14 noviembre 2008

Pasion: Verdades

Con un grito ahogado de furia, Sarita huyó de la habitación pues estaba segura de que si permanecía un segundo más, haría algo más drástico que romperle un botellón en la cabeza. "¡Cómo se atreve!", pensó mientras corría escaleras arriba para refugiarse en su alcoba. "¡Que yo le pertenezco! ¡Já! ¡Ya veremos, demonio arrogante!".

Al llegar al dormitorio, pasó varios minutos caminando de un lado a otro, concentrada en encontrar un modo de desafiar a Lucas de hacer que se tragara sus palabras. O de humillarlo y hacerle pasar vergüenza. El había dicho que jamás se sentía abochornado: "pues veremos", decidió Sarita con vivacidad Aceptaría el desafío, se juró con rabia. Pero no fue hasta que Concha vino a verla para prepararle el baño y la ropa cuando una idea se le ocurrió a Sarita.

La criada estaba ocupada con el agua caliente cuando Sarita dijo de pronto:
-Concha, quiero que me consigas un vestido.

-Sí, por supuesto, señora. ¿Cuál quiere ponerse esta noche? ¿El de seda negra o quizás el nuevo de muselina? -preguntó Concha con serenidad.

Con un brillo duro en los ojos verdes, Sarita declaró:
-Ninguno de esos. Quiero un vestido de ramera.

-¡De ram...! ¿Quiere decir un vestido como el que usan las prostitutas? -chilló Concha, anonadada. Los ojos casi se le salían de las órbitas.

Sarita esbozó una sonrisa decidida y asintió.
-Y lo quiero para esta noche. ¿Podrás conseguírmelo?

Concha levanto las manos con gesto impotente. En su rostro había una expresión reprobadora.
-No lo sé. Tendré que preguntar. -Adoptando un aire ofendido, agregó:- ¡No estoy acostumbrada a codearme con ese tipo de mujeres!

-¡Yo tampoco! -replicó Sarita secamente, pues estaba muy sensible al respecto. Pero luego se arrepintió y dijo con una nota de súplica en la voz-: ¡Por favor, Concha! Es muy importante para mí. Lo necesito para esta noche. No me importa lo que cueste, sólo consíguelo. ¡Y cuanto más escandaloso, mejor! -terminó con decisión.

Concha accedió, pues no sabía qué otra cosa hacer. Había sido sirvienta desde niña y por lo tanto, nunca se le había ocurrido no hacer lo que su señora le pedía. Fue así que de muy mala gana buscó a uno de los muchachos que trabajaba en las caballerizas y le extrajo la información necesaria. Con su habitual discreción, decidió ir ella misma, y sin decir a nadie por qué, de pronto tenía que ir a hacer una diligencia al otro lado de la ciudad.

El burdel fue un golpe para Concha, pero no fue nada en comparación con el asombro de la madame cuando descubrió lo que deseaba esa respetable criada. Al ver el dinero, sin embargo, se encogió de hombros y tras mostrarle varios vestidos a Concha, llegaron a un arreglo.

La prenda costó más cara de lo que Concha había esperado, pero recordando las palabras de Sarita, ella pagó y se marchó. En el camino de regreso se consoló pensando que al menos el vestido era nuevo. ¡A pesar de todo lo que había dicho la señora Sarita, ella jamás le hubiera comprado un traje manchado de transpiración que había pertenecido a otra mujer... y a una prostituta, encima de todo!

Sarita ya se había bañado y aguardaba con impaciencia. Cuando Concha entró con el desprolijo paquete, preguntó con ansiedad:
-¿Lo has conseguido? Concha hizo una mueca de desaprobación.

-Sí, señora, pude comprar un vestido, pero...

-No me regañes -la interrumpió Sarita con tono suplicante-. Ya sé que piensas que todo esto es un escándalo y de verdad lo es, pero no me abandones ahora, Concha.

-Está bien, señora, pero creo que está llevando adelante un juego muy peligroso. Al señor Lucas no le gustará lo que usted está planeando.

Si Concha hubiera querido asegurarse de que Sarita llevara a cabo su plan alocado, no habría podido elegir palabras mejores. Sarita tomó la decisión y dijo con una nota desafiante en la voz:
-Déjame verlo. Una exclamación de asombro y admiración se le escapó de los labios cuando Concha desenvolvió el vestido. ¡No sabía si reír de nervios ante la idea de ponérselo y ordenarle a Concha que lo destruyera en ese preciso instante! Realmente era un vestido de prostituta y se le ocurrió la idea ridícula de que al menos era negro.

