18 noviembre 2008

Pasion; Planes de boda

Le llevó unos pocos minutos ensillar a Diablo y conseguirle un caballo nuevo a Aitor. En silencio, los dos hombres se perdieron en la noche. Lucas estaba inmerso en sus pensamientos y Aitor, agotado por el viaje, de modo que ninguno sentía deseos de iniciar una conversación.

Lucas había presentido la ausencia de Sarita al entrar a la casa. Sintió un vacío repentino y supo que algo había sucedido antes de que Paco comenzara a darle explicaciones.

Le aterrorizaba y enfurecía saber que podía haberla perdido por su propia indecisión. Conocía a su abuelo demasiado bien y temía que al volver a ver a Sarita, ella ya no fuera la criatura dulce de estas pasadas semanas. No; una vez que su abuelo comenzara a urdir sus tramas, era probable que Sarita lo recibiera con rabia y hostilidad en lugar de dulces besos. Le llevaría meses reparar los daños, meses que él no deseaba perder.

No le resultó difícil adivinar los motivos de su abuelo, ni adivinar cómo se había enterado de la existencia de Sarita. Lo que no sabía era qué amenaza usaría el anciano contra Sarita o cómo pensaba asegurarse de que el matrimonio se llevaría a cabo. Sólo sabía que Sarita estaría furiosa y no podía culparla.

Lucas rompió el silencio cuando estaban a un kilómetro de la hacienda. Deteniendo a su caballo, dijo:
-No entraré contigo. Quiero que llegues como si hubieras venido a reunirte con la familia. Dile a mi abuelo que hablaste conmigo y que yo dije que se fueran al diablo.

Aitor se mostró sorprendido.
-¿Si no vas a entrar conmigo, qué vas a hacer?

Lucas sonrió y sus dientes blancos brillaron en la oscuridad.
-Ver a Sarita, por supuesto.

-¿Cómo?

-Me introduciré en la hacienda aprovechando el alboroto de tu llegada. No me llevará mucho descubrir qué habitación le han dado a Sarita. Si está con los demás, encuentra alguna forma de hacerle saber que la estaré esperando en su habitación.

Aitor hizo una mueca.
-¡Lo haces parecer tan fácil! Como si don Lorenzo no fuera a sospechar nada.

-Probablemente sospeche. Pero sospechará de tus motivos, no de lo que yo pueda estar haciendo, y eso es lo importante.

-Lucas agregó con vehemencia:- Aitor, tengo que ver a Sarita a solas. ¡Y antes de hablar con mi abuelo!

-De acuerdo. ¿Volveré a verte esta noche?

-Sí, creo que será mejor que nos encontremos antes de que regrese a San Antonio. Es tarde, así que si dices que quieres retirarte a descansar, nadie se sorprenderá. Media hora después de haberte ido a tu habitación, baja a las caballerizas. Me encontraré contigo allí.

Efectivamente, Sarita estaba con los demás. Saludó a Aitor con amabilidad pero sin mostrarse efusiva, pues todavía no había olvidado cómo se habían separado. Pero finalmente las muecas y las miradas desesperadas que él le dirigía cuando nadie los miraba la convencieron de que quería decirle algo. Con el corazón latiéndole a toda prisa, logró estar a solas con él un instante. Aitor susurró disimuladamente:
-Ve a tu habitación... ¡Lucas está allí!

Sarita le dedicó una sonrisa deslumbrante y rogando que su rostro no la delatara, unos instantes más tarde se disculpó diciendo que estaba cansada, deseó buenas noches a todos y corrió hacia su habitación.

En cuanto cerró la puerta del dormitorio, Lucas salió de las sombras y unos segundos más tarde Sarita estuvo entre sus brazos.

Se besaron con pasión y alegría, felices de estar cerca el uno del otro.
-¿Estás bien? -preguntó Lucas, decidido a destrozar todo y a todos si alguien la había lastimado.

-Sí -respondió Sarita-. Me asusté un poco al principio, ¡pero ahora estoy furiosa!

