El regreso a la hacienda fue mucho más descansado que el viaje de ida; Lucas se detenía a menudo para indicar le a Aitor las ventajas de las tierras que atravesaban.
-Es tierra buena, Aitor. Hay abundancia de agua y pasto suficiente como para alimentar a todo el ganado que desees. En cuanto a cultivos, el suelo sin duda te resultará fértil.
Aitor asintió con entusiasmo.
-Es lo que quiero, Lucas. Son tierras bellísimas. No veo la hora de escribir le a mi padre para comunicarle mi decisión.
Lucas sonrió y lo miró con afecto.
-¡Bueno! Me alegra saber que un miembro de la familia Carrasco será vecino de la Hacienda del Cielo. Paco también se alegrará. -Poniéndose serio de pronto, agregó:- Si tienes intención de postularte para conseguir estas tierras sin dueño, te sugiero que también compres todas las hectáreas que puedas. Por el momento, la tierra es lo único que Texas parece tener en abundancia, además de interferencia mexicana e indios. Pero las cosas no serán siempre así.
-Ya lo había pensado -asintió Aitor-. Pienso comprar mucha más tierra, aparte de la que está libre.
-¡Bien! Sugiero entonces que regresemos; Paco debe de estar molesto por la forma en que te secuestré, y si pasamos otra noche fuera, sin duda descargará su ira sobre mi cabeza.
La alegría de Aitor se Evaporo, pues eso lo hizo recordar a Sarita en brazos de Lucas. Al ver la expresión de su primo, Lucas maldijo en voz baja; casi había llegado a odiar a Sarita Mignon.
Sin embargo, el breve viaje les había devuelto el antiguo compañerismo y la relación entre ambos hombres parecía ser tan fuerte como antes. El tiempo era el mejor aliado de Lucas; había que hacerse a un lado y dejarlo sanar las heridas.
A medida que se acercaban a la hacienda, el rostro de Aitor se volvió más y más sombrío. Algo que lo había estado intrigando desde que Lucas le había dicho que Sarita era su amante finalmente cobró forma. Volviéndose para mirar a su primo, dijo con desconfianza:
-La relación entre vosotros debe de haber sido a larga distancia. Es decir, contigo aquí y Sarita en una plantación cerca de Natchez, no podéis haberos visto muy a menudo. Sin mirarlo, Lucas replicó con serenidad: -Muy seguido, no, pero sí lo suficiente. -Su voz se endureció repentinamente.- ¡Créeme, fueron suficientes veces!
Sorprendido por la violencia en la voz de Lucas, Aitor lo miró, confundido. ¿Por qué hablaba como si detestara a su amante? Lucas no era mentiroso por naturaleza y le molestaba verse obligado a mentir, especialmente a Aitor. Tampoco le gustaba dar explicaciones y se encontraba en una posición muy incómoda, atrapado en una red de mentiras y verdades a medias respecto de la princesa. Todo se complicaba más por el innegable deseo que sentía por ella. En ese momento la odiaba, tanto porque creía que ella quería atrapar a Aitor como por el hecho de que lo hacía desear volver a verla. No iba a dejarse engañar por ese rostro inocente otra vez, pensó con firmeza. ¡Con una vez bastaba!
Llegaron a la hacienda antes del atardecer. Después de dejar los caballos, se encaminaron hacia la casa, sin tener demasiado que decirse. Antes de entrar en el patio por la parte trasera, Lucas se detuvo y mirando a Aitor, murmuró con rabia:
-¡Esta es una situación de los mil demonios, amigo! Si pudiera cambiar las cosas, lo haría.
Era lo más parecido a una disculpa que podía brotar de Lucas, y Aitor lo comprendió.
-¡Olvídalo, Lucas! No puedo negar que tenía algunas ideas respecto de ella que ahora comprendo que eran absurdas. Y debo confesarte que ella nunca me alentó en lo más mínimo. -Con dificultad, admitió:- Tuve que reconocer al fin que Sarita sólo me ve como un amigo, de modo que no vayas a creer que te ha estado engañando.
Con una sonrisa tensa y un brillo helado en los ojos, Lucas replicó de inmediato:
-¡Qué alivio! No me gustaría tener que arruinar su hermoso pellejo matándola a golpes por haber flirteado contigo.
Aitor sonrió y tratando de bromear, murmuró:
-Se me ocurren cosas mejores para hacer con su pellejo que golpearla, por más que lo merezca.
