30 octubre 2011

Farsante,3º

Sara sale del camarote temblando de furia y de indignación. Está furiosa, el lince consigue ponerla furiosa, ese patán le ha dicho que huele a ratas muertas. A ella que cada mañana, al quedarse sola, se restriega, furiosa, su cuerpo con agua y una pastilla de jabón que había encontrado abandonada en la bodega, eliminando todo rastro de ese camastro mugriento donde se veía obligada a dormir. Maldito fuese el lince y su sobrada petulancia.; Estupido.


Se dirige a la cocina con pasos largos propios de cualquier marinero. Si su madre la viese caminar así le daría algo, aunque también le daría algo si la viese en ese barco y con esas ropas así que…


Su indignación crece a medida que aumenta el dolor de sus dedos. La ha mandado a bañarse, perfecto. Que no se preocupe que su camarote no va a oler a ratas muertas por su causa. La rabia no la deja pensar con claridad y sopesar la arriesgada idea que acaba de ocurrírsele. El quiere que ella se bañe y lo va hacer pero en su bañera, en su camarote. Él tiene los mejores aposentos del barco, y ella se muere por un buen baño; un baño que le despegue el salitre de su cabello y le devuelva la tersura a su piel. Así que decidida a ello se dirige a la cocina. Sabe que el Lince no va a bajar de cubierta hasta la hora del mediodía, así que dispone de un rato para ello. Sin darse tiempo a arrepentirse comunica al cocinero la idea del capitán de darse un baño ahora, cosa extraña según el, y sin ser vista, mientras el pone el agua a hervir, le roba un par de enormes limones y unas hojas de menta; las introducirá en el agua cuando ya la haya echado en la bañera y luego se sumergirá en ella, cerrará lo ojos y durante unos instantes, olvidará toda esta pesadilla.


Le cuesta mucho acarrear los baldes desde la cocina hasta el camarote pero saca fuerzas de flaqueza y lo hace sin que nadie se percate de ello. Ya esta todo preparado y ahora, si siente algo de reparo. Ha tardado casi un buen rato en tenerlo todo listo, la hora del almuerzo se acerca y el capitán el cualquier momento puede regresar. 


El agua perfumada la llama y decide arriesgarse. El suave aroma invade sus sentidos y la nostalgia la traiciona. El cítrico perfume que emana de la bañera la transporta a Altea, a su dormitorio, a sus suaves sabanas, a su nana, a la que extraña sobremanera, a su madre, de la que todavía está tan lejos, a la vida que había tenido que abandonar por el mal nacido de Tomás Fernández, y a los ojos de derrota de su padre al sentirse traicionado por su amigo, su mejor amigo.


Sin pensarlo más se despoja de los gastados pantalones y la burda camisa que viste y alcanza con su mano una pastilla de jabón, que descansa junto a las cosas de aseo del capitán, de olor visiblemente varonil. Poco a poco se va introduciendo en la bañera, el agua templada es un bálsamo para ella y para su dolorido cuerpo. Y sin darse cuenta si quiera cierra sus bellos ojos verdes y se relaja hasta casi quedarse dormida.


En la cubierta de la nave, el lince se pasea nervioso, por el puente de mando, mirando sin ver. No puede sacarla de su cabeza y su imagen invade una y otra ves sus pensamientos. El solo hecho de saberla en el barco lo excita sobremanera pero hay algo que todavía lo desconcierta más. No entiende por que, pero sabe con certeza que necesita protegerla y que seria capaz de matar a cualquiera que osase acercarse a ella.


Miles de preguntas lo acosan sin remedio. Quien es ella? De que huye?, Quien es el hombre que dice ser su padre? Que están escondiendo? Está casi seguro de que las joyas no son robadas, entonces, de donde las han sacado? Que demonios esta pasando?? Por que no puede dejar de imaginarla entre sus brazos?


