El patio era un lugar hermoso, pensó, sentándose al borde de la fuente y sumergiendo una mano en el agua fresca. Era de forma rectangular, rodeado por las cuatro paredes de la casa grande. El frente de la casa tenía dos plantas; Sarita podía ver los balcones adornados con buganvillas. Las otras tres alas de la casa eran de una sola planta y parecían mucho más anchas de lo que eran porque los tejados habían sido ensanchados para crear las frescas arcadas que servían como pasadizos por la casa.
El patio estaba en silencio, quebrado por el tranquilizador susurro del agua de la fuente. La luna desapareció antes de que el sol pasara a ocupar su lugar en el cielo. Las estrellas ya no brillaban y el aire se había vuelto fresco, como sucede siempre antes del amanecer. Nadie se movía todavía, ni siquiera los criados. En una oportunidad, Sarita creyó oír el canto de un gallo, proveniente de alguna de las casas de adobe, cerca de la hacienda.
Más tarde, nunca supo qué la hizo mirar por encima del hombro. ¿Acaso él hizo algún ruido cuando entró en el patio y la vio sentada allí? ¿O fue la intuición lo que la hizo volverse? Cualquiera que fuera la razón, cuando giró la cabeza vio a Lucas Fernandez de pie en la penumbra, observándola fijamente.
Estaba entre las sombras y era una presencia más que una forma real, pero Sarita lo reconoció de inmediato. No fue su altura ni el ancho de sus espaldas lo que le permitió identificarlo, pero sí la amenazadora inmovilidad de un animal a punto de atacar que él adoptaba. Sin decir una palabra, se miraron con intensidad. Sarita sintió el corazón latiéndole en la garganta y los latidos eran tan fuertes y dolorosos que creyó que se desmayaría.
Lucas permaneció en las sombras, sin esforzarse por aliviar la tensión que de pronto había cargado el silencio. Sin poder moverse ni emitir sonido alguno, Sarita permaneció allí, petrificada, escudriñando la oscuridad para ver si realmente se trataba del hombre que le revolucionaba los sentidos.
Desde su ubicación al borde de la fuente, logró distinguir la forma viril y un leve aroma a tabaco llegó hasta ella. Sus instintos le advertían que escapara, y sin embargo no podía hacerlo; parecía estar adherida a la fuente. "¿Cuánto, cuánto tiempo durará este terrible momento?", se preguntó, al borde de la histeria.
Lucas arrojó el cigarro que fumaba y salió de debajo del arco que lo había protegido. Permaneció allí, visible ahora en la primera luz de la madrugada.
La primera impresión de Sarita fue que él no había cambiado demasiado en esos cuatro años; los ojos negros seguían vacíos como siempre, aunque creyó detectar un dejo de asombro furioso como antes, y el cuerpo atlético y musculoso seguía siendo tan viril como aquella noche en el baile de los Costa. Pero había un cambio definido en él: los ojos parecían estar más vacíos, la curva de la boca más cínica.
Las dos oportunidades en que Sarita lo había visto antes -y se sorprendió al darse cuenta de que a pesar de la profunda impresión que había hecho sobre ella, sólo lo había visto dos veces- Lucas había estado vestido con la ropa que correspondía a un hombre aristocrático y elegante. Pero ahora no. Ahora se asemejaba realmente a un renegado: la sombra de una barba le oscurecía la mandibula, las caquneras negras y gastadas se adherían a sus piernas musculosas; la camisa de algodón azul era la que usaban todos los vaqueros. Una chaqueta negra corta y cubierta de polvo se ajustaba a sus hombros anchos y el ancho cinturón de cuero con cartuchera le daba la apariencia de un bandido.
