23 marzo 2009

Amor en el desierto; La verdad!!!

Lucas despertó con un horrible dolor de cabeza. La luz del sol que inundaba la habitación no aliviaba su malestar. Presionó sus sienes con los dedos, para aliviar el sufrimiento, pero no sirvió de nada. Examinó su propia figura; estaba completamente vestido, aunque le faltaba un zapato. Gimió por lo bajo.

Anoche Gonzalo le había dicho que al fin Sara había despertado. ¿O lo había soñado? Bien, había un modo de comprobarlo. Se puso de pie. Un dolor agudo le atravesó de nuevo la cabeza y Lucas se juró que no volvería a beber whisky por mucho tiempo. Se salpicó agua sobre la cara y después permaneció inmóvil un rato, con las manos apoyadas en la mesa del tocador, hasta que el dolor se calmó un poco.

Después de un rato Lucas pudo encender el fuego que no se había molestado en encender la noche anterior. Se afeitó y se cambié de ropa. Comenzó a sentirse otra vez casi humano y decidió que era el momento oportuno para ver a Sara.

Caminó los pocos metros que lo separaban de la habitación de Sara y entró sin llamar; la encontró sentada en la cama, ataviada con la túnica de terciopelo negro que cubría un camisón adornado con encaje blanco. Los largos cabellos cubrían gran parte de la almohada y envolvían la cabeza con un bello halo dorado.

—¿Nunca llamas? —preguntó Sara secamente.

—De todos modos, me dirías que pasase, así que no vale la pena perder tu tiempo y el mío. —Lucas cerró la puerta y ocupó la silla que Gonzalo había acercado a la cama—. De modo que al fin has despertado. ¿Qué demonios pretendes lograr durmiendo tres días y dejando a mi hijo a merced de una nodriza?

Por el tono de voz Sara no pudo decidir si Lucas se burlaba o hablaba en serio. Decidió atenerse a la segunda posibilidad y se irritó.

—Lamento que mi prolongado sueño te haya inquietado, pero yo he visto a mi hijo esta mañana. Y creo que se arregló bastante bien. Y puesto que parecen desagradarle las nodrizas, ¿puedes decirme, Lucas, cómo te las arreglarás si acepto entregarte a mi hijo?

—¡Maldita sea, mujer! —rugió Lucas, y emitió un gemido provocado por el sonido de su propia voz.

Sara comprendió lo que le pasaba y se hecho a reír.

—¿Qué demonios te parece divertido? —Lucas la miró con ojos irritados.

—Tú —dijo Sara mientras trataba de contener la risa—. ¿Qué te indujo a beber tanto tres noches seguidas? Sé que te preocupó la posibilidad de perder al pequeño Lucas, pero no tenías motivo para emborracharte. Sabías que él no había sufrido el más mínimo daño.

—Estábas aquí, acostada, inconsciente, y no sé si vivirás o morirás... ¿y me preguntas qué me indujo a beber?

—¿Qué te importa que yo viva o muera? Estoy segura de que si yo no hubiese sobrevivido Gonzalo te habría entregado el pequeño Lucas. Te habrá complacido mucho la perspectiva de obtener lo que deseabas. Lamento haberte decepcionado.

Lucas se recostó en la silla y miré fijamente a Sara.

—¡Debería desollarle viva a causa de esa observación! Ah, demonios.—en fin... hubiera sido mejor esperar un poco antes de hacerte esta visita. Era evidente que estabas muy conmovida porque tu amante se encuentra encerrado en la cárcel.

—¡Maldita sea, no fue mi amante! —observó irritada Sara—. Señor Fernández, que quede claro que usted fue el único amante que yo tuve jamás.

—No es necesario gritar, ¡por todos los diablos! —gritó Lucas.

—¿No necesito gritar? Yo diría que es el único modo de que me oigas. Y además, Aitor ya no está en la cárcel. Fue...

—¿He oído bien? —Lucas la interrumpió, y sus ojos verdes se ensombrecieron.

—Me oíste bien —replicó Sara, sin hacer caso de la cólera de él—. Aitor fue liberado anoche... respondiendo a mis insistentes ruegos.

—¡Por todos los santos! —estalló Lucas, que había olvidado su dolor de cabeza——. ¿Y por qué intercediste y lograste que lo liberasen como si nada hubiese ocurrido?

—Su intención no fue matarme.

—¡Lo sé! ¡Quería liquidarme a mi ¡ ¿Se le ha ocurrido, señora, que quizá formule una acusación oficial?

—No lo hagas, Lucas —dijo Sara en voz baja——. Aitor lamenta lo que hizo. Me pidió que lo disculpase ante ti. Él...

—¿Ya has hablado con él? —la interrumpió Lucas.

—Sí. Vino a verme esta mañana.

