30 octubre 2011

Farsante,2º


Mientras va subiendo la escalera hacia la cubierta, siente como la pasarela cae al estribor de la nave y como unos pasos decididos la cruzan sin titubear. La parisina salta a la cubierta del San Antonio acompañada de su hombre de confianza, un amanerado pelirrojo, rollizo y bromista, un tal Gallardo que de gallardía tiene la justa y que al Lince no le cae especialmente bien. Saluda a Mariano y desde que lo ve, ella se lanza a sus brazos y comienza a besarlo apasionadamente ante la atónita mirada de todo el que no ha visto el espectáculo antes y de ella, que siente como si fuese a echar las tripas por la boca. La primera impresión que tiene, es que el capitán esta besando a un hombre y le repugna la imagen; Por lo menos hasta que el sombrero de Ruth cae y deja suelto su cabello. Es negro, liso y al girarse para recogerlo ve unas bellas facciones y unos bonitos ojos negros que la miran con curiosidad. Sin duda, ese capitán es una mujer aunque viste como un hombre. El Lince y ella visten casi iguales. Ambos llevan sendos pantalones ajustados y botas altas por debajo de la rodilla; Un camisa blanca, abierta en el caso del capitán hasta casi la cintura, un chaleco negro en el caso de el y una casaca roja en el caso de ella.


De su cinturón cuelga una espada, cuyo engaste suelta reflejos plateados cuando le da el sol, y una pistola metida en la cintura del pantalón. Es bella pero su imagen no produce ternura. Un deje de crueldad asoma a sus ojos, probablemente, obtenido en las peores batallas. Y ella, sintiéndose intimidada, como puede aparta su mirada y se centra en seguir fregando la cubierta de la nave, de rodillas, con sus maltrechas manos. Al parecer el capitán, según el contramaestre, había decidido ser benévolo, y lo entiende viendo a la mujer que lo visita, y no iba a azotarlo. Cosa que obviamente ella agradece. Había tenido pesadillas durante toda la noche, imaginado al lince ordenarle despojarse de su camisa para castigarlo por su desobediencia de la noche anterior; poniendo así en evidencia su status de mujer ante toda la a tripulación.


- Querido, no sabia que el San Antonio empleaseis mujeres -le dice Ruth sin dejar de mirar al grumete que de rodillas se afana en no mirar hacia ellos.
- Que decís? -A pesar de sospecharlo, esta sorprendido- Estáis segura?
- Que el es una mujer… ¡por supuesto querido! Se reconocer a una de mi especie aunque lleve ropa de hombre y el cabello sucio se le pegue a la cara.
- Maldita sea!
- Acaso ha logrado engañaros capitán… -le caricia su pecho desnudo con un dedo- es mas, ¿ha logrado engañar a vuestro segundo de a bordo?
- Eso parece querida, eso parece. ¡Español! -le grita a su contramaestre buscándolo con la mirada.
- Dime Lince, ¿Que quieres?
- Necesito que hagas algo antes de irte al Bribona -les dan la espalda a la cubierta donde sus marineros, intentando no ser vistos se esfuerzan en seguir la conversación y le susurra- Mariano, necesito que te encargues de que ese grumete, al que le salve la vida, friegue toda la cubierta aunque eso le lleve hasta bien entrada la noche y cuando Ruth se haya ido, quiero que lo destines a mi cuidado personal.
- Pero Lucas, y eso por que, si tu siempre has rehuido que nadie se encargue de tus cosas, si hasta ahora nunca has querido tener un esclavo. Tampoco es tan grave lo que hizo…. ¡Fregar la cubierta es castigo suficiente!
- No quiero un esclavo Mariano…. Quiero un sirviente y te aseguro que lo hago por su bien…
- Pero querido -le dice la parisina que ha escuchado toda la conversación- Estoy segura que no debéis preocuparos por ella. Si ha llegado hasta aquí, será por algo! Y si os incomoda su presencia en vuestro barco, podéis regalármela. ¡Es muy bonita la muchacha!
- Muchacha…que muchacha… ¿de que muchacha habláis capitana? -Mariano entiende pero no quiere creerlo.
- Ay mi querido Español, pensé que no había nada que pudiese escapar a vuestra atenta mirada… -Mira hacia la chica- ¡Eso es de alabar!
- Ese grumete es una mujer Mariano, y si los hombres se enteran vamos a tener un motín; 20 días en alta mar, son muchos días. ¡Maldita sea mi puta calavera!
- Pues no lo parece Lince -Ruth hace un mohín con sus labios- me estáis desatendiendo por algo que podréis solucionar mas tarde. Quizás debería irme.
- No querida. Por favor, perdonad mi comportamiento; Pasad adelante y dejadme amaros hasta que perdáis el sentido. -Marino se sonroja antes esas palabras; Ruth se hace paso y entra en la cabina con Lucas tras ella. El cual, antes de descender por las escaleras, le echa una última mirada a esos ojos verdes que desde lejos, lo miran con aversión.




