18 marzo 2009

Amor en el desierto; Si, quiero!!!!

Sara había pasado la mañana entera tratando de evitar a Estelle. No podía ver tanta felicidad en los ojos de la joven, pues sabía que ella amaba a Lucas. Ahora corrían las últimas horas de la tarde y Kareen y Estelle habían ido a Valencia a hacer algunas compras, mientras Gonzalo revisaba las cuentas de su propiedad en su estudio.

La casa estaba en silencio. Sara estaba sentada en el salón, y trataba de leer un libro para apartar su pensamiento de Estelle y Lucas. Pero continuaba imaginándolos, y los veía reunidos, besándose y abrasándose. ¡Maldito sea!

—Sara, necesito conversar contigo.

Era Aitor Carrasco.

Ella se levantó y se acercó al hogar, y su falda de terciopelo rojo se balanceó suavemente.

—Aitor, creí que no te vería antes de la noche. ¿Qué asunto tan importante te trae a esta hora temprana? —preguntó Sara.

Le volvió la espalda y se atareó ordenando las figuritas sobre la repisa de la chimenea.

—Conversé esta mañana con Gonzalo. Coincide conmigo en que debemos casarnos. Sara no puedes continuar rechazándome. Te amo. Por favor, ¿te casarás conmigo?

Sara suspiró hondo. Su respuesta haría feliz a todos... es decir, a todos excepto a ella misma. Incluso Lola le había explicado que los matrimonios se concertaban por conveniencia no por amor, y que era suficiente que el señor Aitor la amase.

—Está bien, Aitor, me casaré contigo. Pero no te aseguro que... —Pensaba decir «te amé», pero el sonido de una voz profunda la interrumpió. Se volvió, mortalmente pálida.

—Señora, se me ha informado que tengo un hijo. ¿Es cierto?

Aitor asió bruscamente los brazos de Sara, pero ella estaba demasiado conmovida para sentir nada. Aitor la soltó volviéndose para enfrentarse al intruso, y Sara se apoyó en la repisa de la chimenea. Sentía que se le doblaban las rodillas.

—¿Quién es usted, señor? —preguntó Aitor, ¿y qué significa preguntarle a mi prometida si usted tiene un hijo?

—Soy Lucas Fernández. La señorita Miranda puede ser su futura esposa, pero este asunto no le concierne. Me dirijo a Sara, y estoy esperando una respuesta.

—¡Cómo se atreve! —exclamó Aitor—. Sara, ¿conoces a este hombre?

Sara estaba horriblemente confundida. Se volvió lentamente para enfrentarse a Lucas y sintió que al verlo su voluntad se debilitaba. No había cambiado... aún era el hombre a quien ella amaba. Anhelaba correr hacia él. Deseaba abrazarlo y no separarse jamás de él. Pero el horrible odio que veía en sus ojos y la dura frialdad de su voz la detuvieron.

—¿Tengo un hijo, señora?

Ante la amenaza de la voz de él, el miedo se apoderó de Sara. Pero entonces también comenzó a avivarse su cólera. ¿Cómo era posible que preguntase tan fríamente acerca de su hijo?

—No, señor Fernández —dijo—. Yo tengo un hijo... ¡usted no!

Entonces, señorita Miranda, formularé de otro modo mi pregunta. ¿Soy el padre de su hijo?

Sara comprendió que no tenía salida. Mariano seguramente le había informado de la fecha de nacimiento. Lucas había realizado los correspondientes cálculos y sabía que ella había concebido con él. Además, era suficiente mirar al pequeño Lucas para saber que era el hijo de Lucas Fernández.

Sara se desplomó en la silla más cercana, tratando de evitar la mirada de los hombres que esperaban su respuesta.

—Sara, ¿es cierto? ¿Este hombre es el padre de tu hijo? —preguntó Aitor.

—Es cierto, Aitor —murmuró Sara.

—Señor Fernández, ¿cómo se atreve a venir aquí? —preguntó Aitor.

