Aturdida por lo que acababa de experimentar, Sarita permaneció inmóvil cuando Lucas le soltó los brazos y se tendió boca abajo junto a ella. Casi de inmediato, sin embargo, levanto un brazo y capturó una muñeca de ella, como si temiera que aun ahora ella fuera a huir.
El único ruido en la habitación era el de las respiraciones de ellos y mirando ciegamente el cielo raso, Sarita se maravilló ante la forma en que su vida ordenada se estaba derrumbando a su alrededor. Le había mentido a su marido por primera vez esa noche y ahora, unas horas más tarde, acababa de engañar lo con otro. Trató de no pensar que realmente había aprendido lo que significaba "hacer el amor" y se concentró sólo en Philliphe y su relación con él, que se deterioraba rápidamente. No quiso pensar en Lucas, tendido desnudo y vital a su lado; no reflexionaría en el poder que ejercía este hombre sobre su carácter habitualmente sereno y pasivo.
Si no hubiera decidido embarcarse en este viaje alocado, nada de esto hubiera sucedido, pensó con pesar. Ella y Philliphe hubieran vivido sus vidas en platónica tranquilidad, él siguiendo con sus costumbres y ella satisfecha -aunque no feliz- con la suerte que le había tocado. De pronto visualizó el rostro amable y preocupado de Philliphe y sintió un nudo de lágrimas en la garganta al recordar los momentos verdaderamente felices que habían pasado juntos.
-¿En qué estás pensando? -preguntó Lucas bruscamente, haciéndole recordar que estaba a su lado.
Sarita había estado tan sumida en sus pensamientos lúgubres que no había notado que él había cambiado de posición, apoyándose sobre un codo para poder observar la con atención. Tragó con dificultad antes de decir con sinceridad.
-En mi marido.
El rostro moreno quedó petrificado y Sarita tuvo la sensación de que aunque sus palabras lo habían enfurecido, también lo habían asombrado.
-¿Temes que entre y nos encuentre juntos? -preguntó él con una mueca sardónica-. ¿O acaso comparabas nuestras proezas sexuales?
Invadida por una repentina oleada de furia, ella replicó:
-¡No hay comparación! ¡En cualquier competencia posible, Philliphe Mignon te derrotaría sin ningún esfuerzo! Ahora márchate de mi cama. ¡Haré lo posible por marcharme de aquí dentro de una hora!
-No. -Lo dijo con voz neutra, lacónica. Sus ojos estaban velados y el rostro apuesto, inescrutable.
Anonadada, Sarita exclamó:
-¡Pero dijiste... dijiste que teniamos que marcharnos de inmediato!
-He cambiado de idea -terció Lucas, fijando los ojos sobre la boca suave de ella.
-¡No puedes cambiar de idea! -insistió Sarita, furiosa-. ¡No puedes!
Lucas arqueó una ceja y dijo con serenidad:
-No sólo puedo, princesa, sino que ya lo he hecho.
-¿Por qué? -quiso saber ella, observándolo con recelo.
-Digamos que preferiría mantenerte a la vista hasta estar seguro de que Aitor se ha recuperado de su desafortunado enamoramiento.
-Aitor no tiene nada que ver en esto -replicó Sarita con obstinación-. ¡Y tampoco puedes impedir que me marche! No te atreverás a obligarnos a permanecer aquí en contra de nuestros deseos.
-No, quizá no -asintió él lentamente y algo en la forma en que la miró hizo que Sarita se estremeciera de temor.
Lucas comenzó a vestirse y tras observarlo con una mezcla de recelo y sorpresa, Sarita preguntó: .
-¿Qué vas a hacer?
-Vestirme -respondió él con ironía mientras metía la cami- sa dentro de las calzoneras-. ¿Qué te parece que estoy haciendo?, ¿bañándome? Sarita se sonrojó de fastidio.
-Me refiero a qué vas a hacer... conmigo..