Se oyeron unos golpecitos en la puerta y con ojos asustados, Sarita indicó a Lucas que se ocultara. Al abrir la puerta, casi emitió un suspiro de alivio al ver que era la criada mexicana. La mujer había venido para ver si Sarita quería que la ayudara a desvestirse, pero Sarita le dijo que no era necesario y que podía retirarse.

Una vez que volvieron a estar solos, Sarita sintió una inexplicable timidez y Lucas, un extraño recelo. Era como si supieran que había llegado la hora de decirse lo que ocultaban en sus corazones. A pesar del éxito con las mujeres, Lucas nunca había tenido que decirle a una mujer que la amaba y se sentía extrañamente incómodo.

Para Sarita, esa noche era la culminación de todas las otras veces que habían estado juntos. Al verlo allí en el centro de la habitación, creyó que el corazón le estallaría de amor. Sin embargo, si don Lorenzo se salía con la suya, un abismo se abriría entre ellos. El recuerdo de lo que había sucedido esa tarde le hizo preguntar:
-¿Has hablado con tu abuelo?

-No, amada mía, y no tengo intenciones de hacerlo.

Sarita escudriñó el rostro de él, deseando creerle. Pero temía que en algún momento de esa tarde don Lorenzo hubiera hablado con él. Este encuentro secreto podría haber sido arreglado para que ella no sospechara, para que creyera que Lucas venía por su propia voluntad.

Lucas comprendió que su abuelo ya le había envenenado la mente. Entornó los párpados y preguntó:
-¿No me crees? Asustada por la violencia que presentía en él, Sarita balbuceó con sinceridad:
-¡N... no... 1... lo sé!

Lucas cruzó hasta ella y la sacudió por los hombros.
-¿Cuándo te he mentido? -rugió en voz baja-. ¿Por qué iba a mentirte ahora si todo lo que hice en las últimas semanas fue para que aprendieras a confiar en mí? ¿No sirvieron de nada mis esfuerzos, entonces? ¿Piensas tan mal de mí que mi abuelo, en una sola tarde, puede destruir lo que ha estado creciendo entre nosotros desde la noche del baile de los Costa?

Sarita lo miró a los ojos y sacudió la cabeza lentamente.
-No, te creo -dijo en voz baja y agregó a modo de explicación-: Don Lorenzo es un hombre malvado y me asustó. -Con mirada suplicante, susurró:- Planea obligarte a que te cases conmigo.

Lucas aflojó la presión de sus manos y dijo con voz cansada:
-Lo imaginé.

Sarita sintió que el corazón se le helaba en el pecho y preguntó con voz temerosa:
-¿No le permitirás hacerlo?

Lucas esbozó una sonrisa extraña.
-¿Sería tan terrible para ti casarte conmigo?

Una Nueva emoción parecía haberse colado en la habitación y la violencia anterior había desaparecido. Las manos de Lucas ahora le acariciaban los hombros. Sintiendo una inexplicable timidez, Sarita no pudo mirarlo a los ojos.
-Depende -dijo con un hilo de voz.

Lucas la apretó contra él y susurró contra su sien:
-¿De qué?

-De la razón por la que te cases conmigo. Era un momento intenso, pues ambos lo prolongaban y sin embargo pugnaban por saber qué había en el corazón del otro. Ambos sabían que era vital la importancia de este instante de suspenso intolerable.

Lucas la sintió tan suave y cálida en sus brazos que no quería dejarla marchar bajo ninguna circunstancia y admitiendo por fin para sí lo que se había estado negando durante semanas, exclamó:
-¡Dios todopoderoso, princesa, estoy enamorado de ti! ¿No es esa razón suficiente para casarte conmigo y acabar con mi sufrimiento?

No había querido decírselo así, y se maldijo por su propia torpeza. Pero para Sarita era todo lo que había querido escuchar de labios de él, era lo único que importaba: ¡Lucas la amaba!

