21 marzo 2009

Amor en el desierto; El enfrentamiento final!!!!!

El llanto estridente del niño despertó a Sara. Ella Tomó su bata y entró corriendo en la habitación de su hijo. Miró alrededor para asegurarse de que Lucas no estaba, y después se acercó a la cuna. El pequeño Lucas dejó de llorar cuando la vio, pero continuó moviendo los brazos y las piernas. Sara tenía un hijo que dormía tranquilamente la noche entera. Pero cuando llegaba la mañana no admitía esperas y se aseguraba de que su madre lo supiese.

Lo cambié y después se sentó en la mecedora para alimentarlo. Mientras amamantaba al niño, Sara volvió a pensar en las palabras de Lucas. Nuestro hijo. Lo había dicho con mucha naturalidad. Ella siempre había pensado en el pequeño Lucas como en su propio hijo o como en el hijo de Lucas.

Volvió a poner al niño en la cuna y aproximó ésta a la luz del sol que entraba por la ventana. Le acercó algunos juguetes para que se entretuviera mientras llegaba la hora del baño y después pasó a su propia habitación. Tenía que prepararse para el encuentro con Aitor.

El pequeño reloj sobre la repisa de la chimenea indicaba que eran las siete y diez, pero Sara tenía la certeza de que Aitor llegaría de un momento a otro. Decidió usar un vestido escotado de satén violeta, con mangas largas y ajustadas. No era una prenda apropiada para usarla por la mañana, pero Sara confiaba en que así lograría distraer de su cólera a Aitor.

Sara decidió asegurarse los rizos con las horquillas tachonadas de rubíes, y ponerse los grandes aros adornados con pequeños rubíes. No usó el collar que hacía juego, por temor que ocultase lo que ella deseaba que Aitor viera. Después de mirar por última vez su imagen reflejada en el gran espejo, Sara llegó a la conclusión de que su apariencia era satisfactoria.

Sara descendió a la planta baja y se alegró de comprobar que Aitor aún no había llegado. Por lo menos, podría desayunar en paz. Fue directamente a la repisa del comedor colmada de fuentes de alimentos, y se sirvió un plato. Como las fuentes estaban medio vacías era evidente que Gonzalo y Lucas ya habían desayunado, y probablemente habían salido de la casa.

Tras concluir el desayuno, Sara se levantó para servirse otra taza de café. Cuando se volvió, vio a Aitor de pie en el umbral. Vestía un elegante traje de montar y en la mano derecha sostenía un látigo. Como había previsto, los ojos castaños del joven se fijaron directamente en el ancho escote que apenas disimulaba los pechos grandes y redondos.

Ella sonrió con simpatía.
—Aitor, no te he oído llegar, pero no importa. Ven y tómate conmigo una taza de café.

—¿Qué?

Finalmente él la miró en los ojos.
—Dije que te invito a tomar una taza de café.

—Sí. —Se acercó a Sara y sus ojos volvieron a posarse hambrientos en el busto de la joven—. Sara, ¿cómo puedes llevar un vestido así por la mañana? Es...

—¿No te agrada mi vestido? —Sonrió seductora—. Me lo puse para ti.

Aitor se ablandó. La atrajo y la abrazó. Sus labios buscaron los de Sara, pero ella no sintió nada que se pareciese a una excitación especial. No sintió la oleada de fuego que recorría su cuerpo cada vez que Lucas la besaba.

—Sarita, es un hermoso vestido. —La apartó un poco y la miró de arriba abajo—. No me importa que lo uses ahora que Fernández se ha ido.

—Aitor.

—Dios mío, Sarita, no sabes lo que he sufrido desde que vino ese hombre. ¡Un verdadero infierno! No podía dormir ni comer, no podía hacer nada. Mi único pensamiento era que había sido tu amante.

—Aitor.

—Pero ahora todo se arreglará. Dime, ¿lo expulsó Gonzalo anoche o se ha ido esta mañana?

—Aitor, Lucas no se irá.

Él la miró como si hubiese recibido inesperadamente una bofetada en la cara, pero ella se apresuró a hablar.