-Todavía no lo he decidido -replicó él con frialdad, al tiempo que se ponía las botas.
Sarita deseaba arrojarse sobre él y arañar ese rostro burlón, pero triunfó la prudencia.
-¿Po... podemos marchamos? -balbuceó-... Dijiste... que querías que nos fuéramos.
-También dije que he cambiado de idea -replicó él con dureza-. Creo que sería más prudente, princesa, que te quedaras unos días aquí. Te haré saber cuando considere prudente que abandones la hospitalidad de mi padre.
-¡Eres un demonio orgulloso! ¿Crees por un momento que permaneceré bajo el mismo techo que tú? -susurró Sarita-. ¿Cómo te atreves a darme órdenes? ¡No puedes impedir que nos vayamos cuando se nos antoje!
-¿No? -terció Lucas, acercándose y tomándole el mentón con una mano.
Sarita calló sabiendo que él ganaría cualquier discusión en ese momento.
-Creo que nos entendemos -murmuró Lucas por fin, cuando comprendió que Sarita no tenía nada que decir a pesar de su mirada rebelde. Se volvió y tras ajustarse la cartuchera, le hizo una reverencia burlona y dijo-: Adiós, princesa. Y si no quieres que toda la hacienda se entere de lo que acaba de suceder, sugiero que cuando nos volvamos a ver finjas que es la primera vez que nos encontramos... al menos la primera vez en el día de hoy.
Las palabras insolentes casi lograron sacar a Sarita de sus casillas; apretó los puños contra los costados del cuerpo y sus enormes ojos verdes lo miraron con odio.
Lucas la miró desde el otro extremo de la habitación y luego, sonriendo como si la furia de ella le resultara divertida, se acercó a Sarita y la besó en la boca. Con voz inesperadamente ronca, masculló entre dientes:
-Realmente te eché de menos, princesa. -Antes de que ella pudiera recuperarse de su asombro, Lucas giró sobre los talones y salió de la habitación.
De no haber sido por la presencia de Aitor, Lucas no habría estado en la hacienda; estaba demasiado preocupado por el problema de los comanches como para perder el tiempo agasajando a una familia que según él, podía muy bien arreglárselas sin él, como lo habían hecho durante los quince años que había pasado en manos de los comanches. Pero esta vez, Lucas sabía que Aitor quería verlo, de modo que a pesar de lo avanzado de la hora había decidido dormir unas horas y luego estar presente cuando Aitor apareciera por la mañana.
Con una mueca irónica, reconoció que la presencia de Sarita había echado por tierra sus planes de dormir. Seguía sonriendo cuando entró en las habitaciones que su padre siempre reservaba para él. Pero la sonrisa se esfumó cuando descubrió a Aitor cómodamente sentado en una silla, con los pies sobre un arcón apuntando con uno de los revólveres más nuevos de Samuel Colt a la puerta por donde él acababa de entrar.
Lucas se detuvo y semioculto entre las sombras, tomó el cuchillo de caza que siempre llevaba consigo. No creía que Aitor fuera a dispararle a sangre fría, pero por si acaso...
Aitor había estado esperándolo y al ver que Lucas permanecía entre las sombras, terció:
-Entrez, mon ami. Haces bien en vacilar. Mis sentimientos hacia ti en este momento distan mucho de ser amistosos. -Analizó sus emociones y agregó:- Hostiles es una buena palabra para describirlos. ¡Esa, o asesinos!
Mirando el revólver con recelo, Lucas avanzó, tomándose su tiempo para examinar la situación. Si en lugar de ser Aitor el que apuntaba con la pistola, hubiera sido otro hombre, uno de los dos habría caído muerto en aquel momento, ¡y no hubiera sido Lucas Fernandez!
Existía una sola razón para la actitud de Aitor y con engañosa serenidad, Lucas preguntó:
-¿La mujer? ¿Nos has visto hace unos momentos?