Por un instante, pensó en dejar de lado su plan, pero luego irguió el mentón con gesto rebelde. ¡Se pondría el vestido y haría que Lucas se tragara sus palabras!

Unos minutos más tarde, de pie delante del espejo, se miró y se preguntó si realmente se atrevería a aparecer así vestida. Tenía toda la espalda al descubierto y debajo de la cintura, el raso negro se adhería como un guante a su cuerpo para abrirse luego en una serie de volantes que llegaban al suelo. En la parte delantera había una enorme V que comenzaba debajo de sus senos y continuaba hasta debajo del ombligo, hecha con gasa transparente de color rojo. El escote era tan pronunciado que casi asomaban sus senos. Tras algunos retoques hechos por la horrorizada Concha, el vestido le quedaba como una segunda piel.

¿De modo que Lucas la llamaba una mantenida, no? ¡Pues se comportaría como una!

Llegó al extremo de permitir que Concha le maquillara el rostro y le aplicara un lunar negro junto a la boca. Se dejó el pelo caer en una cascada de rizos rubios y optó por no llevar joyas, pues había olvidado pedirle a Concha que le comprara un par de gigantescos y ordinarios pendientes.

Concha no estaba nada complacida con el aspecto de Sarita. Retorciéndose las manos con angustia, dijo:
-¿No irá a cenar vestida así, verdad, señora?

Con una sonrisa tensa que ocultaba sus temores, Sarita respondió con falsa serenidad:
-¡Por supuesto que sí! ¿Para qué crees que te hice comprar el vestido? -Al ver la preocupación de la otra mujer, agregó con suavidad:- No te preocupes, Concha, nadie podrá culparte. Después de todo, yo te ordené que compraras el vestido.

Una cosa era tranquilizar a Concha, pensó Sarita mientras bajaba la escalinata con pasos nerviosos, y otra muy distinta era enfrentarse cara a cara con Lucas. Estaba a punto de regresar a su alcoba cuando se abrió la puerta del comedor y Lucas salió al vestíbulo. La vio en la escalera y se quedó petrificado.

Había venido a buscarla. Al ver que iban a servir el primer plato y ella no aparecía, pensó que probablemente estaría refunfuñando en su habitación. Se disponía a ir a buscarla y obligarla a salir de la protección del dormitorio.

Lo primero que notó fue el lunar negro junto a la boca escarlata de Sarita, pero luego, cuando cruzó hasta el pie de la escalinata, recibió todo el efecto del vestido.
-¡Santa Madre de Dios! -murmuró irreverentemente, mientras sus ojos se deslizaban por la V roja. Adivinó de inmediato lo que Sarita se proponía y descubrió que se sentía furioso y divertido al mismo tiempo. "¡Condenada fierecilla!", pensó deleitándose con rabia ante el espectáculo de delante de sus ojos.

Sarita se quedó mirándolo con gesto desafiante, y esperó a que él hiciera la siguiente jugada. Cuando vio que Lucas parecía tener la intención de dejar todas las jugadas en sus manos, preguntó con audacia:
-¿Te gusta? Pensé que era el vestido apropiado para la opinión que tienes de mí.

Lucas ya no estaba divertido. Arqueó una ceja y dijo con aspereza:
-¿Y pensabas anunciarle al mundo nuestra relación con esa exhibición? ¿Eso era lo que tenías en mente?

-¡Sí! Pero te equivocas de tiempo verbal. ¡Pienso, no pensaba!

-¡Ah, pero en esto no estoy de acuerdo contigo, mi querida! -terció él con insolencia, devorándola con su mirada ardiente-. No irás a ningún sitio con ese vestido, excepto adonde te corresponde: a un burdel o a la cama. Por cierto que no permitiré que ofendas a la señora López con ese aspecto ni dejaré que mis criados vean lo que considero que es mi propiedad.

-¡No puedes impedírmelo! -susurró ella con furia.

Lucas dio dos pasos hacia Sarita y sus rostros quedaron a la misma altura.
-¿Que no? ¿Quieres que...? -Se interrumpió cuando Paco, el mayordomo apareció en el vestíbulo.

El cuerpo de Sarita estaba bloqueado de su visión y como no se percató de la corriente que electrizaba la atmósfera, anunció:
-El aperitivo está servido, señor, señora.