Lucas rió.
-A mí también, amigo, a mí también.
Se separaron un instante más tarde complacidos por haber salvado la difícil situación.
Como en ese momento Sarita se estaba vistiendo para la cena, no supo que Lucas había regresado. Pero estaba preparada para encontrarse con él y supuso que lo vería cuando se reuniera con los demás.
La ausencia de Lucas le había dado la oportunidad de pensar en un plan sin la turbación que sentía cuando él estaba cerca. Haciendo una mueca a la imagen del espejo, Sarita admitió que no había muchas alternativas. Tendría que desobedecer la orden de Lucas de permanecer en la hacienda. Era demasiado peligroso quedarse, de modo que Sarita estaba decidida a anunciarles a sus anfitriones que ella y Philliphe partirían para San Antonio de inmediato.
Philliphe se había mostrado entusiasmado cuando ella le comentó su idea. Para Sarita, marcharse de la hacienda era la única cosa sensata que podía hacer. Y como hasta ahora su comportamiento en el viaje había sido por demás insensato, estaba decidida a comportarse de forma lógica.
Sarita se vistió con sumo cuidado, diciéndose todo el tiempo que era sólo para ganar seguridad, que no tenía nada que ver con el hecho de que Lucas fuera o no a mirarla.
Philliphe la encontró irresistible cuando la encontró a la salida de sus habitaciones. Se detuvo en seco al verla y la besó con suavidad.
-¡Qué hermosa estás esta noche, querida! Debe de ser el viaje que te sienta o... ¿acaso estás feliz porque nos marchamos mañana?
Ella le sonrió y bromeó:
-¡Quizá se deba a que tú estás tan feliz de que nos marchemos!
Philliphe rió y ambos salieron al patio, en excelentes relaciones.
Doña Lola ya estaba allí, sentada en su sillón favorito y don Paco estaba junto a la fuente, conversando animadamente con su esposa.
Sarita se sentó cerca da la fuente y mientras bebía su sangría conversó amablemente con sus anfitriones.
Don Paco era muy gentil con ella y una cordial amistad había surgido entre ambos. Al enterarse de la afición de Sarita por las exploraciones españolas, le contó historias de conquistadores y leyendas sobre Texas, mientras Philliphe y doña Lola intercambiaban opiniones sobre la vida en Natchez y la vida en Texas. Don Paco se embarcó en su teoría favorita acerca de que eran las historias distorsionadas de Cabeza de Vaca las que habían dado origen a las leyendas de las ciudades de oro.
-¡No diga eso, don Paco! ¡Sin duda tienen que existir! -exclamó Sarita.
El sonrió y bromeó.
-Es usted, señora, una soñadora muy bella.
Al recordar los sueños románticos que una vez había tenido, Sarita se entristeció momentáneamente. Al ver su expresión, don Paco le cubrió una mano con la suya y preguntó com preocupación:
-¿Niña, qué sucede? ¿Por qué se pone tan triste?
-¿Triste? ¿Una invitada nuestra, padre? Sin duda hay algún error -terció Lucas desde atrás. Sarita se puso rígida y el corazón comenzó a latirle con fuerza.
-Ah, hijo mío, qué típico en ti es aparecer en un momento tan inoportuno -respondió don Paco con tranquilidad, volviéndose para mirarlo.
-¿Inoportuno? Lo dudo, Paco -replicó Lucas. Avanzó lentamente hasta quedar frente a Sarita y mirándola con frialdad, dijo-: Yo diría que es un momento muy oportuno. Hasta yo trataría de ser galante para que la bella señora Mignon tenga una placentera estancia en Cielo. Preséntanos, por favor.
Una vertiginosa sensación de déja vu se apoderó de Sarita. El estaba delante de ella, como en el baile de los Costa, muy apuesto con su chaqueta corta de terciopelo negro, ribeteada con hilos de plata, la camisa blanca que le hacía resaltar el tono bronceado de la piel y las calzoneras ajustadas que se adherían a su cuerpo viril. Sintiendo un revuelo en su interior, Sarita se enfrentó con los desafiantes ojos negros.
-¿Cómo está, señor? -murmuró con tono cortés, pero indiferente-. Su padre ha hablado mucho de usted desde que llegamos.-Atragantándose con las palabras, agregó:- Tenía muchos deseos de conocerlo.
Lucas sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. Inclinándose sobre la mano de ella, le besó la parte interior de la muñeca. Sarita casi dio un respingo al sentir el calor de su boca.