—¡Estoy aquí porque vine a buscar a mi hijo y sugiero que usted no se meta!

—¡A su hijo! —gritó Sara, incorporándose bruscamente. Pero usted nunca lo quiso. ¿Por qué lo desea ahora?

—Temo que interpretaste mal lo que te dije hace mucho tiempo, Sara. Te dije que no te había llevado a mi campamento para engendrar hijos. Nunca dije que no aceptaría al niño que pudiera nacer —replicó serenamente Lucas.

—Pero yo...

La aparición de Gonzalo interrumpió la frase de Sara.

—¿Qué son estos gritos? —preguntó con voz severa. Entonces vio a Lucas que estaba junto a la puerta, y sonrió con simpatía.

—Lucas... no esperaba verlo tan pronto. Me alegro que decidiera aceptar mi invitación para vistamos. Estelle se sentirá complacida de verlo.

—¡Santo Dios! ¿Todos están locos? —explotó Aitor. Gonzalo, ¿sabes quién es este hombre? ¡Es el padre del hijo de Sara!

La sonrisa de Gonzalo se esfumó.

—Sara, ¿es eso cierto? —preguntó.

—Sí —murmuró ella con voz tensa.

Gonzalo descargó un puñetazo sobre la pared.

—¡Maldita sea, Sara! ¡He llegado a ser amigo de este hombre! ¡Me dijiste que el padre de tu hijo era un árabe!

—¡Pero Lucas es medio árabe y te dije que tenía otro nombre! —replicó a gritos Sara.

—Y usted —explicó Gonzalo, volviéndose de nuevo hacia Lucas—. Venga conmigo.

—¡Gonzalo! —gritó Sara——. ¡Me diste tu palabra!

—Recuerdo bien la promesa que me arrancaste, Sarita. Me limitaré a hablar a solas con Lucas en mi estudio —dijo Gonzalo, más sereno, y los dos hombres salieron de la habitación.

Gonzalo sirvió dos brandies y entregó uno a Lucas. Después, se acomodó en un sillón de cuero negro.

—¿Por qué vino aquí? ¡Santo Dios, Lucas! ¡Tengo todo el derecho del mundo a retarlo a duelo por arruinar la vida de mi hermana!

—Espero que la cosa no llegará a eso —replicó Lucas Supe de la existencia del niño por mi hermano y vine aquí para casarme con Sara y llevarme a los dos a mi casa de Benfleet. Pero llegué en el momento en que ella aceptaba la propuesta de ese mocoso peleador, de modo que ahora es imposible hablar de matrimonio. De todos modos, quiero a mi hijo.

—¡Sara jamás renunciará al niño!

—En ese caso, debo pedirle que me permita permanecer aquí, para persuadirla de que acceda. Puede comprender cuáles son mis sentimientos. El niño es mi heredero, y soy rico. Para él sería beneficioso que yo lo educase.

—No entiendo. Usted es un caballero, y sin embargo secuestra a una dama y la retiene como amante. ¿Cómo pudo hacer tal cosa? —preguntó Gonzalo.

Lucas se sintió divertido porque Gonzalo había formulado la misma pregunta que él había oído de labios de su propio hermano.

—Deseaba a su hermana más de lo que jamás deseé a ninguna mujer. Es tan bella que usted mal puede criticarme. Estoy acostumbrado a tomar lo que deseo y le pedí que se casara conmigo, cuando nos conocimos en Madrid. Como ella me rechazó, conseguí que usted fuera enviado a Egipto, la patria de mi padre.

—¡De modo que usted fue responsable de la maniobra!

—Sí, y probablemente usted conoce el resto.

Gonzalo asintió. Estaba asombrado ante los extremos a los que había llegado ese hombre para conseguir a Sara. Probablemente haría otro tanto para conseguir a su hijo. De modo que Sarita se equivocaba... Lucas quería tanto a la madre como al hijo y había venido para desposaría. Gonzalo se sintió culpable porque la había persuadido de que contrajese matrimonio con Aitor. Quizá había echado a perder la única posibilidad que se ofrecía a Sarita de ser feliz. Pero si permitía que Lucas permaneciese en la casa, él y Sarita quizá resolviesen sus diferencias. Gonzalo decidió que no volvería a interferirse en el asunto.

