Para Sara la madrugada tardó en llegar. Había dormido nerviosa durante la noche y se había despertado totalmente cuando la tienda aún estaba sumida en sombras. Ahora que la luz comenzaba a difundirse poco a poco en el dormitorio, fijó la mirada en el hombre que durante la noche la había despojado de su voluntad. Sara había luchado desesperadamente para sofocar los impulsos de su propio cuerpo mientras Lucas la acariciaba, pero no había podido resistir el contacto de su mano. Se había entregado por completo a él. Le había rogado que la poseyera.
Pensó irritada: “¿En qué me he convertido? A juzgar por el deseo que me dominaba, fui como una perra en celo"
Paseó la mirada sobre el cuerpo desnudo de Lucas. Estaba perfectamente formado: delgado, musculoso y fuerte. Estudió el rostro: enérgico cuando estaba despierto, infantil y encantador cuando dormía. Los cabellos negros se enroscaban blandamente sobre la nuca, desordenados por el sueño de la noche. Lucas parecía el Príncipe Encantado con quien ella había soñado cuando era niña, pero su carácter era demoníaco.
De pronto, una voz profunda sobresaltó a Sara.
—Fahd –dijo el hombre—, acabo de enterarme de tu regreso. ¡Despierta!
Un hombre alto y delgado a quien Sara no había visto nunca entró en el dormitorio, pero se detuvo nada más verla.
El hombre miró a Lucas, que comenzaba a despertarse, y de nuevo a Sara. Una ancha sonrisa se dibujó en sus rasgos oscuros y Sara trató de cubrirse, avergonzada de que la viesen en el lecho con Lucas.
—Mil perdones, hermano. No sabía que habías casado –dijo con aire inocente el recién llegado—. ¿cuándo ha sido el feliz acontecimiento?
Lucas se sentó al lado de la cama y miró irritado al hombre.
—No ha habido boda, como sin duda ya sabes. Y ahora, si tu curiosidad está satisfecha, ¿tendrás la bondad de salir de mi dormitorio?
—Como quieras, Fahd. Esperaré para desayunar contigo –replicó el hombre, mientras con una sonrisa salía de la tienda.
Con movimientos cautelosos, Sara abandonó la protección de las mantas y se volvió hacia Lucas.
—¿Quién era ese hombre? –preguntó irritada—. ¿Cómo se atreve a entrar así en tu dormitorio? ¿No puedo tener aquí ni siquiera un poco de intimidad?
Lucas se levantó y se estiró perezosamente. Se puso la chilaba y los pantalones y se sentó en la cama para calzarse las botas.
—Maldición, ¿quieres contestarme? –gritó Sara.
Lucas se volvió para mirar a Sara y sonrió al oír la cólera de la joven.
—Querida, no volverá a ocurrir. Es mi hermanastro Jimîl, y éste es uno de los juegos que practica para fastidiarme. Mi dormitorio es el único lugar donde puedes tener intimidad... excepto si se trata de mí. Ahora, vístete –dijo, y recogió las ropas de Sara y se las entregó—. Está esperando conocerte.
Mientras salía del dormitorio, Lucas no vio cómo Sara, en un gesto infantil le sacaba la lengua. “Con que el hermano –pensó mientras se vestía deprisa—. ¿Cuántas sorpresas más tendré que soportar? Ahora tendré que conocer al hermano... sin duda, otro bárbaro.”
Se recogió los mechones de cabellos y los ató en la nuca con un pedazo de lienzo que había cortado de una de las telas traídas por Lucas. Sara deseaba tener un espejo, pero no quería pedírselo a él.
Los dos hermanos estaban sentados en el diván, Tomando el desayuno, cuando Sara abrió las Cortinas. La joven pensó: “son tan salvajes que ni siquiera se ponen de pie cuando entra una dama en la habitación”. Cruzó la tienda y se detuvo frente a ellos.
—Soy Jimîl Alhamar –dijo el hermano de Lucas, y sus ojos la exploraron de a cabeza a los pies—. Y usted seguramente es Sara Miranda.
Ella asintió, Tomó un pedazo de pan y se sentó en el diván que estaba frente al que ocupaban ambos hermanos.
Excepto por la altura, Jimîl no se parecía a Lucas. Tenía la piel mucho más oscura, los cabellos negros y los ojos castaños. El rostro mostraba una expresión infantil, casi afeminada, con la piel lisa y suave; en cambio, Lucas tenía el rostro áspero y la barba crecida. Lucas era ancho y musculoso, y Jimîl mostraba un cuerpo muy delgado.
—Su hermano ha ofrecido una recompensa muy considerable por usted, Sara –dijo Jimîl—. He oído decir que él y sus hombres la están buscando en todas las caravanas y las tribus del desierto.
