Una brisa fresca acarició el rostro de Sara y jugó con su vestido de ancha falda mientras ella permanecía en cubierta, aferrada a la baranda del buque. Miró su vientre prominente y sonrió cuando sintió el golpe del niño. Sus movimientos se habían hecho perceptible durante el último mes y a Sara la complacía sobremanera esa experiencia.
Ya hacía más de una hora que estaba en cubierta. Los pies le dolían terriblemente, pero no deseaba regresar a su camarote con su ambiente sofocante... sobre todo ahora que tenía enfrente las costas de España.
El viaje se había desarrollado con tal rapidez y ella había estado tan atareada que tenía la impresión de que hubiera sido ayer que se había despedido de Gonzalo. Sara había llorado un poco y había recordado a su hermano que cinco meses más tarde también él abordaría una nave para volver a España. Había besado y abrazado a Kareen, que había venido con Gonzalo para despedirla.
—Cuídate y cuida al niño —había dicho Kareen y después también ella se había echado a llorar.
Era una límpida y hermosa mañana de principios de verano en España. Los pasajeros se agolpaban contra la baranda, felices porque al fin había concluido el viaje.
Sara se palmeó el vientre y murmuró apenas, de modo que nadie pudiese oírla:
—Pequeño Lucas, pronto estaremos en casa... sí, muy pronto.
Sara consiguió fácilmente un carruaje que la llevó a la Residencia Miranda. Viajaban sin prisa y durante la noche se detuvieron en una cómoda taberna para no poner en peligro la condición de Sara. Pero a ella no le importaba. Contemplaba el bello paisaje español, y miraba todo ansiosamente mientras salía de Madrid y se encaminaban hacia Valencia.
Hacía tanto que no veía una campaña tan fértil. Pasaron entre bosques frondosos y campos abiertos cubiertos de flores silvestres de todos los colores. Pasaron frente a granjas rodeadas de cultivos y atravesaron aldeas pequeñas y encantadoras. La España rural. ¡Cómo le encantaba!
Al anochecer del día siguiente, el carruaje se detuvo frente a la hermosa Residencia Miranda. Los faros encendidos a ambos lados de las grandes puertas dobles iluminaban con luz acogedora el sendero. Sara abrió la puerta del carruaje, porque no deseaba esperar ni un segundo más.
—¡Un momento, señora! —gritó el conductor, que se descolgó del pescante. Se acercó a la puerta y ayudó a descender a Sara—. Es necesario pensar en el niño.
—Disculpe. ¡Hace tanto tiempo que no estoy en casa! Además, estoy acostumbrada a arreglarme sola.
—Tal vez sea así, pero...
Se abrieron las grandes puertas dobles y apareció Berto Gonzason. —¿Quién viene a estas horas de la noche? —preguntó cautelosamente. Sara volvió la cabeza de modo que la iluminase la luz y Berto la miró incrédulo—. ¿Es usted, señorita Sarita? ¿Realmente es usted?
La joven rió y abrazó al hombrecito. —Soy yo, Berto, al fin en casa.
—Oh, qué agradable verla otra vez, señorita Sarita. ¿Y también el amo Gonzalo regresó a casa?
—No, volverá dentro de unos meses. Pero yo deseaba llegar antes... para tener aquí a mi hijo.
—¡Un hijo! Sí, se la ve bastante adelantada bajo la capa. —¿Quién es, Berto? —llamó Lola desde la puerta. —Es la señorita Sara. Regresó a casa antes de lo esperado. Y puedo decir que ha venido sola —agregó con expresión desaprobadora.
—¡Mi niña! —exclamó Lola. Descendió de prisa los peldaños y abrazó a Sara. Después, retrocedió un paso, en el rostro una expresión de sorpresa—. Mi niña tendrá también un niño. Oh, Dios mío, cuánto esperé este momento. Pero, ¿por qué no escribiste a tu vieja niñera para decírselo?
—¿Y habrías podido leer mi carta? —bromeó Sara.
—No, pero alguien me la habría leído. Ahora, entra en la casa querida. Tendrás que explicar algunas cosas y podrás hacerlo mientras tras bebes una taza de café —dijo Lola y miró a Berto por encima del hombro—. Entra el equipaje de la señorita Sara y ofrece algo de comer al conductor antes de que se marche.
En el vestíbulo bien iluminado Sara se sintió agobiada por los alegres saludos del resto de la servidumbre. Poco después, Lola los despachó a todos con una serie de órdenes: traer café, preparar comida, calentar el agua del baño y desempaquetar el equipaje.
Sara retrocedió un paso y se echó a reír.
—No has cambiado nada, Lola. Quizás unas pocas canas más, pero por lo demás eres la misma.
—Sí... por tu culpa tengo más canas... por esos vagabundeas en tierras de paganos con tu hermano. Creí que enloquecía cuando el amo Gonzalo ordenó que enviasen el resto de tus cosas. Y después, ni una palabra de ninguno de los dos. Ha pasado casi un año —se quejó Lola.
—Lamento no haber escrito, Lola. Pero lo comprenderás cuando te explique algunas cosas.