—Lucas, usted puede permanecer aquí tanto tiempo como lo desee, aunque probablemente provocará un buen escándalo. Como sabe, Estelle también está aquí y cree estar enamorada de usted. No sé cuáles son sus sentimientos hacia esa joven, pero le ruego que maneje con cuidado la situación ... por el bien de Sara. —Gonzalo se puso de pie y se acercó a la puerta—. Sin duda, ahora desea ver a su hijo. Trataré de explicar el problema a Aitor Carrasco mientras Sara lo lleva a sus habitaciones.

—Le agradezco su comprensión —dijo Lucas.

Frente a la puerta del estudio, acompañado por Lucas, Gonzalo llamó a Sara, y la joven apareció en el vestíbulo; su rostro era la imagen misma de la vacilación.

—He decidido que Lucas continúe aquí un tiempo —dijo Gonzalo.

—Pero Gonzalo...

—Eso está arreglado, Sarita. Ahora lleva a Lucas a la habitación del niño. Es hora de que conozca a su hijo.

—¡Oh!

Sara se volvió y comenzó a subir la escalera sin esperar a Lucas.

—Usted no suponía que la cosa sería fácil, ¿verdad? –preguntó Gonzalo.

—Nada es fácil cuando se trata de Sara —replicó Lucas y la siguió por la escalera.

Sara lo esperó a la puerta de la habitación. Se sentía tensa e irritada, y cuando Lucas Regó a ella ya no pudo controlar su incomodidad.

—¿Qué esperas ganar quedándote aquí? —dijo con dureza—. ¿No has provocado ya bastante sufrimiento?

—Ya te lo dije, Sara. Vine a buscar a mi hijo.

—¡No hablas en serio! Después de lo que me hiciste, ¿pretendes que te entregue a mi hijo? Bien, ¡no lo tendrás!

—¿Está en este cuarto?

—Sí, pero...

Lucas abrió la puerta, pasó junto a Sara y entró en la habitación de su hijo. Se acercó directamente a la cuna y se detuvo para contemplar al niño.

Sara se acercó, pero no dijo palabra cuando vio la sonrisa de orgullo de Lucas, que miraba al niño.

—Un hermoso niño, Sarita... gracias —dijo Lucas con expresión cálida y Sara se suavizó de nuevo cuando percibió la dulzura de la voz de él. Lucas alzó suavemente al niño. Cosa extraña, el pequeño no lloró y miró con curiosidad los bigotes en el rostro de su padre—. ¿Qué nombre le has puesto?

Sara vaciló y desvió los ojos. ¿Qué podía decirle? —Junior —murmuró.

—¡Junior! ¿Qué clase de nombre es ése para mi hijo? —explotó Lucas y el pequeño Lucas se echó a llorar.

Sara se apresuró a retirar al niño de los brazos de Lucas, que lo entregó sin oponer resistencia.

—Vamos, querido, está bien... ven con mamá —dijo ella, tratando de calmar al niño. El pequeño dejó de llorar inmediatamente y Sara miró irritada a Lucas—. Puesto que no estabas conmigo, tuve que elegir el nombre que me pareció mejor. Oh, ¿por qué has tenido que venir?

—Vine aquí con buenas intenciones, pero al llegar !e oí aceptar la propuesta de matrimonio de tu amante —replicó Lucas, los ojos sombríos y amenazadores.

—¡Mi amante!

—Oh, vamos, Sara... no lo niegues. Sé bien lo apasionada que eres. Después de todos estos meses, supuse que te encontraría en los brazos de otro hombre.

—¡Te odio! —exclamó Sara, y sus ojos cobraron un matiz azul oscuro.

—Señora, sé muy bien lo que usted siente por mí. Si me odias tanto, ¿por qué desea retener a mi hijo? Cada vez que lo mire, verá mi propia figura.

