06 marzo 2009

Amor en el desierto; Vuelta a casa

—Gonzalo, ¿puedo hablar contigo antes de que salgas? —preguntó Sara.
Estaba sentada frente a la mesa del comedor, bebiendo la tercera taza de café de la mañana.

—Sarita, ¿no puedes esperar a más tarde? Necesito llevar estos documentos al coronel antes de la reunión del personal —replicó Gonzalo.

—No puede esperar. Debo decirte algo ahora mismo. Te esperé anoche, pero llegaste demasiado tarde.

—Está bien —suspiró Gonzalo. Se sentó frente a Sara y se sirvió una taza de humeante café. — ¿De qué se trata? ¿Qué es tan importante?

—Ayer por la tarde, cuando fui al mercado, supe que dentro de cuatro días sale un barco para España. Deseo embarcarme en él.

—¿Por qué, Sarita? Comprendo que desees alejarte cuanto antes de este país, pero ¿no puedes esperar cinco meses más, de manera que podamos regresar juntos?

—No puedo esperar.

—Sí puedes. No hay motivo que te obligue a partir ahora. Caramba, el último mes ha sido muy feliz; no ha habido más lágrimas, ni caras tristes. Desde que comenzaste a salir, cambiaste del todo. Te agrada ir al mercado. Has conocido a otras personas, y lo pasas bien. Dime, ¿por qué no puedes permanecer conmigo cinco meses más?

—Hay una razón muy importante por la cual tengo que marcharme ahora. Si me quedara aquí cinco meses tendría que permanecer aún más tiempo. No puedo llevar a mi... —hizo una pausa— a mi hijo en barco al poco tiempo de nacer.

Gonzalo la miró como si ella lo hubiese abofeteado. Sara trató de evitar la imagen del rostro conmovido de su hermano, pero se sintió muy aliviada porque al fin se lo había dicho.
—Un hijo –murmuró Gonzalo, moviendo la cabeza—. Tendrás un hijo.

—Sí, Gonzalo... dentro de cinco meses —dijo Sara orgullosamente. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —Yo misma lo supe el mes pasado, e incluso entonces abrigaba ciertas dudas.

—¿Cómo puedes no saber de algo por el estilo? —preguntó Gonzalo.

—Gonzalo, estaba tan conmovida... demasiado agobiada por la tortura mental para saber qué ocurría con mi cuerpo.

—¿Por eso te sentiste tan feliz el mes pasado... a causa del niño?

—¡Oh, sí! ¡Ahora tengo motivos para vivir!

—Entonces, ¿te propones conservar al niño y criarlo?

—¡Por supuesto! ¿Cómo puedes siquiera preguntar una cosa así? Este niño es mío. Fue concebido con amor. jamás renunciaré a él.

—Todo viene a parar en lo mismo... ¡Ese hombre! Deseas al niño porque es su hijo. ¿Piensas marcharte sin hablarle del niño? ¿Quizás ahora acepte casarse contigo? —dijo Gonzalo con expresión colérica.

—Si creyera que está dispuesto a casarse conmigo, iría inmediatamente. Pero no es posible. Seguramente ya contrajo matrimonio con Neva. No desea a este niño, pero yo sí lo quiero. Y deseo que nazca en España. Es necesario que me marche cuanto antes y puedo hacerlo dentro de cuatro días.

—¿Has pensado en lo que dirá la gente? Sarita, no estás casada. Tu hijo será un bastardo.

—Lo sé. He pensado en eso con frecuencia, pero la situación no tiene remedio. Por lo menos, será un bastardo adinerado —dijo—. Pero si las murmuraciones te molestan, no me quedaré en casa. Siempre puedo ir a vivir a otro sitio con mi hijo.

—Sarita, no quise decir eso. Sabes que te apoyaré, no importa lo que decidas. Sólo estaba pensando en tus sentimientos. Después de todo, te molestaron bastante las perversas observaciones de esas esposas de los oficiales.

—Entonces yo me sentía indeseada y miserable. Y sufrí todavía más cuando oí sus comentarios... la afirmación de que jamás me querría un hombre. Pero ahora soy feliz. Ya no puede lastimarme lo que la gente diga de mí. No me importa si no me caso. Solamente deseo a mi hijo... y mis recuerdos.

—Si eres feliz, eso es lo único que importa —dijo Gonzalo.

Trató de aceptar el hecho de que Sara sería una madre soltera. Sabía que ella era fuerte y él deseaba creer que nada podría perjudicarla.
—Tu hijo no tendrá padre, pero tendrá tío. Sarita, te ayudaré a criarlo.

—¡Gracias, Gonzalo! —exclamó Sara. Se acercó y se detuvo detrás de la silla que ocupaba su hermano y le rodeó el cuello con los brazos—. Gonzalo, ¡eres tan bueno conmigo y te quiero tanto!

—Bien, de todos modos no me agrada la idea de que viajes sola. No está bien.

—Te preocupas demasiado. Estoy segura de que en mi estado nadie me molestará. Como puedes ver, mi hijo ya es bastante visible —dijo Sara y se volvió de perfil—. Y cuando llegue a Madrid... bien, será grande como un buey. Llevaré conmigo muchas telas y lienzos; y me encerraré en el camarote para confeccionar ropas de niño. Y cuando la nave llegue a Madrid, alquilaré un carruaje que me lleve directamente a la Residencia Miranda. Ya ves que no tienes motivo para preocuparse.

