24 enero 2009

Amor en el desierto; Ohhhhhhhhhhhhhhhhh

El dolor en los ojos despertó a Lucas. Cuando los abrió, contempló el sol de mediodía y durante un instante la luz lo cegó. Se preguntó un momento por qué había dormido al aire libre hasta que intentó incorporarse y sintió el dolor en los hombros.

«Bien... el sol ya estaba haciendo su efecto», pensó. Se miró el pecho y los brazos quemados. Por lo menos Unriart se había equivocado en una cosa... no había despertado para ver el amanecer. Lucas permaneció perfectamente inmóvil.

Ahora, tenía el sol directamente sobre la cabeza. Sentía un sabor extraño en la lengua; le parecía que ésta se había convertido en un pedazo de lienzo seco. El sudor de su cuerpo le ardía en la piel quemada. ¿Cuánto duraría? Trató de pensar en cosas agradables, y recordó la figura de Sara.

Lucas oyó una voz que lo llamaba desde lejos, y que lo arrancaba de la inconsciencia a medida que cobraba más volumen. Con un esfuerzo abrió los ojos y vio a Yamaid Unriart de pie, a escasa distancia. Trató de hablar, pero tenía la boca demasiado seca y los labios estaban agrietados y con ampollas.

—De modo que aún vives. Sin duda amas mucho la vida. —Yamaid se volvió hacia el guardia que estaba de pie al lado—. Dale unas gotas de agua, pero nada más.

El guardia vertió unas gotas de agua en la boca de Lucas y Yamaid dijo:
—Mañana por la mañana acabaremos contigo. Si aún vives, diré a uno de mis hombres que te mate porque necesitamos levantar el campamento y trasladarnos. Aquí empieza a escasear el agua. Te llevaría conmigo para clavarte en estacas otra vez, pero tu tribu vendría a buscarte. Sea como fuere, morirás mañana. Que tengas sueños agradables.

Cayó el sol, pero Lucas sentía que le quemaba el cuerpo. El agua que le había suministrado acentuaba todavía más su sed. Pensó en Sara, que yacía a pocos metros de distancia, en la tienda de Unriart. Por lo menos, ella pasaba durmiendo esas horas de pesadilla. Pero quizá le agradara ver que Lucas estaba cocinándose vivo. Después de todo, ella lo odiaba. Bien, pronto regresaría con su hermano, como siempre había querido hacerlo.

La luna estaba alta cuando Lucas sintió una presencia a su lado.
—Todos duermen, pero debemos guardar silencio y evitar que alguien dé la alarma —murmuró el hombre, que se inclinó sobre Lucas—. Soy Amair Abdalla, hermano de Silvina, que vive en tu campamento. Pido tu perdón para mi padre y para mí por todo esto. Mi padre es un anciano y sólo deseaba ver que se disipaba de una vez el odio de nuestro jeque, y recuperar a su hija. Comprende ahora que fue un error capturar a tu mujer. Ni ella ni tú merecíais sufrir. Aplicaré un ungüento a tu piel. No debes gritar.

El cuerpo de Lucas se estremeció cuando la grasa refrescante le tocó la piel. Contuvo los gritos de dolor mientras el hombre extendía el ungüento sobre el pecho y el rostro.
—Te hubiera libertado anoche, pero estabas narcotizado. Después de un rato el ungüento aliviará el dolor—dijo Amair. Se limpió la grasa de las manos.
Cortó las cuerdas, ayudó a incorporarse a Lucas, y le entregó una cantimplora llena de agua. Lucas bebió con prudencia.

—Tu caballo espera oculto en las sombras —dijo Amair—. La mujer todavía está drogada, y no podrá cabalgar sola. La traeré inmediatamente. ¿Puedes hablar?

Lucas bebió un poco más de agua y pudo murmurar con voz ronca:
—¿Qué ocurrirá ... ?

—Mañana, antes de que despierte el jeque Yamaid, mi padre se reunirá con los ancianos. Impedirán que Yamaid te persiga y me protegerán de su cólera. Te ruego comprendas que me ordenaron apresar a la mujer. No me agradó hacerlo, pero no tenía otra salida. ¿Puedes perdonarme?

—Serás bienvenido en mi campamento —replicó Lucas.

