21 agosto 2011

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A medida que avanza la tarde Sara cada vez tiene dos cosas más claras: que Lucía es totalmente maravillosa y que realmente su vida con Lucas es perfecta.
Comparten cosas que ella, en tanto tiempo separados, ni se había atrevido a imaginar. Las salidas de amigos con el camarero del bar al que habían ido, las vacaciones en lugares elegidos por sorteo, y hasta los planes que tienen: comprar otra casa, tener hijos, aprender a cocinar… Todas esas cosas que tan normales le parecían a Lucia y que ahora mismo a Sara, le producian un profundo dolor, porque no era ella la que había compartido todo eso con Lucas.
Llegó a Madrid sospechando que seguía sintiendo algo muy fuerte por él, pero a medida que Lucía habla de él, Sara se va dando cuenta de que nunca, jamás, ha dejado de amarle más que a nada en el mundo. Le gusta el Lucas que se ve a través de los ojos de su mujer, porque ese mismo hombre es del que ella se había enamorado aún siendo una niña. Ese hombre que no todo el mundo puede conocer. El Lucas cariñoso, detallista, sencillo. Ese Lucas que tanto haechado de menos.

Horas más tarde, Sara abre la puerta de los Cachis deseando sentarse para descansar los pies y quitarse los tacones que la están matando. Al entrar, lo primero que ve es a él, con su copa en la mano y una sonrisa enorme buscando a alguien detrás de ella, alguien que no está.

- Sara, ¿y Lucía? Creía que hoy iba contigo.
- Si, y hemos estado juntas. Acabamos de separarnos, ha ido a por no sé qué que se había dejado en su oficina.
- Vaya cabeza tiene…. –se queda sin palabras. No sabe que decir a la casi desconocida que tiene ante él, pero tampoco sabe como acabar la conversación sin parecer un maleducado- ¿Y qué, lo habéis pasado bien?
- Muy bien Lucas. Has elegido muy bien. Es una mujer maravillosa –nada más decirlo se arrepiente. Han pasado muchos años sin verse, sin saber casi nada del otro, y no cree que Lucas reciba bien que ahora ella venga opinando sobre su mujer, sobre su vida. Pero tiene que decírselo. Es su forma de decirle también que no ha venido a estropear nada, y que se alegra de que él, por fin, sea feliz.
- Lo sé –sonríe con orgullo como siempre hace cuando alguien nombra a Lucía.
- ¿Sabes? Durante todo este tiempo había imaginado que habrías pasado de los brazos de una mujer a otra. Pero me alegro que no haya sido así, que hayas encontrado la calma con una mujer como ella. Me alegro Lucas.
- Gracias –sin dejar de sonreír intenta buscar en su cabeza la mejor manera de decir aquello que está deseando saber pero que no se atreve a preguntar -¿y tú, has encontrado a alguien?
- Estuve a punto de casarme.
- ¿En serio? –finge una sorpresa que no siente. Sabe que estuvo a punto de casarse, y aunque no sabe por qué no lo hizo al final, también sabe que nunca se celebró esa boda.
- Si, pero me arrepentí a tiempo.
- ¿Y eso?
- No era el hombre de mi vida –suelta una sonrisa que Lucas le corresponde. Ambos se miran queriendo preguntar más, saberlo todo. Saber aquello que estos años separados les han negado, esas cosas que nadie les ha contado sobre el otro, pero ninguno se atreve a romper el momento. Están hablando y ambos notan como poco a poco se van relajando y dejan de poner barreras para disfrutar de ese momento.

Se acompañan mientras beben y se ríen al recordar tiempos pasados. No hablan del tiempo que han estado separados, ni de lo que han hecho, ni de si se han echado de menos. Solo hablan del pasado que un día les unió.

Lucía regresa cansada y deseando tomarse algo en el bar mientras charla con Lola, pero cuando entra en los Cachis topa de frente con la pura imagen de la cordialidad. Mira sus gestos, sus sonrisas, como les brillan a los dos los ojos. Ve a Lucas relajado, feliz.

Y de pronto, ella, que había aprendido a convivir desde años con el fantasma de Sara Miranda en su vida, se encuentra embargada por un sentimiento que no recuerda haberlo sentido desde hace mucho tiempo: los celos. Y las piernas le tiemblan, las fuerzas le fallan, y sabe que tiene que dejar de ver esa imagen, dejar de verlos a ellos juntos sino quiere desmayarse en ese mismo momento. Sube de dos en dos las escaleras de la corrala, y soltando las llaves en el sofá y sin darse tiempo a hacer nada más, se cuela en la habitación que lleva años compartiendo con Lucas, y busca en el rincón secreto donde sabe que este guarda su pequeña caja. Y allí, entre la estrella de sheriff, la foto de su padre, y otros recuerdos de entonces, ve las fotos de Sara. Las hay de cuando era pequeña, de cuando vivieron juntos. En algunas se les ve felices a los dos compartiendo un helado, o abrazándose fuerte, fuerte. Y entre todas ellas, las más recientes, las que Lucas saca cada poco tiempo y se pasa horas contemplando, las de Sara en Buenos Aires, Sara esquiando en Bariloche, Sara en el Perito Moreno, Sara en su nueva casa… todas las fotos que Sara ha ido mandando todos estos años y que solo ella sabe que él ha ido guardando.

Pronto las echará en falta, en cuanto aproveche que está solo para correr hasta el armario y sacar las fotos, en cuanto tenga un mal día y necesite buscar en sus ojos la paz, en cuanto no pueda decirle a la cara todo lo que le dice mientras mira su foto. Sabe que las echara de menos, pero no puede evitarlo. Saca de la caja todas las fotos donde sale Sara y se las guarda en el bolsillo.

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