Levanto los ojos llenos de amor hacia él y Lucas contuvo el aliento ante la intensidad de esa mirada. Apretándola contra él, experimentó un sentimiento intenso que jamás había sentido en su vida. Con voz vacilante, como temiendo creer lo que era transparente y obvio, susurró:
-¿Princesa, me...

Sarita asintió con vehemencia y de forma impulsiva, le rodeó el cuello con los brazos y dijo con suavidad:
-Te amo desde hace tanto tiempo... aun -sus ojos se nublaron- cuando no merecías que te amara.

Le sintió temblar y luego Lucas la abrazó con tanta fuerza que el presente se esfumó y se perdieron en un mundo de ensueño. Sarita se entregó a sus besos con pasión, pues este era el momento con que había soñado toda su vida; finalmente, el amante misterioso que la había acosado durante tantas noches de su vida se había vuelto realidad. ¡Ella le pertenecía, y siempre había sido así!

Minutos después Lucas se apartó y dijo con voz ronca:
-Tenemos que hablar. Preferiría hacer otras cosas, pero mi abuelo nos ha dejado en una extraña posición. -Sus ojos se endurecieron.- Princesa, no voy a permitir que él me dé órdenes acerca del dónde, cómo y cuándo de mi boda. Te amo y quiero casarme contigo... ¡y quiero hacerlo sin su interferencia! He esperado toda mi vida para encontrar el amor y no permitiré que él ensucie lo que hay entre nosotros. ¿Me entiendes?

Sarita asintió. Comprendía exactamente lo que él quería decir. El plan frío y cruel de don Lorenzo destruiría toda la alegría de la boda Y ella, al igual que Lucas, no quería que el anciano tuviera nada que ver con las promesas matrimoniales que ellos se harían.
-¿Qué hacemos? -susurró.

El frunció el entrecejo y le besó la frente mientras su mente buscaba una solución.
-¿Te importaría mucho que un sacerdote nos casara rápidamente en privado? Puedo conseguir una licencia matrimonial mañana por la mañana en San Antonio. Podremos estar casados mañana a esta hora. -La miró con atención.- ¿Te importa que no sea un acontecimiento social? ¿Que no haya encaje blanco y flores y cientos de invitados?

Sarita esbozó una sonrisa trémula.
-Ya tuve una boda así y no me trajo demasiada felicidad. -Se puso de puntillas y lo besó dulcemente en la boca.- Lucas lo que me importa es el hombre, no los adornos.

El volvió a abrazarla y besarla con pasión. Con voz ronca por la emoción, dijo:
-Yo también una vez tuve una boda llena de lujo y pompa y sólo me trajo odio y amargura. Cuando me case contigo, no quiero que nada nos recuerde nuestros matrimonios anteriores. ¡Eres mía! ¡Te amo y no quiero compartirte con recuerdos de otro hombre! -dijo con dureza.

-Shhh -susurró Sarita contra sus labios-. Algún día te hablaré sobre Philliphe. Pero ahora no, esta noche es nuestra y no quiero hablar del pasado. Nos tenemos el uno al otro y empezamos a partir de ahora.

Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro de él.
-Tienes razón, mi amor. Hay mucho que olvidar en nuestros pasados ¿no crees? Y sin embargo, existen tantas cosas que no puedo olvidar

Sarita sintió un frío en el corazón y preguntó:
-¿A qué te refieres?

Con una expresión increíblemente tierna en el rostro, él terció:
-A la primera vez que te vi. ¿Cómo olvidarlo? -Los ojos negros se oscurecieron.- O a tu cuerpo desnudo y blanco sobre aquella cama de Nueva Orleáns; eso tampoco lo puedo olvidar. Me ha vuelto loco durante años.

Sarita hundió la cabeza en el pecho de él y susurró:
-Quizá no podamos olvidar nunca partes del pasado, pero hay mucho de él... -Se interrumpió y lo miró, preguntándose si a pesar de sus palabras de amor todavía creía que ella había estado por propia voluntad en brazos de Curtis. De pronto le resultó de máxima importancia saberlo y preguntó:

-¿Crees lo que te dije sobre aquel día?

