Sara estaba acurrucada en el diván y contemplaba distraída la taza agrietada que tenía en las manos y que contenía el café de la mañana. Trataba desesperadamente de recordar qué le había dicho Lucas aquella mañana antes de salir. Había sido muy temprano y ella estaba tan fatigada a causa de la noche pasada, que no se había despertado del todo para escucharlo.
Había dicho algo acerca de la firma de un acuerdo con el jeque Yamald Alhabbal, con el fin de asegurar que las dos tribus no disputaran por el agua que compartían. Seguramente se proponía concertar un encuentro de las tribus, con objeto de celebrar la renovada amistad de los dos grupos. Se ausentaría todo el día y quizá también la noche.
Todo parecía tan impreciso a Sara que se preguntó si no lo habría soñado. Pero, si había sido un sueño, ¿dónde estaba Lucas? No lo había visto en la cama cuando logró despertar por completo. Y Silvina le dijo después que lo había visto conversando con Jimîl a primera hora de la mañana, junto al corral, y que luego Lucas había salido del campamento a caballo.
De pronto Sara se sintió muy sola. Lucas nunca se había ausentado un día entero... con la única excepción de la vez que la habían secuestrado. Era bastante temprano y ya ella lo echaba de menos. ¿Qué demonios podía hacer durante todo el día?
Quizás hubiera olvidado leer alguno de los libros de la colección que le había traído Lucas. Se acercó al gLutfiete donde guardaba los libros y comenzó a repasarlos. Pero, antes de que pudiese terminar el examen, Jimîl pidió permiso para entrar.
Sara se incorporó y se alisó la falda antes de que el árabe entrase. Comenzó a sonreír, contenta de que hubiese venido alguien con quien charlar un rato; pero no lo hizo cuando vio la expresión grave en el rostro de Jimîl.
—¿De qué se trata, Jimîl? ¿Qué ha ocurrido? —preguntó con voz premiosa.
—Sara, tengo algo para ti. De parte de Fahd.
Corrió hacia Jimîl y con un movimiento nervioso recibió el pedazo de papel que él le entregó. Pero temía abrirlo. ¿Por qué estaba tan nervioso Jimîl? ¿Por qué le había dejado una nota Lucas? Pero estaba adoptando una actitud tonta. Probablemente era una sorpresa, o quizá una disculpa porque esa mañana la había abandonado tan bruscamente, cuando todavía estaba medio dormida.
Sara se acercó al diván y se sentó con la nota en la mano. Con movimientos lentos desplegó el papel y comenzó a leer:
Sara:
He pedido a Jimîl que te lleve de regreso con tu hermano. No creía que pudiera ocurrir esto, pero los fuegos se han apagado y no tiene sentido que continuemos. Te devuelvo tu libertad, que es lo que siempre deseaste. Quiero que te marches antes de que yo regrese. Será mejor así.
Lucas
Sara movió lentamente la cabeza, mirando incrédula la nota. No... ¡No era cierto! Tenía que tratarse de una especie de broma cruel. Pero, ¿por qué se sentía tan mal? Ni siquiera tenía conciencia de las lágrimas que comenzaban a brotarle en los ojos, pero notaba un nudo sofocante en la garganta y una opresión en el pecho. Tenía las manos frías y pegajosas cuando arrugó el pedazo de papel y lo convirtió en una menuda bola.
—Dios mío, ¿por qué... por qué tiene que hacerme esto? —murmuró con voz ronca.
Las lágrimas fluyeron libremente por sus mejillas y las uñas se le hundieron profundamente en la palma de la mano cuando apretó el pedazo de papel que había destruido su vida. Pero no sentía nada, sólo la angustia que la consumía.
Jimîl permanecía frente a ella y apoyó suavemente la mano en el hombro de la joven.
—Sara, debemos partir ahora.
—¿Qué?
Sara lo miró como si ni siquiera supiese quién era. Pero poco a poco se recobró, y de pronto sintió que odiaba intensamente a Lucas. ¿Cómo podía despedirla así, tan cruelmente?
—¡No! —exclamó, con la voz cargada de emoción—. No me marcho. No me arrojarán como si fuese una camisa vieja. Aquí me quedaré y hablaremos. Que me diga personalmente que no desea verme. No le facilitaré las cosas.
Jimîl la miró, sorprendido.