—Ahora, iré a buscar a tu mujer. Dispones de cinco horas antes de que salga el sol. Cuando llegue el momento, podrás vestir de nuevo la túnica.

Amair se acercó a un lado de la tienda y cortó la tela con su cuchillo. Se arrastró hacia el interior y un momento después apareció con Sara en brazos. La depositó al lado de Lucas y fue a buscar el caballo.

Amair ayudó a Lucas a montar en Magnun y después depositó a
Sara delante del jinete.
—¿Podrás cabalgar?

—Tendré que hacerlo —dijo Lucas.

Amair llevó al caballo hasta la salida del campamento dormido.
—Jeque Fahd, te deseo una vida larga y fecunda. Alá sea contigo.

—Adiós, amigo mío. Te debo la vida —murmuró Lucas. Obligó a Magnun a marchar al trote e inició el camino de regreso.

Cada movimiento del caballo provocaba agudos dolores en Lucas; pero, después de un rato, el ungüento comenzó a aliviarlo. Aunque pareciera extraño, no podía odiar a Yamaid Unriart. Compadecía a ese hombre que había vivido tantos años dominado por el odio.

Lucas agradecía a Dios estar aún vivo. Pronto curaría y había recuperado a Sara. Sí, tenía muchas cosas que agradecer.

Si Sara llegaba a amarlo, Lucas se sentiría el hombre más feliz de la tierra. Pero no podía obligarla. Si ahora él le declaraba su amor, ella reaccionaría burlonamente. No; debía conquistar poco a poco el afecto de la muchacha. Ahora que la había recuperado tenía que mostrarse paciente con ella.

Sara comenzó a despertar lentamente, y de pronto comprendió que cabalgaba en un caballo que avanzaba al trote.

Ya era día. Alcanzó a ver el cuello del caballo y, en frente, el desierto. Recordaba un campamento en el desierto, una comida, que había bebido un poco de vino; pero nada más. ¿Cómo había llegado a este caballo? ¿Adónde la llevaban ahora?
Necesitaba escapar. Tenía que regresar con Lucas. Sara pasó la pierna sobre el cuello del caballo y cayó a la arena. El hombre gimió cuando ella le aplicó un vigoroso empujón; pero a Sara eso no le importó. Se incorporó rápidamente y echó a correr.
—¡Sara!

Sara se detuvo. No podía creerlo. Lucas había venido a buscarla y la llevaba de regreso a casa. La muchacha pronunció el nombre de Lucas y se volvió en redondo.
—¡Oh, Dios mío! —contuvo una exclamación cuando vio el rostro de Lucas lleno de ampollas.

—Es precisamente lo que dije la primera vez que te vi, pero ahora no perdamos tiempo en explicaciones. Por favor, sube otra vez al caballo. Sarita, necesitamos llegar a casa cuanto antes.

—Pero Lucas, tu cara...

—Imagino qué aspecto tiene —la interrumpió Lucas—. ¿Pero, todavía no has visto tu propia cara? Ninguno de nosotros está... digamos reconocible; pero curaremos. Vamos, Sarita.

Sara consiguió montar sin ayuda delante de Lucas. Estaba confundida y preocupada. ¿Cómo había llegado a quemarse de ese modo? Por lo menos, ahora estaban reunidos, y por eso se sentía agradecida.

Una hora después entraron en el campamento y fueron recibidos por un grupo de rostros sorprendidos e impresionados. Ayudaron a desmontar a Sara y a Lucas. Silvina se adelantó llorando y abrazó tiernamente a Sara

—Creí que habíais muerto... todos lo creíamos. Y, al no regresar el jeque Fahd, supusimos que lo habían matado cuando intentó salvarte. Pero tu cara... Oh, Sara, ¿te duele? ¿Cómo sucedió? —preguntó Silvina. Asió fuertemente las manos de Sara—~. Y el jeque Fahd, ¡qué horribles quemaduras!

—Me golpeó un árabe de una tribu del desierto y me llevaron a su campamento. Pero no sé por qué lo hicieron. Es todo lo que puedo recordar. Ni siquiera sé cómo me salvó Lucas, ni por qué está tan quemado. —Volvió los ojos hacia su amiga.— Silvina, siento mucho lo de Jolûtfi.

—Jolûtfi curará, pero ahora debo ayudar a Loêla a cuidar del jeque Fahd.

