22 marzo 2009

Amor en el desierto; Amigos

—Maldición, doctor, ¿por qué no despierta? Ya van tres días, y usted dijo que no era más que una herida superficial... ¡ni siquiera era necesario vendarla!

Gonzalo se paseaba por el dormitorio de Sara mientras el viejo doctor Willis cerraba su valijón.
—De acuerdo con lo que me informa el señor Fernández, me temo que el problema de Sara es mental, no físico. Cuando reaccionó del primer desmayo y escuchó el segundo disparo, imaginó que habían matado a su hijo. No hay ninguna razón que le impida despertar... sencillamente, no lo desea.

—¡Pero tiene motivos fundados para vivir!

—Lo sabemos, pero ella no. En definitiva, sugiero que usted se siente aquí y le hable... trate de arrancarla de la inconsciencia. Y no se inquiete demasiado, Gonzalo. En el curso de mi vida profesional jamás he perdido a un pariente que muriese de mera obstinación. Excepto su madre. Pero ella tenía lucidez total y deseaba morir. Hable con Sara. Dígale que su hijo la necesita... dígale todo lo que pueda arrancarle de su sopor. Cuando despierte estará perfectamente.

Cuando el doctor Willis se marchó, Lucas entró en la habitación y se detuvo al lado de la cama.

—¿Qué dijo Willis? —preguntó Lucas.

—¡Que no hay motivo que le impida despertar! ¡Sencillamente, no lo desea! —replicó irritado Gonzalo—. ¡Maldita sea! Está deseando morir de pena, exactamente como hizo nuestra madre.

Bien entrada la noche, después de que Gonzalo hubiera pasado el día entero hablándole, Sara abrió los ojos.

Miró a Gonzalo, que estaba sentado en una silla al lado de la cama y se preguntó por qué su hermano se encontraba allí, recordó lo que había ocurrido.
—¡Oh, Dios mío, no... No! —gritó histéricamente.

—Está bien, Sarita... ¡El pequeño Lucas está perfectamente! Vive y está sano. ¡Lo juro! —se apresuró a decir Gonzalo.

—Gonzalo, no... no me mientas —imploró Sara entre sollozos.

—Lo juro, Sarita, tu hijo no sufrió el más mínimo daño. Está en la habitación contigua y duerme.
Ella no podía dejar de llorar.

—¡Oí un disparo! Lo oí perfectamente.

—Sarita, el disparo que oíste fue en la planta baja, cuando Aitor dejó caer las pistolas al suelo. Nadie fue herido... el pequeño Lucas está muy bien.

Sara apartó las mantas y comenzó a bajar de la cama. Pero un dolor lacerante le atravesó la cabeza, de modo que tuvo que volver a acostarse.
—Deseo verlo personalmente.

—Muy bien, Sarita, si no me crees... Pero ahora siéntate sin hacer movimientos bruscos. Has estado en cama tres días.

Finalmente Gonzalo tuvo que llevarla a la habitación del niño. La acompañó suavemente al lado de la cuna y la sostuvo para que no cayera. Sara contempló a su hijo dormido. Acercó la mano a su carita, sintió el aliento tibio y le acarició la mejilla. El niño se movió y volvió la cabeza.
—Vive —murmuró complacida Sara.

Gonzalo volvió a alzarla y la llevó de regreso a su lecho. Sara volvió a llorar, pero esta vez de alegría.
—Sarita, ordenaré que te traigan de comer. Y después debes descansar un poco más.

—Pero dijiste que había dormido tres días. No necesito más descanso, Gonzalo. Deseo saber qué ocurrió —observó serenamente Sara.

—Uno de los criados de los Carrasco me encontró en los establos. El conde Carrasco envió al muchacho con el fin de que me advirtiese que Aitor venía armado. Oí el primer disparo antes de llegar a la casa. Encontré a Aitor en el vestíbulo. El segundo disparo fue accidental. Tú gritaste y yo pensé que Aitor había matado a Lucas. Pero cuando subí vi que tú eras la herida. Sarita... pensé que estabas muerta. Pero Lucas me aseguró que sólo te habías desmayado después de oír el segundo tiro. Si no hubieses perdido el sentido hubieras sabido que el pequeño Lucas estaba perfectamente. El primer disparo no lo molestó, pero los ecos del segundo lo asustaron y gritaba con toda la fuerza de sus pulmones. Ni siquiera Lola consiguió calmar su llanto.

—¿También Lucas está bien?

—Sí. Ambos habrían estado perfectamente si no te hubieses cruzado en la línea de fuego. Sarita, sé por qué lo hiciste, pero me pareció que no era asunto mío decírselo a Lucas. Gracias a Dios, la bala solamente te rozó.

—¿Dónde está ahora Lucas?

—Creo que abajo, emborrachándose, como hizo las últimas tres noches.
—¿Y Aitor... está bien?

—Creo que Aitor estaba más conmovido que todos los demás. Creyó que te había matado. Lloró como un niño cuando le dije que sólo te habías desmayado. Pero me temo que lo han arrestado. Después de todo, te disparó.