Lucas comenzó a acercarse a ella sin prisa y al ver las facciones frías e inexpresivas, la parálisis de Sarita se disipó y ella pudo ponerse de pie. Casi se sentía feliz de que hubiera terminado la espera, la incertidumbre. Cualquiera que fuera el vínculo entre ellos, ahora quedaría definitivamente roto.Lucas avanzó con lentitud y arrogante elegancia, deteniéndose a unos treinta centímetros de ella. La contempló con descaro, asimilando el espectáculo que presentaba con la bata delicada, los ojos verdes, algo temerosos y desafiantes a la vez. Observó el subir y bajar de los senos pequeños por la respiración agitada. Los ojos negros recorrieron con insolencia el rostro de Sarita, deteniéndose un instante infinito en la boca antes de bajar hacia el cuello pálido, donde el pulso latía enloquecidamente.
-Princesa -dijo con lentitud, arrastrando las sílabas como si hasta ese momento no hubiera estado seguro de la identidad de ella. Sarita tragó con dificultad, deseando poder responder algo que disminuyera la tensión entre ellos. Pero parecía tener el cerebro y la lengua congelados y permaneció allí, casi temblando por la fuerza de las emociones turbulentas que la atravesaban. Había esperado el nerviosismo y el temor, pero no había estado preparada para la excitación que la hizo vibrar y la loca alegría que sintió al ver esas facciones morenas y arrogantes otra vez. Lucas esperó a que ella respondiera, pero cuando transcurrieron varios minutos y Sarita no abrió la boca, murmuró:
-¿No tienes nada que decir? Quizá sea mejor así, porque creo que te advertí que te mantuvieras lejos de mí ¿verdad?
Ella recuperó la voz y balbuceó:
-Pe... pero yo... no es que... yo no... -Se detuvo, respiró hondo y dijo con sinceridad:- ¡No tenía idea de que usted estaría aquí! ¡Tiene que creerme! Si Aitor lo hubiera nombrado aunque fuera una sola vez, nosotros jamás habríamos...
Se interrumpió bruscamente cuando Lucas se movió con la velocidad de una pantera y la tomó de un brazo. Frunció el entrecejo y entornó los párpados mientras decía con desconfianza:
-¿Aitor? ¿Qué tiene que ver Aitor contigo? -En ese mismo instante comprendió y apretándole el brazo con mano de acero, la acusó:- ¡Eres tú la mujer que conoció en el barco! Por supuesto, tenías que ser... ¡su "ángel" no es otra que la ramera que conocí en Nueva Orleáns hace cuatro años! ¡Qué coincidencia tan desafortunada para ti, princesa! Sarita abrió la boca para protestar, pero Lucas no le dio la oportunidad de hacerlo. Apretándola contra su cuerpo fuerte, la amenazó en voz baja-:¡Deja a Aitor Carrasco en paz, princesa! ¡Tiende tus redes sobre alguien que entienda qué clase de mujer eres, pero deja a ese chico en paz! ¿Me entiendes?
-Pero si yo no... -Sarita comenzó a decir, pero Lucas no la dejó seguir hablando. La sacudió con violencia y rugió:
-¡Cállate! No tengo deseos de escucharte ni tampoco paciencia para hacerlo. Sin duda todo tipo de mentiras caerán de tus dulces labios. No sé qué estás tramando, pero una cosa es segura: ¡Te marcharás de aquí!
La impresión que le había causado verlo tan inesperadamente comenzaba a desaparecer y Sarita descubrió que estaba furiosa ante la arrogancia con que él pretendía dirigir su vida. Trató de zafarse de los brazos de Lucas, pero sólo logró que él la apretara con fuerza, lastimándole la piel.
-¡Suéltame, bestia arrogante! -susurró, indignada-. ¡Cómo te atreves a hablarme de esa forma!. ¡Aitor nos invitó a mi marido y a mí a que nos quedáramos unos días! Tus padres, a diferencia de ti, han sido de lo mas amables con nosotros y me niego a quedar mal con ellos sólo porque tú lo exiges! -Respirando entrecortadamente, prosiguió:- ¿Crees que si hubiera sabido que tú estabas emparentado con Aitor hubiera aceptado su invitación? -Emitió una risa ahogada y amarga.- ¡Eres la última persona a quien desearía encontrar! ¡Te detesto, Lucas Fernandez! ¡Eres un villano presumido e insufrible!