—Gonzalo me creyó cuando le dije que anoche no ocurrió nada. Aitor, todo fue muy inocente... en efecto, no hubo nada. Lucas Fernández ya no me desea... ya viste cómo se comportó con Estelle. No hay motivo para inquietarse.

—¡No hay motivo! —explotó Aitor.— Estaba en tu cuarto y tú... ¡estabas desnuda! ¿Te parece que eso no significa nada? Sara, no lo soportaré más aquí!. ¡No lo soportaré!

—Mira, Aitor, eso no está bien. Lucas tiene derecho estar aquí. En esta casa está su hijo.

—¡Hablaré de esto con Gonzalo! ¡Ese hombre no continuará en la casa contigo!

—¡Esta es mi casa tanto como la de Gonzalo! —gritó Sara—. Y yo digo que Lucas puede permanecer aquí.

—¡Maldición!

Aitor descargó el látigo sobre la mesa.
—Aitor —dijo Sara—. Lucas está aquí sólo por su hijo... no por mí. ¿No comprendes?

—Entonces, ¿por qué demonios no le entregas a tu hijo?

—No puedes hablar en serio —dijo Sara riendo.

—Si todo lo que Fernández desea es tener a su hijo, entrégaselo. De todos modos, nunca quise a ese mocoso —dijo Aitor con amargura—. Sara, apenas nos casemos tendremos nuestros propios hijos. ¡Mis hijos!

Sara habló con voz pausada:
—Agradezco que me hayas dicho lo que sientes por el pequeño Lucas antes de que nos casemos. Ahora no habrá matrimonio. Aitor, si no quieres a mi hijo, no puedo casarme contigo.

—¡Sara!

—No comprendes mis sentimientos hacia el niño, ¿verdad? Aitor, es mi hijo, y lo amo con todo el corazón. No hay poder en la tierra que me obligue a renunciar a él.

—¿Nunca has pensado en casarte conmigo, verdad? —gritó Aitor, el rostro rojo por la pasión. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Sara—. ¡Siempre has querido a ese hombre! Bien, no lo tendrás, Sara. ¡Recuerda lo que digo! ¡Lucas Fernández lamentará el día que entró en esta casa! !Y tú también lo lamentarás!

—¡Aitor! —gritó Sara.

Pero él salió de la sala, cerrando la puerta con un fuerte golpe.

Sara comenzó a temblar incontroladamente. ¿Qué podía hacer? ¿Qué se proponía hacer Aitor? Tenía que encontrar a Lucas y advertirle, pero no tenía idea del lugar en que se encontraba.

Sara subió corriendo la escalera. Fue directamente a la habitación de Lucas y cerró la puerta. «Lo esperaré aquí —pensó—. ¡Oh, Lucas... por favor, date prisa! ¡Aitor ha enloquecido!»

Pasaron veinte minutos durante los cuales Sara se paseo de un extremo al otro del cuarto de Lucas. Le parecieron horas. Continuó recordando lo que Aitor había dicho y cavilando acerca del sentido de sus palabras. Cuando oyó pasos en el corredor, contuvo la respiración rogando que fuera Lucas. Cuando se abrió la puerta, casi se desmayó de alivio.

—¿Qué demonios haces aquí? ¿Intentas devolverme la visita que te hice anoche? —preguntó Lucas fríamente.

Entró en la habitación y comenzó a quitarse la pesada chaqueta de montar.
Sara se sintió abrumada por la dureza de Lucas, pero recordó la razón por la cual estaba allí.

—Lucas, he venido a advertirte. Aitor profirió amenazas contra ti, y se comportaba de un modo tan extraño que yo...

—¡Sara, no seas absurda! —La interrumpió Lucas. — Me pediste anoche que saliera de tu cuarto y ahora te pido que abandones el mío. Tu hermano ha dicho claramente que no desea volver a vemos solos.

—¿Dijo eso?

—No exactamente, pero ése era el sentido —replicó Lucas.

—Pero Lucas. Aitor dijo que te pesaría haber venido aquí. Él...