-¿De veras, señora? -musitó él y agregó con tono burlón-. Tras semejante cumplido, tendré que comportarme correctamente, ¿no es así?
Sarita apartó su mano con violencia y don Paco, que no había visto el beso subrepticio, la miró con sorpresa.
-Me temo que no estoy acostumbrada a la galantería española -se apresuró a decir ella.
Don Paco se tranquilizó. Después de indicarle a su hijo que se encargara de atender a su invitada, se dirigió hacia donde estaban Philliphe y doña Lola. Sarita lo observó irse con horror, pero su expresión no reveló lo que sentía.
-Lo hiciste de maravilla, princesa -dijo Lucas con ironía-. Veo que además de tus otros talentos, también eres buena actriz. Nadie sospecharía nunca que no es la primera vez que nos vemos. Pero nosotros sabemos que no es así, ¿verdad?
Los ojos verdes de Sarita relampaguearon de furia. -¿Quizás hubieras preferido que mencionara las circunstancias en que nos vimos la última vez? -dijo en voz baja-. ¡Estoy segura de que a tu padre y a mi marido les hubiera resultado un tema de conversación fascinante!
Mientras se sentaba con movimientos perezosos en la silla junto a la de ella, Lucas dijo con tono divertido:
-¡Creo que fascinante es una palabra muy débil!
-Todo esto te resulta muy divertido, ¿no es así? -preguntó Sarita, con la voz tensa por la furia.
Los ojos de Lucas le recorrieron el rostro y el cuerpo.
-Debo admitir que hay partes de esta comedia que me resultan muy entretenidas -murmuró.
Sarita tuvo que controlarse para no abofetear aquel rostro burlón. Pero como sabía que era necesario que nadie notara nada fuera de lo común en su comportamiento, se obligó a serenarse. Con una sonrisita engañosamente dulce en los labios, dijo con voz melosa:
-¡Es usted un cerdo, señor! Lo desprecio y le aconsejo que no me vuelva la espalda... ¡podría sentir la tentación de clavar un puñal en ella!
Para gran consternación de ella, Lucas se limitó a sonreírle. El repentino brillo de pasión que le iluminó los ojos contradijo el tono ligero y descuidado con que murmuró:
-Yo, princesa, te deseo... demasiado para mi propia tranquilidad.
Sarita sintió una descarga de electricidad ante las palabras de él y desvió su mirada.
-¿Y has considerado la posibilidad de reprimir tus deseos? -preguntó con sarcasmo-. Te aseguro que yo estaría encantada si encontraras otra... ejem... otra forma de deshacerte de estos deseos que dices tener.
Lucas lanzó una carcajada.
-No empieces con ese tipo de discusiones en público -la amenazó en voz baja-, porque si lo haces, ¡te aseguro de que me encargaré de que terminen en privado!
Sarita no estaba dispuesta a hacerle caso, pero su respuesta se perdió cuando Lucas hizo un gesto con la cabeza en dirección a los demás y preguntó con voz tensa:
-¿Ese dandi afectado que está junto a mi madrastra es tu marido? ¿El que es todo lo que yo no soy?
Era una forma extraña de expresarlo, pero en un instante Sara se dio cuenta con pesar de que era absolutamente cierto. Philliphe era todo lo que Lucas no era: bondadoso y amable, cuando Lucas era duro y salvaje; Lucas decisivo e implacable con aquellos que no estaban de acuerdo con él Philliphe, más propenso a ceder; Philliphe rubio y delicado, Lucas moreno y agresivamente viril. Sarita se sintió horrorizada ante la dirección que tomaban sus pensamientos y volvió a enfurecerse con Lucas por abrirle la mente a ideas tan desleales. Lucas podía ser fuerte y atractivo pero, ¿a quién le importaba? Philliphe era bueno con ella y ahora Sarita acababa de traicionarlo con la mente, además de con el cuerpo. Esa culpa era lo que la hacía querer defender a Philliphe de las críticas de Lucas pero había habido algo en la voz de él que la obligaba a andar con cautela. Eligiendo las palabras con cuidado, dijo con sorprendente tranquilidad:
-No es afectado. Pero si a alguien que presta mucha atención a su ropa se le llama un dandi, entonces tendría que estar de acuerdo con eso: Philliphe es un dandi. -Miró a su marido mientras hablaba y él levanto la vista en ese instante y le sonrió. Sin darse cuenta de que la expresión de Lucas se endurecía al verla devolver la sonrisa, Sarita agregó con suavidad:
-Un dandi gentil y bondadoso, además.