Lucas esbozó una sonrisa y murmuró:
-¡Qué bien lo haces, princesa! Toda esta representación es tan sincera que si yo fuera un incauto me sentiría inclinado a creerte. -La sacudió con dureza y agregó:- Olvidas, querida, que te conozco por lo que eres.
-¡No me conoces en absoluto! -replicó Sarita, con los ojos relampagueantes de furia-. ¡Y por la forma en que te has comportado las pocas veces que te he visto, puedes estar seguro de que no tengo ningún deseo de seguir encontrándome contigo! Ahora suéltame o me veré obligada a causar un escándalo que resultará muy embarazoso para ambos.
-¿Embarazoso? ¿Para mí? Princesa, creo que debes haber olvidado lo poco que aprendiste sobre mí hace cuatro años. Jamás -terció con engañosa suavidad - me siento abochornado. Si quieres gritar y despertar a toda la hacienda, hazlo, de todas maneras. Además siento curiosidad por conocer a este marido tuyo; parece ser un caballero muy complaciente.
Sarita se mordió el labio con indecisión. Deseaba locamente armar un escándalo de proporciones gigantescas para que Lucas perdiera su seguridad, pero por otra parte, la aterrorizaba el alboroto que se produciría. Pero lo que más temía era un enfrentamiento entre Lucas y Philliphe. Sin embargo, estaba tan enfurecida por la conducta de él, que deseaba hacer algo totalmente fuera de lo normal en ella, deseaba golpearlo y arañarle el rostro. La cautela se impuso -por esta vez- y Sarita se limitó a decir con voz temblorosa de ira:
-Deja a mi marido fuera de esto, ¿quieres? ¡No tienes derecho a suponer nada respecto de él! ¡No es complaciente! Es un hombre muy bueno, un caballero. Algo que tú nunca podrías ser.
Los ojos negros no se movieron del rostro de ella, pero una ceja oscura se arqueó con sardónica incredulidad:
-¡Qué defensa tan vehemente! Si no estuviera al tanto de tus sutilezas, princesa, encontraría tus palabras admirables, pero tal como son las cosas, sólo me resultan un patético ardid.
Perpleja, Sarita repitió:
-¿Ardid? No sé a qué te refieres.
Lucas esbozó una sonrisa helada.
-Aitor es la única persona que me preocupa en este momento, no tú marido, así que no trates de cambiar de tema.
-Pero tú -exclamó Sarita con vehemencia-, ¡tú has sido el que ha metido a Philliphe en esto, no yo!
-Es posible, pero no importa. Lo que sí me importa es tu relación con mi primo. ¡Si tu marido está dispuesto a que te pavonees con tu último amante delante de sus narices, es asunto suyo! ¡Pero cuando esa última aventura involucra a Aitor, el asunto se vuelve de mi incumbencia!
Sin poder contenerse Sarita lo provocó:
-¿Acaso Aitor es tan débil que no puede defenderse de una mera mujer?
La presión que ejercía la mano de Lucas sobre el brazo de Sarita se volvió aun más dolorosa.
-No me provoques, princesa -dijo, apretando los dientes-. He cabalgado muchos kilómetros para llegar hasta aquí y estoy cansado. No tengo ánimos para intercambiar comentarios insolentes contigo.
