13 marzo 2009

Amor en el desierto; Aitor Carrasco


Las gruesas Cortinas de terciopelo impedían que la luz del día claro y luminoso penetrase en el cuarto de Sara. Una puerta se cerró fuertemente en un rincón de la casa. Los ojos enrojecidos de Sara parpadearon un momento, pero se sentía muy cansada y no deseaba abandonar la tibia comodidad de su lecho. Volvió a sumirse en un pacífico sueño.
Pero unos instantes después el sonido de voces coléricas despertó a Sara.
—¿Dónde está, maldita sea?
Sara se incorporó, apoyándose en los codos.
—Señor Aitor, no puede entrar allí. Le he dicho que está durmiendo.
Sara reconoció la voz irritada de Lola frente a la puerta de su habitación.
—Santo Dios, mujer... es mediodía. O usted entra y la despierta... o lo haré yo.
Era Aitor Carrasco.
—No hará nada por el estilo. Mi niña está cansada. Llegó muy tarde anoche y necesita dormir.
—¿Por qué demonios no me informaron de que Sara había regresado? Tuve que saberlo esta mañana por mis criados.
—Cálmese, señor Aitor. No supimos que venía la señorita Sara hasta verla aquí. Le habría informado apenas despertarse. Ahora, salga de aquí. Mandaré llamarlo en cuanto despierte la señorita Sarita.
—No será necesario. No me marcho. Esperaré abajo, pero será mejor que despierte pronto, porque de lo contrario regresaré.
Cuando Aitor hubo bajado la escalera, la puerta de Sara se abrió silenciosamente y Lola asomó la cabeza. Cuando vio a Sara sentada en la cama, entró en la habitación.
—Ah, niña... lamento haberte despertado. Ciertamente, el señor Aitor es obstinado cuando quiere.
—Está bien, Lola. De todos modos, creo que es hora de que me levante —replicó Sara—. Ahora me daré un baño y después iré a verlo.
—Sí y estoy segura de que se impresionará cuando vea tu estado. Bien, le diré al señor Aitor que puede verte en el comedor dentro de un rato. Podrás decirle lo que desees durante el desayuno... tú y el niño necesitáis alimento.
Aproximadamente una hora después, Sara descendió lentamente la escalera curva y se encaminé sin vacilar hada el comedor. Se detuvo en el umbral cuando vio a Aitor sentado frente a la larga mesa, de espaldas a la entrada. Entró discretamente en la habitación.
—Aitor, me alegro de volver a verte. —Sara por qué tú no...
Se puso de pie, volviéndose, pero se detuvo de golpe cuando vio el vientre prominente.
Un sonido breve y ahogado escapó de su garganta. Sara se volvió y se sentó al otro extremo de la mesa. Una de las criadas trajo una gran bandeja con alimentos y Sara, como si no hubiese nada anormal, se sirvió jamón y huevos y dos deliciosas tartas de cerezas.
—¿Deseas acompañarme, Aitor? Detesto comer sola, y estos alimentos huelen demasiado bien —dijo Sara sin mirarlo, atareada en poner mantequilla a una tostada.
—¿Cómo... cómo puedes comportarte exactamente del mismo modo que si nada hubiese ocurrido? Sara, ¿cómo puedes hacerme eso? Sabes que te amo. Quería casarme contigo. Estuve esperándote pacientemente, contando los días que me separaban de tu regreso. Por lo que veo, te casaste apenas llegaste a ese maldito país! ¿Cómo es posible? ¿Cómo pudiste casarte tan aprisa con otro hombre?
—No estoy casada Aitor... jamás lo estuve —dijo serenamente Sara——. Ahora, siéntate. Estás consiguiendo que pierda el apetito.
—¡Pero estás embarazada! —exclamó Aitor.
—Sí —rió ella——. En efecto.
—Pero no entiendo —y después, contuvo una exclamación—. ¡Oh, lo siento, Sara! ¡Si Gonzalo no mató al hombre, lo encontraré y conseguiré que se haga justicia!
—¡Oh, basta, Aitor! Ni me he casado, ni me han violado. Me raptaron y me tuvieron cautiva cuatro meses. Me enamoré del hombre que me raptó. No sabe que llevo en mi vientre a su hijo y nunca lo sabrá. Pero entiende una cosa, Aitor. Conservaré a mi hijo y lo criaré y le ofreceré todo mi amor. Me siento feliz, de modo que no me compadezcas. Hace mucho me pediste en matrimonio, pero nunca dije que aceptaba. Y ahora, por supuesto,; eso es imposible. Lamento haberte ofendido, pero de todos modos desearía que fuésemos amigos, si... si puedes perdonarme.
