Durante los meses más o menos rutinarios que siguieron, Sara se ocupó de preparar la habitación para el hijo de Lucas. Eligió muebles y decidió utilizar una tela celeste y dorada para confeccionar Cortinas y tapizar las sillas; además, compró una alfombra azul. Se abrió una puerta que comunicó su habitación con la del niño.
El cuarto estaba preparado. Las ropitas que Sara había confeccionado formaban ordenadas pilas. Y ella se aburría porque no tenía nada que hacer.
No podía cabalgar, ni ayudar en las tareas de la casa. Solamente leer y pasear. Se sentía cada vez más pesada y se preguntaba si lograría recuperar la esbeltez. Dio vuelta al gran espejo, de modo que mirase hacia la pared; estaba harta de contemplar su forma redondeada.
Aitor la torturaba. Venía a verla todos los días y cada vez se repetía la misma escena. No estaba dispuesto a renunciar.
Ella le repetía una y otra vez que no aceptaba el matrimonio, pero él no escuchaba. Siempre hallaba nuevas razones por las cuales debía casarse con él, y hacía oídos sordos cuando le decía que no estaba dispuesta. Sara comenzaba a hartarse del asunto.
Hacia el final de la tarde de un día de septiembre Sara adoptó una decisión definitiva. Pasó de una habitación a otra buscando a Lola y la encontró en la habitación del niño, limpiando la inexistente suciedad de los muebles. Sara entró y se detuvo al lado de la cuna. Tocó levemente los payasos de vivos colores y los soldados de juguete que colgaban sobre la camita, y el impulso los obligó a bailotear alegremente en el aire.
—Lola, tengo que salir de aquí —dijo de pronto.
—Querida, ¿de qué estás hablando?
—No puedo permanecer aquí más tiempo. Aitor me enloquece. Me repite constantemente lo mismo... cada vez que viene. No lo soporto más.
—No le permitiré entrar y así se terminará el asunto. Le diré que aquí no lo aceptamos.
—Sabes que no soportará eso y que el problema se agravará. Siempre me siento nerviosa temiendo que él aparezca.
—Sí, eso no es bueno para el niño.
—Lo sé, y por esto tengo que marcharme. Iré a Madrid y alquilaré un cuarto en un hotel. Encontraré un médico a quien llamar cuando llegue el momento. Pero estoy decidida. Me marcho.
—No harás nada por el estilo. No irás a Madrid... a un lugar atestado de gente que tiene tiempo sólo para ella misma... gente muy egoísta —replicó Lola, agitando el dedo frente a las narices de Sara.
—Pero es necesario que vaya... estaré perfectamente.
—Querida, no me permitiste terminar. Acepto que debes apartarte del señor Aitor. Pero no vayas a Madrid. Puedes ir con mi hermana que trabaja en Benfleet. Es cocinera en una gran propiedad que pertenece a una familia del mismo nombre que el individuo a quien tú amas.
—¿Fernández?
—Sí, pero ese Lucas Fernández no puede ser un caballero, sobre todo después de lo que hizo.
—Bien, la única familia de Lucas es su hermano, y vive en Madrid. —Sí, de modo que puedes ir y tener allí a tu hijo... creo que Mavis dijo que la residencia se llama Magnun. Y allí hay gente que puede cuidarte.
—Pero, ¿qué dirá el propietario si vivo en su casa? —preguntó Sara.
—Mavis dice que el amo nunca está... siempre viaja de un país a otro. Los criados tienen la casa para ellos y el único trabajo es conservarla en buenas condiciones.
—Pero tú mencionaste antes a Mavis. Pensé que vivía en Dovet.
—Así era, hasta hace siete meses. La antigua cocinera de Magnun murió, y Mavis se enteró por casualidad de que el puesto estaba vacante. El amo paga bien a los criados. Es un hombre muy rico. Mavis asegura que su habilidad en la cocina le permitió ocupar el cargo. Había tantas candidatas, que ella pudo considerarse afortunada de conseguir aquel puesto. Esta noche le enviaré un mensaje para informarle que tú vas allí. Después, haremos el equipaje y saldrás mañana. Querida, me agradaría acompañarte, pero esta casa se vendrá abajo si yo no estoy.
—Lo sé, pero de todos modos estoy segura de que me sentiré bien con tu hermana.
—Sí, y según dicen el ama de llaves es una persona bondadosa. Yo me ocuparé de que estes en buenas manos.
Esa noche Sara no informó a Aitor que se marchaba. Dejó a cargo de Lola la tarea de explicarle la situación.
Después de un viaje de tres días Sara llegó a fines de una tarde a la vasta propiedad llamada Magnun. Durante la última media hora, el carruaje había recorrido la propiedad de los Fernández. Sara advirtió que el lugar tenía por lo menos doble extensión que Miranda. La espaciosa mansión de piedra caliza cubierta de musgo y enredadera era una construcción lujosa.
