16 marzo 2009

Amor en el desierto; Propuesta de matrimonio

Sara permaneció en Magnun un mes después del parto y llegó a conocer muy bien al pequeño Lucas. El nombre le cuadraba, porque era la imagen misma de su padre, los mismos ojos verdes, los mismos cabellos negros, los mismos rasgos bien definidos. Era un niño hermoso, sano... y con apetito insaciable. Era la alegría y la vida de Sara.

Pero ella ya había permanecido demasiado tiempo en esa casa y era hora de regresar a su hogar. Lola sin duda ansiaba ver a Lucas y Sara confiaba en que ahora podría enfrentarse con Aitor.
Se volvió para mirar a su hijo, que estaba acostado en el centro de la gran cama de Lucas, y que la contemplaba serenamente. Sara le dirigió una sonrisa, guardó las últimas prendas en el baúl y aseguró bien los cierres. Había oído llegar el carruaje pocos minutos antes, de modo que se acercó a la puerta y pidió a una de las criadas que ordenase al cochero que subiera a buscar el equipaje.
Cuando la criada se retiró, Sara se puso el sombrero y la capa, y dirigió una última mirada a la habitación. Era la última vez que veía algo que pertenecía a Lucas. De pronto se sintió entristecida ante la idea de abandonar el hogar del hombre a quien amaba. Se paseó por la habitación y con la mano acarició los muebles, consciente de que era la misma madera que otrora él había tocado.
—¿Y quién es usted, señora?

Sara se volvió bruscamente ante el sonido de la voz desconocida y contuvo una exclamación cuando vio a Mariano Moreno en el umbral.
—¿Qué demonios hace aquí? —preguntó él. Pero de pronto vio el niño de ojos verdes en el centro de la cama—. ¡Qué me cuelguen! Dijo que lo conseguiría. Dijo que la conquistaría, ¡pero yo creí que usted jamás aceptaría casarse con él! —Mariano rió en voz alta, y se volvió para mirar de nuevo a Sara, que aún estaba tan sorprendida que no sabía qué decir—. ¿Dónde está mi hermano? Supongo que corresponde ofrecer más felicitaciones.

—Señor Fernández, su hermano no está aquí, y yo no me casé con él. Ahora, si me disculpa, quiero salir —replicó fríamente Sara, y se acercó a la cama para recoger al niño.

—Pero usted tiene a su hijo. ¿Quiere decir que ese canalla no se casó con usted?

—Su hermano me secuestró y me tuvo cautiva cuatro meses. No quiso casarse conmigo. Di a luz al hijo que Lucas no desea; pero yo sí lo deseo, y lo criaré sola. Ahora, si usted me disculpa, me marcho.

Pasó frente a Mariano Moreno y descendió la escalera.

Mariano permaneció inmóvil; mirándola y preguntándose qué demonios ocurría. No podía creer que Lucas no deseara a su propio hijo. ¿Y por qué no se había casado con Sara Miranda? ¿Habría enloquecido su hermano?

Era evidente que no obtendría respuesta de Sara. Tendría que escribir a Lucas.
Sara llevaba una semana en la Residencia Miranda cuando recibió una carta de Gonzalo. Le decía que Kareen había aceptado su propuesta de matrimonio y que pronto volvería a casa con su esposa.

Sara sintió profunda alegría. Había cobrado afecto a Kareen, y se sentía realmente feliz de ser su cuñada. Supuso que regresaría a tiempo para Navidad, ¡qué fiestas tan felices celebrarían!
Lola y Sara se ocuparon de decorar el antiguo dormitorio que otrora habían ocupado los padres de ambos jóvenes; ahora sería la habitación de Gonzalo y su esposa. Sara consagró todas sus fuerzas al trabajo, pues necesitaba el ejercicio para recuperar la firmeza de los músculos. Se había sentido decepcionada cuando no recuperó inmediatamente su figura y tuvo que apelar al corsé. Pero se ejercitaba sin descanso y abrigaba la esperanza de que para la época del regreso de Gonzalo habría logrado recobrar su silueta.