En el camarote, la parisina sirve dos copas de vino, oscuro como la sangre, y le da uno al capitán que la acepta distraído; Sin poderlo evitar su pensamiento esta en cubierta junto a la joven de ojos verdes y labios carnosos que se hace pasar por muchacho. Ahora mismo la incógnita, la curiosidad lo están matando. Ruth con énfasis pasea sus manos sobre el pecho desnudo del capitán mientras este la mira expectante. A ella le gusta tomar la iniciativa, llevar los pantalones en sus encuentros amorosos; el lo sabe y por ello la deja hacer esperando sus sutiles indicaciones.


Con ninguna mujer es tan considerado en sus atenciones, a pesar de que es, además del terror de los maridos y de las madres casaderas, un excelente amante. A ninguna otra la dejaría tomarse tales atribuciones aunque tampoco con ninguna otra mantiene ningún tipo de relación cordial, se podría decir que hasta amistosa. La respeta aunque es tan casquivana como la que más. Ella es la única mujer, aparte de las prostitutas del burdel donde se crió, que había hecho algo por el desinteresadamente. La parisina le salvo la vida, después de ella misma herirlo de muerte, y le había enseñado a ser un “caballero pirata” como lo llamaban las malas lenguas. Sin duda alguna parte de lo que es, se lo debe a ella.


Mientras tanto en la cubierta Mariano, sin disimulo, la observa. Cree en la palabra de la capitana pero le parece increíble que el muchacho sucio y andrajoso que friega la cubierta con ahínco sea una mujer. Odette lo espera en el bribona, pero antes debe cumplir las órdenes de Lucas. Ciertamente no puede decirse a simple vista que la chica y el marinero sean padre e hijo, o hija. Nada hay en ellos que aparente una relación fraternal. Ningún rasgo común, ningún parecido, nada. Eso lo preocupa incluso más, que el hecho de que ella sea una mujer. No sabe como se va a tomar el tipo que le confíen el cuidado personal del capitán y no le apetece nada tener una reyerta en el barco. A el lince no le gustaría nada tener que matarlo pero lo haría sin dudarlo un segundo, de ser necesario.


