29 septiembre 2008

Vivir sin ti; A flor de piel.

Los músculos doloridos, y el dolor palpitante de su cabeza no querían dejar que olvidara el día que había pasado. Todo había salido mal desde que se había levantado de la cama y su ánimo estaba por los suelos.

Llego a casa y mientras dejaba correr el agua en la bañera, esperando a que se llenara por completo, se desvistió despacio, y se tumbó en la cama, recordando, angustiada, las últimas horas de su vida: la pelea con su abuelo por su falta de tacto, el agobiante acoso de su padre tan preocupado en que no le pasara nada a la joven policía, sus ganas de casos importantes, de emoción. Y sobretodo, la falta de él en su vida. Lucas llevaba tan solo dos días de viaje, dos días en esa maldita convención en Ginebra. Pero precisamente ahora le echaba de menos, tanto, que dolía.

Se incorpora en la cama en el lado que suele ocupar él; acaricia unas sábanas despacio, con un mimo y una delicadeza especial. Solo necesita eso para sentirle más cerca y sentirse un poquito mejor.

El agua descarga su fuerza sobre sus cervicales doloridas, y, mientras enjabona todo su cuerpo con cuidado, intenta relajarse. Hasta que unas manos masculinas, grandes y expertas, que Sara no sabría decir de donde han salido, se apoderan de las suyas, pequeñas, nerviosas y expectantes. Toma la esponja que ella aún conserva en sus manos, y sin el más mínimo cuidado para no salpicar la saca de la bañera “Esto ya no lo vas a necesitar” –se lo susurra el oído, en bajito, dejando que cada palabra acaricie el vello que acaba en su nuca. Sigue hablando, pero ella tan solo es capaz de escuchar palabras sueltas, porque no puede concentrarse en nada más que no sean sus manos recorriendo su cuerpo mojado.

Se da la vuelta y le mira a los ojos, y en ellos ve la chispa que tanta falta le ha hecho hoy. El arrojo de Lucas, su fuerza, su tesón. Solo con mirarle sabe que todo está bien.
Busca su boca, buscando el consuelo que tanto anhela, pero él, no se la da. La vuelve a girar y a quien besa es a su cuello, dejando un suave rastro de él en sus hombros, sus orejas, y en el hueco de su clavícula que tan bien conoce. Pero ella necesita más, no puede dejar de desear esos labios, y vuelve a separarse de él, a girarse y a pedirle, casi a rogarle con sus ojos, sin palabras, que la bese. Y él vuelve a intentar hacerse el remolón, pero Sara toma su cara en sus manos y después de acariciar sus labios con la yema de sus dedos, atrapa la lengua de él con su lengua. Y explora cada rincón de su boca, con ansía. Quiere fundirse con su boca y hacerla suya. Sus lenguas juguetean olvidándose del tiempo y, al contrario de lo que suele suceder en estas ocasiones, el beso va perdiendo intensidad y ganando alma.

Después saldrán de la ducha desnudos y entre besos harán el amor como locos. Pero ahora, lo único importante, es ese beso que les devuelve al otro después de tantas horas separados. Sara siente como si flotara, como si estuviera lejos de esa bañera y lejos de esa casa y estuviera en cualquier otro lugar. No importa donde, solo importa la compañía. Y ese beso. Ese beso que le está devolviendo a Lucas, y le está haciendo sentir como si esos labios estuvieran recorriendo todo su cuerpo en caricias aún sin haberse despegado todavia de su cara. Las cosquillas que siente, la sensación de abandono de su cuerpo. Todo es perfecto. Todo es nada en los minutos, quizás años que dura ese beso.

Sara es capaz de recordar muchos momentos como ese. Pero ese día vuelve a su cabeza una y otra vez por la inmensidad de su recuerdo. Ese beso la ha acompañado desde entonces, y ahora, vuelve a revivir todas las sensaciones que el contacto con los labios de Lucas le produjo.

Solo un beso, y su día se iluminó.