Asido al timón, y ante la atenta mirada de Mariano, llega a la conclusión de que, seguramente, esta magnificando sus emociones. Nada en ella puede hacerlo sentirse atraído, solo es una alucinación. El, que ha estado con las mujeres mas bellas, mas coquetas y sensuales, no puede verse fascinado de tal manera por una chiquilla insulsa y sucia. Lo sabe y tan solo necesita volver a verla para convencerse de ello. Seguramente cuando lo haga se dará cuenta de que no es ni tan bonita, ni tan dulce, ni tan vulnerable como en un primer momento le pareció. Con este pensamiento abandona el puente de mando. Tiene que cerciorarse de ello; Su encanto ha sido solo una ilusión, y cuando la vea se convencerá de que no es más que una niña harapienta. La ensoñación desaparecerá y él dejará de volverse loco viendo su imagen una y otra vez.


La busca en la cocina y se sorprende cuando su cocinero le pregunta que tal le ha sentado el baño. Ante su mirada interrogante, este le explica que su ayudante de cámara, le preparo el baño hacia como media hora y que si no se daba prisa, el agua, se le iba a enfriar, si no lo estaba ya.


Sa le de la cocina como una exhalación. Cree saber lo que pasa pero no quiere creerlo. Con sumo cuidado baja hacia su camarote con el sigilo de quien teme ser descubierto. Va maldiciéndose a sí mismo por estar actuando como un muchacho que intenta pillar a su enamorada en un desliz. Por Dios!!! Él no está enamorado, no lo ha estado nunca por que no se fía de ninguna mujer, si acaso, ha enloquecido de deseo alguna vez, nada más.


Al abrir la puerta, discretamente, lo invade un nuevo, desconocido, penetrante y la vez seductor aroma que lo atrapa por momentos, aunque nada que ver con la brutal sensación que embarga su cuerpo ante la visión que se muestra ante sus ojos.


Ella esta sumergida en la bañera y parece dormida. Tras cerrar la puerta con sumo cuidado, Lucas se acerca, con el sigilo de un felino, y la observa hipnotizado. Apenas queda espuma en el agua y nada oculta su bello cuerpo de sus ojos. Es preciosa, divina como una diosa. Su cuerpo de perfectas proporciones, es pálido como la luna y sus senos, apenas cubiertos por el agua, apetecibles y pequeños como dos melocotones maduros.


El lince no sabe lo que esta haciendo, sin poderlo, ni quererlo evitar se queda paralizado, sorprendido por la osadía de ella y, sobretodo, hipnotizado por la visión. Nunca ha visto nada más bello en su vida, nunca.


No esta seguro de cuanto tiempo pasa observándola hechizado, podrían ser segundos o horas, pero de repente ella se mueve inquieta y a el, solo le da tiempo a esconderse tras un biombo que esta situado a un lado del camarote, antes de verla despertar.


El lince no sabe que hacer, se siente ridículo, idiota. Se siente como un fisgón en su propio aposento. Debería reprenderla, ahora que ella esta despierta, pero no quiere acabar con la magia del momento, no quiere dejar de mirarla, no puede hacerlo.
Ella, somnolienta, se incorpora un poco, de espaldas a él, encoge las piernas y se las abraza quedando acurrucada como un niño. Desde donde él se encuentra, puede ver perfectamente su largo cuello, su espalda, sus brazos y su contorneada cintura.


Sabe que no esta bien lo que esta haciendo, pero lo he hecho, hecho esta, así que no le queda otra mas que seguir observando fascinado como ella, apoya la barbilla sobre sus rodillas, haciendo con este gesto que su espalda se tense, resultándole, a el, más excitante y sugerente. Sara, poco a poco, va incorporándose hasta quedar de rodillas. Con un gesto suave se acerca el paño de algodón que ha empapado en jabón, y empieza a deslizarlo por su cuerpo, con mimo, con ternura, como queriendo regalar a su castigado cuerpo unos momentos de placer. Él se está volviendo loco, es la más hermosa de las visiones que ha tenido nunca, ella se ha ladeado un poco y él puede apreciar ahora la fina curva de sus senos desafiantes y la tersura de la blanca piel que recubre todo su cuerpo.


Creyéndose sola, ella se incorpora y de pie en la bañera, aun de espalda, empieza a aclarar su cuerpo. Con una pequeña jarra de latón echa agua sobre sus hombros, haciendo que diminutas gotas resbalen por el arco de su espalda y su cintura. Sara no se percata de su presencia y sigue deleitándose con el placer, primitivo, del agua y el jabón. 