Sin mirarlo, con los ojos fijos en los de Sarita, Lucas respondió con descuido:
-Dile a la señora López que no cenaremos con ella esta noche. Que nos disculpe.

-¡No! -exclamó Sarita al ver el deseo que ardía en los ojos negros de Lucas.

El sonrió de pronto.
-¡Sí, mi querida, sí! -susurró acercándose a ella-. Después de todo, es para eso para lo que compraste el vestido.

-¡No es cierto! -gritó Sarita, indignada, preguntándose si no habría querido realmente provocar este tipo de represalia. Pero como no quería admitirlo ni delante de sí misma, comenzó a luchar con Lucas.

El se limitó a reír. Y delante de los ojos divertidos y azorados de Paco, la levanto sobre su hombro, sin prestar atención a los puños furiosos que le golpeaban la espalda ni a las piernas que se retorcían frenéticamente. Volviéndose hacia el mayordomo, dijo con humor:
-La señora no se siente bien y debo llevar la a la cama. Comprendes, ¿no es así?

Paco asintió y dijo de inmediato, sonriendo ampliamente:
-¡Sí, señor, claro que sí!

Lucas comenzó a subir por la escalera, con Sarita cargada sobre el hombro y al llegar al piso superior, tomó la dirección contraria al dormitorio de ella. Sarita comprendió con un lamentable estremecimiento de deseo que la estaba llevando a su propia habitación.

Decidida a resistirse, aun si no quería hacerlo, chilló:
-¡Suéltame, malnacido! -Acto seguido, le aplicó un golpe cargado de ira cerca de la oreja.

-¡Qué lenguaje para una dama! Estoy horrorizado por tu falta de educación, princesa -bromeó Lucas, divertido.

Se detuvo delante de una puerta, la abrió y entró en la habitación. Atravesó lo que debía de ser una sala (en su incómoda posición, Sarita sólo vio una mullida alfombra roja, patas de sillas y un escritorio), y entró en el dormitorio. Con pasos rápidos llegó hasta una gran cama con cortinados de terciopelo azul y la arrojó sobre ella.
-Mil veces te soñé aquí -dijo con una sonrisa en los labios y un brillo extraño en los ojos-, pero veo que la realidad es aún mejor que los sueños.

-¡Te arrepentirás de esto! -lo amenazó Sarita con vehemencia.

Lucas se quitó la chaqueta y la camisa y dijo con aspereza:
-Lo dudo. Casi nunca me arrepiento de nada y por cierto que esto no me hará sentir remordimientos... excepto si no lo hago -agregó con una sonrisa diabólica.

Cuando Lucas comenzó a quitarse los calzones negros, Sarita saltó de la cama y corrió hacia una puerta que vio al otro lado de la habitación. Trató de girar el picaporte con desesperación, pero fue en vano. Oyó la voz burlona de Lucas detrás de ella.
-Está cerrada, princesa. Ella se volvió hacia él, furiosa. Lucas estaba completamente desnudo. Se detuvo delante de ella y con una mano le levanto suavemente el rostro. La besó y dijo contra sus labios:

-Es un vestido tan hermoso que detesto arruinarlo, pero el cuerpo que oculta es mucho más atractivo. -y antes de que ella pudiera moverse, le rasgó la parte delantera y el vestido cayó al suelo, dejando a Sarita desnuda ante él. Por un instante se miraron en silencio y luego, con un gruñido de deseo, Lucas la tomó en brazos y la llevó hasta la cama. Sarita se estremeció, pero de todos modos lo atacó como una gata furiosa. No había querido que esto sucediera, sólo había querido desafiarlo, enfurecerlo, demostrarle que no era la criatura dócil y estúpida que él creía. Sin embargo, su cuerpo comenzaba a reaccionar ante la proximidad de él y Sarita sintió deseos de llorar ante la injusticia de la situación.

Lucas buscó la boca de ella y la besó con pasión. Las semanas que había pasado sin verla aumentaban su deseo y ahora que la tenía entre sus brazos enloquecía con ese cuerpo desnudo junto al suyo.

De pronto, sintió el sabor salado de las lágrimas y levanto el rostro.

