Lucas regresó a una casa sumida en silencio. Don Paco y su mujer habían partido esa mañana para pasar una noche en casa de unos parientes lejanos de doña Lola, que vivían a varios kilómetros de San Antonio. A Lucas no le había gustado la idea por dos razones: la primera, era la posibilidad de un ataque, pero don Paco le informó que viajarían con una escolta bien armada, de modo que Lucas no pudo objetar. Y la segunda, por supuesto, era Sarita Mignon.
Era cierto que estaba la señora López para mantener las apariencias, pero eso no lo conformaba. Sólo estarían las dos mujeres en la casa, aparte de los sirvientes, hasta que regresaran don Paco y doña Lola, pues él mismo partiría por la mañana.
Como todo estaba listo para el viaje, las horas pasaron lentamente para Lucas. Tras una cena solitaria en el comedor -Sarita y la señora López se habían hecho llevar la comida a sus habitaciones- se encargó de revisar todos los detalles del viaje, pero eso no le llevó demasiado tiempo. Para su gran fastidio, descubrió que sus pensamientos tendían a concentrarse en el tema prohibido de la princesa.
No le había dicho nada sobre su viaje a Hechicera, pero estaba seguro de que ella sabía que partiría por la mañana; don Paco había protestado tanto por ese viaje que sin duda Sarita tenía que haberse enterado. Y si bien se había despedido de todos, incluyendo a la señora López, cuando cayó la noche todavía no le había dicho nada a Sarita.
Ella todavía pasaba gran parte del tiempo en su alcoba, y a pesar de que Lucas no había intervenido, pues creía que ella necesitaba tiempo para asimilar lo que le había sucedido, su paciencia comenzaba a agotarse. Ya habían transcurrido dos semanas desde la muerte de Philliphe y su opinión era que Sarita tenía que comenzar a ver gente y a tratar de rehacer su vida. Quería que ese fantasma de ojos tristes se marchara para siempre del cuerpo de Sarita. Quería que ella regresara de ese mundo en el que se había encerrado, aun si eso significaba que comenzaran a discutir y pelearse de nuevo.
Esa noche, mucho después de que se extinguiera la última lámpara de aceite y de que el último sirviente rezagado se hubiera retirado a su habitación, Lucas que no había podido pegar un ojo, supo que no podía marcharse sin hablar en privado con Sarita. Tenían muchas cosas que decirse y ese momento era tan bueno como cualquier otro. Estaban solos a no ser por la presencia de la señora López, pero la dama dormía profundamente y además era medio sorda, de modo que era muy improbable que oyera cualquier discusión que pudiera surgir.
Lucas se levanto de la cama y cubrió su cuerpo desnudo con una bata de seda color borravino, ajustándose el cordón a la cintura. Consideró la idea de vestirse por completo, pero luego la descartó. Lo que le tenía que decir a Sarita no le llevaría mucho tiempo.
Sarita tampoco había podido dormirse y estaba tratando de resistir la tentación de recaer en el láudano. Hacía algunas noches que lograba dormirse sin la ayuda de la droga y tenía esperanzas de haber dejado de depender de ella. Pero esta noche no podía conciliar el sueño, de modo que finalmente se levanto de la cama.
Era una noche apacible y fresca y Sarita salió al balcón. Respiró profundamente, absorbiendo el aire tranquilizador de la noche. Llevaba un camisón rosado suave y transparente que dejaba entrever las líneas esbeltas de su cuerpo.
Lucas golpeó suavemente la puerta, pero Sarita, sumida en sus propios pensamientos, no lo oyó. Lucas frunció el entrecejo con fastidio y consideró la posibilidad de regresar a su dormitorio. Pero algo más fuerte que él lo obligó a ceder a la tentación de Vol. ver a verla; Lucas abrió la puerta y entró en la habitación iluminada por la luna.
El ruido de la puerta al cerrarse hizo que Sarita se volviera bruscamente. El corazón comenzó a latirle alocadamente cuando reconoció la alta figura que se acercaba a ella.
La luna detrás de Sarita le permitió una visión clara del cuerpo de ella y Lucas sintió que comenzaba a arder de deseo.
Ella lo miró acercarse. Quería huir, quería gritar, pero también deseaba intensamente quedarse donde estaba y dejar que la pasión que se reflejaba en el rostro de Lucas los envolviera a ambos.
El se detuvo a unos pasos de Sarita. Se miraron a los ojos y sabiendo que si no rompía ese silencio estaría perdida, Sarita preguntó con rabia repentina:
-¿Qué haces entrando en mi alcoba a esta hora de la noche? ¿Te has vuelto loco?
Lucas esbozó una sonrisa dura, sin humor.
-Es probable. Pero quería hablar contigo antes de marcharme y como no sueles levantarte de madrugada, este me pareció un buen momento. -Con una mueca sarcástica, preguntó:- Sabes, ¿no es así?, que mañana me marcho por varias semanas.