Esta extasiada. Si alguien le habría dicho hacia un mes, que algo tan banal como un baño, le parecería tan maravilloso, lo hubiese tomado por loco. Una vez más, introduce la jarra en la bañera y deja caer el agua cae sobre su cuerpo; intenta enjuagar el jabón que con suma delicadez pasea por su piel desnuda, sin mucho éxito.


El capitán sigue observándola agazapado tras el biombo. Parece un lince dispuesto a cazar, y así es como se siente. No sabe como actuar, arde en deseos por ella, se siente instintivo, primitivo, algo le dice que todavía ningunas manos la han acariciado, y eso lo hace sentirse doblemente excitado.


Ella continua con su baño, ajena a todo cuanto está sucediendo a su alrededor. Por primera vez en muchos días se siente limpia; anhelaba esa sensación que se toma su tiempo. Con lentitud va llenando la pequeña jarra con la que derrama el agua sobre su cuerpo. lo hace con una lentitud casi parsimoniosa, con lo que los deseos del lince no hacen más que aumentar. Ahora que la ve moverse empieza a sospechar que no es una muchacha cualquiera, sus gestos, sus ademanes, todo, todo la delata.


Ella está acostumbrada a las comodidades, definitivamente cualquier muchacha de la calle, no hubiera mezclado el limón en el agua de su baño, y no hubiera dejado en remojo, justo al lado de la bañera, las hojas de menta que debido al calor que emanaba del agua, habían empezado a desprender su olor.


Lentamente, con la misma cautela con la que llegó, decide marcharse. Ella le da la espalda así que decide exponerse a ser visto. Le cuesta un tremendo esfuerzo dejarla; sus pies parecen estar anclados al suelo, pero su sentido común lo obliga a hacerlo.


Sale despacio sin que ella se haya percatado siquiera de su presencia. Sube dos escalones pero se arrepiente al momento y baja para quedar reclinado en la misma. Pretende esperar allí, calcular el tiempo que cree que ella tardará en salir del baño y vestirse y entonces, entrar de nuevo en el camarote como un huracán. 


Ahora que ya no contempla su bello cuerpo esta enfadado. Ha sido un acto de auténtica chulería por parte de ella el utilizar su lugar de aseo, y no tiene ninguna intención de pasárselo por alto. 


La oye trastear dentro del camarote y deduce que ya debe de haber terminado. Entra cuando ella ya está recogiendo todos los enseres que ha utilizado y vaciando con un cubo la bañera.


-Sarafin, se puede saber que haces? -se hace el sorprendido aunque le cuesta mucho no evocar su imagen desnuda.


-se sobresalta aunque lo estaba esperando- solo cumplo ordenes, usted me ordeno que me bañara señor…. Me dijo que yo olía a ratas muertas -lo mira altiva, desafiante. Probablemente él estallará lanzando gritos e improperios, pero ella lo sabe, lo espera.


El capitán la mira entre sorprendido y divertido, no hay duda de que la muchacha tiene agallas. En silencio espera una explicación que al parecer ella no está dispuesta a darle. 


-Creí haberte dejado claro que…


-Que no desobedeciera ninguna de sus ordenes… ya lo entendí y por eso he tomado un baño….esta es la única bañera que yo conozco del barco señor.


El se queda boquiabierto, desconcertado. Es verdad que él le exigió que se bañara, no le dijo que se aseara sino que se bañara, y ella ha sido lo bastante lista como para seguir sus instrucciones al pie de la letra. Descarada!!!!


-Desea algo más señor… O puedo retirarme?


Sale de la habitación, tras la leve inclinación de cabeza del capitán autorizándola a marcharse, con el mentón en alto. Esta orgullosa de su hazaña, va estar bajo sus órdenes, va a obedecerlo, pero que ni por un momento se crea el lince que va a estar sometida a él. Ni como muchacho, ni como mujer.


El la ve alejarse admirado, está completamente hechizado. Desea más de ella, mucho más. Desea su cuerpo tendido bajo el sobre su cama. Desea sus manos recorriéndola entera haciéndola gemir de placer. Desea sentirla entregada y sumisa. Por supuesto que desea mas, mucho más. La desea toda.