—¡También es mi hijo! Lo llevé en mi vientre nueve meses. Sufrí el dolor de traerlo al mundo. ¡No lo entregaré! ¡Es parte de mí ser y lo amo!

—Otro asunto que me desconcierta. Si me odias tanto, ¿por qué fuiste a Magnun para dar a luz al niño?

—No sabía que era tu casa... lo supe después de llegar. No quería permanecer aquí, y Lola, mi anciana niñera, propuso que fuese con su hermana, que casualmente es tu cocinera. Por eso fui a Magnun. ¿Cómo podía saber que la propiedad era tuya?

—Seguramente fue una sorpresa —se burló Lucas—. ¿Por qué no te marchaste cuando descubriste la verdad?

—Emma insistió en que me quedara. Pero ahora no deseo continuar discutiendo el asunto —replicó Sara—. Lucas, tendrás que marcharte. Es hora de alimentar al niño.

—Pues aliméntalo. Sara, es un poco tarde para que me vengas con tu falsa modestia. Conozco bien el cuerpo que tu vestido oculta.

—¡Eres insoportable! No has cambiado en lo más mínimo.

—No... pero tú has cambiado. Antes eras más sincera.

—No sé de qué hablas. —Sara se acercó a la puerta del dormitorio,—. Sugiero que alguien te lleve a tu cuarto. Después si lo deseas, podrás ver a tu hijo.

Sara ocupó una silla en el rincón más alejado de la habitación y depositó al pequeño Lucas en su regazo, mientras se desabrochaba el corpiño. Pero aún sentía la presencia de Lucas y cuando alzó los ojos lo vio apoyado contra el marco de la puerta, mirándola atentamente.

—¡Por favor, Lucas! Puedes entrar en la habitación del niño, pero ésta es la mía. Deseo un poco de intimidad... si no te importa.

—¿Te molesto, Sara? ¿Jamás desnudaste tus pechos frente a un hombre? —preguntó Lucas—. Propongo que dejes de representar el papel de la mujer indignada y que alimentes a mi hijo. ¿Tienes apetito, no es así?

—¡Oh! —Sara decidió ignorarlo, y formuló mentalmente el deseo de que se marchase.

Abrió un lado del vestido y amamantó al pequeño Lucas. El niño chupó codiciosamente, apoyando un minúsculo puño sobre el seno materno. Sara sabía muy bien que Lucas continuaba mirándola.

—Sara, ¿qué estás haciendo? —gritó Lola, que entró en la habitación por otra puerta y vio a Lucas.

—Está bien, Lola, serénate —dijo irritada Sara——. Éste es Lucas Fernández.

—De modo que es el padre del pequeño Lucas —observó acremente Lola, volviéndose para enfrentarse a Lucas—. Bien, vaya descaro venir aquí, después de lo que hizo a mi niña.

—Oh, basta, Lola. Ya has hablado bastante —la interrumpió Sara. Lucas se echó a reír y Sara agachó la cabeza, porque sabía muy bien qué le parecía tan divertido. ¡Es un nombre común, maldita sea! ¡No necesito explicar nada!

El pequeño Lucas comenzó a llorar otra vez.

—Señor Fernández, salga de aquí. Está molestando a Sarita y a su hijo —observó Lola.

Cerró la puerta detrás de Lucas, pero Sara aún oía la risa del hombre. Lola se apresuró a cerrar la otra puerta y después miró a Sara y movió la cabeza.

—De modo que vino... sabía que vendría. ¿El señor Gonzalo lo sabe?

—Sí. Gonzalo decidió permitir que Lucas permanezca aquí. Y también Aitor lo sabe. Lucas entró precisamente cuando yo aceptaba la propuesta matrimonial de Aitor. Oh, Lola, ¿qué puedo hacer? —Sara se echó a llorar—. Vino a buscar a su hijo... ¡no a mí! Lucas se muestra muy frío conmigo, ¿y cómo soportaré verlo unido a Estelle?

