Está totalmente distraído. Lleva horas sentado en la toalla, en la misma postura, mirando al mar, sin decir nada a Lucía, que toma al sol a su lado, ajena a la tormenta interior que Lucas siente dentro de él.
Desde que llegaron a esta isla paradisíaca Lucas ha intentado disfrutar, lo ha intentado con todas sus fuerzas. Han viajado por toda la isla, por carreteras desconocidas que les han llevado a playas apenas exploradas. Han conocido la tranquilidad de vivir, por unos días, solo para descansar. Han reído, han hecho el amor al aire libre, han disfrutado juntos esas merecidas vacaciones. Pero en cualquier lugar, haciendo lo que sea, los recuerdos y las dudas se apoderan de él. Y eso si que no puede evitarlo, no puede dejar de preguntarse por ella. El miedo de no volver a verla en muchos años es más fuerte que él, le atormenta, le paraliza. El miedo de perderla de nuevo le está volviendo loco.
Una voz conocida le llega de pronto. Lucía ya no está a su lado, sino en la orilla del mar hablando por su móvil. La mira de nuevo, y no puede evitar sonreír. Porque Lucas la quiere, a su manera pero la quiere mucho. Ella ha estado en los peores momentos, ella le devolvió la alegría cuando Sara le dejó el corazón destrozado y sin ganas de vivir. Ella le ha hecho la vida más fácil y la quiere. La quiere aunque ahora mismo no sabe cuanto ni de qué forma.
La oye reír ruidosamente a su lado, e intenta escuchar la conversación que está manteniendo pero ella apenas habla. Solo ríe.
- Lucas, no te lo vas a creer. Ha vuelto!!!
- ¿Quién ha vuelto?
- Pablo. Mi amigo. Mi hermano, mi ...... Pablo!!! Le he echado tanto de menos ¿Y sabes qué?-se sienta a su lado pero no le toca, apenas le mira. -Se queda en Madrid, Lucas. Ha empezado a trabajar en una gran empresa aquí. Qué feliz soy!
- Qué bien Lucía, qué bien -dice distraídamente. No le importa demasiado que Pablo, un tío que jamás le ha caído bien venga a vivir a Madrid. Pero sabe que para su mujer ese tío lo es todo así que finge parecer interesado - ¿y cuándo viene?
- Ya está allí. Lleva desde que nosotros nos vinimos para acá. De momento se ha quedado en casa hasta que encuentre algo. Sara le ha ayudado a instalarse.
- ¿Sara? -ya no tiene que fingir estar interesado, porque está interesado. Pablo el pulpo con Sara????
- Sí, dice Pablo que han hecho buenas migas.
Joder, hostias, me cago en...... ¿Sara y Pablo buenas migas? Que ese tío es un gilipollas, un chulo, un..... Ese tío es un puto Brad Pitt. Pelito de niña, cuerpo escultural de pasarse horas en el gimnasio, siempre con la sonrisa puesta. Siempre buscando la forma de llevarse a una mujer a la cama. Un puto pulpo.
¿Y con Sara? No sabe si reír porque Sara no se haya marchado, al menos todavía, o morirse de rabia, porque no hay mujer que se resista al idiota ese.
Lucía aún no ha podido dejar de sonreír. Pablo es su mejor amigo. Se conocen desde que ambos tenían dos años, y han sido, siempre, siempre, inseparables. Hasta que él conoció a una mujer y sintió por ella lo que nunca había sentido, perdiendo el norte y yéndose a vivir a Barcelona. Siempre le ha echado de menos, desde que se fue piensa en él a diario y su recuerdo le ha acompañado donde quiera que ella ha ido. Durante estos años no han perdido el contacto, los mails, las llamadas, y varias visitas al año les han mantenido unidos. Pero volver a tenerle cerca es mucho más de lo que ella podría haber soñado nunca.
El resto del viaje pasa para los dos lento y pesado. Los dos tienen la mente a muchos kilómetros de distancia, y cuando por fin aterrizan en Barajas, solo pueden sentir alivio por estar de nuevo en casa.
Al llegar, Lucía recorre la casa buscando a Pablo pero no hay ni rastro de él, y es Paco el que le dice que se ha ido a pasar el día a Segovia con Sara. Ninguno de los dos disimula su malestar: sabía que llegaban hoy, y lo mínimo que podrían haber hecho es esperarles. Vacían las maletas en silencio, cada uno absorto en sus propios sentimientos, en sus propios miedos, y en viejos recuerdos.
