señor.


El se queda boquiabierto, desconcertado. Es verdad que él le exigió que se bañara, no le dijo que se aseara sino que se bañara, y ella ha sido lo bastante lista como para seguir sus instrucciones al pie de la letra. Descarada!!!!


-Desea algo más señor… O puedo retirarme?


Sale de la habitación, tras la leve inclinación de cabeza del capitán autorizándola a marcharse, con el mentón en alto. Esta orgullosa de su hazaña, va estar bajo sus órdenes, va a obedecerlo, pero que ni por un momento se crea el lince que va a estar sometida a él. Ni como muchacho, ni como mujer.


El la ve alejarse admirado, está completamente hechizado. Desea más de ella, mucho más. Desea su cuerpo tendido bajo el sobre su cama. Desea sus manos recorriéndola entera haciéndola gemir de placer. Desea sentirla entregada y sumisa. Por supuesto que desea mas, mucho más. La desea toda.


Cuando Mariano baja a reunirse con el justo antes de la hora de almorzar, el lince todavía vibra de indignación y diversión. Nunca en su vida se ha sentido tan atraído por una situación; el efecto que su pequeña grumete produce en su sangre, es tan solo comparable con la que siente al ponerse al timón de su barco antes de una abordaje. 


- Se ha bañado aquí? –Mariano esta claramente divertido ante la situación- En tu bañera?
- Según ella yo le ordene que se diera un baño y como esta es la única bañera que hay en el barco…. Es sagaz la condenada. Debería azotarla!!!!
- Pero no vas a hacerlo, no? Nunca te he visto golpear a una mujer!!!
- No Español… no voy a hacerlo aunque estoy seguro que a esa descarada no le vendrían nada mal unos azotes… además siento mucha curiosidad por ella y su acompañante…. 
- Su padre.
- Si, su padre…. Estoy seguro que no son unos pobres diablos como pretenden… y quiero que descubras como han terminado aquí… y cuales son sus intenciones…. Hazte amigo de “su padre” y descubre si en realidad es tal.
- Y si no lo es? 
- Por su bien espero que lo sea…. 
- Yo también Lucas… yo también. Entonces que vas a hacer con ella?
- Creo que voy a dedicarme a mortificarla y tomarle un poco el pelo hasta que ella misma se delate…. va a ser muy divertido!!!


Sonríe para si mismo ante la atenta mirada de Mariano que lo conoce como nadie. Aunque Lucas intenta demostrar indiferencia no lo consigue ante los ojos de su segundo. La muchacha le gusta y le gusta mucho. Sus ojos verdes que lo miran retadores son todo un enigma para el, una provocación y el lince, nunca, jamás hace caso omiso a una provocación. Además, la situación de ella lo intriga sobremanera y lo divierte a partes iguales. Para el es una novedad el hecho de que una mujer no caiga rendida a sus pies y en cambio le demuestre una notoria aversión. Una animosidad que ni siquiera se molesta en disimular, quizás por que se siente segura amparada en sus ropas de hombre y en su anonimato. Del cual no podrá disfrutar por mucho mas tiempo; antes de terminar el viaje, el lince, y se lo promete a si mismo, sabrá todo de su pequeño grumete y se enterara cuando ella comparta su cama. Innegablemente, lo que queda de viaje, va a ser divertido… muy divertido.


Unos golpes en la puerta interrumpen sus pensamientos y la dueña de estos entra en el camarote para avisarlos de que la comida esta servida en el comedor. Era inusual en cualquier navío que el capitán comiese con la tripulación pero así se hacia a bordo del San Antonio, por lo menos dos veces por semana. Para el lince era primordial conocer a sus hombres y saber los defectos y virtudes de cada uno, además de inquirir la lealtad verdadera, ya que en algún momento, cualquiera de sus hombres, podía salvarle la vida o matarlo con sus propias manos si carecía de esa lealtad.


