Lucas Fernandez observó con una sonrisa al joven que tenía delante y apagó el cigarro que estaba fumando.
-Amigo, no ando por los alrededores de San Antonio cuando don Lorenzo reside en el rancho. ¡Hasta tú deberías haber recordado eso!
El rostro de Aitor perdió algo de alegría y el joven se maldijo por no haber recordado ese hecho, y también que su padre le había comentado que don Lorenzo estaba realizando una de sus infrecuentes visitas a la propiedad rural de la familia cerca de San Antonio.
-Olvidé que tu abuelo estaba aquí -masculló... Una desagradable idea lo asaltó y Aitor preguntó con nerviosismo-: No se quedará mucho tiempo, ¿verdad?
Lucas rió.
-No. Si te tomas tu tiempo para llegar hasta San Antonio, te lo perderás por varios días. Creo que parte este lunes para Ciudad de México.
Aitor sonrió y murmuró:
-Qué lástima.
-Veo que te entristece mucho la idea de no ver a mi estimado abuelo -rió Lucas.
Conversaron durante varios minutos, intercambiando noticias familiares. Sólo cuando Lucas sugirió que Aitor podría viajar con él unos días a Houston y luego regresar juntos a la hacienda de los Fernandez, la conversación tomó un rumbo incómodo.
Aitor se negó de mala gana y cuando Lucas le preguntó la razón, le echó una mirada burlona.
-Bueno, si quieres que te diga la verdad, se trata de una mujer. La conocí en el paquebote, viniendo de Nueva Orleáns, y como parte mañana para San Antonio, tengo intención de ir con ella. -Olvidó que estaba disgustado con Sarita y suspiró con adoración:- Es un ángel Lucas la más hermosa, las más dulce, la...
-¡No sigas! -lo interrumpió Lucas bruscamente-. Ninguna mujer es un ángel, amigo. ¡Ninguna! -terminó con voz dura.
-¡Pero ella lo es! -insistió Aitor obstinadamente-. ¡Y pienso casarme con ella!
-Pues no esperes que te felicite -replicó Lucas con fastidio-. Tampoco te desearé lo peor, pero no puedo ver el matrimonio como otra cosa que un horrendo infierno que el demonio creó para los incautos.
Había tanto veneno en las palabras de Lucas que Aitor quedó momentáneamente sorprendido, pero luego recordó a Ruth y decidió que quizá Lucas tuviera razón en hablar así.
-¿Cuándo piensas casarte? -dijo Lucas con calma, pensando que había sido demasiado duro con Aitor-. ¿Será en San Antonio, o piensas regresar a Nueva Orleáns?
Aitor se movió incómodo en la silla y vaciló. Los ojos repentinamente vigilantes de Lucas se convirtieron en ranuras plateadas y él terció:
-¿La dama no es libre, quizás? ¿Es el tipo de mujer que no espera librarse de un marido antes de encontrar otro?
Aitor dijo en voz baja y peligrosa:
-¡No sigas, Lucas! ¡No permitiré que la insultes!
Lucas arqueó las gruesas cejas negras y sus ojos adquirieron un brillo pensativo.
-Significa mucho para ti esta mujer.
-Sí -asintió Aitor, muy tieso-. Es casada, pero no creo que sea un matrimonio feliz y, si es posible, pienso hacer algo al respecto.
Sin que su rostro revelara nada, Lucas se echó hacia atrás entre las sombras y encendió otro cigarro negro, mientras pensaba en lo que Aitor acababa de decir le. No le gustaba en absoluto y estaba completamente seguro de que Alfonso no querría ver a su hijo menor relacionado con una mujer así: una mujer madura y casada que andaba al acecho de jovencitos ricos. Consideró la idea de solicitar que Aitor le presentara a su "ángel", pero la descartó de inmediato. Por el momento, no tenía tiempo de destruir la desafortunada relación de Aitor. Pero si la mujer resultaba ser demasiado posesiva o si cuando Aitor llegara a San Antonio todavía seguía sin recuperar el sentido común y reconocer a la mujer por lo que realmente era... entonces tendría que hacer algo. Los ojos negros se endurecieron y Lucas esbozó una sonrisita sardónica. Podría ser divertido, decidió, enseñarle al "ángel" de Aitor los peligros de tender las redes hacia quien no correspondía.