Sara levantó el picaporte, una gran «C» de hierro, fijada a las altas puertas dobles, y llamó dos veces. Se sentía nerviosa porque iba a casa de gente desconocida, y le parecía irónico que entrase en el hogar de un hombre llamado Fernández, para tener su hijo engendrado por otro hombre llamado Fernández.
Se abrió la puerta y una mujer pequeña y madura se asomó y sonrió con simpatía. Tenía los cabellos negros con grandes mechones recogidos en la nuca, y bondadosos ojos grises.
—Usted seguramente es Sara Miranda. Pase... pase. Soy Mavis, la hermana de Lola. Me alegro muchísimo de que haya venido aquí para tener a su hijo —afirmó alegremente, mientras introducía a Sara en un enorme vestíbulo cuyo techo estaba a la altura del segundo piso,. Cuando esta mañana llegó el mensajero con la noticia de que usted venía, sentimos que la vida volvía a esta vieja casa.
—No quiero provocar molestias —dijo Sara.
—¡Tonterías, niña! ¿Por qué habría de causar molestias? Aquí hay mucha gente ociosa, sobre todo porque el amo siempre está ausente. Puede considerarse bienvenida, y permanecer todo el tiempo que desee. Cuanto más tiempo, mejor.
—Gracias —dijo Sara.
El espacioso vestíbulo estaba mal iluminado, y las paredes aparecían revestidas de antiguos tapices con escenas de batallas y paisajes. Al fondo, dos escaleras curvas, y entre ellas dos pesadas puertas dobles de madera tallada. Sillas, divanes y estatuas de mármol contra las dos paredes.
Sara se sintió sobrecogida.
—Nunca he visto un vestíbulo tan enorme. Es muy hermoso.
—Sí, la casa es así... grande y solitaria. Necesita una familia que la habite, pero no creo que viva el tiempo necesario para ver satisfecho mi deseo. Parece que el amo no desea casarse y tener hijos.
—Oh... ¿entonces, es un hombre joven? —preguntó Sara, sorprendida.
Lo había imaginado viejo y débil.
—Así dicen, y también irresponsable. Prefiere vivir en el extranjero antes de administrar su propiedad. Pero venga, usted seguramente está agotada después de recorrer el campo en su estado. La llevaré a su habitación, y puede descansar antes de la cena —dijo Mavis, mientras subía la escalera con Sara——. Sabe una cosa, señorita Sara, su hijo será el primero que nazca aquí en dos generaciones. Emma, el ama de llaves, me dijo que lady Anjanet fue la última, y era hija única.
—Entonces, ¿el señor Fernández no nadó aquí? —preguntó Sara. —No, nació en el extranjero. Lady Anjanet viajaba mucho en su juventud —replicó Mavis.
Un sentimiento de inquietud comenzó a insinuarse en Sara, pero consiguió dominarlo.
—La pondré en el ala este... recibe el sol de la mañana —dijo Mavis.
Llegaron al segundo piso y comenzaron a caminar por el largo corredor. También ahí las paredes estaban totalmente cubiertas de bellos tapices.
Sara se detuvo cuando llegó a la primera puerta. Estaba abierta, y el interior azul le recordaba su propio cuarto. Le sorprendió el tamaño y la belleza de la habitación. La alfombra y las Cortinas eran de terciopelo azul oscuro, y los muebles y el cubrecama mostraban un azul más claro. Había allí una enorme chimenea de mármol negro.
—¿Podría ocupar este cuarto? —preguntó Sara, obedeciendo a un impulso—. El azul es mi color favorito.
—Por supuesto, niña. Estoy segura de que el señor Fernández no se opondrá. jamás está en casa.
—Oh... no sabía que éste era su cuarto. No, no podría.
—Está bien, niña. Es necesario que alguien viva aquí. Hace más de un año que nadie lo habita. Ordenaré que traigan su equipaje.
—Pero... sus cosas, sus pertenencias, ¿no están aquí?
—Sí, pero es una habitación para dos personas. Le sobrará espacio.
Después de la cena, Mavis recorrió la planta baja con Sara.
Las acompañó la bondadosa ama de llaves, Emmaline Lawrance. Las habitaciones de los criados, una espaciosa biblioteca y un aula estaban en el tercer piso. jamás se usaba el segundo piso del ala Occidental, pero en la planta baja un amplio salón de baile ocupaba todo el fondo de la casa. Sara vio la cocina, un gran salón de banquetes y un comedor más pequeño a un costado de la residencia. Del otro lado, el estudio del amo y el salón.
El salón estaba hermosamente decorado en verde y blanco, y muchos retratos adornaban las paredes, Sara se sintió atraída por el principal, que colgaba sobre el hogar. Permaneció de pie frente a la imagen, contemplando un par de ojos verde mar con reflejos dorados. Era el retrato de una hermosa mujer, de cabellos muy negros que le llegaban a los hombros desnudos. La inquietud anterior de Sara se repitió, pero esta vez más intensa.