Lucas había temido esa pregunta, pero al ver los sinceros ojos verdes que lo miraban con tanto amor, supo la respuesta:
-Sí -dijo con sencillez-. No entiendo qué quería obtener Ruth, pero te conozco y sé que no habrías ido nunca a reunirte con Curtis. -Su voz se tornó ferviente.- Tengo que creerte -añadió-. Si no te creyera me volvería loco con los pensamientos viles que llenarían mi mente. No podría tolerar que miraras a otro hombre por temor a que lo convirtieras en tu amante. Así que tengo que creerte, por mi propia salud mental y por la honestidad y sinceridad que veo en tus ojos.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Sarita sin que ella lo notara, tan concentrada había estado en las palabras de Lucas. Pero él la vio y bromeó con ternura:
-¿Qué es esto? ¿Lágrimas? ¿Es así como recibes una apasionada declaración de amor y confianza? ¿Con lágrimas?

Sarita sonrió.
-No, es sólo que significa tanto para mí que me creas. Deseaba tanto que conocieras la verdad y temía que aun ahora...

El sacudió la cabeza.
-¿Cómo podría seguir creyendo eso y decirte que te amo? ¿No sabes acaso que lo que primero me atrajo de ti fueron tu dulzura y tu calidez? Si no hubiera estado tan loco de celos, jamás habría caído con tanta facilidad en la trampa de Ruth. Olvídalo, princesa, y recuerda sólo que a pesar de que pensaba mal de ti tenía tu imagen en mi corazón hasta que volví a verte en Cielo. Allí creo que me enamoré locamente de ti otra vez. -Esbozó una sonrisa torcida.- Luché contra eso desde que te vi de pie junto a aquella maldita fuente... ¿por qué crees que comencé a trabajar en Hechicera? -Al ver la mirada sorprendida de Sarita, la sacudió suavemente.- Sí. De hecho, volví de Hechicera dispuesto a proponerte matrimonio y ¡con quién me encuentro sino con Curtis!

-¡Pero yo no quería que él estuviera allí! -protestó Sarita con vehemencia-. Detestaba que viniera de visita, pero no podía hacer nada al respecto.

Lucas apretó los labios.
-No te preocupes por Curtis. ¡Una de las primeras cosas que quizás haga como marido tuyo será matarlo!

Con un hilo de voz, Sarita respondió:
-Si no te importa, preferiría que no lo hicieras. Acabamos de encontrarnos el uno al otro... y no me gustaría perderte. Curtis es traicionero y si bien sé que lo matarías en un duelo limpio, pienso que él no conoce el significado de la palabra limpio.

-¿Y estás tan segura de que yo sí lo conozco?

-¡Es probable que no! -replicó Sarita con prontitud-. ¡Pero no me gustaría el cadáver de Curtis como regalo de bodas!

El rió por lo bajo y la besó.
-¡Ya basta de esto! Aitor me está esperando en las caballerizas y tú y yo tenemos cosas que planear. Pero antes... ¿ya no hay sombras? ¿Ningún secreto oscuro que quieras confesar mientras estoy de tan buen humor?

Lucas lo dijo en broma, pero era lo que Sarita había estado deseando. Jugueteando con uno de los botones de la chaqueta negra, murmuró:
-Una sola cosa.

-¿Cuál? -preguntó Lucas, arqueando una ceja con curiosidad. Creía que Sarita quería confesar alguna transgresión menor.

Sin darse tiempo para arrepentirse, Sarita exclamó a borbotones:
-¡Vamos a tener un hijo!

Estupefacto, Lucas la miró y vio con incredulidad el rostro algo aprensivo de ella. Luego, para gran sorpresa de Sarita, rió encantado y los temores de ella desaparecieron.
-¿De veras? -preguntó con un brillo increíblemente tierno en los ojos negros.