-¡Qué astuto de tu parte adivinarlo! -le espetó Aitor, con un brillo peligroso en los ojos verdes-. ¿Adivinasté de quién se trataba? ¿Es por eso que la sedujiste? ¿Para hacerme pensar mal de ella? ¡Me gustaría escuchar tu explicación antes de que te mande de un balazo al infierno!
Lucas no estaba de humor para soportar el orgullo herido de Aitor. Estaba exhausto tras varios días de viaje; el interludio con Sarita no había sido precisamente un descanso, ni había mejorado su estado de ánimo. Encontrar a una de las pocas personas a quien quería, apuntándole con un revólver no sirvió tampoco para mejorar su humor y las palabras de Aitor exigiéndole una explicación fueron la gota que colmó el vaso.
-No doy explicaciones, Aitor -rugió-. ¡Ni a ti ni a nadie! Así que si estás tan decidido a matarme, ¡hazlo! ¡Pero te aseguro que te llevaré conmigo!
Sorprendido ante la vehemencia de Lucas, Aitor parpadeó.
-¿Lo dices en serio, no es así? -preguntó por fin. Nunca antes se había encontrado en una situación como esa.
-Nunca hago desafíos huecos, Aitor. ¡Nunca! -replicó Lucas con dureza-. ¡Así que dispara o guarda ese revólver!
Aitor se movió, inquieto, deseando haber pensado un poco más antes de haberse enfrentado con su admirado primo. Por cierto que no quería matarlo, a pesar de que se sentía herido y traicionado, pero tampoco podía retractarse con tanta facilidad. Además, Lucas le debía una explicación. Finalmente, Aitor bajó la pistola y masculló:
-No quiero matarte, pero creo que al menos deberías contarme cómo es que te encontré con Sarita en la situación que vi hace un rato.
Lucas volvió a guardar el cuchillo en el cinturón. Distraídamente, extrajo un cigarro del bolsillo de la chaqueta y después de encenderlo con una de las lámparas de aceite que Aitor había encendido, respondió:
-¿Por qué no se lo preguntas a la dama? Estoy seguro de que su explicación te dejaría satisfecho.
Furioso, Aitor exclamó:
-¡Maldito canalla! ¡No me atrevería a hablar de algo así con ella!
-¿Por qué no? -preguntó Lucas, divertido-. Podría resultarte muy esclarecedor. -Se puso serio Nuevamente y añadió con tono reflexivo:- No suelo dar explicaciones a nadie, pero considerando que la señora Mignon parece tener un significado especial para ti, haré una excepción. -Se detuvo, sin saber cuánto quería contarle y finalmente dijo lentamente:- Supongo que podría decirse que hay una... ejem... relación anterior entre nosotros que no hace probable que tu desafortunado enamoramiento prospere. -De inmediato se maldijo por su torpeza. Había sido como agitar una capa roja delante de un toro; Aitor parecía más decidido que nunca a demostrarle que estaba equivocado. Eligiendo las palabras con cuidado, Lucas dijo con tranquilidad:- Nos conocimos hace cuatro años en Nueva Orleáns cuando fui a hablar con Jason sobre la posibilidad de anexar la República de Texas a los Estados Unidos. Lo recuerdas, ¿No es así?
-¿Estás tratando de decirme que tú y Sarita mantenéis una relación que comenzó cuando ella tenía apenas diecisiete años y estaba recién casada? -preguntó Aitor con incredulidad.
No lo supo, pero sus palabras fueron un golpe para Lucas. Sabía que Sarita era joven cuando la conoció, pero no tenía idea de que lo fuera tanto, ni de que su matrimonio hubiera sido tan reciente. Frunció el entrecejo, dándose cuenta repentinamente de que había a1go sobre la tarde aquella en Nueva Orleáns que debería haber averiguado bien. Pero descartó la idea de inmediato. Ahora no era el momento de examinar algo que había sucedido cuatro años antes y además, en nada cambiaba la situación: por más joven que hubiera sido Sarita, había estado en brazos de Lorenzo y él había oído sus gritos de placer antes de separarlos. El recuerdo de Sarita en brazos de Lorenzo le hizo más fácil dar a Aitor una idea errónea de su relación con ella, además del deseo de que su primo se diera cuenta de lo tonto que era su enamoramiento de una mujer casada.