Cuando Mariano baja a reunirse con el justo antes de la hora de almorzar, el lince todavía vibra de indignación y diversión. Nunca en su vida se ha sentido tan atraído por una situación; el efecto que su pequeña grumete produce en su sangre, es tan solo comparable con la que siente al ponerse al timón de su barco antes de una abordaje. 


- Se ha bañado aquí? –Mariano esta claramente divertido ante la situación- En tu bañera?
- Según ella yo le ordene que se diera un baño y como esta es la única bañera que hay en el barco…. Es sagaz la condenada. Debería azotarla!!!!
- Pero no vas a hacerlo, no? Nunca te he visto golpear a una mujer!!!
- No Español… no voy a hacerlo aunque estoy seguro que a esa descarada no le vendrían nada mal unos azotes… además siento mucha curiosidad por ella y su acompañante…. 
- Su padre.
- Si, su padre…. Estoy seguro que no son unos pobres diablos como pretenden… y quiero que descubras como han terminado aquí… y cuales son sus intenciones…. Hazte amigo de “su padre” y descubre si en realidad es tal.
- Y si no lo es? 
- Por su bien espero que lo sea…. 
- Yo también Lucas… yo también. Entonces que vas a hacer con ella?
- Creo que voy a dedicarme a mortificarla y tomarle un poco el pelo hasta que ella misma se delate…. va a ser muy divertido!!!


Sonríe para si mismo ante la atenta mirada de Mariano que lo conoce como nadie. Aunque Lucas intenta demostrar indiferencia no lo consigue ante los ojos de su segundo. La muchacha le gusta y le gusta mucho. Sus ojos verdes que lo miran retadores son todo un enigma para el, una provocación y el lince, nunca, jamás hace caso omiso a una provocación. Además, la situación de ella lo intriga sobremanera y lo divierte a partes iguales. Para el es una novedad el hecho de que una mujer no caiga rendida a sus pies y en cambio le demuestre una notoria aversión. Una animosidad que ni siquiera se molesta en disimular, quizás por que se siente segura amparada en sus ropas de hombre y en su anonimato. Del cual no podrá disfrutar por mucho mas tiempo; antes de terminar el viaje, el lince, y se lo promete a si mismo, sabrá todo de su pequeño grumete y se enterara cuando ella comparta su cama. Innegablemente, lo que queda de viaje, va a ser divertido… muy divertido.


Unos golpes en la puerta interrumpen sus pensamientos y la dueña de estos entra en el camarote para avisarlos de que la comida esta servida en el comedor. Era inusual en cualquier navío que el capitán comiese con la tripulación pero así se hacia a bordo del San Antonio, por lo menos dos veces por semana. Para el lince era primordial conocer a sus hombres y saber los defectos y virtudes de cada uno, además de inquirir la lealtad verdadera, ya que en algún momento, cualquiera de sus hombres, podía salvarle la vida o matarlo con sus propias manos si carecía de esa lealtad.


- Que quieres Sarafin?
- Capitán… el señor Juan dice que la comida ya esta lista….
- Esta bien… ya vamos…. Buscas algo en el suelo, chico?
- No señor… 
- Entonces por que lo miras tan insistentemente…?
- Por que… por que…
- Que edad tienes muchacho?
- 13 señor… capitán.
- Eres muy tímido para tu edad… y pareces mas joven!!!! –con sigilo se acerca ella, que lo mira asustada, y le sujeta la barbilla para poder examinar sus facciones- barba lampiña, facciones aniñadas, menudo, escuálido…
- Me falta mucho por crecer!!!! -se muerde la lengua para no decirle que para una mujer es normal su estatura.
- Ahhhh si? -se esta divirtiendo mucho a costa de Sara
- Pronto seré todo un hombre!!!! –dice lo primero que se le ocurre, si la presencia del capitán la pone nerviosa el que la toque es mucho mas de lo que sus nervios pueden soportar
- Si? -despreocupado vuelve a sentarse mientras suelta una sonora carcajada- Cuando eso pase, avísame… me gustaría verlo.
- Y a mi… Yo también quiero verlo….


Por un instante siente que se esta perdiendo algo, siente que los dos hombres que la miran burlones conocen su secreto, pero eso es imposible, se ha cuidado muy mucho de mantener su disfraz y esta completamente segura que no la han descubierto. De haberlo hecho estaría ahora rindiéndole cuentas al lince y no charlando con el.

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