- Que quieres Sarafin?
- Capitán… el señor Juan dice que la comida ya esta lista….
- Esta bien… ya vamos…. Buscas algo en el suelo, chico?
- No señor… 
- Entonces por que lo miras tan insistentemente…?
- Por que… por que…
- Que edad tienes muchacho?
- 13 señor… capitán.
- Eres muy tímido para tu edad… y pareces mas joven!!!! –con sigilo se acerca ella, que lo mira asustada, y le sujeta la barbilla para poder examinar sus facciones- barba lampiña, facciones aniñadas, menudo, escuálido…
- Me falta mucho por crecer!!!! -se muerde la lengua para no decirle que para una mujer es normal su estatura.
- Ahhhh si? -se esta divirtiendo mucho a costa de Sara
- Pronto seré todo un hombre!!!! –dice lo primero que se le ocurre, si la presencia del capitán la pone nerviosa el que la toque es mucho mas de lo que sus nervios pueden soportar
- Si? -despreocupado vuelve a sentarse mientras suelta una sonora carcajada- Cuando eso pase, avísame… me gustaría verlo.
- Y a mi… Yo también quiero verlo….


Por un instante siente que se esta perdiendo algo, siente que los dos hombres que la miran burlones conocen su secreto, pero eso es imposible, se ha cuidado muy mucho de mantener su disfraz y esta completamente segura que no la han descubierto. De haberlo hecho estaría ahora rindiéndole cuentas al lince y no charlando con el.

Farsante,2º


Mientras va subiendo la escalera hacia la cubierta, siente como la pasarela cae al estribor de la nave y como unos pasos decididos la cruzan sin titubear. La parisina salta a la cubierta del San Antonio acompañada de su hombre de confianza, un amanerado pelirrojo, rollizo y bromista, un tal Gallardo que de gallardía tiene la justa y que al Lince no le cae especialmente bien. Saluda a Mariano y desde que lo ve, ella se lanza a sus brazos y comienza a besarlo apasionadamente ante la atónita mirada de todo el que no ha visto el espectáculo antes y de ella, que siente como si fuese a echar las tripas por la boca. La primera impresión que tiene, es que el capitán esta besando a un hombre y le repugna la imagen; Por lo menos hasta que el sombrero de Ruth cae y deja suelto su cabello. Es negro, liso y al girarse para recogerlo ve unas bellas facciones y unos bonitos ojos negros que la miran con curiosidad. Sin duda, ese capitán es una mujer aunque viste como un hombre. El Lince y ella visten casi iguales. Ambos llevan sendos pantalones ajustados y botas altas por debajo de la rodilla; Un camisa blanca, abierta en el caso del capitán hasta casi la cintura, un chaleco negro en el caso de el y una casaca roja en el caso de ella.


De su cinturón cuelga una espada, cuyo engaste suelta reflejos plateados cuando le da el sol, y una pistola metida en la cintura del pantalón. Es bella pero su imagen no produce ternura. Un deje de crueldad asoma a sus ojos, probablemente, obtenido en las peores batallas. Y ella, sintiéndose intimidada, como puede aparta su mirada y se centra en seguir fregando la cubierta de la nave, de rodillas, con sus maltrechas manos. Al parecer el capitán, según el contramaestre, había decidido ser benévolo, y lo entiende viendo a la mujer que lo visita, y no iba a azotarlo. Cosa que obviamente ella agradece. Había tenido pesadillas durante toda la noche, imaginado al lince ordenarle despojarse de su camisa para castigarlo por su desobediencia de la noche anterior; poniendo así en evidencia su status de mujer ante toda la a tripulación.