-¿Cuál es la diferencia? -preguntó con frialdad-. ¿Desde cuándo ha servido la edad o el matrimonio para mantener alejados a los amantes?
Aitor sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Habría jurado que Sarita no era el tipo de mujer que tendría amantes, y sin embargo, la había visto en brazos de Lucas, y él acababa de confirmarle que eran amantes desde hacía tiempo.
-No me importa nada lo que digas -declaró con obstinación-. ¡Ella no es esa clase de mujer! Quizá yo sea joven e inexperto en comparación contigo, pero reconozco a una mujerzuela cuando la veo ¡y eso es algo que Sarita Mignon no es!
-¿Entonces cómo explicarías lo que presenciaste esta noche? -preguntó Lucas contemplando la punta de su cigarro con interés.
Aitor apretó los puños y estuvo a punto de arrojarse sobre el otro hombre. No había otra explicación para lo que había visto, pero aun si Sarita era la amante de Lucas, sus sentimientos no cambiarían. La ternura y el cariño que sentía por ella eran demasiado intensos como para desaparecer con tanta rapidez.
Sabiendo que le había dado un duro golpe a Aitor y sin querer causar una separación irreconciliable entre ambos, Lucas se acercó a su primo y le puso una mano en el hombro.
-El hecho de que sea o no mi amante no cambia nada, amigo; no es para ti. ¿Te conformarías con tenerla solamente de amante? ¿y quieres realmente a una mujer a la que tienes que separar de su marido? -Con expresión vehemente en el rostro y la voz ronca de la emoción, preguntó:- ¿Si tú pudjste robársela a su marido, qué impediría que otro te hiciera lo mismo a ti? ¿Podrías vivir con esa idea durante toda tu vida, sin saber en qué momento ella podría ser tentada y dejarte? Creo que no.
Todo lo que Lucas decía era cierto, pero Aitor luchaba contra eso, pues no estaba dispuesto a renunciar a su amor por Sarita. Sí, todo tenía algo que ver con su orgullo, pero también su corazón estaba profundamente involucrado, quizá más de lo que todos imaginaban, incluso el propio Aitor. Se sentía herido y desilusionado. Tenía la suficiente confianza en sus atributos como para saber que si alguna vez capturaba el afecto de Sarita, no tendría que temer que se la robaran, pero eso había sido antes de saber que estaba Lucas por medio. Si Sarita lo amaba, cosa que debía de ser cierta, a juzgar por las revelaciones de Lucas, entonces realmente llevaba las de perder.
-Quizá tengas razón -dijo con dificultad-, pero no me pidas que deje de amarla sólo porque dices que es tu amante. -Desvió la mirada y masculló:- Es una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida, y me resulta difícil creer que durante años ha estado manteniendo una relación adúltera detrás de las espaldas de su marido.
Lucas se mantuvo impávido, en vista de la tristeza de su primo, pero si hubiera tenido a Sarita al alcance de la mano, la habría estrangulado. Detestaba el papel que se veía obligado a representar y tampoco le gustaba tener que mentirle a Aitor, pero como sentía que lo estaba protegiendo de una zorra promiscua, le pareció necesario hacerlo.
-A riesgo de verme retado a duelo -comentó con fingida ligereza-, pienso amigo, que la imagen que tienes de la indudablemente hermosa Sarita está algo distorsionada. No es, mi querido, el ángel que tú imaginas. ¡Créeme, lo sé!
Aitor lo miró con rabia y replicó.