- Oye muchacho, acércate!!!! -no se mueve, instándola que sea ella la que camine hasta el.
- Si seño? Sin sonar muy convincente ella pone el mismo acento que tenían los niños de la aldea con los que jugaba cada día
- Como te llamas? -Mariano la mira sorprendido, sabe que su acento es fingido, hasta hace unos años, el mismo hablaba de esa manera que ella intenta simular.
- Sa…. Sa… Sarafin seño!!!
- Sarafin? -la mira escrutándola- Será Serafín…
- Eso seño… Serafín!!!
- Cuantos años tienes? -intenta que no se le note pero esta sorprendido, la dentadura de ella es perfecta, para nada es una mocosa de la calle, pero que coño hace en el barco disfrazado de hombre?
- Yo? No lo se….13 seño, creo… -le tiemblan las piernas, la mirada inquisidora del contramaestre la asusta, pareciera que la ha descubierto
- Y estas solo en este barco?
- No seño…. Vine con mi apa. Esta ahí!!!! -señala hacia donde su padre con disimulo los observa a la vez que enrolla un grueso cabo.
- De donde eres? -mira hacia Paco Miranda pero le habla a ella.
- No se seño… de aquí y de allá…. No se!
- Esta bien…. vas a lavar la cubierta hasta que no quede ni un pedazo sin relucir. De babor a estribor, me entiendes?
- Si seño!!! -hace intenciones de darle la espalda, la tensión del momento la esta matando.
- Y cuando termines te vas a poner a las ordenes del capitán. Quiero que te ocupes de su camarote y de sus cosas…. -Sara se gira y lo mira horrorizada, no soporta al capitán, no puede estar cerca de el- Vas a ser su sirviente personal!
- Y por que yo? No quiero hacer eso!!! -la voz de ella suena dulce y femenina a causa del susto; es una chica, ahora ya no le queda ninguna duda y además podría jurar que una muchacha bien, maldita sea su estampa!!!!
- Como dices? -se acerca amenazante y ella retrocede un paso, no sabe que esa actitud del contramaestre es tan solo fachada, jamás golpearía a una mujer- Acaso prefieres que te tire por la borda?
- No por favor… no… -vuelve a forzar la voz para que suene mas aguda- como el seño ordene!
- Ahora sigue fregando!!!!
- Si seño… permiso seño!!!! -esta al borde de las lagrimas y por no llorar descarga su indignación y su furia en el trapo con el que friega la cubierta; preferiría que la arrojasen al mar antes de tener que servirle al arrogante lince pero es el capitán, así que no le queda otra mas que obedecer las ordenes de ese patán.


El día pasa, llega la noche y todavía sigue restregando el trapo, ya casi raído, sobre la madera de la cubierta cuando el Español regresa del bribona. Ella apenas ha tenido tiempo de comer más que un mendrugo de pan que le trajo su padre. Tiene las manos magulladas y doloridas, los dedos le sangran y las rodillas le duelen una barbaridad; el contramaestre se sorprende de verla todavía ahí. La cubierta esta casi vacía; solo su padre la mira, entristecido y dolido, temeroso de ayudarla a cumplir su castigo, no fuesen a ser las consecuencias mucho peor de lo que ya eran. Están enclaustrados en ese barco y nada pueden hacer ninguno de los dos para escapar de el todavía. No les queda otra opción que no sea, doblegarse ante el capitán y su segundo y rezar para que nadie descubra el disfraz de su bienamada hija antes de que lleguen a puerto y puedan abandonar la nave.


A la vez que Mariano pisa la cubierta del San Antonio, Ruth y Lucas hacen lo propio accediendo a ella desde el camarote del capitán. Para dos barcos piratas permanecer durante todo un día anclados en alta mar es, juntos, es supremamente peligroso y audaz; por ello tiene que despedirse y seguir cada uno su rumbo sin mirar atrás. Lo han pasado bien, muy bien. Lucas la mira complacido dirigirse a su propio barco, después de despedirse de el con un apasionado beso. Ella es la única mujer con la que no tiene que fingir ni prometer nada que no siente. Si no fuese tan independiente, casquivana, voluntariosa y a veces cruel, seria su pareja ideal.

Mariano al verla ahí todavía se horroriza consigo mismo. Son más de doce horas las que lleva fregando el suelo y eso es una crueldad innecesaria. Lucas esta tan cansado, apenas ha podido descansar tras la tormenta, que no se percata de ella hasta que la ve de rodillas, de espaldas a el, limpiando todavía. Al instante en que sus ojos se posan en la tirantes de sus pantalones y en lo que estos marcan siente como el deseo, una vez mas, se apodera de su cuerpo. Esta totalmente saciado y aun así, al mirar a esa chiquilla sucia y andrajosa no puede evitar desearla de una manera casi inhumana. Ahora mismo la cogeria en brazos y después de bañarla le haría el amor desesperadamente hasta oírla gritar de placer. Se fija en ella contrariado. El duro trabajo realizado la tiene exhausta, está cansada, molida, pero eso no es lo peor, se siente humillada.