—¡Perdonarte! Te amé y te entregaste a otro hombre. Te quería por esposa y llevas en tu vientre el hijo de otro. ¿Pides que te perdone? ¡Oh, Dios mío!
Descargó un puñetazo sobre la mesa y salió bruscamente de la habitación.
—¡Aitor, no te vayas así! —gritó Sara, pero él ya había salido de la habitación.
Lola entró en el comedor, en el rostro una expresión preocupada.
—Esperé hasta que oí que se marchaba. ¿Lo Tomó muy a mal? —Sí, me temo que lo ofendí terriblemente —suspiró Sara—. En realidad, no deseaba que hubiese ocurrido nada de todo esto.
—Lo sé, querida. La culpa no es tuya, de modo que no debes inquietarse. La culpa es de ese Lucas Fernández. Pero el señor Aitor acabará calmándose. Tú y él tuvisteis muchas peleas antes y siempre terminaron arreglándose.
—Pero eso fue cuando éramos niños. No creo que me perdone esto jamás.
—¡Tonterías! Sólo necesita tiempo para acostumbrarse a la situación. Recuerda lo que te digo... regresará. Pero ahora, termina tu comida. ¿Deseas que te la caliente un poco?
—No. Ya no tengo apetito —replicó Sara, y se levantó de la silla.
—Siéntate allí, y no te muevas. Ahora debes pensar no sólo en ti misma. Tu hijo necesita alimento, y poco importa si tú tienes o no apetito. Deseas que nazca un niño sano y fuerte, ¿verdad?
—Sí, Lola, en efecto.
Sara concluyó la comida fría y fue directamente a los establos. Apenas atravesó la puerta abierta, el caballerizo Debe fue corriendo a saludarla.
—Sabía que usted vendría antes de que concluyese el día. Me alegro de verla nuevamente, señorita Sara.
—Y yo me alegro de estar otra vez en casa, Debe. ¿Dónde está él?
—¿A quién se refiere?
— ¡Vamos, Debe!
—¿Quizá se refiere a ese gran caballo negro que está en el último box?
—Tal vez a ése —replicó Sara, riendo alegremente y corriendo hacia el extremo del establo.
Cuando vio al gran caballo negro le rodeó el cuello con los brazos y lo apretó contra su cuerpo y obtuvo como respuesta un sonoro relincho.
—¡Oh, Cachis... cómo te extrañe!
—Sí, y también él la extrañó. Nadie lo montó desde que usted se fue, señorita Sara, aunque lo hemos tenido atareado. Es el padre de cuatro magníficos potrillos y hay otro en camino. Pero veo que aún tendrá que esperar un tiempo antes de montarlo —dijo tímidamente Debe.
—Sí. pero no será demasiado —replicó Sara—. Sáquelo del box, Debe, y déjelo en el corral. Quiero ver cómo se mueve.
—Sí, seguro que se moverá. Es capaz de brincar y correr y ofrecer un excelente espectáculo.
Sara se separó de Cachis y atravesó los bosques que comenzaban detrás de los establos llegando al estanque. donde ella y Aitor solían nadar. Era un lugar sereno, sombreado por un alto roble cuyas ramas se extendían casi hasta el centro del espejo del agua.
Sara se sentó en el suelo y apoyó la espalda en el viejo árbol, recordando un estanque análogo en las montañas. Lucas probablemente iba a bañarse allí con Neva.
Sara regresó tarde a la casa. El sol ya se había puesto y el cielo estaba teñido de suave púrpura, que se ensombrecía poco a poco. Sara entró en el vestíbulo iluminado. La temperatura era un tanto fría, y la joven se frotó enérgicamente los brazos desnudos al entrar en el salón.
La habitación estaba sumida en sombras. Sólo la tenue luz del vestíbulo le permitió ver el camino hacia el hogar. Tomó uno de los fósforos largos depositados sobre la repisa de la chimenea y encendió el fuego, y cuando éste comenzó a cobrar fuerza Sara retrocedió un paso. Poco a poco el calor la envolvió; se apartó para encender las muchas lámparas distribuidas en diferentes rincones del cuarto. Había dado apenas dos pasos cuando vio una figura en las sombras, junto a la ventana abierta. Contuvo una exclamación de miedo cuando la figura avanzó hacia ella, pero el temor se convirtió en cólera cuando identificó al intruso.
—¡Aitor, menudo susto me has dado! ¿Qué demonios haces aquí, en la oscuridad? —dijo con voz colérica.
—Estaba esperándote, pero no quería asustarte —replicó el joven con expresión humilde. Generalmente la cólera de Sara lo intimidaba.