Ella asintió, presa de una angustia repentina que no tenía por qué sentir. Se recordó furiosamente que las idas y venidas de Lucas Fernández no tenían nada que ver con ella y que si no lo hubiera conocido, Philliphe estaría vivo. Todo era culpa de él, pensó con lógica algo retorcida. Toda la culpa y la tristeza que sentía estallaron dentro de ella y la obligaron a exclamar:
-¡Sí! ¡Y por lo que me importa, puedes irte al infierno! -Envalentonada, agregó:- ¿Has venido a gozar de tu victoria? ¿Ahora que mi marido está muerto piensas que estoy indefensa contra los hombres de tu calaña? -Estaba al borde de la histeria y su voz se tornó más aguda:- ¡Pues te equivocas, grandísimo demonio! ¡No tengo nada que decirte, ni ahora ni nunca! Y si no sales de mi alcoba en este mismo momento, te... te... -Se interrumpió, buscando desesperadamente algo horrible que hacerle.
-¿Qué es lo que me harás? -preguntó Lucas en voz baja-. ¿Me dispararás? ¿Me clavarás un puñal? -Con los ojos fijos en los labios suaves de Sarita, susurró:- ¿o me amarás hasta morir? -Acto seguido, la tomó entre sus brazos.
Cubrió la boca de Sarita con la suya, exigiendo una respuesta, tan intensa como el deseo que lo hacía vibrar a él. Por un momento Sarita se entregó, gozando de la sensación de volver a estar entre aquellos brazos fuertes. Pero luego se apartó con furia y exclamó:
-¿Cómo te atreves? Mi marido ha muerto hace sólo dos semanas y... y... -De pronto se oyó diciendo lo que nunca había querido admitir:- ¡Tú querías que muriera! ¡Sí! ¡Sí! -lo acusó. Perdió el control y se arrojó sobre él, golpeándole el rostro y el cuerpo con los puños. Las lágrimas que hasta ahora no habían querido brotar comenzaron a llenarle los ojos-. ¡Querías que muriera!
La furia de Sarita lo tomó por sorpresa, pero al cabo de unos momentos Lucas pudo aferrarla por las muñecas e inmovilizarla delante de él.
-¡Lo quería fuera de tu vida! -admitió con dureza-. ¡Pero no necesariamente muerto!
-¿Por qué? -le espetó ella-. ¿Para poder convertirme en tu amante? ¡Nunca, nunca, nunca, ¿me oyes?! ¡Te odio! -Logró zafarse de las manos de él y dijo con voz temblorosa de ira:- ¡Moriría antes de permitir que me toques con tus sucias manos comanches! -Era lo peor que podía decirle, pero estaba poseída por un demonio que Lucas ni siquiera imaginaba y se estaba lastimando a sí misma tanto como a él.
La expresión de Lucas no cambió. Llena de ira, Sarita lo abofeteó con todas sus fuerzas. Lucas la miró un instante y luego, con toda deliberación, le pegó. La bofetada sonó como un disparo en la habitación.
Sarita dejó escapar un grito y se arrojó boca abajo sobre la cama, sollozando y llorando incontrolablemente. Lloró durante varios minutos y Lucas se quedó mirándola hasta que ya no pudo soportarlo.
Aunque no era un hombre tierno, se arrodilló junto a ella y la tomó en brazos, apretándola contra él. Permanecieron así largo rato, Sarita llorando todas las lágrimas que no había podido derramar hasta ahora y él murmurando palabras reconfortantes contra su pelo.
Finalmente las lágrimas se acabaron y Sarita quedó rendida y débil, apoyada contra el pecho tibio de Lucas. Estaba vacía por dentro, había expulsado toda su angustia y ahora sólo le quedaba un futuro solitario. Y a medida que fue recuperando la razón, comenzó a tomar conciencia de la proximidad de Lucas.
Estaban tendidos sobre la cama y él le estaba acariciando (hasta ahora impersonalmente) la cadera y el muslo. Pero no bien ella percibió el contacto, las caricias se tornaron de fuego.
Sarita siempre recordaría el momento en que él dejó de reconfortarla y las caricias se tornaron apasionadas. Levanto la vista para disculparse por su arrebato de angustia, pero la expresión en los ojos negros que la miraban con intensidad la paralizó. Hipnotizada, contempló el rostro moreno y apuesto de Lucas. ¡Cómo adoraba la forma en que se le curvaban las cejas y la arruga que se le dibujaba en cada mejilla cuando él sonreía!
Pero Lucas no estaba sonriendo ahora. Estaba devorando las delicadas facciones que tenía delante de él. Con esfuerzo apartó los ojos del rostro de Sarita, pero su mirada bajó hasta el punto donde el escote del camisón se encontraba con el valle entre sus senos. Fue entonces cuando supo que no podría marcharse de esa habitación.