-¡Entonces no los hagas! -replicó ella al instante, preguntándose con pesar cómo hacía él para despertar con tanta facilidad la tigresa que parecía tener ella en su interior y a la que no conocía. ¿O acaso la tigresa era la verdadera Sarita, libre de los asfixiantes preceptos que había practicado toda su vida? Era una idea incómoda y por cierto que no iba a ponerse a explorarla ahora, pensó con fastidio. No, ahora necesitaba toda su presencia de ánimo sobre todo porque había tomado conciencia de que existía un nuevo y perturbador elemento en el conflicto entre ellos. Increíble e insidiosamente, la atracción sensual de ese cuerpo firme y musculoso comenzaba a turbarla, haciéndole recordar, en contra de su voluntad, las caricias de esas manos y esa boca sobre sus senos.
Lucas sintió de inmediato el cambio inesperado en la atmósfera. Sus ojos volvieron a posarse sobre la boca suave tan cerca de la suya. Era muy consciente del hecho de que la bata de encaje era casi la única barrera entre él y el cuerpo sedoso y tibio que le había causado tantas noches de insomnio antes de que pudiera arrancarlo de su mente. Furioso porque ella había vuelto a aparecer en su vida y sintiendo una extraña violencia por el hecho de que ella era el "ángel" de Aitor, le torció un brazo detrás de la espalda y rugió con ferocidad:
-Deja de discutir conmigo, mujerzuela, y escúchame. ¡No me importa qué excusa tengas que dar ni si parecerás grosera o no, pero tú y tu complaciente marido os marcharéis, de aquí hoy mismo!
Quizás acercar tanto ese cuerpo suave al suyo no fue lo más prudente que pudo hacer. Con los senos de ella rozándole el pecho y las piernas delgadas presionadas contra las suyas, Lucas no pudo reprimir la oleada de deseo que lo sacudió. Era una locura, pensó con rabia. Sabía que tenía que alejarla de él, pero no podía hacerlo. Maldijo en voz baja y cediendo a la tentación, inclinó la cabeza para besarla.
Sarita presintió el cambio en él y luchando tanto contra ella misma como contra Lucas, trató de evitar el beso de él, pero estaba atrapada e indefensa contra la boca sedienta que exploró la de ella excitándola aun a pesar de que la enfurecía. El poco control que tenía sobre sus nervios se evaporo y como una gata enjaulada, comenzó a luchar y a retorcerse, golpeando los puños contra el pecho de él en sus esfuerzos por escapar. Lucas la sujetó con más fuerza, mientras le besaba el rostro, dejando huellas de fuego.
-Princesa, princesa -murmuró contra el cuello de Sarita, siguiendo con la lengua la línea de una delicada arteria azul que latía alocadamente-. Te lo advertí en Nueva Orleáns, ¿no es así? Recuerdo que te dije que te mantuvieras lejos de mi territorio y que si te metías en mi vida, te trataría como te lo merecías. No quisiste prestarme atención, ¿verdad?
Sarita quedó rígida entre sus brazos.
-¡Escúchame! ¿Quieres? -exclamó, indignada-. ¡No te he seguido hasta aquí y no tenía idea de que Aitor era pariente tuyo! ¿Realmente crees que te habría buscado voluntariamente después de cuatro años? ¿Por qué clase de tonta presumida me tomas? -preguntó con desdén- No soy ni he sido jamás el tipo de mujer que crees. ¡Tu esposa urdió un plan para que me encontrara con Curtis! Y si quisieras dejar de estar tan ansioso por creer lo peor de mí, podría explicarte exactamente qué sucedió aquella tarde.
Al principio, Lucas pareció escucharla con atención y Sarita creyó que por fin el horrible malentendido se aclararía. Pero en cuanto mencionó esa tarde fatídica, el rostro de él se cerró y un brillo sarcástico apareció en sus ojos. Sacudió la cabeza y dijo con una sonrisa amarga:
-No, princesa. No lo hagas. Ese tema está tan muerto como Ruth, y no quiero volver a tocarlo... ¡nunca!