—Y ahora me pides por su libertad. —Lucas se recostó en la silla como si un enorme peso lo apretase contra ella—. Seguramente lo quieres mucho.

—Crecí con Aitor. Éramos íntimos amigos hasta que él decidió enamorarse de mí. Pero yo no correspondía a ese sentimiento.

—¿Pero proyectabais casaros?

—Él pidió mi mano el primer día que volví a casa, y después, día tras día, hasta que ya no pude soportar más. Lo rechazaba, pero él no estaba dispuesto a ceder. Fui a Magnun para alejarme de Aitor, pero cuando regresé a casa él volvió a insistir. Pedí a Gonzalo que tratase de apartar a Aitor, pero mi hermano prefirió apoyarlo. Creí que no volvería a verte nunca, y por eso cedí. Acepte casarme con Aitor porque todos querían que lo hiciera. Éramos amigos, y yo lo quería como amigo... Eso no ha cambiado. Esta mañana, cuando vino a despedirse, había vuelto a ser el mismo de siempre.

—¿Despedirse?

—Sí, ingresará en el ejército. Le echaré de menos. Cuando rompí nuestro compromiso enloqueció de celos, pero ahora está bien. ¿Todavía deseas acusarle?

—No. Si se ha ido, le deseo buena suerte. ¿De modo que para ti no era más que un buen amigo?

—Sí.

Lucas comenzó a reír estrepitosamente. Se inclinó hacia adelante, sin abandonar la silla.

—Te diré algo que debí decirte hace mucho tiempo. Te amo, Sarita. Siempre te amé. Creo que no vale la pena vivir la vida sin ti. Deseo llevarte a casa conmigo... quiero que vayamos a Magnun. Pero lo comprenderé si te niegas; tengo que pedírtelo. Y si aceptas, no te exigiré nada. Sé que me odias por el sufrimiento que te infligí, pero lograré soportar tu odio mientras pueda convivir contigo.

Sara se echó a llorar. No podía creerlo.

—Sarita, no es necesario que me contestes ahora.

Ella abandonó de un salto la cama y se arrodilló frente a Lucas. Abrazó la cintura de Lucas como si deseara no apartarse nunca de él. Lucas alzó el rostro de Sara y le acarició suavemente los cabellos, y la miró con expresión tierna y al mismo tiempo inquisitivo.

—¿Quieres decir que vendrás conmigo?

—Lucas, ¿acaso pensabas otra cosa? ¿Cómo puedes creer que te odiara? Te amo con todo mi corazón. Creo que te quise desde el principio, pero lo comprendí sólo cuando Yamaid Unriart me secuestró. Habría continuado toda la vida en Egipto si no me hubieses arrojado de tu lado. Y cuando ocurrió eso, sufrí muchísimo, hasta que supe que llevaba a tu hijo en mi vientre. El pequeño Lucas me dio un motivo para continuar viviendo.

—Por favor, Sarita, no me mientas. No te expulsé del campamento. ¡Tú me abandonaste!

—Pero no miento, Lucas. Todavía tengo la nota que Jimîl me entregó cuando tú saliste en busca del campamento de Yamaid Unriart. Al principio no pude creerlo. Pero cuando Jimîl me dijo que tú deseabas casarte con Neva, acepte la situación y le acompañé.

—Sarita, no escribí ninguna nota. Fui al campamento de Yamaid para invitar a su tribu a nuestra boda. Cuando volví...

—¡Nuestra boda!

—Sí... En realidad, había comenzado a creer que me querías realmente. Deseaba casarme contigo para asegurarme de que jamás te perdería. Nuestra boda tenía que ser una sorpresa. Pero cuando volví, te habías marchado, y... déjame ver esa nota.

De mala gana, Sara se apartó de Lucas y se acercó a su escritorio. Del cajón superior extrajo el arrugado pedazo de papel y se lo entregó a Lucas.

—¡Jimîl! —rugió Lucas después de ver la nota—. ¡Tendría que haberío adivinado! ¡Aunque sea mi último acto en esta vida, volveré a Egipto y mataré a ese bastardo!

—No entiendo.

—¡Jimîl escribió esta nota! Me dejó otra firmada con tu nombre, y en ella me pedías que no te siguiera. Pensé que el último mes me habías engañado. Creí que sólo fingías que eras feliz, con el fin de que te dejase sola para facilitar tu fuga.

—Lucas, ¿cómo pudiste creer tal cosa? jamás me sentí tan feliz en mi vida como durante ese mes contigo. No podría haber fingido esa clase de felicidad. —Sonrió afectuosamente y acarició la nuca de Lucas—. Pero, ¿por qué hizo esto Jimîl?