Ella que hasta hace poco había vivido entre algodones, tiene que trabajar ahora como un hombre, como un burdo marinero. Mira con tristeza sus manos, su piel blanca, tersa y suave, ha dado paso a unas manos callosas, agrietadas y ahora sangrantes. Las lágrimas insisten en asomar a sus ojos, pero no puede permitírselo, y no va hacerlo, por ella misma y por su padre que la mira compasivo desde lejos; Está tan absorta en sí misma que no repara que desde proa unos ojos rasgados y casi felinos no dejan de observarla.


Ahora está más seguro que nunca, no es un muchacho, es una mujer, y por su aspecto diría que joven y muy guapa. La afirmación lo hace sentirse aliviado. El hecho de sentirse un depravado lo estaba volviendo loco, pero ahora sabe que su cuerpo reacciono como habría de esperarse, ni mas ni menos. Disgustado, y tras mirar significativamente a su contramaestre da un rápido paseo por la cubierta, antes de dirigirse, nuevamente, a su camarote a descansar. No acaba de cerrar la puerta tras el, cuando aparece su leal amigo.


- Hablaste con ella? -el español asiente consternado.
- Tenías razón, es una muchacha, ella insiste en que es un chico, me dijo llamarse Sarafín y se provoca un acento con el que no va a poder engañar a nadie. Que vamos a hacer?
- Esta bien Mariano, nadie en el barco, nadie salvo tu y yo debe saberlo, imagina que se enterasen los hombres… nadie debe saberlo, será mi ayudante de cámara y por su bien no va a salir de entre estas cuatro paredes hasta que lleguemos a Cádiz.
- Pero tu nunca has tenido un ayudante de cámara, a los hombres les resultará extraño -sirve dos copas de brandy- Piénsalo!
- No daremos explicaciones Mariano, soy el capitán de este barco, y yo decido
- Lo que tu digas!
-Y ahora que deje de fregar ya… creo que ha tenido suficiente. Esta noche déjala dormir en la bodega pero mañana a primera hora la quiero aquí!!!! –Se quita la camisa que tira en un rincón- voy a intentar protegerla, aunque lo que debería hacer es azotarla.


A la mañana siguiente el español va a buscarlo cuando ya no queda nadie en la bodega. Ella está intentando asearse un poco con un balde de agua salada, donde mete las manos al tiempo que reprime un grito de dolor. El ala de su sombrero le tapa la cara pero Mariano se percata de lo que pasa. Sin duda está llorando, y hace enormes esfuerzos para ocultarlo. Conmovido decide hacerle notar su presencia, de repente y sin saber por que, la muchacha le provoca tiernos sentimientos. Seguramente, piensa, está sola en el mundo, y él sabe bien de esa soledad, lleva la vida entera agradeciendo a Dios haber encontrado a Lucas, ambos saben que de no estar juntos su historia hubiese sido muy distinta.


-Sarafín el capitán te espera en su camarote, tiene algo que comunicarte- Ella se estremece cansada, Dios que va a ser ahora? es que no se casan de mortificarla?
-Sarafín me has oído? -alza un poco la voz,
-Sí seño -dice con un hilo de voz apenas audible.


Con los nudillos, o lo que queda de ellos, llama tímidamente a la puerta, se siente, frágil e insegura, la mirada del lince le provoca escalofríos. llena sus pulmones de aire, no piensa acobardarse, ni tampoco doblegarse, se alegra ahora de haber desobedecido en infinidad de ocasiones a Rita, su nana, intenta pensar en sus escapadas para jugar con los demás niños de la aldea como auténticos triunfos, ella no es una figurita de porcelana, ha trepado en los árboles, ha tirado piedras y en más de una ocasión ha salido herida en las “batallas”, esto no va a asustarla; no es la primera vez que afronta un problema de frente, lo ha hecho siempre, pero ahora es distinto ahora no es Sara, la hija del gobernador de Altea. Ahora es Sarafin. Sin ninguna duda si pudiese mostrarse tal y como es ya le habría dicho cuatro verdades a ese orgulloso y engreído capitán, pero no puede hacerlo, debe salvaguardar su identidad y la de su padre hasta llegar a puerto.


