- Lucas, ¿alguna vez piensas que hubiera sido de nuestra vida si no me hubiera ido? –se toma tiempo para contestar aunque sabe bien la respuesta: lleva cinco años imaginando que sería de su vida si ella no hubiera desaparecido, y sabe que de no haberlo hecho, él hubiera aprendido por fin a vivir siendo feliz.
Lucas deja que el silencio vuelva a instalarse entre ellos, como hace siempre desde que ella volvió. Necesita solo unos minutos para contestar, solo eso. Necesita encontrar la excusa, porque no, está claro que no va a ser sincero con ella. Ella no se lo merece. No se merece saber de Alba y de Kiko, de los hijos que él soñó tantas veces que tenían juntos. Ella jamás oirá hablar de esa casa en la playa, donde se ve amanecer desde una gran terraza orientada al mar, mientras ellos desayunaban en silencio, tranquilos y sueñan con el futuro. Y Sara, por mucho que pregunte, nunca oirá de sus labios que le ha echado de menos cada segundo desde que ella se fue, y que sí, que ha imaginado como sería su vida, las de los dos, si ella no hubiera dicho adiós. Pero lo dijo.
Por eso necesita el silencio para poder buscar en su cabeza las palabras exactas, las mentiras más fáciles de creer.
- No Sara. Cuando te fuiste deje de pensar en ti ¿Para qué? ¿Acaso lo merecías? ¿Pensate tú en mí cuando cogiste ese avión? -La dureza con que conesta no sorprende a Sara. Lo esperaba, lo lleva esperando desde que volvió. No ha hecho más que recordarle cosas del pasado, esperando que él por fin, soltase todo lo que lleva dentro y hasta ahora no lo había hecho. Pero hoy parece ser la noche.
- Sí, claro que pensé en ti. Y lo he hecho estos años separados. Cada día Lucas -intenta hablar tranquila, que no se le note en el temblor de su voz toda la agonía que lleva dentro.
- Ya... - no puede reprimir la carcajada que explota en su garganta y no se molesta en hacerlo, porque a estas alturas, lo que menos necesita es que ella le engañe-
- Es cierto Lucas. Me equivoqué. No sabes cuántas veces he deseado no haberlo hecho nunca. Pero lo necesitaba ¿no lo entiendes? ¿Qué iba a ser de mí, de ti, de nosotros si me quedaba?
- ¿Qué iba a ser? ¿Me estás preguntado que iba a ser Sara? -durante el rato que llevan juntos en silencio, e incluso mientras ambos estaban hablando, Lucas no la ha mirado ni una sola vez. Pero ahora, clava su mirada fría en ella, y se separa uno poco más de la barandilla para acercase. Todo su cuerpo pegado al de ella, como antes, como cuando se fundían en uno.
- Ibamos a ser jodidamente felices. Eso iba a ser Sara. Con el apoyo de tu padre o sin él, ibamos a dejarnos de gilipolleces. Yo no iba a renunciar más a ti. Nunca ¿me oyes? Otra vez iba a perderlo todo si fuera necesario, por ti Sara. Solo por ti. -Mientras hablaba no se ha dado cuenta de que levantaba la voz, pero ahora, al parar para tomar aire se da cuenta de que realmente está enfadado y que grita porque lo necesita. Porque lleva muchos años ocultando lo que siente, haciendole ver a todo el mundo que ya ella no significaba nada. Y ahora ella le dice que ha pensando en él. Una mierda. Ella solo ha pensado siempre en sí misma. Solo en ella - ¿Sabes Sara? Hubiéramos sido felices. Podríamos haberlo sido si tú hubieras querido...... -la vuelve a mirar una vez más y se gira para marcharse. Al hacerlo, no puede ver la lágrima que recorre la mejilla de Sara hasta ir a parar a su cuello, y ella, tampoco puede ver que a él el llanto también comienza a acumulársele en los ojos.
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Las risas de Pablo y Lucía podrían oírse desde el otro lado del mundo. Llevan años sin verse, pero al volver a encontrase parece que nunca se hubieran alejado. La misma confianza, la misma complicidad.
- ¿Y qué niña, como te trata el macarra de tu marido? Mira que si te hace algo.....
- Lucas no es macarra -el golpe que pretendía ser más flojo se le va de las manos, y Pablo siente un agudo dolor en medio del estómago pero lejos de enfadarse vuelve a reír a carcajadas.