—Seguramente concibió la esperanza de que yo iría a buscarte a España y no regresaría. Jimîl siempre me odió por que yo era el favorito de nuestro padre, y porque me convertí en jefe de la tribu. Para él, ser jeque era más importante que nada. Yo entendía su situación y le permití hacer su voluntad en muchas cosas. Pero llegó demasiado lejos para obtener lo que quería. Planeé tu secuestro y mi muerte a manos del jeque Yamaid. Cuando el hermano de Silvina me revelé la verdad, busqué por doquier a Jimîl, pero no pude hallarlo. Finalmente, renuncié a mis esfuerzos. Por otra parte, no podía soportar la vida en aquel país, donde todo lo que veía evocaba tu recuerdo. Pero no es posible perdonar a Jimîl. Por su culpa hemos perdido un año entero de mutuo amor.

—Habría sido bastante difícil durante algunos meses del año —rió Sara—. Pero no importa... porque ahora nos tememos uno al otro, y para siempre. —Hizo una pausa—. Pero, ¿qué me dices de Estelle? Afirmaste que la deseabas.

—Sólo porque sabía que me escuchabas, querida. ¿Por qué crees que dejé abierta la puerta?

Lucas se puso de pie y atrajo a Sara. Se unieron en un beso apasionado y Sara creyó que el éxtasis la abrumaba. Lucas le sostuvo la cara entre las manos, y le besó los ojos, las mejillas y los labios.

—Sarita, ¿te casarás conmigo? ¿Vivirás conmigo y compartirás siempre mi vida y amor?

—Oh, sí, amor mío, eternamente. Y jamás volveré a ocultarte mis sentimientos.

—Tampoco yo los míos.

—Pero, Lucas, hay algo que aún me desconcierta. ¿Por qué me trataste con tanta frialdad desde el momento de tu llegada a esta casa?

—Querida, porque vine para casarme contigo, pero en cuanto entré oí que aceptabas la propuesta de otro hombre. La cólera me dominaba de tal modo que no pude ver claro.

—¿Estabas celoso? —preguntó Sara alegremente, mientras le acariciaba la mejilla con los dedos.

—¡Celoso! ¡jamás he sentido celos! —Lucas se apartó y cerró con llave las puertas del dormitorio. La atrajo bruscamente hacia él—. Pero si te veo desviando los ojos hacia otro hombre, ¡te arrancaré la piel a tiras!

—¿De veras? —Ella pareció sorprendida.

—No —murmuró Lucas. Los ojos tenían una expresión maligna mientras la despojaba de la túnica negra—. No abandonarás el lecho el tiempo necesario para darme motivos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Únicamente puedo decir... OOOOOOOOOOHHHHHHHHHH (aunque también podría ser ... ummmmm, uffffff, ahhhhhhh)...jajaja

Muchísimas gracias cielo, por todo el trabajazo que te tomas siempre por las demás.

Un beso gordo gordote.

María A.

Anónimo dijo...

¡¡Por fin!! aunque el moro sigue dando muestras de serlo....que no desviará la mirada hacia otro hombre, aunque claro teniendolo a él, para que va a mirar ella a otros jiji.

Blue.

Anónimo dijo...

Que bonitoooooo!!!!!Ya tocaba decir lo que sienten el uno por el otro.Lucas sigue siendo un machista de mucho cuidado auqnue parece que a Sara no le molesta demasiado que sea tan tremendamente celoso mientras no la deje salir de la habitación ejejjeej de echo a mi tampoco me molestaría( el no salir de la cama si estoy en tan grata compañía jejejejeje)

gracias Himara , un besazo enorme.

Lluvia.

Anónimo dijo...

Cómo me ha gustado leer esta parte, aunque ver así todo..... como debía ser, supongo que nos indica que ya nos acercamos al final. Y eso da una penita.......

Gracias por este relato, Himara. Como siempre...... ha sido un placer.

Un beso.

Adriana

Anónimo dijo...

Por fín!!! todo ya resuelto !!! claro que debió de decírla eso hace mucho tiempo jajaja pero las historias son así... unas veces amor, otras odio, otras rencor, otras ignorancia... ayyyy si no tuvieramos de todo eso, los finales felices no los apreciariamos tanto ¿verdad? aunque a veces nos quieran hacer pasar por tontas jajajjajme encantó que Lucas sacara su lado más moruno jajajajaj

No nos queda nada ya para acabar esta historia que al principio nos marcó un odio hacia ese moro pero en el fondo le tomamos cariño y ahora nos deja felices esperando la siguiente donde volveremos a sufrir jajajaj así es la vida... una contínua tragicomedia.

Al día y esperando el desenlace...

Un besote Himara.

Ayla.

Anónimo dijo...

Yo, si en algún momento estuve enfadada con este Lucas, ya se lo he perdonado todo, hasta lo moro que es.
Un beso princesas.