Entra y sale del coche una y otra vez. Quisiera ser capaz de llamar a alguien para que le digan el teléfono de Lucía y llamarla a ella y con cualquier excusa, rechazar su invitación. Se evitaría muchos problemas seguro; se podría dedicar a disfrutar de sus padres y, en un par de días, volverse a marchar a su tan añorada Argentina. Pero no puede, siente una curiosidad fuera de normal por esa mujer y necesita conocerla, saber más cosas de ella, como es, como siente y piensa, pero sobretodo, como es su vida al lado de Lucas. Le gustaría conocer pequeños detalles y compararlos, con aquellas cosas que ella se ha imaginado durante tantos años que tendría si no hubiera sido tan tonta de marcharse de su lado.
Sara se pregunta cuanto tiempo llevaran casados, si Lucas la dará un beso antes de irse a dormir todavía o si, realmente son tan felices como aparentan serlo.
Anoche no fue capaz de conciliar el sueño. Imaginaba una y otra vez como sería el encuentro con ella. Hizo una lista mental de cosas banales de las que hablar si llegado el punto se quedaran sin conversación o el ambiente se mostrara tenso. Todos le han dicho lo maja que es Lucía, lo buena, lo abierta que es. Parece un cúmulo de virtudes, tan perfecta que no parece real. Solo espera que con ella no cambie el carácter ni saque la vena competitiva que tienen todas las mujeres, no podría soportarlo.
Dando vueltas ha pasado toda la noche, imaginando situaciones absurdas y la mayoría muy poco agradables; su cara debía decirlo todo cuando ha bajado a los Cachis y por eso Lola, volviendo a sentirse la madre comprensiva y protectora que la distancia con su hija le había hecho esconder, le ha advertido antes de salir de casa, en tono de reproche que no juegue con fuego.
- Sara, cariño ¿Tú estás segura de lo que vas a hacer?
- Mamá, no es nada. Voy a quedar con una amiga vuestra a comprar unas cosas, de las que casualmente, yo sé algo más que ella. Solo voy a ayudarla.
- Una amiga nuestra y la mujer del amor de tu vida. Mi niña, no remuevas el pasado.
- Solo quiero conocerla, solo eso. No hay nada de malo en eso, ¿no mamá?
- Yo te quiero Sara. Más que a nadie en el mundo. Y quiero por encima de cualquier cosa que seas feliz, pero no me gustaría que volvieras aquí para complicar la vida a los demás. No me entiendas mal, pero Lucas y Lucía son felices. Él lo pasó muy mal cuando te fuiste.
- ¿Muy mal? –en el fondo desearía saber que pasó después. Durante meses marcó una vez y otra el teléfono pero él jamás contestó. Preguntó por él, le mandó cartas, mensajes. Todo fue inútil. No había vuelto a saber apenas de él desde que cerró la puerta de su casa aquel día.
- Pensábamos que no lo iba a superar Sara. Fue muy duro para él y sin quererlo, le hiciste mucho daño. Pero llegó Lucía, que es una mujer maravillosa, y le devolvió la alegría, la paz ¿Seguro que quieres que algo de eso cambié?
No. No quiere que cambie. Ella se fue y Lucas ahora es feliz y eso no tiene que cambiar. En realidad, ha pasado mucho tiempo y ni siquiera ella sabe lo que siente por él ahora. Pero si él es feliz, si ha encontrado a una mujer que le ama y le comprende como en un día lo hizo ella, Sara lo va a dejar estar. Solo quiere, saber si esa felicidad es completa.
Entra en la tienda esperando encontrar a Lucía dentro ya, pero no ha debido llegar todavía a pesar de que ya es tarde. Para matar el tiempo de espera y los nervios, se entretiene mirando aquella tienda, que tantos recuerdos le trae. Con una sonrisa observa los cuadros de las playas que hay colgados, las fotos que adornan todo del viejo Buenos Aires, y se deja embriagar por el olor que flota el ambiente y que la llena el cuerpo de paz: el dulce sabor del mate.
Sigue recorriendo la pequeña tienda y de pronto, allí colgada entre pantalones, abrigos y demás prendas típicas, ve una camiseta que le resulta familiar. Años atrás, descubrió esa camiseta en un bullicioso mercadillo en el sureste de Buenos Aires, y en cuanto la vio, se imaginó a Lucas con ella puesta. Era perfecta para él, su estilo, su color. La compró y durante días estuvo decidiendo si debía hacérsela llegar. Un mes después, el cartero le devolvió el paquete con ella dentro. Lucas ni la había abierto, antes de rechazar la entrega. El jamás vio esa camiseta que tanto le recordaba a él. Durante noches durmió con ella mientras llorando, se preguntaba por qué tenía que rechazarla, si acaso tanto la odiaba. Desde entonces, no hay momento importante, que Sara no se aferre a esa vieja camiseta para sentir a Lucas un poquito más cerca.
- Es preciosa Sara ¿Te la vas a llevar? –dice la voz cantarina de Lucía detrás de ella.
- No, solo estaba echando un vistazo mientras llegabas.
- Lo siento, el tráfico estaba fatal y encima mi jefe me ha hecho salir tarde hoy. He tenido un día horrible ¿Tomamos un café mientras te lo cuento?
- Bien…..
- En la acera de enfrente, hay un bar maravilloso al que vamos mucho. Espera, pago la camiseta y nos vamos. Creo que a Lucas le va a encantar ¿No crees? –Sara ve como Lucía coge la camiseta y se va hasta la caja para pagarla. La camiseta que ella misma compró para él años atrás. Con una sensación de vacío en el cuerpo enorme sale por la puerta del establecimiento para ir a tomar algo. Después de todo, ella ya no es la única que conoce perfectamente a Lucas, y eso la hace sentir muy pequeña.
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