Sarita ni siquiera sabía que estaba llorando. Sólo era consciente de que era una agonía tenerlo tan cerca y gozar de sus caricias cuando sabía que él la despreciaba. Su cuerpo podía estar en llamas, pero la mente sufría y se atormentaba.
-Princesa, ¿por qué lloras? -preguntó Lucas con voz ronca-. ¿Acaso te he lastimado?

-Me lastimas cada vez que me tomas pensando que soy una ramera -murmuró Sarita, entre sollozos-. Cada vez que me tocas pensando que me acosté con Curtis y que lo haría con Aitor, me lastimas.

El rostro de Lucas se endureció y Sarita sintió que la pasión de él se apagaba.
-¿Y qué otra cosa quieres que piense? -preguntó Lucas con voz dura-. No te imaginé en los brazos de Curtis, sabes. ¡Lo vi con mis propios ojos! -De mala gana, admitió:- Respecto de Aitor... no te condeno. Hasta él admite que la relación entre vosotros dos era inocente y no porque él quisiera que lo fuera. Pero no me pidas que niegue la evidencia de mis propios ojos.

-¿Se supone que debo sentirme agradecida por el hecho de que me crees inocente porque Aitor así lo dice? ¡No, gracias!

Tomándolo por sorpresa, lo empujó con fuerza y cuando él cayó de espaldas junto a ella sobre la cama, lo aprisionó con su cuerpo esbelto.
-¿Y si te dijera que Aitor mintió? ¿A quién creerías? -lo provocó.

Lucas frunció el entrecejo. Aitor no había mentido, estaba seguro de eso, pero no sabía la razón de esa seguridad. Tratando de ganar tiempo, preguntó:
-¿Mintió realmente?

Sarita emitió un quejido de frustración y le golpeó el hombro con el puño.
-¡Eso no es lo que importa! ¿Acaso tus propios instintos no te dicen nada? ¿No te horrorizaste ese día cuando me encontraste con Curtis? Sé que sólo nos habíamos visto una vez, pero, ¿no te resultó extraño que después de negarme a verte en secreto me arrojara en brazos de otro hombre? ¿Ni siquiera te preguntaste cómo sabía Ruth dónde estábamos? -sollozó-. ¡Ruth lo planeó todo, grandísimo estúpido! Me envió una nota y, como la chiquilla idiota que era, fui, pensando que evitaría un escándalo y la tranquilizaría. ¡Ella me drogó, Lucas! ¡Me puso algo en el té! -dijo, sacudida por los sollozos-. ¡Y le pagó a Curtis para que estuviera allí! Entre los dos lo planearon... Ella pensó que estabas demasiado interesado por mí y quería asegurarse de que me olvidaras, así yo no sería una amenaza para su matrimonio.

Al ver el rostro distante de Lucas, Sarita exclamó con desesperación:
-No me crees, ¿verdad?

Lucas tuvo que contenerse para no apretarla entre sus brazos, pero dijo con tono frío:
-Es una historia algo improbable, ¿no te parece? No había nada que salvar en nuestro matrimonio y Ruth lo sabía, de modo que no veo por qué tenía que llegar a esos extremos. ¿Qué iba a ganar? Vivíamos separados desde hacía años y ella sabía que yo no la quería.

Sarita tomó otro camino y preguntó con ansiedad
-De acuerdo, olvida esa parte de la historia por ahora y dime en cambio qué pensaste cuando me viste por primera vez en casa de los Costa. Cuando bailamos... ¿qué pensaste?

Como si le arrancaran las palabras, .Lucas masculló:
-Pensé que eras la criatura más bella que había visto en mi vida... ¡Y lo sabes muy bien! ¿Por qué crees que te seguí hasta el guardarropa y traté de convencerte para que nos viéramos en privado? -Sus ojos se oscurecieron como nubes tormentosas cuando agregó:- Pero tú tenías otros planes, ¿no es así, querida? ¡Planes que incluían una cita secreta, sin duda; pero con Curtis!

-¡Claro, el hecho de que tú estabas casado no importaba!, ¿no es cierto? ¡Me condenas por romper mis promesas matrimoniales, pero las tuyas no cuentan! ¿Qué clase de hipócrita eres, Lucas?

-Uno de la peor clase, parece -respondió él, pensativo. Y para gran asombro de Sarita, admitió con una sonrisa-: Es cierto. Ya había llegado a la conclusión de que lo que me molestaba no era tu infidelidad sino el hecho de que eligieras a Curtis y no a mí. Nunca me cayó bien, pero desde que lo vi contigo, ¡lo odio!