Abre la puerta con sigilo, lo ve sentado en un butacón fumando, el camarote tiene el ambiente enrarecido por el humo y el olor del tabaco, pero es una bonita estancia, seguramente la más bonita de todo el barco. Intenta hacerse notar carraspeando, pero el capitán no parece reparar en ella. Está equivocada, desde la penumbra que provoca el contraluz de las antorchas, él la está observando, sin duda no es más que una niña, una niña con los ojos más dulces que ha visto nunca. Y aunque su idea era desenmascararla, algo en su mirada le impide hacerlo. Por increíble que parezca, no quiere avergonzarla.


- Me buscaba seño!!!!
- Vamos a dejarnos de tonterías, antes que nada no pongas ese ridículo acento, me pone malo… mira chico, no sé de que huyes pero puedo imaginarlo, seguramente no eres más que una ladronzuelo que se equivocó al elegir a la víctima, no trates de negarlo, he registrado tu petate, y he encontrado las joyas, -ella lo mira indignada, esas joyas eran su única esperanza de futuro- no me importa que es lo que hiciste, pero ten por seguro, que si cometes alguna falta mientras estés en mi barco, sí va a importarme, y créeme… no te gustaría. Así que hasta que lleguemos a Cádiz estarás a mi servicio. Sea lo que sea que yo necesite tu me lo vas a proporcionar y no quiero verte asomar la nariz fuera de este camarote mientras yo te necesite y por la cubierta tienes prohibido ir, nada de lo que veas o escuches aquí saldrá nunca de entre estas cuatro paredes, me has entendido?


Ella asiente con la cabeza


-Hasta llegar a puerto dormirás en el camarote que esta justo al lado del mío, en realidad no es un camarote, pero le pondremos un camastro…
- Pero… -protesta, bien es cierto que odia dormir con casi la mitad de la tripulación, pero es justo por las noches, en ese momento, cuando consigue tener algún contacto con su padre, aunque sea mínimo.
- Pero? – se levanta y se acerca ella que retrocede un paso- Algún problema con eso?


Ella no dice nada, como explicarle al lince que a su padre maldita la gracia que le va hacer que ella duerma donde el capitán.


- Qué más me estas ocultando?? -de cerca admira el contorno de su rostro, la dulzura de sus labios y la exquisitez de su piel-Tienes algún cómplice aquí?


De repente su voz es todavía más dura que antes, su instinto le dice que le está mintiendo, que algo esconde y necesita saber qué es. Sospecha que tiene que ver con ese que se hace pasar por su padre. No seria la primera vez que ve esa clase de acuerdo entre una jovencita y un desalmado.


-Sarafín te he hecho una pregunta?, justo antes de que ella articule palabra él le espeta- no te esfuerces en fingir tener un acento que no tienes, sé que no es tu forma de hablar, no lo olvides
- Está bien señor, haré lo que usted me diga –ya sin su acento su vos suena dulce, calida, sensual.


Un escalofrío recorre el cuerpo del lince de arriba abajo, ni en sus mejores sueños hubiera imaginado nunca que ninguna criatura sobre la tierra pudiera poseer esa voz, el terciopelo de la misma acaba de acariciarlo, intenta mantener la compostura, se acerca a ella que tiene la cabeza baja,


- Mírame!!! -le ordena impulsivo, sin saber que al obedecerlo el verde de sus ojos lo invade cómo el mar en un día de cielo claro- No se te ocurra desobedecerme, o lo lamentarás, y ahora márchate a la cocina a curarte esos dedos. En un rato quiero que te des un baño!!!! No quiero que mi camarote huela a ratas muertas!!!!


Se queda solo, está nervioso, alterado, no entiende que es lo que le pasa, es imposible, que él haya quedado hechizado de esa manera solo por una mirada. él que ha estado con mujeres preciosas, ataviadas con los mejores trajes, oliendo a los más sugerentes perfumes, ¿como puede haberlo impresionado tanto una muchacha harapienta, asustada y mentirosa para más señas?

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