Sarita respiró hondo mientras una horrible sensación de derrota se apoderaba de ella. El se mostraba tan implacable, tan decidido a no creer, que Sarita comprendió con tristeza que era inútil insistir. Concha tenía razón: Lucas jamás aceptaría la verdad. Luchando contra unos inexplicables deseos de llorar, dijo en voz baja:
-Muy bien. Si no quieres escuchar, si estás tan empecinado en no creerme, entonces realmente no tenemos nada más que hablar. En consecuencia, te agradecería que me permitieras regresar a mis habitaciones.
-Por cierto. Iba a sugerir que pasáramos a tu habitación o a la mía para poder terminar lo que hemos comenzado aquí. -Con una sonrisita torcida, agregó:- Poco de lo que pueda hacer escandalizaría a mi familia, pero despertarse y encontrarme haciendo el amor con una de sus huéspedes en medio del patio podría sacudirlos un poco.
Sin poder creer que había escuchado bien, Sara lo miró con creciente aprensión.
-¡No querrás decir...! ¡No quiero...! -Recuperando algo de su presencia de ánimo, finalmente logró decir:- ¡Señor, si cree que tengo intención de permitirle las libertades que se tomó en Nueva Orleáns, está muy equivocado! ¡Mi intención es regresar a mis habitaciones sola! ¡No quiero ni necesito su compañía!
Lucas sonrió, pero la sonrisa no se reflejó en los ojos negros.
-No, señora, es usted la que está equivocada. Hace mucho tiempo que no estoy con una mujer y considerando la facilidad con que reparte sus favores... ¿qué podría significar un hombre más?
Sin detenerse a pensar en las consecuencias de lo que iba a hacer, Sarita lo abofeteó con fuerza.
-¡Animal! -susurró con furia, fulminándolo con la mirada. Estaba increíblemente hermosa, erguida allí delante de él, con el pelo rubio cayéndole sobre los hombros y el pecho sacudido por la respiración agitada y la ira. Por un momento, Lucas sintió que algo se le cerraba en las entrañas y debido a eso, debido a que sus propias emociones lo tomaron por sorpresa, no le devolvió la bofetada, como hubiera hecho normalmente. Por el contrario, maldijo en voz baja y la levanto en brazos.
-Esta conversación se ha prolongado demasiado -terció-. Y ruego a Dios que doña Lola te haya puesto en las habitaciones doradas, como suele hacer con casi todos los huéspedes, porque allí iremos, mi vida. Espero que tu marido no esté compartiendo tu cama esta noche, princesa, porque si es así, se armará un gran escándalo. -y después su boca cubrió la de ella, ahogando el grito que estaba a punto d.e brotar de la garganta de Sarita. Trató desesperadamente de escapar, pero estaba atrapada irremediablemente. Pasando por alto los esfuerzos de ella por liberarse, Lucas se dirigió con tranquilidad a las habitaciones doradas. Ninguno de los dos se percató de que un incrédulo y estupefacto Aitor estaba petrificado en la puerta de su dormitorio.
Aitor no supo qué lo despertó. Con innata curiosidad, se levanto de la cama y tras ponerse los pantalones, abrió la puerta de su habitación que daba al patio.Vio entonces que Lucas había llegado: no notó la presencia de Sarita hasta que él la levanto en brazos y desapareció con ella. Aitor permaneció allí, boquiabierto, sin poder creer lo que acababa de ver.
Sin tener idea de que había sido observado, Lucas llegó a la habitación de Sarita, entró y cerró la puerta detrás de sí con el hombro.
Apoyado contra el marco, soltó a Sarita, haciéndola deslizarse hacia abajo contra su cuerpo.
-Mmmm, princesa, creo que te he echado de menos -dijo por fin, tras besarla con pasión.
Sarita sentía que había perdido la cabeza y no podía pensar con coherencia. Para su gran pesar, descubrió que Lucas ejercía un poder injusto sobre su cuerpo. Ardía por sentirlo junto a ella y los besos apasionados de él la embriagaban como el vino. Sabía que debía luchar contra él, que tenía que gritar y alertar a los demás, pero en el fondo de su corazón, no quería hacerlo. Lo deseaba y en ese momento, lo único importante era que Lucas estaba aquí, y ella entre sus brazos.