Finalmente, el silencio entre ellos se volvió opresivo para Aitor que mirando el rostro absorto de Lucas dijo:
-No es así como esperaba que fuera nuestro primer encuentro después de dos años.
Lucas se encogió de hombros y de pronto sonrió. Su rostro se tornó mucho más juvenil y atractivo.
-Yo tampoco. Supongo que ambos somos demasiado impulsivos para nuestro propio bien. ¿Por qué no olvidamos esta conversación y nos encontramos como buenos amigos en la hacienda? Para entonces, habrás conseguido a tu dama o habrás decidido que no es el ángel que creías. Entonces podremos encontramos como amigos y no como enemigos.
Aitor asintió de buen grado. La admiración que sentía por su pariente lo hizo agarrarse de inmediato a la mano amistosa que él le tendía. La atmósfera de tensión se disipó y se pusieron a conversar con la afectuosa intimidad que habían compartido desde que Aitor había comenzado a seguir a su primo unos diez años antes.
Mientras observaba a Lucas, Aitor notó los cambios que se habían producido en él en los últimos dos años. Unas profundas arrugas le surcaban las mejillas delgadas y acentuaban el aire de violencia que era parte de él. Llevaba el pelo negro demasiado largo para los dictámenes de la moda, la ropa cubierta de polvo le daba el aspecto de renegado, como tantas veces lo habían llamado en su juventud. En el cinturón de cuero que descansaba sobre sus caderas había una cartuchera con uno de los nuevos revólveres de Samuel Colt. Aitor sabía que su primo era un tirador mortal con cualquier pistola y con algo como ese moderno revólver sería doblemente letal.
-¿Qué estás haciendo aquí? No me lo has dicho todavía -preguntó Aitor, bebiendo un poco de whisky.
Lucas hizo una mueca.
-¿Recuerdas a Curtis Naranjo, el primo de Ruth? -Al ver que Aitor asentía, continuó:- Bien, Curtis ha estado actuando como agente para México; al menos estoy casi seguro de lo que ha hecho. Pasa mucho tiempo viajando entre los comanches, tratando de convencerlos de que se unan a México y los ayuden a echar al resto de nosotros de Texas. Por lo general, termino yendo detrás de él y deshaciendo lo que ha logrado. -Lucas esbozó una sonrisa torcida y agregó:- Esa es la razón por la que mucha gente sigue creyendo que trato con los comanches y hago todo tipo de negocios sucios con ellos. Pero volviendo a Curtis, finalmente se dio cuenta de lo que yo hacía y esta vez se tomó mucho trabajo para asegurarse de que yo no supiera adónde iba. En consecuencia, no sé a cuántas tribus ha visto ni qué les ha prometido. Logré rastrearlo hace unos días y la pista me ha traído aquí, en lugar de San Antonio, de modo que sentí una gran curiosidad y decidí averiguar qué le trae a Galveston.
-¿Y lo has averiguado?
-Ajá -replicó Lucas sin demasiada elegancia-. Sé que se ha encontrado con un sujeto que provee armas a los indios, razón por la cual parto mañana hacia Houston. Sam Houston tiene muchos agentes dispersos por la República y creo que la información le interesará. Sin duda puede encargarse de que se tomen medidas para que la vida se vuelva incómoda para nuestro amigo aquí en Galveston. Curtis no encontrará las cosas tan fáciles la próxima vez que quiera hacer un trato.
-¿Por qué demonios no lo denuncias? ¿O lo matas? -quiso saber Aitor.
-Porque, amigo mío, es mejor saber dónde está la serpiente. Podría conectarlo con el hombre aquí en Galveston, pero estoy seguro de que tendrían una historia inteligente para cubrirse. En cuanto a los tratos con los comanches, no tenemos pruebas. ¿Me imaginas a mí trayendo a rastras a un comanche y tratando de hacerlo explicar que Curtis le prometió gran riqueza si ayudaba a echar a los texanos? Curtis se ha relacionado estrechamente con mi padre y hay mucha gente respetable que tiene una gran opinión de él... ¡algunos creen que yo soy el perdido! Curtis negaría todo con palabras grandilocuentes y el comanche probablemente terminaría ahorcado o fusilado por hablar en contra de un blanco.