Lucas maldijo en voz alta y se puso de pie de un salto. Sarita lo miró, asorada.
-¿Sucede algo malo? -preguntó con tono inocente.
Lucas frunció el entrecejo y gruñó con sarcasmo:
-No; ¿qué podría suceder?
Sin aguardar la respuesta de ella, la tomó de la muñeca y dijo:
-Ven conmigo; quiero conocer a este dechado de virtudes. Pero no fue necesario, pues Philliphe ya se estaba abriendo paso hacia ellos. Sarita apenas si tuvo tiempo de liberarse de la mano de Lucas y apartarse un poco antes de que Philliphe llegara hasta allí.
-Usted debe de ser Lucas, el hijo de don Paco. No nos han presentado, pero yo soy Philliphe, el marido de la señora Mignon -dijo con una sonrisa cortés.
Sarita se sentía atrapada entre los dos. Temiendo que Philliphe sospechara algo, se apresuró a decir:
-Estábamos a punto de ir a reunimos contigo. El señor Fernandez dijo que quería conocerte.
Era una excusa débil, pero Philliphe no pareció darse cuenta de nada.
-¿Sí? -dijo mirando a Lucas-. ¿Por algún motivo en particular?
A Sarita se le detuvo el corazón. Aguardó la respuesta de Lucas, temerosa y fastidada a la vez. Si Philliphe llegaba a adivinar quién era este hombre alto y apuesto... Sin darse cuenta de lo que hacía, clavó los ojos en el rostro de Lucas, con una muda súplica en las profundidades verdes.
En el momento en que Philliphe se les había aproximado, Lucas logró controlar las salvajes emociones que habían emergido cuando Sarita le había sonreído a su marido y hablado de él con tanta ternura. La encarnizada lucha interior no fue aparente para los otros, pero sí para Lucas, que sintió un intenso deseo de degollar al otro hombre en lugar de sonreír y saludarlo. ¡También quería raptar a su mujer! Irracionalmente furioso con Sarita por ser la causante de su conflicto, consideró por un instante la idea de mostrarse lo más desagradable posible. Pero la súplica silenciosa en los hermosos ojos de ella lo detuvo y sin pensarlo, Lucas reaccionó instintivamente a la expresión de ella.
-Sí, a decir verdad, había un motivo en particular -dijo con amabilidad-. ¡Su sastre! ¡Tengo que saber quién es! Justamente, le estaba diciendo a su... ejem... mujer -se atragantó con la palabra- qué admirable me resulta el corte de su levita.
Nada podía haber complacido más a Philliphe y con una sonrisa orgullosa, él dijo con satisfación:
-¡Bueno, muchas gracias! Creo con firmeza que es esencial tener un buen sastre y me complacería mucho darle el nombre del individuo. Es muy hábil, debo decir. -Una expresión ansiosa se le cruzó por el rostro y Philliphe murmuró:- Pero sabe usted que él está en Natchez, ¿verdad? Me temo que tendría que ir hasta allí, pues él no se mueve de la ciudad.
Lucas sonrió.
-Por supuesto. ¿De qué otra forma podía ser? En cuanto he visto su levita, he sabido que tenía que haber sido hecha al este del río Misisipí.
Estupefacta, Sarita se quedó mirando a ambos hombres, mientras Lucas seguía hablando sobre lo último en ropa masculina, como si fuera la pasión de su vida. Philliphe estaba encantado. Por fortuna, ninguno de los dos esperaba que ella hiciera ningún comentario sobre la conversación, de modo que su silencio pasó inadvertido para Philliphe, pero no para Lucas.
Mientras Philliphe mostraba con satisfacción el forro de raso de su levita, Lucas dirigió a Sarita una mirada penetrante; parecía divertido ante la expresión boquiabierta de ella.
La llegada de Aitor unos segundos más tarde despertó a Sarita de su trance y ella dejó escapar un suspiro de alivio. No era probable que Lucas fuera a decir algo demasiado audaz delante de Aitor... al menos eso esperaba ella.
Si Sarita se había sorprendido ante el interés aparentemente insaciable de Lucas por los detalles de la moda masculina, Aitor quedó anonadado. Cuando descubrió que el tema de la vehemente conversación entre los dos hombres era la superioridad de la crema para botas mezclada con champán comparada con otras preparaciones comunes, casi no pudo contenerse. La pasión de Philliphe por la ropa no era ninguna sorpresa... ¿pero Lucas?