—Bien, por lo menos permíteme escribirle a Heraldo Medina. Puede ir al puerto y escoltarte hasta casa.

—No hay tiempo para eso, Gonzalo. Mi barco es el primero que parte. Tu carta llegará conmigo. Y de todos modos Heraldo y Kathreen probablemente insistirían en que me aloje con ellos, y yo no deseo eso. Quiero regresar a casa cuanto antes. Necesito tiempo para convertir en habitación infantil el cuartito de los huéspedes contiguo a mi dormitorio. Tendré que empapelarlo, y ordenaré que construyan una puerta de comunicación con mi cuarto y...

—Un momento, Sarita —la interrumpió Gonzalo—. Vas muy de prisa. ¿Qué pasa con nuestro viejo cuarto de juegos. Bastó para nosotros.

—Gonzalo, ¿sabes qué diferencia veo entre mi cuarto y la vieja habitación? Me propongo cuidar personalmente a mi hijo. Seré su madre, su niñera y su abuela. No tendré un marido a quien dedicar la mitad de mi tiempo. Sólo a mi hijo... y le consagraré toda mi energía y todo mi tiempo.

—Es evidente que has pensado en todos los detalles –dijo Gonzalo. Le sorprendía comprobar que Sara estaba decidida a organizar su propia vida——. Bien, si quieres que tu hijo este en la habitación contigua, así se hará. Pero Lola no verá con buenos ojos que te ocupes personalmente del niño.

—Lola comprenderá cuando se entere de mi historia. Y de todos modos, necesitaré su ayuda —replicó Sara.

—¿Piensas contárselo todo también a Aitor? —preguntó Gonzalo.

Sara no había pensado en Aitor.
—No... no todo; sólo o indispensable.

—Sabes que sufrirá. Aitor quería casarse contigo.

—Sí. Pero nunca lo acepte en ese sentido. Aitor superará el trance. Quizá ya ha encontrado a otra persona.

Gonzalo la miró, dubitativo. Aitor lo había arrinconado antes de que él y Sarita viajasen a Madrid. Había declarado su amor por Sarita, afirmando que jamás podría ser feliz con otra mujer.
—Sarita, ¿crees de veras que Aitor puede haber encontrado a otra persona? Ese muchacho te quiere, y creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que a pesar del niño querrá casarse contigo.

—Pero jamás tuve ese tipo de sentimiento respecto de Aitor. Dudo de que me hubiese casado con él incluso si no hubiera conocido a Fahd. Y sólo a Fahd amaré. Lo he perdido, pero tengo a su hijo, y eso es lo que importa. No quiero lastimar a Aitor, pero no puedo casarme con él.

—Bien, quizá cambies de parecer. Pero ahora hermanita, estoy muy retrasado. Me reprenderán en el despacho del coronel. Abrigo la esperanza de que comprenda y me autorice a acompañarte a Alejandría —replicó Gonzalo.

—Estoy segura de que así lo hará. Y si no acepta, sencillamente tendré que hablar con la señora Barceló.

—Al coronel no le agradará que las dos mujeres se unan contra él —dijo Gonzalo riendo. Se puso de pie y besó tiernamente en la mejilla a Sara—. Trataré de volver temprano a casa, de modo que podamos continuar hablando.

Apenas Gonzalo se marchó, Sara fue a su dormitorio para decidir qué llevaría en el viaje de regreso a su patria. Revisó su guardarropa. Todas sus prendas cabían en los dos baúles, pero tenía que comprar otro para las ropas del niño que se proponía confeccionar. Y de pronto comprendió que sus vestidos ajustados serían inútiles pocas semanas más tarde.

Sara sonrió por haber olvidado algo tan importante. Ahora tendría que comprar metros y metros de tela para confeccionar sus propias ropas y las del niño, y también necesitaría dos baúles más.
—¡Sara, sin duda estarás muy atareada durante ese viaje! —dijo en voz alta.

*Parece que ya no hay vuelta atrás no???? Lucas en Egipto y sara en Barcelona con.... ainssssssssssss

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno tampoco es tan grave, se ha deshecho de un...mejor no lo digo jeje, que yo me he reconciliado con él.

Un besote Himara.

Blue.

Anónimo dijo...

A ver corazón, Sara y Lucas, Lucas y Sara son uno sólo y ya pueden estar en los dos extremos más alejados del mundo que no hay "pollo" en escabeche que estropee esto ¿o sí?....A ver qué hace nuestro morito favorito...que se debe de haber deshidratado en el desierto y no da señales de vida el muchacho.... VUELVEEEEE....

Gracias, cielo, un día más y muchos besitos

María A.

Anónimo dijo...

¿Zarpará el barco de Sara para España sin que Lucas sepa nada del bebé?
Y este Aitor, es mucho menos preocupante que el de la serie.
Un beso princesas.

Anónimo dijo...

Qué comprensivo es Gonzalito ayyyyy si es que... es un amor jajajajajj bueno, la niña rumbo a Madrid no? más kilómetros tendrá que hacer Lucas uffffffffff por cierto Himara... para cuaaaaaaaaandooooooooo? no hay derecho que tenga que echárle de menos hasta aquí jjajajajj

Un besazo.

Ayla.