Sarita asintió, sonriendo.
-De veras -repitió, mientras se preguntaba por qué había temido contárselo. Quizás el amor hacía milagros, pensó, pues ciertamente este hombre alto con manos gentiles y ojos tiernos en nada se asemejaba al desconocido frío y distante que había encontrado aquella primera noche en Cielo.

Para Lucas, esta era la noche más milagrosa de su vida. Criado con los salvajes comanches y luego obligado a someterse a su cruel abuelo, se había casado con una mujer que lo odiaba y despreciaba, de modo que durante toda su vida había sido privado de amor y ternura. Y ahora, ahora se sentía como un hombre aturdido que de pronto pasa de una vida fría y estéril a un lugar lleno de luz y calor. La ternura y el amor siempre habían estado dentro de él, quizá también hasta la alegría y la risa, pero habían estado enterradas muy profundamente. Pero ahora, con su amada princesa entre los brazos, sintió que los últimos vestigios de su coraza de piedra y hielo se derretían bajo el calor del amor de Sarita. La abrazó con suavidad y sus labios se encontraron con los de ella en un beso dulce, sin pasión ni deseo, sólo lleno de amor y ternura.
-¿Fue aquella noche en Cielo o antes de que me marchara hacia Hechicera? -susurró de pronto, sintiendo la necesidad imperiosa de saberlo. Al ver que Sarita vacilaba, añadió con sorpresa: -¿No habrá sido la noche del vestido de prostituta?

Ella se sonrojó al recordar esa noche y respondió:
-No, fue antes de que partieras para Hechicera.

Lucas suspiró.
-Me alegro. Aquella noche en Cielo, quería lastimarte. No me hubiera gustado que nuestro hijo hubiera sido concebido en esa oportunidad. -Con un brillo en los ojos negros, agregó:- Ah, pero esa noche antes de partir...

Fueron momentos deliciosos para ambos, pero a los pocos minutos él tuvo que apartarse y comenzar a hacer planes para el futuro inmediato. Apartando a Sarita de él, murmuró:
-Debo irme. Aitor me está esperando y hay cosas que debo hacer. Y para que mi abuelo no vuelva a raptarte, tendré que dejarte aquí esta noche y mañana. ¿Podrás soportarlo?

Sarita le acarició el rostro con una mano, radiante de felicidad.
-Lo intentaré. Pero no me dejes mucho tiempo con don Lorenzo. Temo no poder ocultar mi felicidad, pero por un día lo lograré. -Mirándolo con expresión divertida, bromeo:-Pero sólo por un día. Si tardas más en buscarme, le contare que me has comprometido de la peor forma imaginable.

Lucas sonrió.
-¿Ya empiezas a amenazarme? Veo que tendré que ser un marido severo. -Lucas se puso repentinamente serio-. Mañana por la noche di que te sientes mal y retírate temprano. En cuanto oscurezca, vendré a buscarte. Ten todo listo. Con suerte, nadie te buscará hasta la mañana y, para ese entonces, será demasiado tarde para que mi abuelo pueda hacer otra cosa que felicitarnos... antes de que partamos para Hechicera. Quiero que nuestro hijo nazca allí.

Sarita estaba en el paraíso. Pensar que al día siguiente a esa hora ya sería su mujer era algo que la sostendría durante la noche y el día que la esperaban. La despedida unos minutos más tarde fue agridulce y Lucas tuvo que ejercer toda su fuerza de voluntad para no llevarla con él. Pero como sabía que don Lorenzo se lanzaría a la persecución no bien descubriera la huida y que no habría tiempo para una boda apresurada, se apartó de ella de mala gana y escapó por la ventana.

Aitor lo aguardaba con impaciencia en las caballerizas.
-¿Por qué has tardado? -preguntó en un susurro furioso-. Voy a tener que dar muchas explicaciones si uno de los guardias me encuentra aquí, sobre todo considerando que le he dicho a tu no tan crédulo abuelo que estaba agotado y necesitaba dormir. Me parece que no creyó una sola palabra de lo que dije y no me gustó cómo miró a Sarita cuando ella se marchó. ¿Pudiste verla?