Aitor asintió con un gruñido; comprendía la dificultad de la situación. Pero más que eso, comprendía la gran preocupación bajo las palabras indiferentes de Lucas. Si las tribus de indígenas se aliaban con México,la República podría estar perdida. Si bien mucha gente en Texas descartaba esa posibilidad, algunas personas prominentes, incluyendo a Sam Houston, el ex presidente, temían que pudiera convertirse en una realidad.
Era una verdadera lástima, pensó Aitor, que los Estados Unidos se hubieran negado a aceptar a Texas en la Unión cuatro años antes, llevando así a la República a su situación actual: una nación independiente que luchaba para sobrevivir. La República necesitaba la protección y la estabilidad de la Unión, pero los Estados libres del Norte no habían querido admitir otro Estado con esclavitud. La ferviente esperanza de la mayoría de Texas se había desintegrado al haber llegado finalmente las noticias de que Texas no podría ocupar su lugar entre los Estados Unidos. Había sido un golpe amargo, pero de alguna forma Texas había logrado sobrevivir ... apenas.
-¿Hasta qué punto es real la amenaza de México ahora? -preguntó Aitor en voz alta.
-Demasiado real -respondió Lucas con mirada sombría-. La República ha sobrevivido sólo porque México ha estado ocupado de sus problemas internos. Sólo podremos seguir sobreviviendo si logramos que no pongan a los indígenas en contra de nosotros. -Lucas inhaló una bocanada de humo, la exhaló en forma de nube y dijo en voz baja:- Desde 1837, México ha estado enviando agentes para que se encuentren con los indios, primero con los Cherokees en el este de la República y como eso falló, ahora lo hacen con los comanches. -Haciendo eco de los pensamientos de Aitor, prosiguió:- Si México puede unir las diferentes tribus comanches, estaremos frente a nuestro peor peligro como nación independiente. Si los indios nos atacan desde el Norte y el ejército mexicano desde el Sur, a Texas le costará sobrevivir. -Lucas se inclinó hacia adelante, con expresión vehemente.- Los antílopes, los comanches del Norte, parecen estar decididos a mantenerse al margen, como siempre lo hacen, y Do quieren escuchar a los agentes mexicanos. -Lucas sonrió por unmomento.- Uno llegó allá el año pasado cuando yo pasaba por allí y si bien son corteses, los antílopes obviamente sienten que no tienen necesidad de unirse a México. Ojalá que sigan pensando así. Pero los comanches del Sur son diferentes. ¿Oíste hablar de la reunión que se llevará a cabo en San Antonio en marzo?
Aitor sacudió la cabeza. Después de apagar el cigarro,Lucas explicó:
-Si todo sale bien será una reunión histórica. Por primera vez los comanches han pedido una reunión y el coronel Karnes ha estado de acuerdo, siempre y cuando los comanches traigan a todos los cautivos blancos. Y ahí -dijo Lucas muy serio- es donde está el problema.
-¿Cómo? Todo me parece correcto. Lucas hizo una mueca.
-Lo sería, si no estuvieran tratando con los comanches. Los comanches del Sur, los Pehnahterkuh, son la tribu más grande de todas y me temo que lo que esperan de los texanos no es lo que van a conseguir. Tampoco pienso que la gente de San Antonio se tragará la típica arrogancia comanche como lo hicieron los españoles y los mexicanos. Los comanches exigirán regalos como lo han hecho siempre y habrá que pagar caro por cada prisionero que entreguen. Pienso que tampoco traerán a todos los cautivos, como está estipulado; los traerán de uno en uno y tratarán de hacer el mejor negocio posible.