A Aitor le gustaban el estilo y la elegancia como a cualquiera, pero todo tiene su límite; cuando la conversación se centró en si la seda rosada era adecuada o no para el forro de una chaqueta de etiqueta negra, el interés de Lucas le resultó francamente ridículo. Su primo se vestía de forma impecable cuando estaba con gente, pero jamás se había mostrado interesado por los detalles de la moda.
Lucas adivinó los pensamientos desdeñosos de Aitor y maldijo para sus adentros. Tenía que ser el imbécil más grande del mundo para hablar de estas tonterías sólo por la súplica en un par de traicioneros ojos verdes. Pero había servido de algo, decidió de mala gana. Philliphe estaba completamente desarmado y él había podido Evaluarlo. Habiendo conocido por fin al marido de la princesa, Lucas decidió que comenzaba a comprender la predilección de ella por los brazos de otros hombres. Philliphe era un ser débil y afectado, más propenso a preocuparse por su guardarropa que por su mujer. Lucas descubrió con sorpresa que sentía una cierta compasión por la princesa. Quizás el diablo no era tan negro como lo pintaban, pensó. De pronto sintió una gran curiosidad por el tipo de vida que llevaban ellos y sin saber por qué lo hacía, comenzó a interrogar hábilmente a Philliphe sobre Briarwood y Natchez. Y Philliphe, disfrutando inmensamente (para gran horror de Sarita) se mostró muy dispuesto a hablar sobre la plantación y la habilidad de Sarita para dirigirla.
Durante los siguientes veinte minutos, ella trató de cambiar de tema o de alejar a Philliphe de Lucas pero no pudo hacerlo. El estaba decidido, le pareció a Sarita, a revelar cada detalle de la vida de ellos en Natchez, desde los experimentos de Sarita con los cultivos hasta sus escapadas a jugar por dinero bajo la colina. Sarita no quería que Lucas se enterara de estas cosas, pero Philliphe inocentemente la derrotaba en cada oportunidad y Lucas mostraba, pensó Sarita con rabia, un interés casi indecente por los asuntos que no eran de su incumbencia. Cuando se unieron a doña Lola y a don Paco para ir a cenar, Sarita comprendió con horror que había poco de su vida que Lucas no conociera ya.
Sentada en el gran comedor, le echó una mirada cautelosa, preguntándose qué pensaría él de las revelaciones de Philliphe y por qué habría actuado como lo había hecho; con toda facilidad podía haberla traicionado o haber hecho que Philliphe sospechara de su relación, pero no lo había hecho. Por el contrario, se había entregado a la tarea de caerle bien a su marido y Sarita sabía que lo había hecho deliberadamente. Un nudo de aprensión le oprimió el pecho. El rostro enjuto de Lucas no revelaba nada, pero ella vio un brillo en sus ojos que aumentó su nerviosismo. ¿Qué estaría tramando ahora?
* Niñas me voy a currar!!!!! Gracias por seguir aquí. Laurys nos vemos esta noche? os quiero mis cielos.
5 comentarios:
Eso quisiera yo saber.... lo que está tramando nuestro Lucas.
No tardes mucho en continuar que esto es como una drogaaaa.... no se puede estar mucho tiempo sin leer. jajajaja.
María A.
Que tension, este hombre pone a prueba todos los nervios del cuerpo. Miedo me da lo que este tramando , ¿querra ir a visitarlos a Natchez? . Sarita aun no ha dicho que se van ¿como se lo tomara?.
Himara cuando puedas pon el siguiente capitulo corazon .
Besos cielo.
CHIQUI.
Éste ha de irse a Natchez detrás de ellos, vamos como si lo viera.
Himara, no pongas pepinillos. Un besote guapi.
Blue.
Yo pienso igual que Blue, no creo que la deje ir así cómo tal cosa, se irá con ellos o algo hará para no separarse de Sarita. El pistolero conversando con Mignon de trapitos? jajajajajaja lo que hace el amor o la mala leche que tineeeee jajajajaj besitos Himara, yo con pepinillo jajajjaajjaj Mássssssss Pasiónnnnnnnn!!!!
Ayla
Woo!
Como me Encanta esta historiia *__*!
Continuuua pronto por favoooR!!
GRACIAS!
***
Publicar un comentario