Los dos días sucesivos, los que faltaban para marcharnos de Madrid transcurrieron pronto y sin muchas anécdotas que reseñar. Tanto Carlota como yo andábamos como locas terminando de preparar las maletas y decidiendo que pocos objetos personales nos íbamos a llevar. Estábamos en pleno verano, acabábamos de celebrar el día de San Antonio, así que la ropa era ligera y por tanto el equipaje también. El día de nuestra partida, en casa todo eran lágrimas contenidas y buenos deseos a la par que recomendaciones. Mi padre, instado por mi madre y por mi abuelo y no sin discutir, al final, accedió a no llevarnos en coche. Me daba repelus solo el imaginarme llegando a la academia de la mano de mi padre. Lo veía con su carácter afable y bonachón presentándose a los profesores y alumnos como quien coincidía en unas vacaciones concertadas; pidiéndoles de camino que se ocuparan de mí y me tuvieran en consideración. Me horrorizaba pensarlo y me temblaban las piernas imaginando la escena, aunque no me pasaba a mi exclusivamente; Carlota también tenia pesadillas con esa escena y nos reíamos juntas de ella, acostadas en mi cama la noche previa de marcharnos de San Antonio.
Mariano, mi padre y mi madre nos llevaron a la estación. Esta estaba lleno de jóvenes que como nosotras iban a intentar convertirse en miembros de la fuerza y seguridad del Estado. Había de todo, pequeños grupos que charlaban animadamente, familias enteras despidiendo a sus hijos como si se fueran a la guerra, jóvenes solitarios que miraban perdidos a todas partes y algunos chulitos y autosuficientes que ponían cara de sabérselas todas. Era una fauna.
Después de comprar los billetes nos sentamos en una cafetería atestada de gente a la espera de que nos avisaran, por megafonía, que podíamos subir al tren.
Contrariamente a lo que se pudiera pensar, ya que ellos mismo habían vivido la experiencia que nosotras íbamos a afrontar ahora, o quizás por ese motivo, Mariano y mi padre estaban nerviosos, casi histéricos. Sorprendentemente era mi madre quien intentaba calmarlos a ambos, por algo era hija de policía, esposa de policía y hermana de policía. Ellos no dejaban de darnos consejos y recomendaciones. Nada fuera de lo común hasta que mi padre muy serio nos dijo…..
-Sara, Carlota intentad ir de legal y hacer todo bien pero si en algún momento os veis metidas en algún lió no dudéis en poner ojitos, sonreír y decir confiadas… yo no he sido, estaba si cuando llegue! Os aseguro que a Mariano y a mi nos saco de unos cuantos apuros.
-Claro, como nosotros teníamos cara de tontos!!!!! Siempre se las cargaban los chulitos de turno!!!!! Muy buen consejo Paco, si señor -alababa Mariano a mi padre mientras yo lo miraba, aguantándome la risa, y lo imaginaba amarillo y con tres pelos cual Homer Simpsom. Era tan de ese personaje el consejo!
En definitiva seguimos charlando un rato hasta que por la megafonía de la estación avisaron de la llegada del tren. Nos despedimos, por cuarta o quinta ves, y nos subimos las dos, nerviosas, arrastrando nuestros trolleys.
El viaje fue tranquilo. Salimos de Chamartín y en 1 hora y 30 minutos llegamos a Ávila, donde nos esperaba un autobús. En apenas tres horas ya estábamos en la academia.
Antes que nada teníamos que mirar donde estaban nuestras habitaciones. Con un poco de suerte a Carlota y a mi podría, si el reparto era por donde alfabético, tocarnos juntas; nuestros apellidos Miranda y Moreno iban seguidos uno de otro así que era muy probable que eso pasara. No acercamos juntas al tablón donde mucha gente ya se arremolinaba a mirar una lista donde rezaba el reparto de habitaciones. Pasados cinco minutos, por fin nos divisamos. Nuestros nombres estaban juntos, nos había tocado la habitación 118 junto a otras dos chicas; Susana Mingote y Mercedes Montalbán, aunque esta último nos insistió para que la llamáramos Sophie. No hubo problemas en repartirnos las literas; Carlota y yo en una y Susi y Sophie en la otra. Entre risas y bromas colocamos nuestras cosas. Estuve segura desde ese momento que las cuatro nos íbamos a llevar muy bien. El primer día no había horarios estrictos, como pudimos comprobar que iban a ser las cosas a partir del día siguiente. El primer día era como una toma de contacto. Era para que nos habituáramos a nuestros compañeros y a la residencia. Tras acomodarnos, como a medio día o así, en la megafonía nos avisaron de la ubicación de la cafetería-comedor.
Salimos de la habitación las cuatro y yo, en mi afán por seguir hablando, me puse frente a ellas y camine de espaldas un par de metros, iba tan ensimismada en la conversación que no me di cuenta del tio que salía de un despacho hasta que tropecé con el que evitando que yo cayese al suelo me agarro por los brazos y ahí, mirando sus profundos ojos marrones que me hipnotizaron al instante... tanto como para sentirme mareada, paso….
El ruido de la residencia y sus muchos estudiantes ceso. Ya no estaba de pie en medio de un pasillo lleno de gente, si no en medio de una glorieta en un bello jardín. Baje la vista y me mire a mi misma. Mis vaqueros habían desaparecido y llevaba un vestido malva llenos de encaje y puntillas… un vestido? Y el hombre con que había tropezado vestía una levita verde encima de una camisa blanca, un pantalón blanco ajustado y botas negras.
-Cuidado!!!!! -me dijo mientras todavía me mantenía abrazada a el
Bruscamente me solté de sus manos y el ruido incesante de voces volvió a aparecer. Por un instante volví a mirarlo a los ojos y tuve la certeza de que no eran la primera vez que los veía. Sentí como si una mano invisible me apretase las entrañas y como el corazón latía raudo en mi pecho.
-Lo.. lo… lo siento, no me fije por donde…. -el me miro durante unos pocos segundos hasta que reacciono.
-Pues la próxima vez fíjate guapa. -parecía realmente enfadado- No puedes ir arrollando a la gente así. Joder,
-Te he dicho que lo siento -repetí empezando a enfadarme.
-Lo sientes? Y ya esta…? –sentia la mirada de mis compañeras flipadas ante la escena y la actitud de idiota ese- Por que te disculpes crees...
-Mira tio… te he pedido disculpas, vale? He tropezado contigo por que no iba atenta y te he dicho que lo siento….. que mas quieres? Que me corte las venas?
Dicho esto, Me di la vuelta y sin mediar mas palabras, sin esperar respuesta ni mandao; Y ante la atónita mirada de mis compañeras, y de el, salí casi corriendo de allí. El tipo era un imbecil, maleducado y borde. En vez de dirigirme a la cafetería volví a la habitación. Necesitaba recuperarme de lo que habia visto. Exactamente no sabía lo que me había pasado. Había tenido una alucinación? un viaje en el tiempo hasta el siglo XVIII o XIX? De verdad me había visto en una glorieta vestida de Sissi emperatriz? Me moje la cara en el baño intentado aliviar un poco la sensación de desconcierto. Y mientras me la secaba, con Carlota tocando a la puerta, llegue a la conclusión de que las biodraminas con el estomago vació eran como un cóctel Molotov.
1 comentario:
lucas, sara, no podeis evitarlo....en esta vida y mil mas que hubiera estais predestinados.....y si lo dicen himara y laurys, amen!!! rayma.
pd: en lucha constante con el blogger......
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