—Pero estoy bien... no fue más que un accidente. Gonzalo, no quiero que lo retengan en la cárcel. Aitor enloqueció porque rompí nuestro compromiso. Quiero que obtengas su libertad... esta misma noche.

—Veré qué puedo hacer, pero primero te traeré de comer.

—Señorita Sarita, querida, despierta. Aquí hay alguien que desea ver a su mamá.
Sara se movió en la cama y vio a Lola que sostenía en brazos al pequeño Lucas. Sonrió, pues incluso cuando lo acunaban el niño se movía inquieto. Sara se desabrochó el camisón y comenzó a amamantar al niño mientras miraba a Lola, que mostraba evidente nerviosismo mientras ordenaba las cosas de la habitación.

—¿Qué te ocurre? —preguntó Sara.

—La verdad, me asustaste muchísimo... tres días completos en la cama. Y para colmo, tu hermano me ordena venir a preguntarte si puedes ver al señor Aitor. Si me lo hubiese preguntado, me habría negado; pero ya nadie me pregunta nada.

—Oh, Lola, deja de protestar. Veré a Aitor apenas termine de alimentar al pequeño Lucas.

—Quizá todavía no estés en condiciones de recibir visitas? —propuso Lola con cierta esperanza.

—No estoy enferma. Ahora, continúa con lo tuyo y dile a Aitor que lo veré en seguida.

Un rato después Aitor llamó a la puerta cuando Sara regresaba de la habitación infantil, donde había dejado al pequeño Lucas. Sara abrió la puerta y vio que Aitor vestía ropas de viaje. Lo invitó a pasar.
—Sarita, yo...

—Está bien, Aitor —interrumpió Sara—. No tienes que decir nada acerca de eso.

—Pero deseo hablar —dijo Aitor, y Tomó entre las suyas las manos de Sara—. Lo siento mucho, Sarita. Tienes que creerme. De ningún modo quise lastimarte.

—Lo sé, Aitor.

—Ahora comprendo cuánto amas a Lucas Fernández. Hubiera debido comprenderlo antes, pero estaba obsesionado con mis propios sentimientos. Cuando Fernández llegó a esta casa vi en él sólo a un rival. Pero ahora sé que nunca fuiste mía... siempre fuiste suya. Dile que lamento lo ocurrido. Aún duerme; por eso no puedo decírselo personalmente.

—Puedes hablar con él más tarde.

—No, no estaré aquí. Parto por la mañana.

—Pero, ¿adónde vas?

—He decidido ingresar en el ejército —dijo tímidamente Aitor.

—Pero, ¿y tus propiedades? Tu padre te necesitará —dijo Sara. Pero era evidente que Aitor ya había adoptado una decisión.

—Mi padre todavía es joven. Aquí nada me retiene. Lo mismo que tu, Sarita, he vivido aquí mi vida entera. Es hora de que vea el mundo. —La besó en la mejilla y sus ojos castaños expresaron profunda amistad—. jamás encontraré a una persona como tú, pero quizás aparezca alguien.

—Así lo espero, Aitor. Te lo digo de veras. Y te deseo toda la suerte del mundo.

Cuando Aitor se marchó, Sara permaneció largo rato en el centro de la habitación. Se sentía muy triste y solitaria, como si le hubiesen arrancado un pedazo del corazón. El Aitor con quien acababa de hablar era el de siempre, el hombre a quien ella quería como a un hermano; y estaba segura de que en el futuro le echaría de menos profundamente.

* Tiene buen corazon Sarita ehhhhh... parece que Aitor se ha ido para no volver... si es que asi deberia ser siempre!!!!! capullos guionistas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sarita tiene buen corazón ,es cierto Himara,pero me falta algo,me falta un Lucas muerto de preocupación al lado de la persona a la que ama,hablándole continuamente para ayudarla a despertar,Gonzalo es un hermano excelente pero creo que lo que Sara necesitaba relamente es a Lucas,sin máscara,sin cabezonería ,diciéndole lo que ella desea oir y él decir....Ese Lucas borracho cada noche me recuerda a una etapa que no quiero recordar.

Gracias una noche más por este relato.Besazos.

Lluvia.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Lluvia, y sólo una puntualización....llamar "capullos" a los guionistas.... es ser demasiado buena...jajaja

Muchos besotes,
María A.

Anónimo dijo...

¡¡Pedazo resacón que debe tener Fernández!! ahí tres noches o cuatro dándole al jarro hasta emborracharse...ains seguro que ahora se nos vuelve tierno el moro jiji.

Blue.

Anónimo dijo...

¿Solo se ha emborrachado? pero buenoooo... no ha corrido la sangre? éste moro se nos está suavizando jajajaj yo que quería guerra me quedo sin ella.
La niña demasiado floja, Carrasco se merecía el encontronazo con Lucas pero bueno si las penas se olvidan en el alcohol será cuestión de echárnos un chupito nosotras jajajaj porque te doy la razón con los capullos jajajaaj

No creo ya que tarde mucho la cosa en descubrirse no? porque hija mía que ganas de ver ya un revolcón jajajaa.

A por el último que me reservo para el The End jajajaj

Chao Himarita jijjiji un besazo.

Ayla.