- Buag, tiene fuerza mi niña. Al menos sé que sabes defenderte
- No necesito defenderme de nadie Pablo, salvo quizás de ti -le saca la lengua y le guiña un ojo, como siempre hacen cuando el otro le hace burla. Después vuelve a centrarse en la conversación, los dos lo hacen y el rostro de Lucía vuelve a tornarse más serio- Lucas es maravilloso, maravillosamente maravilloso -la cara de incredulidad de su amigo, vuelve a hacerla reír, pero siente la necesidad de justificarse y de convencerle de que su marido no ha cambiado, de que sigue siendo aquel que un día la enamoró - ¿Sabes? Lucas me hace feliz
- Lalalalaaaaaaaa. Yo pongo los violines, venga sigue mi chica.
- No me llames así que ya sabes que a Lucas no le gusta. Y no te pongas tonto. Digo la verdad. Todo es perfecto con él, todo - Pablo la conoce desde hace años. Probablemente es la única amiga del sexo contrario que ha tenido en su vida y por eso sabe que no está diciendo del todo la verdad. Y eso, después de años de oír maravillas sobre la pareja perfecta, sobre la princesa y el principe del cuento, le parece de lo más preocupante ¿Acaso los Kilométros de distancia no le han dejado ver que su amiga lo estaba pasando mal? Sí así fuera, no se lo iba a perdonar a sí mismo nunca. Porque hay pocas cosas en el mundo que le importen tanto como la dueña de esa preciosa sonrisa que ahora finge estar despreocupada y feliz
- Lucía, ¿me vas a contar que ocurre o voy a tener que torturarte......... con cosquillas?
Pero el silencio sigue y los dedos de Pablo vuelan por la cintura de Lucía, ágiles, buscando sacar toda la información a su amiga. Cuesta un rato convencerla, y por fin, cuando es capaz de parar de reír, los dos se ponen serios y se acercan un poco más. Pablo intenta no pensar, al menos por ahora, en el cosquilleo que ha sentido por todo el cuerpo al sentir el suave contacto de la piel de Lucía al meter sus manos debajo de su camiseta. "No, no ha sido nada" Trata de convercerse de que simplemente ha sido el frío. Y repitiéndose una y otra vez esto, hace un gesto a su amiga con la cabeza para que empiece a hablar de lo que la preocupa.
- Creo que siente algo por Sara
- ¿Quién?
- Pablo, ¿me estás escuchando? ¿Quién va a ser? Lucas, mi marido ¿Acaso te crees que voy preocupándome de la vida de todos los vecinos?
- ¿Sí? - le cuesta contener la risa pero consigue que no se le note - No puede ser cariño ¿Cómo va a sentir algo por ella? Pero si........ no puede ser Lucía, si le saca tropecientos años y....... además, no son como de la familia. Buaggggggg, qué no hombre, que no puede ser.
- No sé, si yo al principio tampoco lo creía. Bueno, al principio, cuando ella volvió sí. Pero luego no, pero ahora......
- ¿Ahora otra vez sí?
- Se ha pasado todo el viaje raro. Creo que tenía miedo de volver y que ella se hubiera marchado de nuevo.
- O puede que simplemente estuviera más estúpido que de costumbre. Tú le conoces mejor que nadie, y vamos Lucía, reconoce que tu querido esposo blablabla blablabla, no es que hable mucho. Y tampoco es el rey de la fiesta y no hace bromas y.....
- Vale, vale. Lo he entendido. No lo entiendes Pablo, desde que ella está aquí cada día lo siento un poco más lejos.
- Será una mala racha mujer. O imaginaciones tuyas o.....
- O será que ha vuelto el gran amor de su vida -al decirlo en alto se da cuenta de que realmente es así. De que ella es su mujer, con la que ha compartido muchos años de su vida y muchos buenos momentos, pero Sara es todo lo demás. Que prpbablemente se ha estado engañando todo este tiempo y que algún día, no sabe cuando, él se dará cuenta de que "donde hubo fuego quedan cenizas"
Pablo sabe que no debe preguntar más. Nunca ha visto a Lucía tan convencida de algo. Y ella nunca ha sido celosa. Quizás tiene razón, quizás Lucas está jugando a dos bandas. Mejor dejarlo correr al menos no de momento, al menos hasta que él pueda descubrir algo más
Deja que Lucía se acurruque más contra su cuerpo y mientras huele su pelo y se deja embriagar por el olor que le es tan conocido y que ha añorado tanto, piensa que Lucas es un desgraciado: tiene a la mujer más maravillosa del mundo, la más absolutamente encantadora. Y el muy idiota, ni siquiera puede cuidarla como ella se merece.
Mientras Lucía llora en silencio, Pablo la estrecha un poco más contra su propio cuerpo, dejando que sienta su calor, y su aliento contra su cuello, y sus susurros para tranquilizarla en su oído, queriéndole demostrar, una vez más que pase lo que pase, él siempre va a estar allí.