Ahora supone, no, ahora sabe, que eso mismo es lo que debería haber sentido hace un rato cuando Gonzalo la besó. El dulce sabor de un primer beso, la sensación de tener la primera batalla ganada. El deseo de que no se acabe todo en ese beso, y él siga explorando sus labios y su cuerpo.

Pero no sintió nada de eso. Ni nada de nada. Ese beso no fue más que un leve roce que no tendría importancia sino fuera porque le fue tan indiferente que hasta le asusta. Algo debería haber sentido, haber pensado en algo. No, no era el momento de que se le viniera a la cabeza tantos y tantos recuerdos de Lucas.

No fue ella la que acabó mirando al otro preguntándose que habría sentido. Gonzalo se separó de ella despacio, con miedo de romper la magia que él creía que se habría creado en ese restaurante italiano a la luz de las velas. Miró a Sara intentando adivinar que podría pasar por su cabeza en ese momento, si ella sentiría también las mismas cosquillas en la tripa. Pero solo vio un vacío en sus ojos, y necesito una confirmación, unas simples palabras para descubrir que algo no marchaba bien “Gonzalo, te importa que nos vayamos a casa. No me encuentro muy bien”

Ni él intentó volver a besarla, ni ella hizo ningún reproche al respecto. Cuando se despidió de él en el umbral de su nueva casa con un simple gesto con la cabeza, se dejó caer contra la puerta, y lloró. No sabe ni por cuánto tiempo, solo el verdadero motivo: ningún hombre sería capaz jamás de hacerle sentir en un beso lo que él, su marido, le hacía sentir solo con mirarla.

Una vez se hubo calmado un poco, busco a tientas su bolso, tirado, a su lado, y sacó su móvil. Ni siquiera le hizo falta buscar su teléfono en la agenda. Con miedo marcó, y espero que el teléfono diera señal.

“El teléfono al que está llamando está a apagado o fuera de cobertura”

Habría dado lo que fuera por oír la voz de Lucas al otro lado de la línea. Sin pensarlo, hubiera dejado salir todo lo que llevaba ahora mismo dentro. Le hubiera dicho, que esto no está acabado, que jamás se podrá acabar lo que no tiene fin. Le diría tantas cosas …..

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Dios mío, estoy acongojada... del todo. Sigueeeeeeeee.
Y Gracias por estos magníficos relatos.

María A.

Anónimo dijo...

Bueno, Sara parece que va a dar un paso, no? ¿ o acaso va a frenarla Ana ?

Acabo de leer este fragmento, y ya estoy esperando la siguiente entrega. Si es que no tengo remedio.

Un beso.

Adriana

Anónimo dijo...

Ayyyyyyyy Laurys cómo sabes sacarnos la sensibilidad, nos haces pasar de "odiar" a la niña a que estemos deseando que se reconcilie con el tito Jjajajja si supiera lo que está sufriendo él...porque lo de Gonzalito noooo...eso no se hace...

Uffffffff cuántos momentos felices y amargos nos esperan.

Besazos princesas.¿O ha sido Himara? Jjajjajajaj me descuadrais a veces Jjjajajajj

Ayla.

Anónimo dijo...

Como bien dice Ayla, qué vaivenes emocionales nos provocas!
Menos mal que Sara ya se ha dado cuenta de que entre un beso de Lucas y mil que le pueda dar Gonzalo, no hay color.

Anónimo dijo...

laurysss!! t mato lo juro!! que mala eres!! me ha encantado! y espero q lo continues pronto!! un beso! tiby

Anónimo dijo...

Por fin se ha dado cuenta la niña , que a pesar de lo que haya pasado (que no lo sabemos), lo que hubo entre Lucas y ella no puede morir nunca.

Laurys no nos hagas sufrir mucho , anda se buena.
Besos.

CHIQUI.

Anónimo dijo...

Venga Despotenciá, ¡¡llámalo que para mañana es tarde!! que como no te des prisa....lo mismo lo llamo yo. Jajajaja. Un Beso. Blue.

Anónimo dijo...

Sigaaan Pronnto!!


(Con los 2 ^^)


UnBeeZo***