El tiempo pasaba rápidamente. Sara reanudó sus salidas diarias a caballo, una costumbre que la beneficiaba y agradaba a Lola. De ese modo, Lola tenía oportunidad de jugar con el pequeño Lucas y Sara conseguía evitar las atenciones de Aitor. Él no había cambiado de actitud después del viaje de Sara a Magnun. Ella le trataba fríamente, pero Aitor insistía.

Sara intuía que Aitor odiaba al niño, aunque procuraba ocultarlo. Cuando pedía a Aitor que cuidara del pequeño Lucas, se mostraba irritado. Insistía en que Lola se ocupase del niño. Además, Aitor se enfurecía porque el pequeño Lucas se echaba a llorar siempre que el hombre se le acercaba. Sara trataba de mantenerlos separados todo lo posible.

Y así, dos días después de Navidad, Gonzalo llegó a la casa en compañía de Kareen. Llegaron temprano por la mañana, y Sara aún dormía cuando Lola entró de prisa en la habitación. Apenas tuvo tiempo de ponerse una bata antes de que Gonzalo y Kareen entrasen. Sara corrió hacia ellos y los abrazó y besó.

—Me alegro mucho por vosotros, y soy feliz porque al fin habéis regresado —exclamó Sara, con los ojos llenos de lágrimas.

—Jamás volveré a salir de Miranda —dijo Gonzalo riendo, mientras abrazaba fuertemente a Sara—. Te lo aseguro. Pero, ¿dónde está mi sobrino?

—Aquí mismo, amo Gonzalo —contestó orgullosamente Lola, mientras habría la puerta de comunicación entre las dos habitaciones.

El pequeño Lucas estaba completamente despierto, y tenía un pie en cada mano; y todos se reunieron alrededor de la cuna.
—¡ Oh, Sara, es realmente hermoso, realmente adorable! —exclamó Kareen—. ¿Puedo alzarlo... no te importa?

—Claro que sí... al pequeño Lucas le encanta que lo levanten —contestó Sara.

—¿Lucas? —Gonzalo enarcó el ceño—. Creí que le pondrías el nombre de nuestro padre, o el de su propio padre.

—El nombre me agradó. No me pareció bien llamar Fahd a un español.

—Lo mismo digo –dijo Gonzalo. Aferró la manita del pequeño Lucas que estaba en brazos de Kareen—. Es fuerte como un buey. Pero, Sarita, ¿de dónde vienen esos ojos tan extraños? No tenemos ojos verdes en la familia y jamás los he visto así en un árabe.

—Gonzalo, haces preguntas tan absurdas. ¿Cómo puedo saberlo? Gonzalo pensó replicar, pero se interrumpió cuando vio la mirada de desaprobación de Kareen.

—Es hora de alimentar al pequeño. Amo Gonzalo, salga de aquí —sonrió Lola.

A decir verdad, Gonzalo se sonrojó ante la idea de que su hermana amamantaba al niño.
—Sarita, baja al salón cuando hayas terminado: Estelle nos ha acompañado, de modo que podemos desayunar juntos.

Sara se alegró de saber que Estelle venía con ellos. Era una hermosa joven y quizá Aitor se sintiese atraído por ella.

Un rato después, Sara acostó al pequeño Lucas, y se reunió con sus visitantes en el comedor.
—Me alegro de volver a verte, Estelle —dijo Sara, abrazando a la joven—. Supongo que te quedarás con nosotros. En esta casa disponemos de mucho espacio.

—Unos días; después, tengo que visitar a mis padres.

—¿Te gustó el viaje? —preguntó Sara.

—Oh... ¡fue realmente maravilloso! —dijo exuberante Estelle. —Me temo que Estelle se ha enamorado sin remedio de uno de los pasajeros de nuestro barco... un amigo de Gonzalo —dijo Kareen.

—Es el hombre más apuesto que he visto jamás, y estoy segura de que corresponde a mis sentimientos —replicó Estelle con una expresión de felicidad en el rostro.

—Estelle, te ilusiones demasiado —dijo Kareen—. Que te haya prestado cierta atención no significa que te ame.