—¿Crees realmente que me importa en lo más mínimo lo que dice Carrasco? Te aseguro que puedo cuidarme a mí mismo. —Se apartó de ella, dejándola sumida en total confusión—. Si tu joven amante intenta algo trataré de que no sufra demasiado. Ahora, ten la bondad de salir de mi cuarto.

Sara asió el brazo de Lucas y lo obligó a mirarla y sus ojos irritados se clavaron en los ojos verdes de Lucas.
—¡Creó que quiere matarte! ¿No puedes meterte eso en tu dura cabeza?

—De acuerdo, Sara, es precisamente lo que me propongo hacer —dijo Aitor.

De pronto, Sara sintió que las náuseas la dominaban y percibió al mismo tiempo los músculos tensos del brazo de Lucas. Se volvió lentamente para mirar a Aitor, que estaba de pie en el umbral. El recién llegado apuntaba a Lucas con dos pistolas.

—Sabía que os hallaría juntos. Bien, Sara, tu advertencia llegó un poco tarde. Ahora nada podrá salvar a tu amante.

Emitió una risa breve.

Sara trató de hablar, pese a que le parecía que iba a desmayarse de un momento a otro.

—Aitor, ¡no puedes hacer esto! ¡Cometerás un asesinato! Arruinarás tu propia vida.

—¿Crees que mi vida me importa en lo más mínimo? No me importa lo que me ocurra, si él muere. Y ahora morirá, Sara... ante tus propios ojos. ¿Crees que no sé que te acostaste con él mientras decías ser mi prometida? ¿Crees que soy tan estúpido?

—¡No es cierto, Aitor! —gritó Sara. Avanzó para proteger con su cuerpo a Lucas, pero él la apartó con un movimiento del brazo y Sara cayó en la cama.

—Sara, quítate del medio. Esto tiene que resolverse entre Carrasco y yo —dijo Lucas con voz dura.

—Muy emocionante —dijo Aitor riendo—. Pero mi propósito no es herir a Sara.

—¡Aitor, escúchame! —rogó Sara. ¡Tenía que detenerlo! Se incorporó bruscamente y se enfrentó a Aitor con la respiración agitada—. Iré contigo, Aitor. Me casaré hoy. Por favor, por favor, deja las pistolas.

—Mientes. ¡Siempre me has mentido!

—Aitor, no te miento. ¡Esto es absurdo! No tienes motivo para sentir celos de Lucas. No lo amo. No me desea, y yo no lo deseo. ¿Cómo podría amarlo después de lo que me hizo? Por favor... ¡escucha mis razones! Partiré hoy mismo contigo y no volveremos a mencionar este asunto. ¡Por favor, Aitor!

—¡Basta ya, Sara! De nuevo te burlas de mí y no lo toleraré. ¡Siempre has querido a este hombre y no trates de decir lo contrario! —Rugió Aitor, la cara contraída en una máscara de odio. — Hemos sido novios y sin embargo jamás has permitido que te tocara; pero soportaste que él te pusiera las manos encima, ¿verdad? ¡Bien, ya es suficiente! Sara, no lo tendrás... ni tendrás a su hijo. —Aitor volvió a reír cuando oyó la exclamación de Sara, pero mantuvo la vista fija en Lucas, que no hacía un solo movimiento. ¿Crees que permitiré que ese mocoso viva para recordarte a este hombre? No, Sara... ¡ambos morirán! Tengo dos balas, una para cada uno.

—Tendrá que usar las dos conmigo, Carrasco, e incluso así lo destrozaré.
La voz de Lucas era serena, pero amenazadora.

—Lo dudo, Fernández... soy excelente tirador. Mi primera bala le destrozará el corazón y me quedará una para matar a ese bastardo.
Sara no conservará nada de usted. —Hizo una pausa y miró el piso—. Sarita, eras la mujer que siempre desee, pero te apartaron de mí.

Miró a Lucas y sus ojos de nuevo mostraron una expresión extraviada.

Aitor alzó una de las pistolas y apuntó al corazón de Lucas. Sara profirió un grito escalofriante y se arrojó hada adelante en el mismo instante en que Aitor disparaba. Lucas había dado un paso al lado para esquivar la bala, pero pudo sostener a Sara en sus brazos cuando ella se desmayó; la sangre le brotaba de una herida en la cabeza.