-¡Y yo pienso que eres tú el que tiene la imagen distorsionada! ¡Ruth te llenó tanto de odio hacia las mujeres que no reconocerías una buena mujer ni siquiera si te golpeara en el rostro!
Una sonrisa amarga se dibujó en el rostro de Lucas.
-Es posible -admitió-. Y antes de que nos peleemos a puñetazos por ella, pienso que sería prudente cambiar de tema, ¿no crees?
Aitor asintió de mala gana; comprendía que no ganaban nada hablando del asunto. Tratando de ocultar cuánto lo habían golpeado las revelaciones de Lucas, se puso de pie y dijo en voz baja:
-Creo que no hay nada más que decir, de modo que me marcho. -Rígido y orgulloso, agregó:- Supongo que no tendrás intención de retarme a duelo por haber tratado de hurtar tu propiedad.
-¡No te hagas el interesante conmigo, joven! ¡Sabes muy bien que no haría una cosa así! -exclamó Lucas, repentinamente enojado.
-¡Quizá fuera mejor que lo hicieras! -rugió Aitor. Lucas entornó los párpados.
-¿Qué demonios quieres decir con eso? -preguntó con engañosa suavidad.
-Sabes muy bien a qué me refiero -masculló Aitor-. ¡Te encuentro con la mujer que amo en brazos, la mujer que te dije que deseaba convertir en mi esposa y me informas que es tu amante! Que lo ha sido desde hace cuatro años. Y luego pretendes que olvide el asunto y que todo siga igual entre nosotros; Como si yo fuera un perrito faldero. ¡Pues no resultará, primo! -le espetó con rabia-. Podrás tener a la mujer pero yo no tengo por qué estar de acuerdo con la situación... ¡ni contigo!
-Caray, escúchame bien, Aitor... -Pero Lucas no pudo terminar de hablar, pues Aitor salió de la habitación, cerrando la puerta con violencia.
Furioso y apesadumbrado, Lucas contempló la puerta cerrada dándose cuenta de que el afecto entrañable que había compartido con Aitor podía haber quedado irreparablemente dañado. Consideró la idea de seguirlo y decirle... ¿qué? ¡Por Dios! ¿Que Sarita Mignon era el "ángel" que él creía? ¿y que él se había aprovechado de su virginidad e inocencia? ¡De ninguna manera! La había visto en brazos de Curtis y ella se le había ofrecido inmediatamente después de que Lorenzo la hubiera poseído. ¿Qué clase de amigo sería si permitía a Aitor mezclarse con una mujer como ella? Pero las últimas palabras de Aitor le habían dolido. "¡Jesús! ¿Cómo hice para meterme en esto?", pensó con rabia.
Cansado como nunca lo había estado, Lucas se dirigió a su habitación y sentado sobre una cama enorme, se quitó las botas, dejándolas caer en cualquier parte. Se arrojó sobre la cama y miró el cielo raso durante varios instantes antes de levantar la mano y tirar con violencia de la cuerda de la campanilla que haría venir a uno de los criados. "Dios sabe qué hora es, pero si no están levantados, deberían estarlo", pensó sin ninguna lógica.
Al cabo de unos minutos se oyó un golpecito en la puerta y sin moverse de la cama, Lucas gruño con fastidio:
-¡Entre!
Un mexicano de edad incierta apareció en la habitación. El rostro fofo y moreno se distendió en una gran sonrisa cuando el hombre vio la figura fuerte y delgada sobre la cama.
-¡Señor Lucas! -exclamó el criado con placer-. ¡Al fin está aquí! No pude dar crédito a mis oídos cuando usted hizo sonar su campanilla.
Lucas sonrió.
-Buenos días, Luis. Sé que la hora es inapropiada, pero ¿podrías prepararme un buen baño? Me siento como si tuviera todo el polvo de la República sobre el cuerpo.