—¡Sí, me ama! —exclamó Estelle—. Y volveremos a vernos, aunque para lograrlo tenga que ir a Madrid. ¡Pienso casarme con Lucas Fernández!

Todos se sobresaltaron ante el ruido de platos rotos en la cocina y Sara comprendió que Lola había estado escuchando la conversación. Lucas había regresado y estaba en Madrid. Una oleada de celos dominó a Sara cuando pensó en que Estelle había viajado en el mismo barco con el hombre que ella amaba.

¿Por qué había regresado? ¿Y por qué había abandonado a Neva? ¿Se habría cansado también de ella y ahora Estelle era su nuevo juguete? ¿Ese hombre no se cansaba de torturar a las mujeres?
—Sarita, recuerdas a Lucas Fernández, ¿verdad? —preguntó Gonzalo, que no había advertido los sentimientos que ella trataba de controlar.

—¿Lo conoces, Sara? —preguntó Estelle—. Entonces sabrás por qué yo...

Pálida como un fantasma, Lola entró en la habitación y dijo: —Señorita Sarita, lamento que se me cayeran los platos... se me deslizaron de las manos. ¿Puede ayudarme a llegar a mi cuarto? No me siento muy bien.
—Por supuesto, Lola —contestó agradecida Sara, que se acercó a la anciana y fingió que la ayudaba a salir del comedor.

Cuando estuvieron a cierta distancia, Lola dijo:
—Oh, niña, lo siento. Debes de estar muy mal. Ese bandido regresó a España, ¿y qué puedes hacer ahora?

—Lola, no haré nada. No vendrá aquí, y yo no iré a ningún lugar donde pueda encontrarlo. Y no me siento mal... ¡sólo enojada! Ese hombre es despreciable. ¡Le agrada destrozar a todas las mujeres bonitas que conoce!

—Querida, me parece que estás celosa —observó Lola.

—No estoy celosa —replicó Sara—. Estoy enfurecida. No lo culpo por lo que me hizo a pesar de que debería acusarlo. Probablemente destrozó el corazón de Neva, ¡y ahora hace lo mismo con Estelle! ¡Estelle ni siquiera sabe que está casado!

—Tampoco tú, Sarita. No estás segura de que se haya casado con la otra joven. Quizá fue su amante, como tú.

—¡No se habrá atrevido a hacer eso! Su familia no lo habría permitido.

—Bien, de todos modos no puedes estar segura.

Aquella noche Aitor fue a cenar pero no prestó atención a Estelle ni ella se interesó en el joven. Después de la cena, Sara conversó un momento a solas con Gonzalo y le pidió que la ayudase a afrontar. el problema de Aitor. Le explicó que Aitor la había molestado desde el día que ella había regresado y que no sabía qué hacer.
—¿No puedes hablar con él, Gonzalo? ¿No puedes pedirle que deje de importunarme?

—Pero no veo por qué no te casas con él, Sarita. Te ama. Sería muy buen marido. Y también sería el padre de tu hijo. No puedes vivir alimentándote con recuerdos y estoy seguro de que con el tiempo amarías a Aitor.

Sara se sorprendió un instante. Pero después comprendió que quizá su hermano estaba en lo cierto. Ya no había motivos que le impidieran casarse con Aitor.

*Pero Gonzalo... que has hecho??? Y ahora? Aceptara Sara la propuesta de matrimonio de Aitor? Vendrá Lucas a Buscarla????

Contadme que os parece?

besos mis niñas

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Se va a casar con Aitor? pero...digo yo que el hermano de Lucas verá a éste y le contará que tiene un heredero ¿no?...¡que lio más grande!.

Un besote Himara.

Blue.

Anónimo dijo...

Puede que el consejo de Gonzalo sea lo más razonable, pero no es lo mejor. Sarita, espabílate y no te dejes convencer, reina mora, que seguro que Lucas está al caer.
Un beso princesa.

Anónimo dijo...

A puntito está de caer Dora jajajja y el Pollo al corral que viene el hombreeee jajaja ayyyyy que se le va a caer la baba cuando vea al chiquitín.A ver como se reconcilian éstos...Ummmmmmmmm

Un achuchón!!!

Ayla.