—¿Por qué no me hablaste cuando entré en la habitación?
—Quería verte sin ser observado.
—¿Con qué propósito?
—Aún en tu estado actual... eres la muchacha más bella de España. —Bien, gracias, Aitor. Pero sabes que no me agrada que me espíen, y no esperaba volverte a verte hoy. ¿Viniste por un motivo particular? Si no es así, te diré que estoy cansada y que me propongo cenar y acostarme.
—En ese caso, ¿por qué has entrado y encendido el fuego? —¡Puedes ser muy irritante! Comeré aquí, si quieres saberlo. No me agrada cenar sola en ese enorme comedor.
En ese instante una de las criadas entró en la habitación, pero se detuvo cuando vio a Sara.
—Señorita, venía a encender las lámparas.
—En ese caso, hágalo. Después, diga a la señora Ryan que me prepare la cena.
—¿Tienes inconveniente en que te acompañe? —dijo Aitor. Sara enarcó el ceño, sorprendida ante la petición. Quizá deseaba conservar su amistad.
—Dolly, ordene que sirvan la cena para dos y que la traigan aquí. Y por favor, informe a Lola que he regresado; no quiero que se asuste.
Cuando la criada se hubo retirado, Sara se acercó al diván y Aitor se sentó junto a la joven.
—Sara, tengo que decirte algo y quiero que me escuches antes de contestar.
Sara lo examinó más atentamente, y vio que Aitor había madurado durante el último año. Parecía más alto y su rostro tenía una expresión menos infantil. Incluso se había dejado el bigote, y tenía la voz más profunda.
—Está bien, Aitor. Adelante... te escucho.
—Pasé toda la tarde tratando de dominar la impresión que me provocó saber que amas a otro hombre. Yo... he llegado a la conclusión de que todavía te amo. No importa que lleves en tu vientre el hijo de otro hombre. Aun así deseo casarme contigo. Aceptaré a tu hijo y lo criaré como si fuese mío. Pronto olvidarás al otro. Aprenderás a amarme... sé que lo harás. Y no te pediré que me contestes ahora. Deseo que lo pienses un tiempo. —Hizo una pausa, y le Tomó la mano—. Sara, puedo hacerte feliz. Nunca lamentarás haberme aceptado por esposo.
—Lamento que todavía sientas así con respecto a mí —dijo Sara—. Abrigaba la esperanza de que pudiéramos ser amigos. Pero no puedo casarme contigo, Aitor, y jamás cambiaré de idea. El amor que profeso al padre de mi hijo es demasiado intenso. Aunque no vuelva a verlo el resto de mi vida, no puedo olvidarlo.
—¡Maldita sea! Sara... no puedes vivir con un recuerdo. Él está muy lejos, pero yo estoy aquí. ¿En tu corazón no hay espacio para otro amor?
—No para esa clase de amor.
—¿Y tu hijo? Yo le daría un nombre. No afrontaría la vida en la condición de un bastardo.
—La noticia de mi embarazo probablemente ya se ha difundido en Valencia. Llamarían bastardo a mi hijo aunque me casara contigo. Sólo su verdadero padre puede resolver ese problema.
—Aun así, Sarita... el niño necesita un padre. Yo lo amaría... aunque sólo fuera porque es tuyo. Tienes que pensar en el niño.
Sara se apartó de Aitor y se detuvo junto al fuego. Detestaba la idea de lastimar a su amigo.
—Aitor, ya te dije...
—No, Sara... no digas eso. —Se acercó a Sara y la Tomó por los hombros—. Por Dios... piensa en ello. Eres todo lo que siempre soñé, lo que siempre deseé. No puedes destruir tan fácilmente mis esperanzas. Te amo, Sarita... ¡no puedo evitarlo!
Se volvió y salió de la habitación sin dar a Sara ni siquiera la oportunidad de responder. Pocos minutos después, Dolly trajo la cena, pero tuvo que llevarse uno de los platos.
Sara cenó frente a la mesa cubierta con la lámina de mármol dorado y blanco, frente al diván; alrededor, tres sillas vacías.
Se sentía pesada y torpe, solitaria y desdichada. Maldición, ¿por qué Aitor lograba que se sintiera tan culpable? No deseaba casarse con él, porque no soportaba la idea de vivir con otro hombre después de haber conocido a Lucas. ¿Por qué tenía que amarla Aitor? No quería casarse con él, ni con ningún otro.
Sara se levantó del diván, salió de la habitación y comenzó a subir la escalera. Había creído que en esa casa podría tener en paz a su hijo; pero lo mismo le hubiera valido haber permanecido en El Cairo.