-Sí, señor. Por supuesto, para usted cualquier cosa es posible. -Mirándolo con suspicacia, preguntó:- ¿Quiere que despierte a Purita para que lo atienda? Se mostró muy insistente en saber cuándo regresaría usted.
-Deseo un baño, Luis, no una mujer -replicó Lucas con ironía. Cuando se hubo bañado y afeitado, Lucas le indicó: -Despiértame a la una, por favor, Luis. Mientras tanto, avísale a don Paco que estoy aquí y que no quiero que se me moleste hasta esa hora. -Hizo una pausa y luego agregó lentamente:- Pídele al cocinero que prepare comida suficiente para dos hombres para un viaje de dos días, y encárgate de que haya dos caballos ensillados y listos para cuando despierte.
Luis se mostró horrorizado:
-¿Parte otra vez? ¿Tan pronto? ¡Pero si acaba de llegar, señor!
-Sólo por una noche, Luis. Hay algo que tengo que hacer que no puede esperar. Vete ya, ¿quieres? Ah, Luis, que mi familia no se entere de lo que te he pedido.
Perplejo, el hombrecito se encogió de hombros.
-Sí, señor, como usted diga.
Lucas sonrió.
-Pues lo digo. Hay dos cosas más que me gustaría que se hicieran lo antes posible, llévale a Aitor la nota que voy a escribir ahora. El mensaje para mi madre quiero que se retrase hasta la noche.
Escribió rápidamente las notas y despachó al criado. Cinco minutos más tarde, Lucas estaba acostado en la cama. De alguna forma tenía que cerrar la grieta que se había abierto entre él y Aitor y lo único que había podido hacer para obtener un poco de intimidad había sido invitar a su primo a recorrer las tierras salvajes que limitaban al Este con la propiedad. Era un recurso débil, admitió para sus adentros, pero era la única salida. Por cierto que no podría hacer nada en la hacienda, delante de los demás, pero si estaban lejos y solos... Sólo había que esperar que su impulsivo primo no rompiera el mensaje en mil pedazos y se lo arrojara a la cara.
Empujó a Sarita al último rincón de su mente. Primero, Aitor, luego la princesa...
Aitor no rompió la nota, aunque ese fue su primer impulso. Vaciló y luego decidió aceptar la invitación. Estaba apenado, tanto por el distanciamiento con Lucas así como también por el hecho de saber que su amor por Sarita era inútil, pero al igual que su primo, no quería que la grieta entre ellos se agrandara.
Después del primer impacto, pudo pensar casi con frialdad en la conexión de Sarita Mignon con Lucas. Había algo en la historia de él que no sonaba bien. Algo que podría darle la respuesta, si él lograba descubrirlo. Por un instante pensó en pedirle a Sarita que le diera su versión de lo sucedido. Pero no podía hacerlo. ¿Por qué? ¿Porque tenía miedo de lo que ella pudiera decir? No lo sabía.
Si Sarita hubiera sabido que Aitor la había visto con Lucas, o si hubiera escuchado las mentiras y verdades a medias que Lucas le había contado a su primo, se habría sentido desgarrada entre el deseo de desmayarse de humillación y el de perforarle el cráneo a Lucas con una bala. Pero como no sabía nada, se sentía culpable y furiosa. Retorciéndose en la cama, pensó en que no soportaría el nuevo día. No podría enfrentarse con Philliphe y mucho menos con los helados ojos negros de Lucas Fernandez.
Pero su orgullo no le permitiría mantenerse oculta y el sentido común le decía que tarde o temprano tendría que salir de sus habitaciones. Su estado de ánimo autocompasivo duró hasta el final del desayuno que le sirvió Charity a las nueve de la mañana. Cuando bebió el último sorbo de café, se vistió y se peinó, Sarita se sintió mejor y comenzó a buscar la forma de derrotar a Lucas en su propio terreno.