—Y usted, señor Alhamar, ¿desea cobrar esa recompensa? –preguntó agriamente Sara.
La pregunta movió a Lucas a fruncir el ceño.
—No se hable más de recompensas –dijo Lucas a Jimîl, con la voz cargada de amenaza—. Te lo diré una sola vez. Sara permanecerá aquí porque yo así lo quiero. Soy el jefe de esta tribu y nadie se opondrá a mi decisión. Es mi mujer y se la tratará como corresponde a su condición. Y tú no volverás a entrar en mi dormitorio.
Jimîl se echó a reír.
—Neva comentaba que te mostrabas muy protector con esta mujer. Veo que mentía. Como sabes, Neva siente celos de tu nueva esposa. Siempre quiso unirse contigo.
—¡Ah, las mujeres! –dijo Lucas, encogiéndose de hombros—. Jamás di a Neva motivos para abrigar esperanzas matrimoniales.
—En realidad, en eso se parece a todas las jóvenes de la tribu. Todas reclaman tu atención.
Sara tuvo la sensación de que en la voz del árabe había un matiz de envidia.
Ya hemos hablado bastante de mujeres –replicó agriamente Lucas—. ¿Dónde has estado, Jimîl? ¿Por qué no estabas aquí cuando regresé del campamento?
—Estuve en El Balyana y allí me enteré de que se había detenido una importante caravana. También recibí la noticia de la desaparición de Sara. La caravana se retrasó dos días; si no hubiera sido así, me habrías encontrado aquí para darte la bienvenida.
Del interior de su túnica Jimîl extrajo un saquito, lo abrió y volcó el contenido sobre la mesa.
—Ésta es la razón por la cual esperé tanto. Sabía donde las ocultaban, de modo que fue bastante fácil robarlas.
Sara miró asombrada las hermosas joyas depositadas sobre la mesa. Había enormes diamantes, esmeraldas, zafiros y otras piedras preciosas que ella no pudo identificar. Pero la piedra más bella era un enorme rubí cuyas facetas rojo sangre refulgían intensamente. Por si solo el rubí valía una verdadera fortuna.
—Por supuesto, como eres el jefe de la tribu, te pertenece –dijo de mala gana Jimîl.
—¿Qué quieres que haga con un saquito de joyas? –dijo Lucas riendo—. Aquí no necesito riquezas. Y no las deseo. Puedes guardártelas, puesto que te Tomaste el trabajo de robarlas.
—Abrigaba la esperanza de que dijeras eso, Fahd.
Jimîl colocó las joyas en el saquito y lo ocultó entre los pliegues de su chilaba.
—Sólo abrigo la esperanza de que uses provechosamente esas gemas –dijo Lucas—. ¿Has hablado ya con nuestro padre?
—Ahora iba a verlo. Hace pocos meses enfermó gravemente. Loêla logró sanarlo, pero después nunca se ha encontrado ya bien. Temo que no vivirá mucho –dijo secamente Jimîl.
Lucas acompañó a su hermano hasta la salida de la tienda y permaneció un momento allí mirando el campamento. Sara se preguntó qué clase de hombre era Lucas, que podía oír hablar con tanta indiferencia de la cercana muerte de su propio padre. ¿Qué clase de hombre podría rechazar una fortuna en joyas, como si hubiesen sido piedras comunes? ¿Podría comprender algún día a ese hombre que la había convertido en su amante? ¿Deseaba comprenderlo?
Con movimientos lentos Lucas se volvió y alzó las dos manos para alisarse los cabellos que le habían caído sobre el rostro. Sara vio la tristeza en sus ojos oscuros.
De modo que, después de todo, en efecto sufría. De pronto, ella deseó acercarse y abrazarlo. Deseaba disipar esa tristeza. ¿Por qué sentía así? ¿Había olvidado que lo odiaba? Y además, si procedía de ese modo lo único que conseguiría sería que él se echase a reír.
—Creo que es hora de que conozcas a los miembros de mi tribu –dijo Lucas tranquilamente, cruzando la tienda para detenerse ante Sara. Con una mano le alzó el mentón, obligándola a levantar la cara—. Es decir... si no tienes nada mejor que hacer.
—Mi costura puede esperar –replicó Sara.
La mano de Lucas bajó hasta la angosta cintura de Sara cuando ella se puso de pie. Ahora, estaban separados por unos pocos centímetros y la proximidad de Lucas aceleró los latidos del corazón de Sara. Sintió que algo cedía en su interior y que ya no podía dominarse. Detestaba esa influencia que él ejercía. Tenia que decir algo para destruir ese vínculo que los unía.