Lucas asintió. Seguía aturdido por la idea de que Sarita lo amaba e iba a tener un hijo suyo.
-Felicítame, Aitor, pues mi princesa y yo nos casamos mañana por la noche.

Durante un instante fugaz, Aitor sintió una punzada de envidia, pero luego se alegró realmente por su primo.
-¡Te deseo lo mejor! -dijo con brusquedad-. Y a Sarita también. Pero dime... ¿cómo lo vais a hacer? Estoy seguro de que don Lorenzo no tiene en mente una boda rápida.

Lucas le explicó brevemente lo que habían decidido.
-¿Vendrás con nosotros? Me gustaría que estuvieras presente.

Sorprendiéndose a sí mismo, Aitor accedió. En realidad, la idea del matrimonio no lo entristecía tanto como había pensado. "Es posible que me esté volviendo cínico", se dijo.

Se estrecharon la mano y Aitor dijo con sinceridad:
-Me alegro de veras por los dos. Al menos esta vez Sarita tendrá a un hombre como marido... sobre eso no tengo dudas.

-¿Cómo dices? -preguntó Lucas con curiosidad. Aitor arqueó una ceja.

-¿Ella no te lo ha contado? -Ante la negativa de Lucas, procedió a relatarle que había visto a Philliphe en la cama del señor Percy.

Lucas dijo algo violento en voz baja y Aitor pensó que era una suerte que Philliphe ya no estuviera en esta vida.

Una vez que se despidieron, Lucas no perdió el tiempo meditando sobre lo que Aitor le había dicho; con el tiempo Sarita le contaría todo lo que él necesitaba saber sobre Philliphe. Se sentía feliz, y durante el viaje de regreso pensó en su amada y en la vida maravillosa que se abría ante ellos.

Curtis también estaba despierto esa noche, pero dentro de él no había ni amor ni ternura, sólo odio y muerte. El día que había comenzado tan bien había finalizado de la peor forma imaginable y mientras se dirigía al encuentro de los guerreros comanches, cavilaba en las palabras crueles que don Lorenzo le había dirigido una hora antes.

A pesar de la actitud servil de Curtis, don Lorenzo siempre lo había tratado con frío desdén. El día anterior, cuando había recibido el mensaje de don Lorenzo, Curtis se sintió entusiasmado; parecía que sus intentos premeditados de congraciarse con el anciano habían dado resultado. ¿Acaso no lo había incluido en la reunión privada entre padre e hijo donde habían decidido que traerían a Sarita a la hacienda? ¿Y no lo había elegido a él para que llevara a cabo sus órdenes? ¿Acaso no le había dicho en privado lo que tenía que hacer si la señora se rebelaba?

Todo esto era cierto y Curtis se había sentido muy complacido, pensando que don Lorenzo apreciaba sus esfuerzos. Quizás este fuera el momento de decirle que deseaba estrechar el lazo con la familia Fernández. Durante todo el día se había sentido entusiasmado y satisfecho. Muy pronto todos sus planes se realizarían: Sarita moriría en unos días, a manos de los comanches, evitándose así que hablara y pudiera casarse con Lucas; y si don Lorenzo realmente estaba complacido con él, entonces su pretensión a la mano de Carlota sería factible. Una vez que Carlota fuera suya, sólo quedaría una persona en su camino, Lucas... ¡y a Lucas podía sucederle lo mismo que a la pobre señora Sarita!

Por desgracia, sus designios sufrieron un gran golpe cuando después de que todos se hubieron retirado, fue a entrevistarse a solas con don Lorenzo, que bebía una última copa de jerez en la biblioteca. Curtis no dormía en la casa y el anciano se sorprendió al verlo todavía allí.

Don Lorenzo estaba de buen humor porque confiaba en sus planes y le indicó que entrara, y hasta le ofreció jerez. Alentado por esta señal de aprobación, después de unos minutos de conversación trivial, Curtis cometió el error de darle a entender cuáles eran sus ambiciones.