—¡Jolûtfi vive! —exclamó complacida Sara.

—Sí, dentro de pocos días estará bien. Una costilla detuvo la bala y la herida está curando perfectamente. Ahora iré a buscar a Loêla.

—Por supuesto. Después hablaremos —dijo Sara.

También ella entró en la tienda.

Cuando ella entró en el dormitorio, Qüisim estaba desnudando a Lucas. Sara se detuvo cuando vio las quemaduras.
—Oh, Lucas, ¿también el pecho? —exclamó.

—Me temo que sí, Sarita. Pero no temas. No es tan grave como parece. Más o menos una semana y ya no habrá dolor y comenzaré a cambiar la piel. No pienso permanecer toda la vida como un hombre de dos colores.

—¡Oh, Lucas! ¿Cómo puedes bromear con esto? —Se acercó y le examinó atentamente el pecho y los brazos. Frunció el ceño cuando vio la horrible piel rojo oscura——. ¿Te duele mucho? ¿Cómo fue? —preguntó.

—Cálmate, querida. No tienes por qué preocuparse. Yo soy la persona ofendida.
Lucas gimió cuando con movimientos lentos, comenzó a recostarse en la cama.

—Pero, Lucas, ¿cómo ha podido suceder? —preguntó de nuevo Sara, completamente desconcertada.

—Sarita, es una historia bastante larga, y tengo la garganta tan dolorida que no deseo contarla ahora. Estoy cansado, dolorido y hambriento como un lobo. ¿Por qué no tratas de conseguir un poco de alimento?

—¡Oh, maldito seas! —explotó Sara y salió de la tienda.

Silvina estaba junto al fuego, llenando dos cuencos con un guiso de delicioso aroma. Sara se acercó enfurecida.
—¡Es insoportable! No quiere responder a mis preguntas. ¡Solamente quiere comer! —gritó Sara.

—Sara, el jeque Fahd seguramente sufre mucho. Y no desea que tú sepas que está grave.

—Tienes razón. Está sufriendo y yo pienso únicamente en mí misma. Necesite esta pesadilla para que yo comprendiese cuánto lo amo.

—Es evidente que te profesa mucho afecto —dijo Silvina—. Ten paciencia, Sara. Cuando haya descansado te relatará todo lo que ocurrió. Ahora ambos necesitáis comer. Ven conmigo.

—Tienes razón. Me parece que llevo varios días sin comer. —Estuviste fuera del campamento tres días con sus noches. —¡Tres días! Pero, ¿cómo es posible? —dijo Sara——. ¿Cómo puedo haberme ausentado tanto tiempo?

—El jeque Fahd seguramente podrá explicarlo. Todos deseamos saber lo que ocurrió. Pero ahora ven; tienes que comer.

Sara no pudo oponerse a la invitación y volvió a la tienda con Silvina. Silvina llevó el alimento de Lucas al dormitorio, donde Loêla continuaba curándolo, y después se marchó.

«Me siento tan avergonzada —pensó Sara mientras devoraba el guiso—. Lucas debe de sufrir muchísimo, y yo pretendo explicaciones cuando él no está en condiciones de ofrecerlas. Tengo que olvidar eso y ocuparme de que él se cure. Me lo dirá cuando se sienta mejor... ¿o no? No le agrada responder a las preguntas. Bien, ahora tendrá que hablar. ¡Este asunto también me concierne a mí!»

Sara había olvidado sus propias heridas y los golpes recibidos. Tenía los ojos y las mejillas aún hinchados y doloridos, pero eso no la molestaba para comer o para hablar.

Su túnica era un desastre... estaba completamente cubierta de tierra. Se sentía pegajosa, pero ¿cómo podía bañarse cuando Lucas estaba obligado a permanecer acostado? Era muy peligroso ir sola. Cuando ella terminó de comer, Qüisim entró en la tienda trayendo en cada mano un cubo de agua.
—El jeque Fahd ordenó que te trajese agua. Dijo que durante unos días tendrás que lavarte así —dijo Qüisim mientras depositaba en el suelo los cubos.
Era evidente que la misión no le agradaba y Sara sintió deseos de reír, pero no lo hizo.

—Gracias, Qüisim. Eres muy amable.