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Se tira en el sofá y ahora, solo en su casa, deja escapar las lágrimas sin hacer nada por impedirlo. Quiere estar solo y gritar y llorar de rabia por sentir lo que siente, por no ser capaz de olvidar lo que lleva tantos años intentando enterrar. Pero la puerta vuelve a sonar una y otra vez y sabe que no debería, que no quiere volver a enfrentarse a Sara, pero finalmente abre, porque no puede evitar querer verla a cada minuto.
- Tenía que hacerlo, tenía que irme para pensar. Te amaba Lucas, como nunca amaré a nadie. Pero tenía que irme. El miedo a convertirme en tu sombra, en vivir siempre bajo el peligro de secuestros, de bombas, de policias corruptos no me dejaba vivir. Solo podía pensar en nosotros y en que cada vez que parecíamos acercarnos un poco alguien o algo nos separaba. Lucas -grita con todas sus fuerzas, sin importarte quien pueda escuchar una conversación entre dos personas que están dentro de una casa con una puerta abierta y que gritan, golpean, y se tratan con el mayor de los odios- estaba harta de amar al policía no a Lucas, ¿no lo entiendes?
- No, no lo entiendo. No me pidas que entienda por qué me jodiste la vida. Porque eso nunca lo voy a entender -se ha levantado del sofá para mirarla con toda su furia. La odia. Más que a nada ni a nadie. Por haberse enamorado de ella hace años, porque lo ha vuelto a hacer ahora en el poco tiempo que llevan en España. La odia por trastocar su vida. Y la odia, porque nunca podrá odiarla de verdad.
- A veces con querer no basta...
- ¿No basta? ¿y qué querías? ¿Un contrato firmado, un seguro de que te iba a querer siempre? ¿Querías que le vendiera el alma al diablo? No me jodas Sara, si querer no basta dime que podía haber hecho para hacerte feliz.
- Nada. Solo yo podía hacer algo. Y lo hice, Lucas, me fui para eso. Y luego intenté volver y ya era tarde. Ya me odiabas. -Cada vez llora con más fuerza, y él también. Ninguno intenta evitarlo, ya no. Son muchos años disfrazando evidencias
- Cinco años Sara, no has vuelto en cinco putos años.
- Tú tampoco fuiste a verme
- ¿A verte? Yo no fui el que se largó dejándolo todo.
- Pero podrías......
- Podría haberte olvidado y eso es lo que he hecho. Vete Sara. Vuelve a Argentina, olvidate de que existo. No quiero más excusas, no más mentiras. Márchate y no vuelvas.
Le duelen sus palabras, pero no lo suficiente como para hacerle caso y marcharse. Porque lleva cinco años esperando para decir todo lo que lleva dentro y no va a dejar que pasen cinco años más.
- No Lucas. No me voy a ir. Me voy a quedar en España hasta que dejes de odiarme.
- Entonces te quedarás para siempre -ya no grita, apenas habla en susurros. Solo porque ella le ha dicho que se va a quedar. Eso debería darle fuerzas, pero le deja aún peor. Porque en el fondo, tiene las mismas ganas de que se quede como de que se vaya. Porque si se va podría seguir con su vida, pero no sabe si esto pasara, si su vida no se iría con ella de nuevo.
- Probablemente. Pero algún día -se acerca más a él aprovechando que los dos están más calmados- algún día dejarás de odiarme, y volveremos a ser lo que un día fuimos.
- ¿Pero...... Lucía.......? -pregunta confuso
- Sé que no volveremos a estar juntos Lucas, me duele en el alma, pero sé que ese será mi castigo por haber sido tan cobarde al marcharme. Tendré que vivir con ello, pero con lo que no me voy a conformar, es con perder, aunque sea como amigo, al hombre que más, al único que he amado.
"Amigo" A-M-I-G-O!! A- MI-GO. La palabra hace eco dentro de su cabeza una y otra vez. Eso es lo máximo que podrán llegar a ser. Amigos. Pero Sara y él no saben ser amigos, porque nunca lo han sido, siempre han sido mucho más que eso. Y no pueden empezar a serlo ahora. No puede ser amigo de la mujer que ama. Porque la ama, sabe que la sigue amando. Lo sabe a ciencia cierta al mirarla ahora a los ojos, con el pecho todavia subiendo y bajando por la excitación de la pelea, con el pelo revuelto, y los ojos rojos de llorar. Lo sabe por el deseo que siente de besar cada una de las lágrimas que siguen recorriendo su cara, y lo sabe cuando posa sus labios en los de ella, y dejando de pensar, y abandonándose a la locura, hace lo que lleva años soñando hacer: fundirse con ella de nuevo.
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