- Querido, no sabia que el San Antonio empleaseis mujeres -le dice Ruth sin dejar de mirar al grumete que de rodillas se afana en no mirar hacia ellos.
- Que decís? -A pesar de sospecharlo, esta sorprendido- Estáis segura?
- Que el es una mujer… ¡por supuesto querido! Se reconocer a una de mi especie aunque lleve ropa de hombre y el cabello sucio se le pegue a la cara.
- Maldita sea!
- Acaso ha logrado engañaros capitán… -le caricia su pecho desnudo con un dedo- es mas, ¿ha logrado engañar a vuestro segundo de a bordo?
- Eso parece querida, eso parece. ¡Español! -le grita a su contramaestre buscándolo con la mirada.
- Dime Lince, ¿Que quieres?
- Necesito que hagas algo antes de irte al Bribona -les dan la espalda a la cubierta donde sus marineros, intentando no ser vistos se esfuerzan en seguir la conversación y le susurra- Mariano, necesito que te encargues de que ese grumete, al que le salve la vida, friegue toda la cubierta aunque eso le lleve hasta bien entrada la noche y cuando Ruth se haya ido, quiero que lo destines a mi cuidado personal.
- Pero Lucas, y eso por que, si tu siempre has rehuido que nadie se encargue de tus cosas, si hasta ahora nunca has querido tener un esclavo. Tampoco es tan grave lo que hizo…. ¡Fregar la cubierta es castigo suficiente!
- No quiero un esclavo Mariano…. Quiero un sirviente y te aseguro que lo hago por su bien…
- Pero querido -le dice la parisina que ha escuchado toda la conversación- Estoy segura que no debéis preocuparos por ella. Si ha llegado hasta aquí, será por algo! Y si os incomoda su presencia en vuestro barco, podéis regalármela. ¡Es muy bonita la muchacha!
- Muchacha…que muchacha… ¿de que muchacha habláis capitana? -Mariano entiende pero no quiere creerlo.
- Ay mi querido Español, pensé que no había nada que pudiese escapar a vuestra atenta mirada… -Mira hacia la chica- ¡Eso es de alabar!
- Ese grumete es una mujer Mariano, y si los hombres se enteran vamos a tener un motín; 20 días en alta mar, son muchos días. ¡Maldita sea mi puta calavera!
- Pues no lo parece Lince -Ruth hace un mohín con sus labios- me estáis desatendiendo por algo que podréis solucionar mas tarde. Quizás debería irme.
- No querida. Por favor, perdonad mi comportamiento; Pasad adelante y dejadme amaros hasta que perdáis el sentido. -Marino se sonroja antes esas palabras; Ruth se hace paso y entra en la cabina con Lucas tras ella. El cual, antes de descender por las escaleras, le echa una última mirada a esos ojos verdes que desde lejos, lo miran con aversión.




En el camarote, la parisina sirve dos copas de vino, oscuro como la sangre, y le da uno al capitán que la acepta distraído; Sin poderlo evitar su pensamiento esta en cubierta junto a la joven de ojos verdes y labios carnosos que se hace pasar por muchacho. Ahora mismo la incógnita, la curiosidad lo están matando. Ruth con énfasis pasea sus manos sobre el pecho desnudo del capitán mientras este la mira expectante. A ella le gusta tomar la iniciativa, llevar los pantalones en sus encuentros amorosos; el lo sabe y por ello la deja hacer esperando sus sutiles indicaciones.


Con ninguna mujer es tan considerado en sus atenciones, a pesar de que es, además del terror de los maridos y de las madres casaderas, un excelente amante. A ninguna otra la dejaría tomarse tales atribuciones aunque tampoco con ninguna otra mantiene ningún tipo de relación cordial, se podría decir que hasta amistosa. La respeta aunque es tan casquivana como la que más. Ella es la única mujer, aparte de las prostitutas del burdel donde se crió, que había hecho algo por el desinteresadamente. La parisina le salvo la vida, después de ella misma herirlo de muerte, y le había enseñado a ser un “caballero pirata” como lo llamaban las malas lenguas. Sin duda alguna parte de lo que es, se lo debe a ella.


Mientras tanto en la cubierta Mariano, sin disimulo, la observa. Cree en la palabra de la capitana pero le parece increíble que el muchacho sucio y andrajoso que friega la cubierta con ahínco sea una mujer. Odette lo espera en el bribona, pero antes debe cumplir las órdenes de Lucas. Ciertamente no puede decirse a simple vista que la chica y el marinero sean padre e hijo, o hija. Nada hay en ellos que aparente una relación fraternal. Ningún rasgo común, ningún parecido, nada. Eso lo preocupa incluso más, que el hecho de que ella sea una mujer. No sabe como se va a tomar el tipo que le confíen el cuidado personal del capitán y no le apetece nada tener una reyerta en el barco. A el lince no le gustaría nada tener que matarlo pero lo haría sin dudarlo un segundo, de ser necesario.