Emitió un gemido ronco y la apretó contra él, buscando la boca suave y cálida entre sus brazos y cuando él se apartó de mala gana, los encantos de ella quedaron revelados por el camisón. Lucas se quedó mirando absorto aquel cuerpo hermoso y luego volvió a besarla con pasión.
Las otras veces que Lucas le había hecho el amor, siempre había habido un elemento de violencia presente. Pero esta noche no. Esta noche él era el amante apasionado con quien sueña toda mujer; sus caricias y besos eran ardientes y embriagadores como nada en el mundo.
Sin despegar los labios de los de ella, Lucas se quitó la bata, pero sus manos estaban demasiado ocupadas como para encargarse del cinturón.
-Desátalo -susurró contra la boca de Sarita-. No quiero que haya nada entre nosotros.
Sarita vaciló, pero llevada por el mismo deseo que hacía vibrar a Lucas, buscó el nudo y lo deshizo. La bata cayó sobre la cama, dejando a Lucas desnudo y tibio junto a ella. Pero Sarita no se detuvo allí; sintiéndose audaz y sensual, olvidó sus inhibiciones y deslizó la mano por el abdomen musculoso de él, estremeciéndose de placer cuando Lucas gimió y le mordió el cuello.
Lucas había hecho el amor con muchas mujeres, pero ninguna lo había excitado ni embriagado como la princesa; ella era como un poderoso narcótico en su sangre. Mientras acariciaba y exploraba ese enloquecedor cuerpo esbelto, sintió que todas las mujeres a las que había conocido se borraban de su mente; allí sólo quedaba lugar para la princesa... ¿al igual que en su corazón?
Sarita se arqueó contra él al sentir sus caricias ardientes, deseándolo con una intensidad abrumadora.
Lucas se movió levemente para separarle las piernas y ella emitió un suspiro de éxtasis cuando finalmente él la penetró. Lucas se movió suavemente sobre ella, sin prisa, como si gozara de la excitación de ella, pero Sarita ansiaba más; quería que él se diera prisa y le diera más de ese placer que sólo él parecía capaz de darle.
Las manos de Sarita le recorrieron la espalda y luego bajaron hasta aferrar las tensas nalgas que se movían rítmicamente.
-Sí... -susurró contra los labios de Lucas-. ¡Sí, sí! El ya no pudo seguir conteniéndose y con un gemido de placer se derramó dentro de ella justo cuando Sarita llegaba a la cúspide de la pasión.
Permanecieron juntos, con las piernas entrelazadas, pues ninguno deseaba quebrar la dulce intimidad que había entre ellos. Lucas le besó el rostro con increíble ternura y Sarita sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Lucas pasó la noche con ella, pues no pudo separarse de ese cuerpo tibio y hermoso. En dos oportunidades más, antes de que el sol se abriera camino en el cielo de la madrugada, ella volvió a saber lo que era el deseo Y la plenitud. Finalmente, Sarita se durmió apoyada sobre el brazo de Lucas, pero cuando despertó, el sol estaba alto en el cielo y estaba sola... la hendidura en la blanca almohada era el único signo de que realmente había estado en brazos de Lucas.
7 comentarios:
Bufff.
Blue.
Por fin ha caído en los brazos de Lucas sin impedimento de ningún tipo. Ya sólo queda que se abran su corazón y se confiesen el AMOR que sienten el uno por el otro.
Gracias, gracias y mil veces gracias. (Por cierto, a ver quién es la guapa que ahora rinde en el trabajo..... yo no!!!! hoy me cesan jajaja).
María A.
Como Blue y María , me he quedado sin palabras.
Me parece que vamos a necesitar pastillas para la tensión...ya que no tenemos la suerte de disponer de un Lucas Fernández como el que tiene Sarita.
Chicas no se si será mejor leerlo por la mañana o a estas horas jajajajaj porque una de dos, me quedo en vela con la mente puesta en ese pistolero o me duermo soñando con él jjajajajja un OHHHHHHHHHHHHHHH grandioso!!! qué potencial de hombre !!! uno al dormir y dos antes de levantar jajajajjaja que no tarde mucho en regresar que se enfría la cama jajajajjaja.
Himaraaaa que no termineee pero quiero másssss jajjaajj besitos.
Ayla.
Uffffffffffff, que calor por favor , este hombre nos va a matar de un sofoco, si es que no puede evitarlo, esta hasta mas alla de las trancas.
Himara corazon gracias un dia mas por todos tus desvelos , para con nosotras.
Besos y descansa un poquito (pero no de la pasion eh?).
CHIQUI.
Es un relato precioso, entrañable y lo describes magníficamente. Ya sabes cuando puedas, a seguir.
me encanta el blog chicas, todas las mañanas antes de irme al instituto lo abro para ver si hay un nuevo relato, al llegar ago lo mismo y por la noche igual, asta se me acelera el corazon...
pofavor himara no tardes mucho en volver a poner otro relato que la intriga por ver que pasara aora es muy grande...
bsts y seguir con el blog como asta aora que esta genial.
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