—Bien, espero que hayas tenido buenas razones para preocupar a tu vieja niñera. Pero mira, te tengo aquí, de pie en el vestíbulo... y en ese estado. Ven, siéntate –dijo Lola con expresión hosca mientras la conducía a la sala.
Después de quitarle la capa y el bonete, los grandes ojos pardos de Lola se fijaron en el vientre de Sara.
—¿Cómo es posible que el amo Gonzalo haya permitido que viajases sola? ¿Y dónde está tu marido... no me dirás que tuvo que quedarse en esa tierra de paganos? –preguntó Lola, sentada al lado de Sara en el diván revestido de brocado dorado.
Sara se recostó en el respaldo y suspiró hondo.
—Gonzalo aceptó que yo viniera sola a casa para tener al niño. De lo contrario, hubiera sido necesario permanecer en Egipto hasta que mi hijo tuviese edad suficiente para viajar. Y con respecto a mi marido... no lo tengo. jamás...
—¡Oh, mi pobre niña! Tu hijo todavía no nació, y ya eres viuda.
—No, Lola... no me has permitido terminar. No tengo marido porque jamás me casé.
—¿No te casaste? ¡Oh, Dios mío! —Lola comenzó a llorar.—¡Oh, mi niña! En tu vientre tienes un bastardo... Oh, seguramente sufres mucho. ¿Por qué el amo Gonzalo permitió que te ocurriese esto? —gimió la anciana—. ¡Oh... el maldito que te hizo esto... que mil demonios lo... !
—¡No! —gritó Sara—. jamás digas nada contra él... ¡jamás! Amo al padre de mi hijo. Siempre lo amaré. Y criaré y amaré a mi hijo. ¡No me importa que sea bastardo!
—Pero señorita Sarita... no comprendo. ¿Por qué no te casaste? ¿Ese hombre está muerto?
Sara comprendió que pasaría mucho tiempo antes de que pudiese acostarse aquella noche. Se acomodó mejor y relató la historia completa a Lola; incluyó todo lo que no había dicho a Gonzalo. Comenzó hablando de la primera vez que había visto a Lucas en el baile de Madrid y concluyó explicando cómo había sabido que estaba embarazada y hablando de sus planes de regreso a casa.
Lola lloraba y sostenía abrazada a Sara.
—Oh, mi niña... cuánto ha sufrido. Si por lo menos hubiese podido estar allí para ayudarte. Y todavía digo que Lucas Fernández es un bandido... haberte apartado así...
—No, Lola, Lucas tenía sus motivos. Eran motivos egoístas, pero de todos modos no lo critico. Sólo abrigo la esperanza de que se sienta feliz con Neva, porque yo soy feliz con mi hijo —replicó Sara.
—Sí, tal vez te sientas feliz, pero aún así también se te ve triste, porque has amado a un hombre y después lo has perdido en tan poco tiempo. Lo siento, amor... de veras lo siento. Pero ahora debo llevarte a la cama. Te estás durmiendo. Debería avergonzarme de mí misma por retenerte aquí a estas horas. Pero mañana puedes dormir todo lo que desees. Ordenaré a los criados que no te molesten.
Arriba, en el cuarto de Sara, Lola la ayudó a quitarse el vestido y a ponerse un amplio camisón. La gran bañera llena de agua que estaba frente a la chimenea de mármol azul se había enfriado mucho tiempo antes; pero de todos modos Sara estaba demasiado fatigada para bañarse.
Sara examinó su viejo cuarto mientras Lola ordenaba el resto de las cosas. Le agradaba ese cuarto y lo había elegido porque la complacían los tonos azul oscuro que prevalecían en el decorado.
¡Oh, pero qué grato era volver a casa y encontrar las cosas y a las personas entre las cuales había crecido y a las que amaba!
Sara se acostó y se cubrió el cuerpo con las mantas. Ya estaba dormida cuando Lola la besó en la frente y salir en silencio de la habitación.
Por lo menos la niña defiende a su hijo a capa y espada!!!! Y lucas, que demonios pasa con el?
3 comentarios:
Himara..... gracias por seguir el relato tan pronto.
Yo me pregunto lo mismo.... ¿ Qué pasa con Lucas ? Supongo que sabremos si la separación fué realmente idea de Lucas o simplemente Jimil tuvo mucha iniciativa.
Un beso.
Adriana.
Eso digo yo... Lucas se ha quedado de brazos cruzados??? No me lo puedo creer.. además Sara todavía no está en casa porque su CASA es él. No nos hagas sufrir demasiado y a ver si vemos al morito Lucas salir en busca de su amada.
Gracias por todos estos relatos tan seguidos... qué gusto da leerlos.
Besitos.
María A.
Aún no apareció? esto no puede ser!!! que el niño va a nacer sin estar el padre ahí!!! no me vengas ahora en que la niña busca consuelo en Aitor... que no está el horno pá bollos jajajjaajj
Menos mal que tiene a la nany Lola para los mimitos, claro que... no vendrian mal los del moro jajajaajj
Al próximo contamos con él? ayyyy más te vale....
Un besote.
Ayla.
Publicar un comentario