Aitor silbó por lo bajo; veía el problema con incómoda claridad: los enojados texanos exigiendo que se liberara a su gente y los comanches, pensando que trataban con el mismo miedo y sumisión que había caracterizado sus relaciones con los españoles y mexicanos, tratarían a los texanos como una nación conquistada. Sin duda habría problemas... a menos que hubiera varias cabezas muy frías entre los texanos.
Lucas estaba pensando más o menos lo mismo y dijo casi con frustración:
-Esa reunión podría ser un desastre para todos. Y si no resulta, los comanches se arrojarán en brazos de los mexicanos. ¡Entonces sí que estaremos en problemas! -Con un rápido cambio de humor, Lucas sonrió y preguntó:- ¿Estás seguro de que quieres establecerte en la República, después de todo?
Aitor le devolvió la sonrisa.
-¿Y perderme una buena pelea? ¡Por supuesto que quiero establecerme aquí!
Hablaron hasta altas horas de los planes de Aitor y de las tierras que Lucas le mostraría. No fue hasta que su primo regresó al hotel cuando Lucas volvió a pensar en los comanches mientras se dirigía a las caballerizas. La reunión en San Antonio podría dar grandes resultados si salía bien, pero si no...
Si sólo Sam Houston siguiera siendo presidente, pensó con rabia mientras ensillaba el caballo. A Sam Houston le importaban los indios, pero Lamar, el presidente actual, creía con firmeza que el único indio bueno era el que estaba muerto y Lucas temía que fuera a eliminar a todos los indígenas de la República. Sólo restaba desear que si había problemas, no desencadenaran una orgía de sangre derramada y muerte por toda la frontera. "Demasiada gente morirá", pensó, en tanto se alejaba a caballo de Galveston, "comanches y texanos por igual". Se estremeció al recordar el tratamiento qúe recibían los cautivos de los comanches. Si la frontera estallaba en guerra, los lamentos de los cautivos se oirían incesantemente por las praderas. Como no podía encontrar la solución, se dedicó a pensar en la locura de Aitor.
El enamoramiento de Aitor con una mujer casada le preocupaba y molestaba más de lo que quería admitir. Ese joven era decididamente adulto como para cuidar de sí mismo, pero solía dejar que el corazón se impusiera sobre su mente. Lucas hubiera apostado cualquier suma a que la mujer no lo amaba. "Las mujeres son tan condenadamente traicioneras", pensó con rabia mientras azuzaba a su caballo para que comenzara a galopar. Tenían rostros de ángeles y cuerpos que volvían locos a los hombres y sin embargo mentían, engañaban y gozaban de ver a un hombre con el corazón destrozado.
Pero, por un segundo, su rostro se suavizó y recordó la afectuosa relación que tenía con su pequeña hermanastra, Carlota. Ojalá que no cambiara y se convirtiera en el tipo de mujer con el que él parecía estar destÍnado a encontrarse. Apretó los labios al pensar en otras mujeres de su vida, y por primera vez desde que había cedido al irrefrenable deseo de volver a verla y había viajado a Natchez antes de darse cuenta de qué ridícula era su conducta, pensó con deliberación en Sara Mignon. Pensó en ella y maldijo en voz baja ante la repentina punzada de dolor que sintió.
5 comentarios:
Touché!!! es cuestión de espera jajajajaj deseando estoy que se encuentren ufffff va a tener dos contrarios... al marido y al pariente jajajjaa pero el pistolero es muuuuchoooo pistolero Ummmmmmmm eseeeee cuerpoooo que no pase hambreeee ajajjajaj Besitos corazones.
Ayla.
Himara, ya tenía yo mono de relato, me gusta y estoy deseando que se encuentren, por que sí, mucho desprecia a las mujeres, pero Sara lo ha dejado marcado aunque él no lo reconozca.
Un beso. Blue.
Cada diaa me encanta mas este libro!
no tarden mucho en continuaarLo^^!
***
Tanta chulería no puede ser buena.... a ver si se encuentran ya y hay "tensión sexual no resuelta".
Continúa pronto, por favor.
María A.
Mucha preocupacion con los omanches , pero a parar a para al sitio ,Sarita Mignon cupa su pensamiento constantemente. deseando estoy que se encuentren.
Besos.
CHIQUI.
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