—¿Su Alteza desea que vayamos ahora mismo? –dijo sarcásticamente.
—Sarita, aquí no hay altezas. Te dije que me llamases Lucas
La mano de Lucas se cerró sobre la cintura de la joven.
—Sí, señor. Sí Alteza –replicó ella con expresión sumisa.
—¡Basta! –rugió él—. Si quieres que te ponga boca abajo sobre mis rodillas y te enseñe una lección, puedes insistir. De lo contrario, cálzate de una vez las zapatillas.
Sara no esperó para comprobar si Lucas estaba dispuesto a cumplir su amenaza. Entró en el dormitorio y después de retirar sus zapatillas, depositadas bajo la cama, se las puso deprisa y regresó a la tienda principal.
Con una mano en la cintura de Sara, Lucas la acompañó hasta el exterior.
Se detuvieron frente a la primera de las tiendas que estaba a la izquierda de la que ocupaban ellos.
—¿Están aquí? –llamó Lucas.
—Entra, Fahd. Me haces el honor de visitar mi hogar –dijo un hombre bajo y robusto, que había abierto la entrada de la tienda.
Cuando entraron, Sara vio que aparentemente estaba reunida la familia entera. Las mujeres a un lado de la tienda: una amasaba, otra estaba sentada en el piso y amamantaba un niño, y una mujer de más edad preparaba sus rifles y una amplia variedad de armas blancas.
—Esta es Sara Miranda –dijo Lucas al grupo. Todos la miraron fijamente—. Sara, éste es mi viejo amigo Barako y su esposa Loêla.—Con un gesto indicó a la mujer de más edad que preparaba la comida—. Ahora que está enfermo, cuida de mi padre, y también prepara nuestros alimentos. La joven que está a la derecha es su hija, Neva.
La bella joven de cabellos oscuros parecía tener la misma edad que Sara. Le pareció que en sus ojos había una expresión hostil y recordó que esa muchacha había abrigado la esperanza de convertirse en la esposa de Lucas.—Y la joven con los niños es su cuñada Silvina.
Sara retribuyó la sonrisa de la bonita morena que parecía tener poco más de veinte años. Era la que les había traído alimentos la víspera, y suyas eran la falda y la blusa que llevaba Sara. Si se les ofrecía la oportunidad, quizá Sara y ella pudiesen llegar a ser amigas.
—Estos son los hijos de Loêla. Jolûtfi, Currti y Qüisim, el marido de Silvina –concluyó Lucas.
Cada uno de los varones asintió con un gesto de la cabeza. Sara reconoció a Jolûtfi y Currti: Eran los dos jóvenes que habían ayudado a Lucas a secuestrarla. Qüisim tenía la edad de Lucas y mostraba una larga cicatriz en la mejilla derecha.
—Me alegro mucho de conoceros –dijo Sara.
—Nosotros nos sentimos honrados de conocerte, Sara Miranda –replicó Barako, con una sonrisa cálida—. Comprendo por qué el jeque Fahd se Tomó tanto trabajo para traerte. Eres realmente bella.
—Me halagas, Barako, pero yo ...
Lucas la interrumpió.
—No resultó demasiado difícil, como pueden atestiguarlo Jolûtfi y Currti; pero Sara aún tiene que conocer a otros miembros de la tribu, de modo que nos marchamos.
Obligó a Sara a salir de la tienda.
—Comprendo. Ya hablaremos en otra ocasión –dijo Barako, con expresión un tanto desconcertada.
Sara se volvió hacia Lucas con las manos en las caderas y los ojos lanzando chispas.
—¿Por qué me has interrumpido así? –preguntó.
—Sarita, si sabes lo que te conviene será mejor que bajes la voz. No bromeaba cuando te advertí que castigamos a nuestras mujeres cuando se muestran irrespetuosas –dijo Lucas con aspereza—. Te he interrumpido porque pensabas decir que estabas aquí contra tu voluntad. Todos los miembros de la tribu saben a qué atenerse. Pero si lo hubieses dicho en público, la situación habría sido muy embarazosa para mí. Unos buenos latigazos es probablemente lo que necesitas para mejorar tu conducta.
Lucas le asió el hombro y la sacudió brutalmente.
—¡No! –jadeó Sara, apartándose de él—. Me comportaré bien... ¡Lo prometo! –dijo asustada, con todo el cuerpo temblándole.
—Sara, cálmate –dijo Lucas más amablemente—. No pienso pegarte ahora. Todavía no me has llevado a eso.
La sostuvo en sus brazos y la apretó tiernamente contra su cuerpo hasta que dejo de temblar. Sara nunca lograría comprender a ese hombre. Primero amenazaba golpearla y después la abrazada con amor y ternura.