* Como veis Aitor no ceja en su empeño, conseguirá que Sara le diga que si? Y Lucas, donde demonios esta?

Se que estais esperando que Laurys y yo continuemos los relatos que tenemos pendientes pero es que no coincidimos nunca ni para hablar, mucho menos para escribir.... creo que solo los podríamos terminar si escribiesemos ambas por separado las continuaciones pero desgraciadamente el tiempo de ella, como el mio, son mas bien escasos.

Con deciros que llevo 14 días sin librar ni uno solo!!!!! han hecho reducción de plantilla en mi curro y aun cuando mi contrato es de 25 horas, me estoy haciendo 40 y con unos turnos partidos para fliparlo.


De verdad lo siento mucho, intentare continuarlas cuando salga de vacaciones, lo prometo.


Una vez mas, gracias por seguir aqui.


Os quiero.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Himara.... gracias por el relato.

Uff niña, hay que ver lo curranta que tú eres, que sacas tiempo para los relatos, tu familia y todas esas horas de curro que parece que van a más.

Tú, sobre todo, cuidate corazón, que nosotras te queremos contenta y que te pases por aquí cuando puedas, cuando venga bien. Y aunque disfruto horrores con vuestros relatos, lo que menos deseo yo es que podais sentir este blog estupendo como una carga o una obligación.

Y........ volviendo al tema... eso me pregunto yo ¿ dónde está Lucas ? ¿ Sabremos pronto de él, no ?

Y si algún día tú y Laury podéis continuar vuestros relatos.... fenomenal, yo aquí os espero llena de ilusiones. Yo ya sabes que tengo debilidad por " Doble máscara jajajajaja ( anda que no soy yo cansina! )

Un besazo enorme para las dos.

Adriana.

Anónimo dijo...

Digo lo mismo que Adriana, aquí estamos para disfrutar todas, pero sobre todo para agradecerte a tí y a Laurys lo que haceís por nosotras. Siento que tengas tantísimo trabajo (aunque en estos tiempos es casi una bendición).

Mucho ánimo, yo esperaré todo lo que haga falta, vacaciones, verano, 3 años... lo que sea...jajaja, porque cuando escribes algo, compensa toda la espera anterior. Así que GRACIAS, GRACIAS y mil veces GRACIAS

... y como "pollo" intente algo.... me lo cargo pa' los restos.

¿Ande andará Lucaaaaaas? Malo es que esté desaparecido en la serie pero ¿aquí también?..jajaja

Un millón de besos.
María A.

Anónimo dijo...

De ninguna manera tienes que dar explicaciones o disculparte por no escribir más. Que hagas lo que puedas, o más, disponiendo de tan poquito tiempo, hace todavía más grande el regalo que nos haces con el blog.
Un beso princesa.

Anónimo dijo...

Pobre mujer, ahora cuasiacosada por Carrasco, ¿y el moro? jejee seguro que cuando sea más inoportuno va y aparece.

Himara siento mucho que tengas que trabajar tanto, a ver si coincidimos tesoro, que hace mucho que no le damos a las teclas tu y yo juntas y quiero contarte una cosa....que sé que te va a gustar jijiji.

Un besazo

Blue.