- Lucía!!!!! –Lucas nota como su mujer se escabulle entre sus brazos para correr a abrazar a Pablo ante la atenta mirada de Sara, que no puede evitar sonreír al ver la escena.
- Pablo, estás aquí!!! Qué ganas tenía de verte –el abrazo es demasiado intenso, demasiado fuerte, con demasiado sentimiento. Lucas y Sara lo notan, y aunque no dicen nada, los dos saben que entre Lucía y Pablo la complicidad es más que evidente.
Sin prestar atención a los dos pares de ojos que les observan, Pablo toma de la mano a Lucía y se la lleva fuera de la casa, sin decir a dónde. Sin recordar que ahora ella tiene a alguien a quien dar explicaciones.
- Joder con el puto gilipollas este. Se lleva a mi mujer como si tal cosa –Sara sonríe sin ganas. El ataque de celos de Lucas le duele en el alma. Ojalá pudiera dejar de sentir lo que siente. Ojalá pudiera llegar a aceptar que ya Lucas ha elegido con quien compartir su vida, y no es ella.
- Tranquilo Lucas. Llevan tiempo sin verse y tendrán que ponerse al día.
- Ya… ¿qué hay entre vosotros?
- ¿Cómo? – a Sara le asombra la salida de Lucas, pero de pronto siente que todo su mundo se desmorona ¿celos? ¿Eso que ve en sus ojos, esa rabia de su cara, eso son celos?
- Lleváis una semana juntos, y …… vamos que Pablo no es de los que dejan nada a medias.
- Claro, él no deja nada a medias y yo he caído rendida a sus brazos, no Lucas?
- Esto…… -avergonzado baja la cabeza. Tendría que haber preguntado de otra forma.
- Sigues siendo un idiota –cierra la puerta lo más fuerte que puede, y se marcha a su casa. Las lágrimas se apoderan de ella: no sabe si reír o llorar. No sabe que sentir. Quizás tendría que enfadarse por lo que le ha dicho o quizás, debería saltar de alegría porque al fin y al cabo, ella no le es del todo indiferente aún.
Está intentando ordenar su cabeza apoyada en la barandilla cuando siente abrirse la puerta detrás de ella. No se da la vuelta, no quiere mirarle y que él descubra la emoción que siente. Solo espera que él hable, que diga lo que sea.
- Lo siento. No sé que me ha pasado.
- Yo si
-¿Sí? –se apoya en la barandilla a su lado, pero sin llegar a rozarla. Aspira el mismo aire que ella, comparten cierta intimidad en el mismo lugar en el que tantas cosas han vivido, y eso, le anima a sincerarse con ella.
- Tienes celos de Pablo –sonríe con malicia y ahora se atreve a mirarle movida por la curiosidad que le produce su reacción.
- ¿Pero qué dices? De ese imbécil?
- Tienes miedo tener que compartir el tiempo de tu mujer con él. Eso te mata….
- Quizás….
- Y tienes miedo de que …. –no sabe si decirle. Se muerde el labio, intentando dormir las ganas que tiene de decirlo, pero sabe que no puede –tienes miedo de que yo deje de suplicarte perdón y me concentre en él. Tienes miedo de dejar de ser el protagonista.
- No sé de que me estás hablando –pero si lo sabe, claro que lo sabe. Son celos. Hace tiempo que aceptó que Sara podría haber rehecho su vida con alguien en Argentina, pero ahora que puede verlo con sus propios ojos le parece demasiado difícil de asimilar. No puede, ni quiere verlo. Sí, son celos. Unos celos que le corroen por dentro, que le atemorizan. Unos celos que teme más que el propio miedo a volver a quererla.
Los dos se quedan en silencio, sabiendo que las cosas acaban de complicarse mucho para todos. Pablo parece interesado en Sara, y aunque ella no puede olvidar a Lucas, no va a pasarse la vida entera esperando que él deje a su mujer, a la que, por cierto, no está dispuesto a dejar. Tiene que vivir aceptando que lo suyo acabó hace tiempo. Aunque ahora Lucas empiece a comprender, que las relaciones solo se acaban cuando se deja de querer, y él, jamás dejó de sentir.
- Lucas, ¿alguna vez piensas que hubiera sido de nuestra vida si no me hubiera ido? –se toma tiempo para contestar aunque sabe bien la respuesta: lleva cinco años imaginando que sería de su vida si ella no hubiera desaparecido, y sabe que de no haberlo hecho, él hubiera aprendido por fin a vivir siendo feliz.
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