El blog de Lucas

Tantos años con Paco y Mariano, trabajando y viviendo codo con codo, durante casi las 24 horas del día tenían que, tarde o temprano, dejarme secuelas. Solo era cuestión de tiempo ¿Cuántas veces habré acompañado a los dos a la consulta de un matasanos para que le contaran su vida? Pues no me habré reído yo de ellos y les habré llamado…… vamos, que nunca habría pensado que yo pudiera llegar a necesitarlo. Pero ahora, que estoy aquí en la cárcel, he comprendido porque lo hacían: solo necesitaban desahogarse, solo eso. Así que ahora estoy yo haciendo el panoli frente a un ordenador, contándole mi vida a ¿una máquina? Quién me lo iba a decir a mí joder. Bueno, al menos me sale gratis.
Y es que aquí el tiempo es eterno. Los días duran 48 horas cada uno y las horas……las horas tienen mil minutos. No dejo de pensar en todo lo que podría hacer estando fuera, lejos de estas cuatro paredes.
Paco vino a verme, y al final, cuando ya se iba, se lo dije. Que Sara no quiere hablar conmigo. No sé por qué se lo dije. Supongo que es lo único que me queda. Que él, que puede verla y hablar con ella, le haga entender lo que me está pasando.
¿Quién me iba a decir que Paco, que durante tanto tiempo fue el palo en la rueda de lo nuestro, ahora se iba a convertir en mi consejero? Joder, lo que cambian las cosas. Lo que cambian las personas. Lo que he cambiado yo. Espero que haga algo, que entienda que él es lo único que tengo para no perderla del todo.

Hablé con Carlota por teléfono. Es increíble como conociéndola apenas desde hace un par de meses, puede ser tan…. tan mi hermana, tan Fernández. Estoy tan orgulloso de ella. Me conoce tan bien. Le conté lo de Sara. No pretendo meterla en medio, solo quería contárselo a alguien. Dice que quizás Sara no me merece, pero ella no sabe toda la historia. No sabe que nos merezcamos o no, Sara y yo estamos hechos el uno para el otro.

Se acabó de nuevo la clase de informática. Otra vez al patio a correr con esos patanes. Espero que Bovedilla espabile un poco y pronto podamos salir de aquí. Por lo menos antes de que me cargue al coñazo de mi suegro. Creo que finalmente saldrá de aquí pronto, ha entrado en razón y sabe que no tiene la culpa de la muerte de Ruth. Me alegro de que se vaya, pero… estando él no me sentía tan solo y sentía que mi familia, los Miranda, estaban más cerca de mí.