El sol comenzaba a iluminar las montañas y a disipar el frío de la noche, cuando Lucas despertó de un grato sueño. Volvió la cara para ver si su cautiva aún estaba a su lado. Frunció el ceño cuando vio a Sara acostada en el extremo de la cama, cubierta con la túnica del propio Lucas. Tendría que hablarle, porque no estaba dispuesto a permitir que una prenda los separase en el lecho. Cuando recordó su victoria de la noche anterior, sonrió y jugueteó con los extremos sueltos de la trenza de Sara. Vio la mancha rojo oscuro de sangre en la sábana y sintió los arañazos en la espalda.
¡Qué mujer había encontrado! Sara se había entregado por completo la noche anterior, después de reconocer la derrota. Su pasión salvaje había estado a la altura del temperamento de Lucas. Quizá tendría que hacerla su esposa para evitar que alguna vez le abandonase. Pero ella ya lo había rechazado una vez y no había modo de que él pudiese obligarla a aceptar el matrimonio.
Se levantó de la cama, abrió el arcón que guardaba sus ropas y se puso unos pantalones claros y una chilaba blanca, de mangas largas. Salió de la tienda, y al ver a Silvina que estaba frente al fuego, le pidió que trajese el desayuno. Lucas examinó a su caballo, Magnum, y a los caballos capturados poco antes y guardados en el corral. Le agradaba trabajar con los caballos, y la doma de estos animales le daría algo que hacer, fuera del tiempo que dedicaba a asaltar las caravanas.
Recordaba la expresión de asombro en el rostro del gordo y viejo mercader durante la incursión de la víspera, cuando él había preguntado si la caravana llevaba libros. Lucas se había limitado a coger las cosas que necesitaba para Sara, y ordenado a sus hombres que se apoderasen únicamente de comida y otros artículos indispensables.
Lucas no necesitaba las riquezas que podían acumularse atacando a las caravanas, porque en España disponía de bienes considerables. Su madre le había dejado propiedades muy valiosas y además un título.
Su hermanastro Jimîl se apoderaba de todo lo que encontraba cuando realizaba sus incursiones y no le preocupaba demasiado que muriera alguien. Era un hombre duro y cruel. Lucas se alegraba de que no hubiese estado en el campamento cuando él regresó.
Después de hacer una última caricia al hocico gris y aterciopelado de Magnum, Lucas regresó a la tienda. Encontró a Sara sentada en el diván, Tomando su desayuno. Se había quitado la chilaba de Lucas, y ahora llevaba la falda y la blusa que había usado la víspera. Cuando él se acercó, la joven le dirigió una mirada de odio que habría anonadado a otro hombre.
—Esperaba que tu humor hubiese mejorado después de anoche, pero veo que no es así –comentó él con naturalidad.
—Y yo esperaba que tuvieses la decencia de no mencionar lo ocurrido anoche. ¡Pero me lo arrojas, como el rufián que eres! ¡Te prometo que no volverá a ocurrir!
Lucas sonrió perversamente mientras con absoluta serenidad se sentaba al lado de la joven.
—Sarita, no hagas promesas que no puedas cumplir.
Sara intentó golpear indignada al rostro burlón, pero él la asió por la muñeca.
—Amor mío, no es el momento apropiado para andar discutiendo. Sugiero que apliques tu energía a fines más constructivos y concluyas tu comida. Después te llevaré a Tomar un baño.
—No, gracias. Me bañé anoche –dijo con expresión altiva.
Los ojos de Lucas se entrecerraron irritados. Sara frunció el ceño cuando él la Tomó por los hombros y la obligó a volverse.
—¡De modo que por eso llevabas mi chilaba esta mañana! –estalló Lucas, mientras la sacudía violentamente—. ¡Pequeña estúpida! ¿Crees que somos la única tribu habita estas montañas? Hay por lo menos una docena y compartimos el agua y el pozo del baño con Yamaid Unriart. A diferencia de la mía, su tribu no habla español. ¿Sabes dónde estaría esta mañana si uno de sus hombres te hubiese descubierto? En un mercado de esclavos... y estarían exigiendo por tu cuerpo un precio elevado. Es decir, después de que Yamaid Unriart y todos sus hombres hubiesen saboreado tus encantos.