Don Lorenzo se puso rígido y clavó sobre Curtis sus fríos ojos negros.
-Corrígeme si me equivoco -dijo con desdén-, pero, ¿no fue tu madre tan tonta y testaruda como para escaparse con su profesor de baile? Y después de avergonzar a la familia y causar un gran escándalo, ¿no tuvo la temeridad de regresar y suplicarle a su padre que la aceptara de nuevo, junto con su hijo bastardo?

Al ver que Curtis se sobresaltaba, don Lorenzo sonrió con condescendencia.
-¿Creías que no conocía tus antecedentes? ¿Crees que nunca pregunté por qué a un supuesto primo de Ruth se le trataba con tanto desprecio en la familia? ¿Y crees que por un instante consideraría la idea de mezclar a mi familia con el bastardo de un profesor de baile?

Don Lorenzo rió.
-Curtis, eres un buen sirviente. Puedes serme útil, siempre y cuando te mantengas en tu lugar y sepas cuál es tu lugar. Ahora márchate; estoy cansado y tengo cosas que planear.

Curtis se marchó odiando a don Lorenzo y mientras cabalgaba hacia los comanches, planeó no sólo la muerte de Sarita sino también la de don Lorenzo. Mañana, pensó con furia, mañana los veré muertos.

Sin tener conciencia alguna de la traición que se estaba tramando, Sarita despertó a la mañana siguiente y se sintió plena de felicidad. ¡Esa noche se convertiría en la mujer de Lucas Fernández! Qué extraño le resultaba pensar que ayer nada más se había sentido tan insegura y triste.

Permitió que María, la criada mexicana, la bañara y vistiera y se sintió satisfecha con su aspecto final. Estaba lista para enfrentarse con el mundo, en especial con don Lorenzo. Ya estaba harta de vestirse de negro, se dijo, mientras se miraba por última vez en el espejo. Pero luego sintió remordimientos. ¡Qué criatura perversa era! Hacía apenas tres meses que Philliphe había muerto y ella ya llevaba en su seno un hijo de otro hombre y ansiaba desesperadamente casarse con él. ¡Lamentable!

Su sensación de culpa hizo que el brillo de sus ojos se apagara, y cuando se reunió con los demás, parecía seria y compungida. Don Lorenzo decidió que se debía a que había aceptado el destino que él tenía planeado para ella. Se habría sorprendido al enterarse que Sarita sentía remordimientos. La vida le ofrecía tantas cosas, y sin embargo, Philliphe estaba muerto... a causa de ella. ¡No se merecía ser tan feliz!, se dijo con horror. ¡Pero lo era! ¡Que Dios la perdonara, pero se sentía increíblemente feliz!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Solo espero que Lucas llegue antes de que Curtis ponga sus planes en marcha. Se le ve al pobrecito tan feliz, él siempre solo y ahora lo tiene todo una mujer que lo ama y un hijo en camino...¡¡¡que lindo relato Himara!!.

Un besote

Blue.

Anónimo dijo...

Bueno, por fin se han dicho lo que sienten!!!
Ahora, a librarnos del malvado Curtis.

Anónimo dijo...

Por fiiiinn Declaraacion!!

Ahora A ver que pasa con el Curtiis ¬¬!


***

Anónimo dijo...

Si es que no podían ocultar sus sentimientos por más tiempo.... ay, que bonito es el amor.

Pero ahora, ojito con Curtis y sus malvados planes... a ver si los comanches le dan a él una buena paliza jajaja.

Gracias.
María

Anónimo dijo...

Ohhhhhhhhh qué bonito !!! Por fín!!! a mí me mata las dos personalidades del comanche jajajaja tan violento y tan tierno a veces... el Curtis no parará hasta liárla al final... a ver por dónde nos sale el cabrito.

Ya tengo dos de nuevo jajajaj entre el poco tiempo que tengo y la rapidez de Himara... jajajajj me lo dejo para el café. Besos corazón que veo esto acaba ya y me da una penitaaaaaa.

Ayla.