Por ahora, lo más importante era evitar que se repitiera la escena de la noche anterior y la única forma de hacerlo era asegurarse de que hubiera alguien con ella. ¿Y si dormía en la habitación de Philliphe? ¡No! Eso significaría demasiadas explicaciones que no estaba dispuesta a dar, pues no quería ver a su marido muerto a causa de un duelo.
Con expresión pensativa, Sarita observó cómo Concha ayudaba a Charity a colgar sus vestidos en un imponente guardarropa de caoba. Sus ojos adquirieron un nuevo brillo y cuando Concha se disponía a abandonar la habitación, Sarita la llamó.
Concha se mostró cautelosa cuando Sarita envió a Charity a la cocina a pedir más café. Una vez que estuvieron solas, Sarita miró a Concha a los ojos y declaró con tranquilidad:
-Lucas regresó anoche. De ahora en adelante hasta que nos marchemos, haré que mi criada duerma aquí conmigo. ¿Quieres encargarte de que traigan otra cama, por favor?
Concha comprendió de inmediato los motivos de Sarita y asintió sin vacilar.
-No habrá problema. Ocasionalmente, los invitados quieren tener a un sirviente cerca. Nadie se maravillará ni preguntará nada. En realidad, nadie tiene por qué enterarse.
Sarita dejó escapar un suspiro quebrado.
-Ese es el problema y por eso he recurrido a ti. Quiero que todos sepan que Charity duerme en mis habitaciones.
-Entiendo -dijo Concha lentamente-. Muy bien, me encárgate de que todos se enteren de que la señora Sarita tiene miedo de dormir en una casa extraña sin su criada cerca. Me aseguraré especialmente de que se entere Luis, el sirviente del señor Lucas.
Sarita le sonrió con gratitud.
-¡Gracias, Concha!
6 comentarios:
Tanta pasión me tiene locaaaaa, ay Dios mío, que hombre es Lucas Fernández (yo quiero uno para mí)jajajaja.
Sigue pronto (es que me le leo en un momento y me sabe a poco).uffff.
Lo que nos queda todavía hasta que se den cuenta que están hechos el uno para el otro.
Muchos besos,
María A.
Qué poco conoce Sara a Lucas...poner a la criada de parapente? jajajajaj ya veremos...Cada vez me gusta más Aitor, creo que seguirá con su amistad por Sara porque realmente cree en ella aún sabiendo que tiene el caso perdido ante Lucas jajaajaj si es que el pistolero es mucho hombreeee ufffff aunque no le vendría mal una colleja porque parece tonto a veces.
La pobre Sara qué va a comparar? si se ha llevado el premio gordoooo jajajjaaj y no por el marido que no es ni una pedrea jajajaj.
Continua Himaraaaaaa!!! que las situaciones en que vemos a ese HOMBRE son memorables jajajaj Besitos.
Ayla.
¿Ahora no quiere que se vaya? jajaja no me extraña, si es que éste sabe lo que es bueno y ella...¿dormir con la criada? jajaja...esta sí que no sabe lo que es bueno, necesita unas cuantas "sesiones" más para enterarse de que está hasta las trancas, lo mismito que él.
Ya tengo ganas de que él se entere de que fué el primero....se le van a caer los palos del sombrajo cuando se entere.
Himara ¡¡quiero más Pasión!!. Un beso. Blue.
Vaya impedimento que le va a poner al pistolero , la criada, jajjajaj se la va a quitar de encima en menos que canta un gallo.
Me gusta la duda que Aitor le ha sembrado, con lo de la edad y que era recien casada,en cuanto lo vuelva a pensar vera que la cosa tiene su lagunilla.
Sigue pronto himara que esto cada vez esta mas interesante.
Gracias cielo , besos.
CHIQUI.
Estamos esperando e siguiente, continua muy prontito wapa.
Besitos
Otra que está esperando la continuación.
Y como Blue, deseando ver cómo se va a quedar Lucas cuando se entere de que Sara no es ni mucho menos la clase de mujer que él supone.
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