—Pero creí que deseabas volver con tu hermano. Tú misma me dijiste que las cosas no marchaban bien entre tú y Fahd.
—Pero eso fue hace mucho tiempo. Después, todo cambió. Jimîl, lo amo.
—¿No se lo dijiste?
—No —murmuró Sara—. ¿Cómo podía decírselo si no sabía cuáles eran sus sentimientos? Pero ahora sé a qué atenerme.
—Lo siento, Sara. Pero no puedes quedarte aquí. Me ordenó que salieras antes de su regreso.
—Bien, no me iré. Que me diga en la cara que ya no me desea.
Jimîl parecía desesperado.
—¡Sara, tenemos que partir! No quería decírtelo, pero tú me obligas. Fahd ya no te desea. Quiere alejarte y casarse con Neva apenas regrese.
—¿Te lo dijo así?
—Sí —dijo Jimîl con voz neutra y los ojos bajos.
—¿Cuándo?
—Esta mañana... antes de partir. Pero lo ha mencionado otras veces. Era sabido que se casaría con Neva. Ahora, partamos de una vez. Te ayudaré a reunir las cosas.
No tenía sentido prolongar la tortura. Sara pasó al dormitorio y abrió las Cortinas. Deseaba mirar por última vez la habitación donde había pasado tantas noches felices. ¿Por qué tenía que sentir así... por qué se había enamorado de Lucas? Si hubiese continuado odiándolo, ahora se habría considerado la mujer más feliz del mundo. En cambio, tenía la impresión de que su vida había terminado.
Después, recordó que no podía cabalgar en el desierto tal como vestía ahora. Se acercó al arcón que guardaba todas sus ropas, retiró la túnica de terciopelo negro y la kufiyab, y se vistió de prisa.
No deseaba llevar consigo nada, excepto las ropas que vestía... ni siquiera la peineta tachonada de rubíes. Recordó su sorpresa cuando Lucas se la regaló en Navidad. La arrojó sobre la cama porque no deseaba nada que le recordase a Lucas . Pero cuando vio el espejo que Jimîl le había regalado, Sara pensó en Silvina. Lo recogió y salió del dormitorio.
—Sara, debemos reunir tus cosas.
La joven se volvió para mirar a Jimîl.
—No llevaré nada que haya regalado Lucas. Deseo únicamente despedirme de Silvina ... y entregarle esto —dijo Sara mostrando el espejo—. No quiero nada que me recuerde este sitio. Pero Silvina fue una buena amiga y deseo regalarle algo. Me comprendes, ¿verdad?
—Sí.
Después de dirigir una última mirada al cuarto principal, Sara salió con paso rápido. Se detuvo frente a la tienda de Silvina y llamó. Pocos momentos después, la joven árabe salió a recibirla y Sara se echó a llorar de nuevo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Silvina, que corrió a abrazar a su amiga. Sara Tomó la mano de Silvina y depositó en ella el espejo.
—Quiero regalarte esto. Recuerda que te amo como a una hermana. Me marcho y vengo a despedirme.
—¿Adónde vas? ¿Regresarás pronto? —preguntó Silvina, pero en realidad ya había adivinado que jamás volvería a ver a su amiga.
—Regreso con mi hermano y no volveré. Te echaré de menos, Silvina. Has sido una buena amiga.
—Pero, ¿por qué, Sara?
—Eso no importa. No puedo permanecer más tiempo aquí. Despídeme de Qüisim y sus hermanos y diles que les deseo felicidad. Besa por mí al pequeño Qüisim y al niño. Yo lloraría demasiado si los besara. —Sonrió débilmente a Silvina y después la abrazó. A menudo pensaré en ti. Adiós.
Sara corrió al corral, donde Jimîl esperaba con los caballos. El árabe la ayudó a montar a Cuervo y ambos salieron del campamento. Cuando habían descendido parte de la ladera, Sara se detuvo y volvió los ojos hada el campamento. A través de las lágrimas vio la figura de Silvina, de pie en la cima de la colina, agitando la mano en la que sostenía el espejo.
Después, Sara clavó los talones en los flancos de Cuervo, e inició una carrera desenfrenada. Jimîl la llamaba a gritos, pero ella no se detenía. Deseaba morir. Sentía que ya no le quedaba nada por lo cual vivir. Si moría en la montaña de Lucas tal vez él se sintiera culpable el resto de su vida. Pero, ¿por qué tenía que decirle que no podía vivir sin él? Si ya no la deseaba, no podía considerarse culpable a Lucas. Y ella continuaba amándolo. Abrigaba la esperanza de que fuera feliz con Neva, si era aquello lo que él deseaba.