De todas formas, hizo un último intento.
-Lucas, por favor, no me hagas esto -susurró-. Por favor, márchate y permíteme mantener mi orgullo... No es mucho lo que te pido.
El arqueó las cejas con expresión burlona.
-¿Desde cuándo tienen orgullo las rameras? -dijo, recordando cómo la había encontrado entre los brazos de Curtis-. No, princesa, no me iré ni tampoco me privaré de ese hermoso cuerpo tuyo. -Su expresión se endureció cuando agregó:- Si me encuentras repugnante en comparación con tus amantes, cierra los ojos e imagina que soy tu marido.
La exclamación de Sarita se ahogó bajo los labios de Lucas, que se apoderaron de los suyos. Ella luchó con rabia contra sus sentidos traicioneros que se enloquecían con el contacto de aquella boca sedienta. Quería resistirse, quería golpear ese rostro arrogante, pero no tenía defensas contra el hechizo de Lucas; su cuerpo la traicionaba. Sarita emitió un gemido derrotado y entrelazó los brazos alrededor del cuerpo masculino, devolviendo los besos de Lucas con ardor y disfrutando de la sensación del pecho fuerte de Lucas contra el suyo.
Sin apartar sus labios de los de Sarita, Lucas volvió a levantarla en brazos y la llevó al dormitorio. Con una extraña ternura la depositó sobre la cama y luego comenzó a quitarse la ropa; sus ojos estaban fijos en el rostro arrebolado de Sarita.
Ella lo miró, guiada por una necesidad interior. Jamás había visto a un hombre desnudo y ahora descubrió que sentía una intensa curiosidad acerca del cuerpo masculino... Sobre todo acerca de este cuerpo masculino.
Lucas, debido a su sangre y educación comanche, era desinhibido con respecto a la desnudez y como en casi todas sus acciones, había casi un orgullo arrogante al revelarse ante la mujer que yacía sobre la cama, mirándolo con extraña timidez. Primero se quitó las botas y las hizo a un lado. Sin lógica alguna, Sarita pensó que era extraño que no tuviera el pie dividido en dos partes, como Satanás. Pero luego ya no tuvo tiempo para pensamientos divagantes: quedó atrapada por la magnificencia del cuerpo alto y viril que tenía ante sus ojos.
El tiempo pareció quedar suspendido mientras él se desvestía, pero cuando se tendió junto a ella en la cama, Sarita recuperó el sentido e hizo un último intento desesperado por escapar. Cuando él se volvió hacia ella para tomarla en sus brazos, ella se deslizó hacia el otro lado, decidida a llegar a la puerta que daba al patio y alertar a gritos a los demás, aun a pesar de lo embarazosa que resultaría la situación. Por un segundo creyó que lo había logrado, pues su movimiento rápido tomó por sorpresa a Lucas y él tardó unos segundos antes de arrojarse sobre ella como un tigre sobre una gacela. Con los cuerpos entrelazados, rodaron y lucharon sobre la cama, enredándose en las sábanas. Sarita peleó con frenética intensidad, golpeando a Lucas en el rostro y los hombros, retorciéndose con desesperación en un intento por escapar de aquellos brazos de acero que estaban ganando inexorablemente la batalla. Le mordió la oreja con fuerza y sintió una cierta satisfacción al oír la exclamación ahogada que lanzó él antes de liberarse de los pequeños dientes perlados.
Respiraban con dificultad y finalmente Lucas logró imponer su fuerza sobre Sarita. La atrapó contra la cama con su cuerpo y le sostuvo las manos sobre la cabeza con una de las suyas, inmovilizándole la cabeza con la otra. Por un momento ambos quedaron inmóviles; los ojos negros se clavaron con intensidad sobre los de Sarita.