Sara sintió que caía, en un movimiento lento, describiendo amplios círculos. Frente a sus ojos todo se tiñó de rojo... y después la oscuridad se la tragó.

—Oh, Dios mío, ¿qué he hecho? ¡La he matado! —exclamó Aitor.

Había palidecido intensamente; profirió un grito que era casi un aullido y se volvió y descendió corriendo la escalera. Pero antes de que llegase a la puerta principal Gonzalo salió del comedor; detrás iban Kareen y Lola.

—¡Aitor! —gritó Gonzalo, impidiéndole el paso. Aitor se volvió lentamente y Gonzalo palideció al ver las dos pistolas en sus manos—. Dios mío, ¿qué has hecho?
Aitor dejó caer las armas, como si le quemaran las manos. Pero una pistola aún estaba cargada y cuando golpeó el suelo estalló con un estrépito horrible. Del primer piso llegó un grito de angustia. Aitor cayó de rodillas y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

—¡Ya está persiguiéndome! —exclamó Aitor—. Oh, Dios mío, Sarita, no quería herirte. Yo te amaba.

—Quédate aquí, Aitor —ordenó Gonzalo con voz ahogada y comenzó a subir de prisa la escalera; las mujeres lo siguieron.

—¿Adónde voy a ir? —murmuró Aitor en el vestíbulo-. ¿Por qué no viene a buscarme Fernández? ¡Es necesario que se haga justicia! Oh, Dios mío, cómo he podido ser tan ciego que no he visto cuánto le amaba... tanto, que se cruzó en mi línea de fuego para protegerlo. No puedo soportar lo que he hecho... ¡Quiero morir!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, corazón que ayer no te pude comentar pero hoy no te libras. Este Aitor además de ser tonto en la serie es pero que muuuuuy tonto aquí en el relato, pero claro, si no fuera así de tonto a lo mejor lo soportábamos y eso.... NUNCA....

Pero pobre Sara, herida para salvar a su Lucas. ¿Se dará cuenta el morito de que ella nunca dejó de amarle? O todavía se va a hacer el digno (y por cierto, no le he visto sufrir todavía y se lo merece por moro y por chulo -pero poco que luego se me encoge el alma y ya no doy para más...jajaja-)

Muchos besos, cielo y hasta mañana.
María A.

Anónimo dijo...

Himara si antes me comía las uñas ,ahora ya ni te cuento....

Aitor es......sin comentarios que bastante saturada me tiene ya en la serie.Lucas ahora se dará cuenta de que Sara lo ama del mismo modo que él,parecerá una tontería pero el echo de que él se quede para ayudarla en lugar de correr a buscar a Aitor y dejarla sola y desamparada significa mucho,espero que se nos salve porque sinó!!!!!
Deseando saber más de esta historia y ver como acaba todo.

P.D: Aitor si no sabes donde ir pierdete en la rotonda porque como Lucas te encuentre la has cagado!!!

Un besazo.

Lluvia.

Anónimo dijo...

Sara se interpone para salvar a Lucas y Lucas se supone que no se despegará de ella día y noche hasta que se recupere.

Espero que estos gestos les hagan bajar la guardia, y que por fin confiesen lo que callan, que están locos el uno por el otro.

Es una lástima que Lucas sólo se lo reconozca a Estelle y Sara sólo a Gonzalo, pero tendrán que darse cuenta, no?

Ay, pero qué flaco favor nos hacen los miedos y el orgullo mal entendido!!!!!

Un beso.

Adriana.

Anónimo dijo...

No se libra la niña ni en ésta jajajaj ahora veremos las penas del moro o no? porque vámos de sufridor la verdad no ha ido mucho...que maloooo Carrascoooo!!! mira que llamar bastardo a esa ricura? Como dice Lluvia ya se puede perder en la rotonda con el coche de caballos jajajaj que va mi Lucas y le revienta la cabeza!!!

Besitos y continuo... ojú qué maratón llevo...

Ayla.