- Oye muchacho, acércate!!!! -no se mueve, instándola que sea ella la que camine hasta el.
- Si seño? Sin sonar muy convincente ella pone el mismo acento que tenían los niños de la aldea con los que jugaba cada día
- Como te llamas? -Mariano la mira sorprendido, sabe que su acento es fingido, hasta hace unos años, el mismo hablaba de esa manera que ella intenta simular.
- Sa…. Sa… Sarafin seño!!!
- Sarafin? -la mira escrutándola- Será Serafín…
- Eso seño… Serafín!!!
- Cuantos años tienes? -intenta que no se le note pero esta sorprendido, la dentadura de ella es perfecta, para nada es una mocosa de la calle, pero que coño hace en el barco disfrazado de hombre?
- Yo? No lo se….13 seño, creo… -le tiemblan las piernas, la mirada inquisidora del contramaestre la asusta, pareciera que la ha descubierto
- Y estas solo en este barco?
- No seño…. Vine con mi apa. Esta ahí!!!! -señala hacia donde su padre con disimulo los observa a la vez que enrolla un grueso cabo.
- De donde eres? -mira hacia Paco Miranda pero le habla a ella.
- No se seño… de aquí y de allá…. No se!
- Esta bien…. vas a lavar la cubierta hasta que no quede ni un pedazo sin relucir. De babor a estribor, me entiendes?
- Si seño!!! -hace intenciones de darle la espalda, la tensión del momento la esta matando.
- Y cuando termines te vas a poner a las ordenes del capitán. Quiero que te ocupes de su camarote y de sus cosas…. -Sara se gira y lo mira horrorizada, no soporta al capitán, no puede estar cerca de el- Vas a ser su sirviente personal!
- Y por que yo? No quiero hacer eso!!! -la voz de ella suena dulce y femenina a causa del susto; es una chica, ahora ya no le queda ninguna duda y además podría jurar que una muchacha bien, maldita sea su estampa!!!!
- Como dices? -se acerca amenazante y ella retrocede un paso, no sabe que esa actitud del contramaestre es tan solo fachada, jamás golpearía a una mujer- Acaso prefieres que te tire por la borda?
- No por favor… no… -vuelve a forzar la voz para que suene mas aguda- como el seño ordene!
- Ahora sigue fregando!!!!
- Si seño… permiso seño!!!! -esta al borde de las lagrimas y por no llorar descarga su indignación y su furia en el trapo con el que friega la cubierta; preferiría que la arrojasen al mar antes de tener que servirle al arrogante lince pero es el capitán, así que no le queda otra mas que obedecer las ordenes de ese patán.


El día pasa, llega la noche y todavía sigue restregando el trapo, ya casi raído, sobre la madera de la cubierta cuando el Español regresa del bribona. Ella apenas ha tenido tiempo de comer más que un mendrugo de pan que le trajo su padre. Tiene las manos magulladas y doloridas, los dedos le sangran y las rodillas le duelen una barbaridad; el contramaestre se sorprende de verla todavía ahí. La cubierta esta casi vacía; solo su padre la mira, entristecido y dolido, temeroso de ayudarla a cumplir su castigo, no fuesen a ser las consecuencias mucho peor de lo que ya eran. Están enclaustrados en ese barco y nada pueden hacer ninguno de los dos para escapar de el todavía. No les queda otra opción que no sea, doblegarse ante el capitán y su segundo y rezar para que nadie descubra el disfraz de su bienamada hija antes de que lleguen a puerto y puedan abandonar la nave.


A la vez que Mariano pisa la cubierta del San Antonio, Ruth y Lucas hacen lo propio accediendo a ella desde el camarote del capitán. Para dos barcos piratas permanecer durante todo un día anclados en alta mar es, juntos, es supremamente peligroso y audaz; por ello tiene que despedirse y seguir cada uno su rumbo sin mirar atrás. Lo han pasado bien, muy bien. Lucas la mira complacido dirigirse a su propio barco, después de despedirse de el con un apasionado beso. Ella es la única mujer con la que no tiene que fingir ni prometer nada que no siente. Si no fuese tan independiente, casquivana, voluntariosa y a veces cruel, seria su pareja ideal.

Mariano al verla ahí todavía se horroriza consigo mismo. Son más de doce horas las que lleva fregando el suelo y eso es una crueldad innecesaria. Lucas esta tan cansado, apenas ha podido descansar tras la tormenta, que no se percata de ella hasta que la ve de rodillas, de espaldas a el, limpiando todavía. Al instante en que sus ojos se posan en la tirantes de sus pantalones y en lo que estos marcan siente como el deseo, una vez mas, se apodera de su cuerpo. Esta totalmente saciado y aun así, al mirar a esa chiquilla sucia y andrajosa no puede evitar desearla de una manera casi inhumana. Ahora mismo la cogeria en brazos y después de bañarla le haría el amor desesperadamente hasta oírla gritar de placer. Se fija en ella contrariado. El duro trabajo realizado la tiene exhausta, está cansada, molida, pero eso no es lo peor, se siente humillada.