La mirada de Lucas bajó después hacia los pequeños senos firmes que habían quedado expuestos durante el forcejeo. La bata y el camisón estaban enredados alrededor de las caderas de Sarita y las cintas que los sujetaban se habían desatado, de modo que la prenda ofrecía poca protección contra la mirada hambrienta de él. Lentamente, Lucas bajó la cabeza y hundió el rostro en la piel suave que separaba los senos de Sarita, aspirando el aroma de ella y saboreando su suavidad antes de atrapar un seno con la boca. A pesar de su decisión de resistirse, el cuerpo de Sarita se sacudió ante el placer de ese contacto.
-¡Por favor, por favor, basta! -susurró con desesperación, sabiendo que en cualquier momento perdería el control y se entregaría al mortificante deseo que la había invadido con el primer beso de Lucas.
El levanto la cabeza y la miró fijamente. De pronto, una sonrisa le curvó los labios y Lucas sacudió la cabeza con pesar. Pero la sonrisa se desvaneció y de inmediato su boca volvió a cubrir la de Sarita.
Ella luchó contra las pasiones que sentía despertar en su interior, tratando de reprimir el fuego que amenazaba consumirla. Pero el cuerpo ya no obedecía las órdenes de la mente: sus senos ardían por sentir la boca de Lucas Nuevamente sobre ellos y las caderas delgadas se apretaban sin ninguna inhibición contra el cuerpo viril.
Sarita trató de no sucumbir, pero Lucas no era ningún inexperto, no era un Philliphe, palpando sucesivamente en la oscuridad. Era un amante experimentado, un hombre que sabía cómo complacer a una mujer; sabía muy bien que Sarita estaba librando una batalla consigo misma y deliberadamente, derribó sus barreras una por una. Los labios de él exigieron la rendición con ternura y firmeza al mismo tiempo, mientras recorrían la boca y la mandíbula de Sarita para detenerse finalmente en la oreja, antes de regresar a los labios. La mano que le había quitado la ropa con tanta habilidad ahora comenzó una suave exploración, deteniéndose en un seno y luego deslizándose hacia abajo. Sarita emitió un sonido ahogado de derrota y se rindió; su cuerpo se fundió con el de Lucas. Sólo deseaba que la poseyera, convirtiéndola así en una verdadera mujer.
La primera vez que él la había tomado, Sarita había estado drogada por la belladona, de modo que las sensaciones que experimentaba ahora le resultaban Nuevas, terribles y embriagadoras. Cuando Lucas prosiguió su exploración, acariciándole el abdomen y luego la parte interna de los muslos, Sarita no pudo contener la oleada de deseo salvaje que la sacudió. Comenzó a retorcerse y arquearse bajo el cuerpo de él, sintiendo que fuego líguido le corría por las venas.
Un gemido de placer se escapó de sus labios cuando la mano de él se internó en sus zonas más íntimas. Ya no quería luchar contra él, sólo quería acariciar y explorar ese cuerpo fuerte que la enloquecía. Movió las manos, tratando de liberarse.
Lucas no tenía intención de soltarla; su espíritu salvaje de comanche se regocijaba con el roce sensual de ese cuerpo retorciéndose debajo del suyo. En otro momento, en otro lugar, disfrutaría de las caricias de ella, pero ahora quería conquistarla, hacer que lo deseara como no había deseado jamás a ningún hombre, enloquecerla de pasión como ella lo había enloquecido a él y castigarla y complacerla al mismo tiempo.
Para Sarita era un tormento exquisito: los labios y la mano de Lucas la excitaban increíblemente y como estaba inmovilizada por él, sólo podía sentir, experimentar; tenía que rendirse sin poder tocarlo ni descubrir su cuerpo, cosa que ansiaba hacer. Tampoco podía evitar que él hiciera exactamente lo que deseaba hacer con el cuerpo de ella.