Loêla salió del dormitorio y al fin Sara quedó sola en la tienda con Lucas. Decidió lavarse en el dormitorio. Alguien podía entrar en la tienda y verla desnuda, pero por otra parte ella deseaba estar cerca de Lucas. Se acercó al gLutfiete para retirar toallas y jabón, y después llevó los cubos a la habitación contigua.
—Lucas, ¿duermes? —preguntó. —No.

—Deseo bañarme aquí, donde estoy más protegida; pero si te molesto, me iré.

—No me molesta. En realidad, deseaba que te lavases aquí. Más aún, deseaba verte cuanto antes.

—¡Oh, qué hombre! —replicó ella, enojada.

Pero cuando vio la grasa que en una espesa capa le cubría la mitad superior del cuerpo, se echó a reír.
—¿Qué demonios te parece tan divertido? —preguntó él. —Disculpa —rió Sara——. Pero tienes un aire tan ridículo. ¿Aún no te has visto en un espejo?

—No, no me he visto... ¿y tú?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Sara.

—Sugiero que mires tu propia imagen en un espejo antes de reírte
de la mía.

Sara se apoderó del espejo y contuvo una exclamación cuando vio su propio rostro.
—¡Oh, Dios mío... ésta no soy yo! ¡Qué rostro tan horrible. ¡Me agradaría pegar con un látigo al bastardo que me golpeó!

—Caramba, Sarita... ¿es necesario que uses un lenguaje tan grosero? No creo que sea propio de una dama.

—¡Propio de una dama! Mírame la cara, Lucas. ¿Este rostro hinchado y lastimado es la cara de una dama? No se golpea a las damas; pero a mí me castigaron.

—Y ahora que pienso en eso, además de que no hablas como una dama, con esa túnica y esos pantalones tampoco lo pareces —sonrió Lucas.

—Lucas, estás exagerando. Antes de insultarme por mi apariencia, ¿por qué no miras un poco la tuya? —replicó la joven con expresión altiva, mientras le entregaba el espejo—. Ahora, dime quién de los dos tiene peor aspecto.

—Tienes razón, querida. Esta vez tú ganas. ¿Por qué no te lavas? Así podremos terminar esta ridícula discusión y descansar un poco.

—Lo que tú digas, amo. Pero puesto que ya no parezco una dama, no veo motivo para comportarme como si lo fuera.

Se desató la túnica y la dejó caer al suelo. Con movimientos lentos se quitó las demás prendas.
—¿Qué demonios significa lo que acabas de decir? —preguntó Lucas.

—Oh... nada —sonrió Sara, y comenzó a frotarse el cuerpo de la cabeza a los pies. Sabía que Lucas la miraba, y por extraño que pareciera, eso no la molestaba en lo más mínimo. Antes la avergonzaba desvestirse frente a Lucas, pero ahora le agradaba el efecto que tenía en él la contemplación de su cuerpo.

—Sara, quizá sea mejor que te laves en la habitación contigua. Él parecía fastidiado y Sara adivinó la razón.

—Pero, ¿por qué, Lucas? —replicó con aire inocente—. Casi he terminado, y de todos modos, si te molesta mirarme, puedes cerrar los ojos.
Sara oyó gemir a Lucas, y de pronto se irritó consigo misma; no estaba bien burlarse de Lucas. Un mes, e incluso una semana atrás, le habría agradado ensañarse con Lucas. Pero ahora deseaba únicamente que él se curase. Deseaba sentir nuevamente la fuerza de sus brazos.

Después de secarse, Sara se soltó los cabellos, y los peinó un poco antes de acercarse a la cama.
—Sara, espera. Creo que será mejor que yo duerma unos días en el diván... hasta que este maldito dolor desaparezca.

Ella pareció ofendida un momento, pero después su rostro mostró una expresión decidida.
—No harás nada por el estilo. Yo seré quien duerma en el diván. No tiene sentido que te muevas después de haber hallado una postura cómoda.

Se acercó al arcón y retiró una de las túnicas que usaba para dormir.
—Sara, no permitiré que duermas sola en esa habitación.

—No estás en condiciones de discutir conmigo. —Se puso la túnica y la aseguró a la cintura, y después comenzó a subirse las largas mangas—. Ahora, cálmate, y descansa bien. Te veré por la mañana.

—¿En serio?