Lucas la apartó y se plantó frente a ella con una mirada fría e implacable.
—Jamás vuelvas a salir sin escolta de este campamento. ¿Me oyes?
—Sí –murmuró ella humildemente.
Cuando vio cómo se atemorizaba, Lucas se calmó.
—Lo siento, Sarita. En realidad, si te vendiesen, probablemente no podría encontrarte. El buitre gordo y viejo que pudiese pagar más por ti te ocultaría, temeroso de perderte. Ni tú ni yo queremos eso, ¿no es verdad?
—Puedes estar seguro de que tendré en cuenta tu advertencia, y en el futuro tendré más cuidado –replicó Sara, mientras alisaba las arrugas imaginarias de su falda—. Y ahora, si me disculpas, necesito coser algunas cosas.
Recogió un retazo de tela y desapareció en el interior del dormitorio. Lucas meneó la cabeza. Sí, Sara era muy capaz de reaccionar con rapidez; pasaba en un instante del desaliento y el miedo al frío desdén.
Después de desayunar, Lucas se acercó al dormitorio y apartó las gruesas Cortinas.
—A propósito, querida, no pierdas tiempo confeccionando camisones, porque aquí no los necesitarás.
Lucas esquivó un almohadón que llegó volando con la fuerza de un proyectil. Rió de buena gana mientras salía de la tienda. Ahora mismo comenzaría a domar a los potros: ¡quizá fueran más dóciles que Sara!
Esa noche, después de la cena, Lucas se recostó perezosamente en el diván, con la mirada fija en Sara. Ella se había sentado enfrente, y cosía un retazo de tela verde claro, dando la impresión de desentenderse por completo de Lucas. Esa actitud desdeñosa lo irritaba; pero estaba decidido a evitar que ella lo supiera.
Lucas cerró los ojos y dejó fluir el curso de sus pensamientos. Había pasado el final de la tarde con su padre, hablando de Mariano y su nueva esposa. Aunque su padre no veía a Mariano desde hacía muchos años, el hijo menor aún estaba muy cerca de su corazón. Lucas abrigaba la esperanza de que Mariano viniese por lo menos una vez a visitar a su padre. El anciano ya no viviría mucho tiempo. En esta tierra, la gente moría antes.
Cuando Lorén decidió trasladar a su tribu a un lugar al pie de las montañas, Lucas se sintió muy complacido. Nunca le había agradado la vida nómada del desierto, el permanente deambular de un oasis a otro. Ahora hacía ocho años que la tribu vivía en las montañas. Lucas no hubiese podido permanecer tanto tiempo con su padre si la tribu no hubiese fijado su residencia en esta región. Aquí el clima era bastante más fresco. Había agua suficiente incluso para bañarse con regularidad. El campamento ocupaba un lugar prominente que les permitía rechazar un ataque si llegaba la ocasión.
Lucas no sabía si permanecería en Egipto después de la muerte de su padre. Pero ahora que tenía a Sara, probablemente decidiría quedarse. No podía llevarla a España, porque allí ella conseguiría escapar.
Lucas se relajó con gestos lánguidos y cuando abrió los ojos vio a Sara dormitando en el diván. Se levantó, rodeó la mesa en silencio y se detuvo al lado de la joven. Sus ojos acariciaron los cabellos despeinados; la masa reluciente cubría la almohada y caía hasta el suelo. Sara estaba acurrucada, como una niña pequeña e inocente. No parecía la mujer sensual de la noche anterior.
Lucas se inclinó para abrazarla pero ella se incorporó de un salto y corrió hacia el fondo de la tienda. Se volvió para ver si él la perseguía.
—De modo que... sólo fingías dormir.—Él se incorporó y le dirigió una mirada divertida—. Preciosa, es un poco tarde para dedicarse a estos juegos.
—Puedo asegurarte que no estoy jugando –replicó Sara con adustez, recogiéndose los cabellos que le caían sobre los hombros.
—Pensaba únicamente llevarte a la cama. Pero ahora que estás despierta... se me ocurre algo mucho mejor –se burló Lucas mientras se acercaba lentamente a ella.
—¡No! –exclamó Sara, que comenzó a retroceder—. Y no dormiré contigo en esa cama. ¡Es indecente! ¡Prefiero dormir en el suelo!