—Es lady Anjanet —informó Emma a Sara—. Era tan hermosa. Su abuela era española... de allí le vienen esos cabellos negros, pero los ojos son herencia del lado paterno de la familia.
—Tiene una expresión muy triste —murmuró Sara.
—Sí. Pintaron el retrato cuando regresó a España con sus dos hijos. Jamás volvió a sentirse feliz, pero nunca explicó a nadie la razón de su actitud.
—¿Usted mencionó a dos hijos? —Sí, el señor Fernández tiene un hermano menor, que vive en Madrid.
Sara sufrió un mareo y se desplomó en la silla más próxima.
–Se siente bien, señorita Sara? Se la ve pálida —exclamó Davis.
—No lo sé... yo... me siento un poco débil. ¿Quiere decirme el nombre de pila del señor Fernández? —preguntó. Pero ya conocía la respuesta.
—Por supuesto —dijo Emma—. Se llama Lucas. El caballero Lucas Fernández.
—¿Y su hermano es Mariano? —preguntó Sara con voz débil. —Vaya, sí... ¿cómo lo sabía? ¿Conoce al señor Lucas? —¡Sí lo conozco! —Sara emitió una risa histerica—. Voy a tener a su hijo.
Mavis contuvo una exclamación.
—Pero, ¿por qué no me lo dijo? —preguntó Emma, una expresión conmovida en el rostro.
—¡Me parece maravilloso! —exclamó Mavis.
—Pero ustedes no entienden. Yo no sabía que ésta era su casa. Mavis, usted nunca dijo a Lola el primer nombre del señor Fernández, y Lucas nunca me explicó que tenía una propiedad en esta región del país. Ahora no puedo permanecer aquí... a él no le agradaría.
—Tonterías —sonrió Emma—. ¿Qué lugar mejor que su propia casa para que nazca el hijo del señor Lucas?
—Pero Lucas no quería saber nada más conmigo. No deseaba este hijo.
—No puedo creerlo, señorita Sara... usted es tan hermosa —dijo Mavis—. El señor Fernández no puede ser tan estúpido. ¿Usted le habló del niño?
—Yo... sabía que él no deseaba este hijo, de modo que no vi motivo para decírselo.
—Si no se lo dijo, no puede estar segura de sus sentimientos —observó Emma—. No, se quedará aquí, tal como lo planeamos. No puede negarme la oportunidad de ver al hijo de Lucas Fernández.
—Pero...
—Bien, no quiero oír una palabra más acerca de su partida. Pero me encantaría saber cómo se conocieron usted y el señor Fernández.
—¡Yo también deseo conocer toda la historia! —dijo Mavis.
Sara contempló el retrato de lady Anjanet. ¡Qué notable parecido entre Lucas y su madre!
Pocas semanas después, comenzaron los dolores de Sara. Sintió los primeros espasmos leves mientras daba su paseo matutino por los amplios jardines que se extendían detrás de la casa.
Emma acostó inmediatamente a Sara, puso a calentar agua y llamó a Mavis, que tenía experiencia en partos. Mavis permaneció al lado de Sara y le aseguró que todo estaba bien. Las horas pasaron lentamente, y Sara tuvo que apelar a toda su voluntad para contener los gritos de dolor.
El parto duró catorce largas horas. Con un esfuerzo definitivo Sara echó a su hijo al mundo y se vio recompensada por un llanto vigoroso.
Sara estaba agotada, pero sonreía satisfecha.
—Quiero ver a mi hijo —murmuró con voz débil a Emma, que estaba junto a la cama y parecía tan fatigada como Sara.
—Apenas Mavis termine de lavarlo, podrá verlo. Pero, ¿cómo sabía que era niño?
—¿Acaso el hijo de Lucas Fernández podía ser otra cosa
*Bien, que causalidad que la casa sea de Lucas, no? Y aitor, que cansino el pollo!!!!! jejejeje
Voy a programar un capi por dia, sobre esta hora... espero que os guste tanto como a mi.
besotes
3 comentarios:
Gracias corazón, eres un ángel.... menos mal que las cosas se van arreglando ¿verdad?... digo yo que Lucas tendrá que ir alguna vez a su propiedad para comprobar que todo marcha bien... y en cuanto al "pollo"... que lo escabechen de una vez...jajaja
Muchos besos gordos, gordos.
María A.
Gracias por la continuación.
Así que el niño nace en su casa, como debiera ser.
Y estoy de acuerdo con María, Lucas tendrá que ir a controlar sus propiedades.... y a desconectar para olvidarse de Sara, que seguro que la echa de menos en la tienda.
Aitor, para variar.... (uy, si confundo el relato con la serie jajajaja ) un cansino.
Un beso.
Adriana.
Con retraso pero estoy Himara jajjajjaj oseasé jajaj que se ha metido sin sabérlo en la guarida del oso no? jajajja Aitor no habrá dejado de incordiarla, que persistente es un rato largo, a ver si aparece el Señor de la casa yaaaaaaa!!!!
Besitos y continuo...
Ayla.
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