Sara obligó a Cuervo a marchar más lentamente. Pensaría en otro modo de acabar con su propia vida. Pero tenía que esperar, de modo que Lucas no se enterase. Pensó en Margiana, y en que se había suicidado a causa de Lorén. Ahora Sara comprendía cabalmente la angustia y el sufrimiento que una mujer podía sentir.
El calor del desierto era abrumador, pero Sara no lo sentía. Estaba tan agobiada por el sufrimiento que en ella no había lugar para otra cosa. No podía entender por qué le había ocurrido aquello.
La noche llegó, pasó y volvió a salir el sol, pero Sara no podía hallar paz.
Las preguntas la atormentaban. Se devanaba los sesos para hallar respuestas, pero no encontraba ninguna. ¿Por qué... por qué no la deseaba ya? Era la misma que cuatro meses atrás. Su apariencia era la misma... sólo sus sentimientos habían cambiado. ¿Por qué Lucas le había hecho aquello?
¿Quizá porque ella había cedido? ¿Él la había apartado porque ya no le ofrecía resistencia? Pero eso no era justo... además, no podía ser la razón, porque en este caso la habría despedido un mes antes.
¿Y qué podía decir de este último mes? Todo había sido tan hermoso... tan maravilloso y perfecto por donde se lo mirase. Lucas había parecido un hombre feliz y satisfecho, exactamente lo mismo que podía decirse de ella. Había pasado más tiempo con Sara. Juntos habían salido a cabalgar todos los días. Él le había hablado de su propio pasado y le había revelado muchas cosas de sí mismo. Entonces, ¿qué significaba aquello? ¿Por qué había cambiado? ¿Por qué? ¿Por qué?
Los interrogantes no le permitían dormir. Permaneció despierta durante el calor del día, descansando y dándole vueltas y más vueltas al mismo pensamiento, sin poder hallar la paz. Aceptó el pan y el agua que Jimîl le ofreció y comió mecánicamente, pero su mente no le permitía descansar —volvía una y otra vez a los mismos interrogantes—tratando desesperadamente de hallar una solución. Volvió a caer la tarde; Jimîl y Sara continuaron viaje.
* Ya veis chicas, el paraíso no era tal.... que os parece el muchacho???? ya queda poquito para que esto termine, asi que contadme que tal, por cierto, os extraño mis niñas.
besotes
7 comentarios:
Si ya decía yo que este Jimil no me gustaba nada...
¿ De verdad Lucas quiere alejarla porque piensa que ella no le ama? o ¿ Jimil tiene demasiada iniciativa propia ?
Qué ganitas de saber.
Un beso.
Adriana.
Este Jimil es un ca... porque es él quién quiere alejarla de Lucas ¿verdad? No puede ser de otra manera (aunque Lucas es un moro, moro, yo creo que ya no puede vivir sin su Sarita).
Ay, cómo os recreais en el dolor ajeno, menos mal que nosotras somos tercas y no dejamos de leer..jajaj
Muchísimas gracias, cielo (y no tardes en seguir)
María A.
Jejejeje, se merece lo que le pase y más y conste que me he reconciliado con él, pero eso....eso es otra historia que te la contaré cuando cuelgues el Fin. ¿Te parece Himara?.
Un besote
Blue.
A ver, yo quiero saber la historia ya nena, que sabes que soy muy impacienteeeee....
Por cierto blue donde te metes que las pocas veces que puedo entrar al msn no te encuentro????
Y que habrá hecho Jimil para que Lucas no se cabree niñas, por que es Jimil, jejejeje. ains que perspicaces sois jodias!!!!
Os quiero nenas...
Ya sabía yo que el Jimîl de los eggs la liaba jajajajja ahora que iba la cosa a mejor y tóma carta!!! claro que...ya se verá las caras con el moro jjajajaj Corrooooo Himara a leer el siguiente jajajajj Besitos.
Ayla.
Himara ya te contaré la historia. Lo de dónde me meto....estoy en otras historias que para nada tienen que ver con lo de siempre.
Un besazo.
Blue.
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