Ella que hasta hace poco había vivido entre algodones, tiene que trabajar ahora como un hombre, como un burdo marinero. Mira con tristeza sus manos, su piel blanca, tersa y suave, ha dado paso a unas manos callosas, agrietadas y ahora sangrantes. Las lágrimas insisten en asomar a sus ojos, pero no puede permitírselo, y no va hacerlo, por ella misma y por su padre que la mira compasivo desde lejos; Está tan absorta en sí misma que no repara que desde proa unos ojos rasgados y casi felinos no dejan de observarla.


Ahora está más seguro que nunca, no es un muchacho, es una mujer, y por su aspecto diría que joven y muy guapa. La afirmación lo hace sentirse aliviado. El hecho de sentirse un depravado lo estaba volviendo loco, pero ahora sabe que su cuerpo reacciono como habría de esperarse, ni mas ni menos. Disgustado, y tras mirar significativamente a su contramaestre da un rápido paseo por la cubierta, antes de dirigirse, nuevamente, a su camarote a descansar. No acaba de cerrar la puerta tras el, cuando aparece su leal amigo.


- Hablaste con ella? -el español asiente consternado.
- Tenías razón, es una muchacha, ella insiste en que es un chico, me dijo llamarse Sarafín y se provoca un acento con el que no va a poder engañar a nadie. Que vamos a hacer?
- Esta bien Mariano, nadie en el barco, nadie salvo tu y yo debe saberlo, imagina que se enterasen los hombres… nadie debe saberlo, será mi ayudante de cámara y por su bien no va a salir de entre estas cuatro paredes hasta que lleguemos a Cádiz.
- Pero tu nunca has tenido un ayudante de cámara, a los hombres les resultará extraño -sirve dos copas de brandy- Piénsalo!
- No daremos explicaciones Mariano, soy el capitán de este barco, y yo decido
- Lo que tu digas!
-Y ahora que deje de fregar ya… creo que ha tenido suficiente. Esta noche déjala dormir en la bodega pero mañana a primera hora la quiero aquí!!!! –Se quita la camisa que tira en un rincón- voy a intentar protegerla, aunque lo que debería hacer es azotarla.


A la mañana siguiente el español va a buscarlo cuando ya no queda nadie en la bodega. Ella está intentando asearse un poco con un balde de agua salada, donde mete las manos al tiempo que reprime un grito de dolor. El ala de su sombrero le tapa la cara pero Mariano se percata de lo que pasa. Sin duda está llorando, y hace enormes esfuerzos para ocultarlo. Conmovido decide hacerle notar su presencia, de repente y sin saber por que, la muchacha le provoca tiernos sentimientos. Seguramente, piensa, está sola en el mundo, y él sabe bien de esa soledad, lleva la vida entera agradeciendo a Dios haber encontrado a Lucas, ambos saben que de no estar juntos su historia hubiese sido muy distinta.


-Sarafín el capitán te espera en su camarote, tiene algo que comunicarte- Ella se estremece cansada, Dios que va a ser ahora? es que no se casan de mortificarla?
-Sarafín me has oído? -alza un poco la voz,
-Sí seño -dice con un hilo de voz apenas audible.


Con los nudillos, o lo que queda de ellos, llama tímidamente a la puerta, se siente, frágil e insegura, la mirada del lince le provoca escalofríos. llena sus pulmones de aire, no piensa acobardarse, ni tampoco doblegarse, se alegra ahora de haber desobedecido en infinidad de ocasiones a Rita, su nana, intenta pensar en sus escapadas para jugar con los demás niños de la aldea como auténticos triunfos, ella no es una figurita de porcelana, ha trepado en los árboles, ha tirado piedras y en más de una ocasión ha salido herida en las “batallas”, esto no va a asustarla; no es la primera vez que afronta un problema de frente, lo ha hecho siempre, pero ahora es distinto ahora no es Sara, la hija del gobernador de Altea. Ahora es Sarafin. Sin ninguna duda si pudiese mostrarse tal y como es ya le habría dicho cuatro verdades a ese orgulloso y engreído capitán, pero no puede hacerlo, debe salvaguardar su identidad y la de su padre hasta llegar a puerto.