-¡Pero yo no lo elegí! -exclamó Sarita con impaciencia-. Sencillamente no quieres creerme, ¿no es así? -Apretó los dientes y dijo con rabia:- Ruth me drogó. Le pagó a Curtis para que fuera. ¡Y se aseguró de que supieras dónde estábamos! -Al ver la expresión incrédula de él, insistió:- Concha estaba allí. ¡Ella te dirá la verdad!

-Claro que sí -asintió Lucas con sarcasmo-. Ahora es tu doncella y estoy seguro de que diría lo que le pidieras.

Furiosa, Sarita trató de apartarse, pero él la aprisionó con los brazos.
-Ya te he escuchado. ¡Ahora me vas a escuchar a mí! -La miró a los ojos y dijo con dureza:- Sólo sé lo que vi ese día: tú y Curtis haciendo el amor. Dices que Ruth te drogó y le pagó a él, puede haber sido cierto, pero me resulta difícil de creer.

-¿Por qué? -le espetó ella-. ¿Porque Ruth era un dechado de virtudes? ¿O porque piensas que soy un ramera?

Lucas maldijo en voz baja e invirtiendo las posiciones de los cuerpos de ambos, la inmovilizó debajo de él.
-¡Por ninguna de las dos razones! -exclamó-. Princesa, sé que Ruth era perversa, pero no puedo aceptar que hubiera montado esa escena. Ruth sólo hacía las cosas si le rendían algún beneficio y no comprendo qué pudo haber ganado con lo que me dices.

Derrotada, Sarita murmuró:
-No importa. Ya no importa. Ahora también soy una mentirosa, parece.

-No sé si lo eres o no -respondió él con un susurro ronco-. Sólo sé que cuando te tengo en mis brazos, nada importa, ni tu relación con Curtis, ni la posibilidad de que me mientas, nada... ¡sólo esto! -y su boca cubrió la de Sarita en un beso apasionado.

Ella dejó escapar un gemido ahogado de desesperación y placer y trató de resistirse, pero fue en vano. Había perdido todas las batallas con él hasta ahora y esta noche no sería una excepción. A pesar de su ira y su decepción ante el resultado de su confesión, a pesar de todo lo que había sucedido, comprendió que lo amaba, que quizás hasta amaba esa parte de él que no quería creerle. El deseo la consumía y la boca de él le quemaba la piel.

Lucas no le dio tiempo de pensar, ni oportunidad de huir; su boca se apoderó de la de ella, obligándola a responder... Lo amaba y ya no podía rechazarlo ni negar los deseos de su propio cuerpo. Al haber perdido la batalla consigo misma, fue generosa en la derrota y su boca, su cuerpo, todo su ser reaccionó con pasión al ataque sensual de Lucas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya con el Comanche, ¡mira que es desconfiado!. Espero que se entere de la verdad porque no puede ser que mientras está haciendo el amor con ella, no piense, pero el resto del tiempo esté dándole vueltas a que ella es una ramera.

Himarita...gracias por tu tiempo, que sé que es escaso. A ver si hablamos niña. Un beso.
Blue.

Anónimo dijo...

Un relato maravilloso y cada capítulo más emocionante que el anterior. Sigue así porque cada día escribes mejor.

Anónimo dijo...

Muchas gracias de nuevo por el relato... pero me parece que ha habido un salto en el tiempo o yo me he perdido algo en el regreso de Lucas.....

María A.

(a ver si se aclaran ya del todo que la pasión con amor es mucho mejor jajaja).

Anónimo dijo...

Himaraaaa que nos falta algoooo jajajajajjaj que no pillo el hilo jajajajajj repasa el contenido corazón que debe de haber un trozo que te has saltado. Besos y me espero a leer ok?

Ayla.

Anónimo dijo...

Ya voy al tiempo jajajaj ufffff que ardor de hombre!!! ahí rasgando las vestiduras de Sara, cómo para decirle que no jajajaj desde luego sí que es un poquito desconfiado... ya veremos cuando se entere realmente que es verdad lo que dice la princesa. Está visto que ya no ocultan el amor que se tienen y si nos dices Himara que faltan 5 capis? hayyyyy madre mía que el h.p. de Curtis tiene que salir por algún lado....

Aún me falta unooooo!!!! voyyyyyyy jajajjajajj qué strees por dios!!! Besos corazón y siempre gracias por acordarte de nosotras.

Ayla.