Pero Sarita no era la única que recibía placer de esta mezcla de violación y seducción; Lucas, también, estaba excitado de una forma que no había creído posible. Pero aunque ardía de deseo, se obligó a contenerse, a prolongar la dulce agonía. Ella era tan in creíblemente hermosa, tenía un cuerpo tan delicioso que él se sentía un hombre hambriento que había encontrado por fin el alimento restaurador. Su boca la devoraba y con la mano preparaba el camino para la apasionada unión de los dos cuerpos.
Sarita se ahogaba en un mar de placer ante las emociones sensuales que Lucas había despertado en ella. Una suave súplica brotó de sus labios:
-Por favor, por favor... Pero aunque la vergonzaba admitirlo, no era para que él se detuviera, ¡sino para que continuara!
Lucas oyó las palabras de ella y emitiendo un gruñido de satisfacción, cubrió rápidamente el cuerpo de Sarita con el suyo. Utilizando ambas manos para aprisionarle los brazos a los lados de la cabeza, le separó las piernas con la rodilla y se hundió en ella.
Al sentirlo en su interior, Sarita tomó conciencia de muchas cosas respecto de él: del aroma casi afrodisíaco que emanaba de su cuerpo ardiente; del pecho fuerte, suave y caliente contra sus senos; del cuerpo largo unido al suyo... Un gemido de placer escapó de entre sus labios. Sin darse cuenta de lo que hacía, buscó la boca de él con pasión y Lucas de inmediato se apoderó de sus labios.
Con agonizante lentitud, él comenzó a moverse sobre ella y de forma instintiva la cadera de Sarita se elevó para ir a su encuentro. Cuando los movimientos de él se volvieron más rápidos, los de ella también lo hicieron y sus cuerpos terminaron encontrándose con ardiente necesidad. Sarita había perdido la cabeza y la pasión era tal que se comportaba como una criatura salvaje, retorciéndose y gimiendo bajo el cuerpo masculino. De pronto, cuando creyó que ya no soportaría el dolor placentero que le destrozaba las entrañas, sintió una oleada de algo tan intenso que la paralizó. Un torrente de sensaciones físicas que jamás había experimentado la sacudió, dejándola vibrando como si su cuerpo hubiera estallado en mil pedazos de placer. Su gemido fue incontrolable, tan incontrolable como el estremecimiento de Lucas cuando finalmente, él también alcanzó la cumbre del placer y explotó dentro de ella.
* Que os ha parecido? poca o mucha pasión? A mi me encanta, jejeje, espero que os guste.
besotes mis niñas.
5 comentarios:
Vaya aparición !!! este hombre no pierde el tiempo desde luego...así tan de mañana con este ejemplar,es para hacerle la olaaaa jjajajaaaa y nos preguntas Himara qué nos parece? yo repitoooooo!!! jajajjajaj y la espera se me va hacer larguísima hasta que continues. Madre del Amor hermoso...qué delirio estar en esos brazos...
Pónte las pilas Himara que te esperamos, besos.
Ayla.
Dios mio de mi vida, y ahora ¿cómo sigo yo trabajandooooo? que necesito un abanicoooooo... jajaja.
Que siga la pasión, por favor.
Mil besos.
María A.
Me ha dejado sin palabras...este hombre es un tigre jajajaja.
Himara, cuando me salga algo más de las teclas ya te lo comentaré.
Lo único es¡¡SIGUELO PRONTO!!!
Blue.
Dios!!!!!! y ahora como voy yo a estudiar en condiciones jajajaja
SIGUE PRONTO POR FAVOR!!!!!
Sonia
OHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, que calorrrrrrrr , este hombre es unico, que pasion , que ardor,hasta el dolor de cabeza ha sido capaz de quitarme , madre mia, estoy que me voy jajjajajjajaj.
Siguelo pronto Himara corazon , por caridad.
Besos.
CHIQUI.
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