Él sonrió levemente cuando arrinconó a Sara contra el fondo de la tienda.
—No te agradará dormir en el suelo. Aquí suele hacer mucho frío de noche y querrás sentir la tibieza de mi cuerpo. El invierno se aproxima.
—Es mejor soportar el frío que tu contacto –replicó secamente Sara mientras trataba de pasar corriendo al lado de Lucas.
—Sarita, anoche no pensabas así –dijo Lucas mientras la Tomaba entre sus brazos y con un movimiento súbito se la echaba al hombro.
Sara luchaba fieramente mientras Lucas cruzaba la tienda y la arrojaba sobre la cama.
—Sarita, creo que es hora de enseñarte una lección. Eres una mujer muy apasionada, aunque te niegas a reconocerlo.
Sara se debatió con rabia mientras él trataba de desnudarla. Mientras descargaba puntapiés y forcejeaba inútilmente, le escupía maldiciones, haciendo gala de un lenguaje que Lucas siempre había considerado imposible en una dama. Finalmente, consiguió quitarle la blusa, y la falda se desprendió fácilmente. Sin perder tiempo, arrojó al suelo sus propias prendas, y con su cuerpo apretó a Sara contra la cama.
—Querida, tu lenguaje no es propio de una dama –dijo Lucas riendo—. Ya me contarás dónde has aprendido este vocabulario tan terrible.
Sara realizó un último esfuerzo para apartarlo. Al no conseguirlo cambió de táctica y permaneció totalmente inmóvil bajo el cuerpo de Lucas.
Éste le abrió la boca con la suya, y la besó intensamente, pero sin obtener respuesta. De modo que ahora empleaba una táctica diferente. Pero no podría aguantar mucho tiempo.
Deslizándose al lado de la muchacha, Lucas acercó los labios a los pechos redondos, y acarició y mordisqueó uno tras otro sus pezones. Deslizó la mano sobre el vientre y finalmente entre las piernas de Sara. Con movimientos dulces movió los dedos hacia delante y hacia atrás, hasta que ella gimió de placer.
—Oh, Lucas –jadeó Sara—. Tómame.
Lucas la cubrió con su cuerpo . Los brazos de Sara le rodearon el cuello, y ella correspondió apasionadamente a los besos de Lucas. Él la penetró lentamente, y después inició un movimiento rápido y duro, hasta que la pasión de ambos estalló llevándolos al paroxismo del éxtasis.
*Muy bien Ayla.... si es que eres la mas perspicaz del mundo mundial.... jajajajaja. A ver si sigues acertando, jejeje
Ahhhhhhhhhhh, que si, que tenemos un lince arabe, jajajaja.
Os quiero mis niñas!!!! Laurys, todo bien?
6 comentarios:
O mucho me equivoco o aquí sale Uriarte y su banda.... jajajaj....parece que a nuestro jeque árabe se le están despertando sentimientos y no sólo deseo.... (bueno, eso creo yo ... o quiero creerlo ...jajaja)
Gracias (y no tardes en seguir, claro).
María A.
Ya te digo María jajajjaj cómo nos iba a faltar Yamaid Unriart ? jajajaj y menos ese pantalón de Linooooooo !!! Por Crito Santísimo Himara !!! tú nos quieres matar? que esto no se hace... nos pones la miel en los labios... y luego viene lo que viene jajajajj nos haces hablar incorrectamente a cómo nos enseñaron las monjitas jajajajajaj Besos y continuaaaaaaaaa please, porfi, s'il vous plaît, bitte, per favore, 请, пожалуйста Jjajajajaj andaaaa cómo se te ha quedado el body?
Ayla.
Uy........ pero qué ganitas de más.
Un beso.
Adriana.
Espero que estes bien Himara , ...
Himarita quieto maaas y mira que sigo opinando que es un machista, pero bueno, quiero ver como se enamora locamente de ella jiji.
Blue.
Me uno a la petición de Blue,quiero másssssssssssssss.
Ya me tienes enganchada y yo también creo que es un machista pero me da que lo dejaré de ver así ejejejje.
Uriarte?? no me extrañaría nda jejejeje.
Un besazo enorme.
Lluvia.
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