¿Amor? ¿Por qué había pensado en amor? Lucas no la amaba. Sólo la deseaba. Y el amor y el deseo eran tan diferentes como la noche y el día. Ella no podría abandonar ese lugar mientras el corazón de Lucas no se ablandase y le permitiese partir, como su padre había concedido la libertad a su esposa.
—Sarita, ¿estás bien? –preguntó él con voz grave, mientras con una mano la obligaba a levantar la cara y mirarlo.
—Sí –replicó blandamente Sara, sin abrir los ojos.
Lucas la llevó a conocer a los dos hermanos de Barako y a sus respectivas y numerosas familias.
Sara vio que todas las jóvenes miraban a Lucas con deseo. Pensó que en definitiva Jimîl no había mentido. Todas habían abrigado la esperanza de atraer la atención de Lucas pero había sido antes de que urdiera el plan que la había inducido a viajar desde España. Ahora, él la había capturado y la exhibía ante la tribu entera. Seguramente todas la odiaban... y Neva más que nadie.
Aquella tarde Sara terminó la falda que había estado confeccionando y se sitió bastante complacida con su labor. Había usado como modelo la misma prenda que estaba vistiendo; había utilizado una seda verde claro, y le había adornado el ruedo con encaje verde oscuro.
Podía vestir la falda de seda verde con la blusa verde oscura de Silvina mientras confeccionaba una prenda que hiciera juego. Había llegado a la conclusión de que obtendría resultados más inmediatos si confeccionaba primero faldas y blusas sencillas, en lugar de vestidos. No le importaba que las prendas que confeccionaba fuesen excesivamente delicadas para la vida del campamento. A Sara le agradaba usar hermosas prendas. Cuando estaba bien vestida, se sentía cómoda, y para el caso poco importaba que estuviese viviendo en el centro de Madrid o en un desierto. Antes del almuerzo, Lucas fue a buscar a Sara para llevarla a bañarse; tenía un cuchillo al cinto, con fines de protección. Se reunió con ella en el agua tibia, pero esta vez no intentó tocarla.
Después del baño, Sara se puso la falda nueva. Pero Lucas se limitó a comentar:
—Sarita, trabajas rápido con las manos.
Jimîl fue a comer con ellos, y mientras duró la comida no pudo apartar los ojos de Sara. Las atenciones del árabe irritaron a Lucas, de modo que Sara decidió retirarse enseguida, dejando a los dos hermanos enfrascados en la discusión de los asuntos de la tribu. Después, Lucas vino a acostarse, y ella fingió dormir; supuso que él intentaría poseerla nuevamente. Pero Lucas se limitó a abrazarla y poco después se durmió.
*Siento muchisisisisimo el retraso, no es que tenga mas curro si no que he estado malisima con una bronquitis de caballo, jejejeje, vamos mas muerta que viva....
A ver seguis adivinando a que personajes hago referencia? es muy fácil, a ver quien acierta, jejeje
Felices fiestas mis niñas, a ver si puedo adornar un poquito el blog.
Os quiero....
3 comentarios:
Ayyy madre que el Jimîl va a resultar un caradura... le veo persiguiendo las faldas de Sara jajajajjaj menos mal que el Fahd le va a poner en su sitio jajajaaj
A ver... que me he liado ya con los protagonistas Himara jajajaj aparte de los ya mencionados tenemos a Barako y su esposa Loêla que serán Paco y Lola no? si? su hija Neva... ahí me pierdo ajajaj Carlota? Entonces quedamos que...
Jolûtfi--- Povedilla
Currti---- Curtis.
Qüisim---- Quique.
Silvina--- Silvia.
Jimîl----- Jimmy.
Yamaid Unriart---- Uriarte.
Lorén Alhamar----- D. Lorenzo.
Jjajajjaj vaya elenco... faltan más no?
Deseando que continues cielo, muchos besitos y ponte buena del todo.
Ayla.
Pues como Ayla ya te lo ha dicho todo...jajajaj.... yo sólo te digo....GRACIAS un día más, y no nos dejes con la intriga mucho tiempo, corazón....
Y me alegro que ya estés buena.
Muchos besitos.
María A.
Himara guapisima me alegro de que estes mejor,cuidate mucho y ponte buena pronto.
En cuanto al relato gracias por dejarnos otro trocito que tenía un mono que pá qué ejjejejeje. Me da a mi que Lucas ya se nos ha enamorado perdidamente ,solo la abrazó y se quedó dormido junto a ella,como dice mi NIna ( chiqui) ohhhhhhhhhhhhhh que bonitoooo.
Un besazo y felices fiestas princesas.
Lluvia
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