Sara se volvió y lo miró con expresión afectuosa.
—¿Eso es lo que te molesta... la posibilidad de que huya durante la noche? Qué vergüenza, Lucas. No estaría bien que yo me fugara ahora, cuando tú no puedes moverte. Además, no confío en tu condenado desierto. Te doy mi palabra de que estaré aquí por la mañana.

—¿Tu palabra tiene valor?

—¡Oh, eres insoportable! Tendrás que esperar hasta mañana para descubrir la respuesta a tu pregunta. Y ahora, buenas noches.

Dicho esto, salió del dormitorio y se acostó en el diván solitario. Bien, por lo menos era cómodo. No, no deseaba dormir allí; hubiese querido dormir en la cama, con Lucas. Pero por supuesto, él tenía razón. Podía tocarlo durante la noche y lastimarlo, y ella no deseaba que eso ocurriera. Quería que él mejorase cuanto antes.
Ahora que sabía que amaba a Lucas todo era distinto. Ya no podía rechazarlo o negarle nada. Pero, ¿cómo podía explicar su cambio de actitud sin hablarle de su amor? Tal vez él creyera que Sara estaba agradecida porque la había salvado. Sí, era posible que creyese eso. 0 quizá simplemente no supiese a qué atenerse.

Pero ya que había cedido, ¿qué ocurriría si Lucas se cansaba de ella en vista de que al fin se había impuesto? No... Lucas no era así. Seguramente la querría un poco, porque de lo contrario no habría acudido a salvarla. Sara no soportaría que ahora él la rechazara. No siquiera le importaba el matrimonio. Sólo deseaba permanecer con Lucas.

Quizá tuvieran hijos. Eso los uniría más. Un niño... ¡un hijo! Así todo se arreglaría, pues Lucas no podría alejar de su lado a la madre de su hijo. ¡La vida podría ser tan maravillosa!

*que? como veis se ha salvado el muchacho, al final solo han sido un par de vueltas y vueltas, jejejeje

Besotes mis niñas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohhhhhhhhh... eso digo yo, menos mal que no nos habéis hecho sufrir demasiado...jajaja... y encima hemos pasado de considerarlo un bruto y prepotente a ver que ha ido en busca de Sara sin importarle las consecuencias..... ay, qué bonito... y ahora Sara quiere tener churumbeles con él...jajaja... a ver si todo les sale así de bien como esperan o aún va a haber más incertidumbre???. Como llegue el hermano a buscarla a ver a quién elige la niña (yo lo tendría clarísimo,jajajaj).

Gracias un día más, guapas.

María A.

Anónimo dijo...

El churruscaito le va a dar problemas de cabeza al Fahd jajajajj Ayyyyyy que bonito es el amor !!! pero... uyyyyy mucho me temo que aquí no acaba la cosa, a mí el hermano me da una mala espinaaaaa...anda qué poco me imaginaba yo que le irian a salvar uno de la misma tribu jajajjjaja ya le veía yo deshidratado bajo ese sol del desierto jajajaajj

Esperemos lo que nos viene que no todo es tan ideal así de golpe y porrazo jajajaajaj

Besitos.

Ayla.

Anónimo dijo...

Bueno, ahora a ver cual de los dos se decide, porque entre él que piensa que ella le odia y ella con sus tribulaciones....a ver "machito" suelta por la boca lo que sientes, que sería de la única forma que podrías redimirte ante mis ojos.

Un besote

Blue.

Anónimo dijo...

Ahora Lucas, churruscaíto y enamorao,salbando las distancias, no vaya a ser que la chica le odie, y Sara, enamorada, buscando el acercamiento, que si no...... a ver como se embaraza.

Interesante perspectiva ( y yo con ganas de leerlo )

Un beso.

Adriana.

Anónimo dijo...

Que hombre este , a veces odioso y machista y otras derretidito y claudicando , en fin un relato , diferente , que por supuesto me gusta y aunque no entre para escribir unas palabras , siempre lo leo , gracias Himara . Elisabet desde bcn.

Anónimo dijo...

Chicas...... que yo sé que la vida es muy complicá, que cuesta mucho arañarle minutitos..... pero me muero por saber como sigue la historia.

Aunque a lo mejor no lo parezca, hago la petición con mucho cariño.

Un beso.

Adriana.