Abre la puerta con sigilo, lo ve sentado en un butacón fumando, el camarote tiene el ambiente enrarecido por el humo y el olor del tabaco, pero es una bonita estancia, seguramente la más bonita de todo el barco. Intenta hacerse notar carraspeando, pero el capitán no parece reparar en ella. Está equivocada, desde la penumbra que provoca el contraluz de las antorchas, él la está observando, sin duda no es más que una niña, una niña con los ojos más dulces que ha visto nunca. Y aunque su idea era desenmascararla, algo en su mirada le impide hacerlo. Por increíble que parezca, no quiere avergonzarla.


- Me buscaba seño!!!!
- Vamos a dejarnos de tonterías, antes que nada no pongas ese ridículo acento, me pone malo… mira chico, no sé de que huyes pero puedo imaginarlo, seguramente no eres más que una ladronzuelo que se equivocó al elegir a la víctima, no trates de negarlo, he registrado tu petate, y he encontrado las joyas, -ella lo mira indignada, esas joyas eran su única esperanza de futuro- no me importa que es lo que hiciste, pero ten por seguro, que si cometes alguna falta mientras estés en mi barco, sí va a importarme, y créeme… no te gustaría. Así que hasta que lleguemos a Cádiz estarás a mi servicio. Sea lo que sea que yo necesite tu me lo vas a proporcionar y no quiero verte asomar la nariz fuera de este camarote mientras yo te necesite y por la cubierta tienes prohibido ir, nada de lo que veas o escuches aquí saldrá nunca de entre estas cuatro paredes, me has entendido?


Ella asiente con la cabeza


-Hasta llegar a puerto dormirás en el camarote que esta justo al lado del mío, en realidad no es un camarote, pero le pondremos un camastro…
- Pero… -protesta, bien es cierto que odia dormir con casi la mitad de la tripulación, pero es justo por las noches, en ese momento, cuando consigue tener algún contacto con su padre, aunque sea mínimo.
- Pero? – se levanta y se acerca ella que retrocede un paso- Algún problema con eso?


Ella no dice nada, como explicarle al lince que a su padre maldita la gracia que le va hacer que ella duerma donde el capitán.


- Qué más me estas ocultando?? -de cerca admira el contorno de su rostro, la dulzura de sus labios y la exquisitez de su piel-Tienes algún cómplice aquí?


De repente su voz es todavía más dura que antes, su instinto le dice que le está mintiendo, que algo esconde y necesita saber qué es. Sospecha que tiene que ver con ese que se hace pasar por su padre. No seria la primera vez que ve esa clase de acuerdo entre una jovencita y un desalmado.


-Sarafín te he hecho una pregunta?, justo antes de que ella articule palabra él le espeta- no te esfuerces en fingir tener un acento que no tienes, sé que no es tu forma de hablar, no lo olvides
- Está bien señor, haré lo que usted me diga –ya sin su acento su vos suena dulce, calida, sensual.


Un escalofrío recorre el cuerpo del lince de arriba abajo, ni en sus mejores sueños hubiera imaginado nunca que ninguna criatura sobre la tierra pudiera poseer esa voz, el terciopelo de la misma acaba de acariciarlo, intenta mantener la compostura, se acerca a ella que tiene la cabeza baja,


- Mírame!!! -le ordena impulsivo, sin saber que al obedecerlo el verde de sus ojos lo invade cómo el mar en un día de cielo claro- No se te ocurra desobedecerme, o lo lamentarás, y ahora márchate a la cocina a curarte esos dedos. En un rato quiero que te des un baño!!!! No quiero que mi camarote huela a ratas muertas!!!!


Se queda solo, está nervioso, alterado, no entiende que es lo que le pasa, es imposible, que él haya quedado hechizado de esa manera solo por una mirada. él que ha estado con mujeres preciosas, ataviadas con los mejores trajes, oliendo a los más sugerentes perfumes, ¿como puede haberlo impresionado tanto una muchacha harapienta, asustada y mentirosa para más señas?