—Todo se arreglará, señorita Sarita... ya lo verá. Ahora, basta de llorar, porque de lo contrario el pequeño no se calmará.

Sara cerró discretamente la puerta del cuarto y al volverse vio a Lucas que salia de la habitación contigua. Tenía que acercarse a él para llegar a la escalera, pero Lucas le cerró el paso.

—¿Duerme el pequeño Lucas? —preguntó burlonamente.

—Sí —replicó Sara, que evitó la mirada de su interlocutor—. ¿Tu habitación es satisfactoria?

—Me arreglaré —replicó él, y la obligó a mirarlo a los ojos—. Pero prefería compartir la tuya.

Lucas la apretó contra su cuerpo y sus labios cubrieron los de Sara, exigiendo una respuesta. Ella la ofreció de buena gana. Todos esos meses tan prolongados y solitarios parecían esfumarse.

—Ah, Sarita... ¿por qué no me dijiste que tendríamos un hijo? —murmuró él con voz ronca.

—Lo supe cuando llevaba tres meses de embarazo. Y entonces era demasiado tarde... te habías casado con Neva.

—¡Neva! —rió Lucas, los ojos fijos en el rostro de Sara. —Yo...

Pero entonces él se puso rígido, De modo que... ella había regresado con su hermano porque así lo deseaba. Lucas pensé que quizás ella ya conocía su embarazo, y temía que él se enojara. ¿Cuándo aprendería de una vez que esa mujer lo odiaba?

—Lucas, ¿qué te pasa? —preguntó Sara, que vio la frialdad en los ojos de Lucas.

—Señora, será mejor que vaya donde está su amante. ¡Estoy seguro de que prefiere sus besos a los míos! —dijo Lucas con dureza y la apartó de un empujón.

Sara lo vio alejarse y sintió que se le doblaban las rodillas. ¿Qué había dicho que lo había inducido a ofenderla tan cruelmente? Ella se había sentido maravillosamente feliz apenas un momento antes, y ahora creía estar al borde del desastre.

—¡Lucas! ¡Oh, sabía que vendrías!

Sara oyó la voz complacida de Estelle que provenía del vestíbulo de la planta baja.

—Querida, abrigaba la esperanza de que aún estuvieras aquí. Lograrás que mi estancia en esta casa sea mucho más grata —respondió alegremente la voz profunda de Lucas.

Las lágrimas brotaban de los ojos de Sara mientras ella caminaba de regreso a su cuarto y después de entrar cerraba la puerta. Se desplomó en la cama y hundió el rostro en la almohada.

No podía soportar la imagen de Lucas galanteando con Estelle. ¿Por qué la odiaba así? ¿Por qué no la deseaba ya? ¿Cómo podía soportar verlos juntos, cuando se le partía el corazón?


*Si es que ya es mala suerte que Lucas llegue después de que ella acepte la propuesta de matrimonio de Aitor!!!!!! Ay Gonzalito, pa que te metes donde nadie te llama!!!! Y Estelle??? Conquistara a Lucas????


Mañana mas.


Os quiero

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, de la misma manera que ha aceptado a Aitor, Sara se puede arrepentir, de hecho, creo que ya se arrepiente.
Y Estelle no es rival para Sara, seguro.
Un beso, princesas

Anónimo dijo...

Vamos a ver, que el que tiene que sufrir ahora un poquito es el moro... Sarita no, que bastante es aguantar tanto "pollo" todo el día proponiéndole matrimonio para que ahora llegue de nuevo el amor de su vida y la siga haciendo sufrir....¡pobrecilla! Le saldrá algo bien????

Mañana estoy aquí sin falta.
Gracias.
María A.

Anónimo dijo...

Buenooooo!!! Sara aceptando al Pollo y el moro llega... jajajaja menos mal que aún no han firmado nada porque van a rodar cabezas con la visita Ufffffff anda que no es cuco el niño jajjaja para que le oiga Sarita camelandose a la hermanísima jajajj Besitos, siempre corriendo Himara se me acumula tó jajajaaj.

Ayla.