21 agosto 2011

Volver

Se aferra más a su cuerpo buscando un calor que la haga sentir mejor, menos triste y quizás menos sola. Esconde la cara en el pecho de Pablo y se deja mecer, mientras él, en su oído, tararea una melodía que los dos conocen bien, y les transporta a otros lugares y otros momentos que compartieron en el pasado. Viajan por el tiempo y a otra ciudad, a muchas noches sin dormir, arañando minutos dentro de cualquier bar, charlando, bailando, sintiéndose más unidos de lo que lo han estado con cualquier otra persona.

Deshacen el abrazo, y se miran a los ojos sabiendo que están pensando lo mismo: añoran aquellos meses en el sur de España, en los que decidieron dejar de pensar y dedicarse a sentir, donde compartían risas, besos y cama. Donde jugaron entre las sábanas a ser amigos para siempre, sin que eso significará más que precisamente eso: ser amigos y nada más.

Pablo ve en sus ojos lo que siempre ha sabido, que Lucía le amó, le amó mucho, tanto que hubiera dejado todo por él. Y Lucía solo recuerda eso, como ella tuvo que irse de su lado para no sentirse utilizada por él porque siempre le quiso más que él a ella. Recuerda aquella nota dejada encima de una cama que horas antes habían deshecho juntos, una despedida fría y la promesa de una conversación “cuando las aguas vuelvan a su cauce”

- Lucía yo….. Aquel día… -sin necesidad de explicarle a que se refiere, sabe que ella recuerda aquel momento, porque fue el último, el fin del principio. Lo que pudo cambiar todo.

- Shhh, no digas nada

- Tengo que hacerlo Lucía. Nunca me dejaste explicarme y tenía que decir tantas cosas.

Le tapa la boca con sus manos y cariñosa le da un beso en la mejilla. No dice nada al levantarse del banco y marcharse. No quiere hablar, no puede. No quiere volver a recordar aquello, porque eso solo le recuerda que a veces, hay heridas del pasado que no cicatrizan jamás. Y la herida de su marido, lo sabe, está segura, está más abierta que nunca.

La ve marcharse y siente como el alma se le resquebraja en mil pedazos, no es justo, no es justo que ella, que tanto sufrió en el pasado por desamor, esté viviendo ahora esa situación. Tiene que hacer algo para ayudarla, tiene que conseguir que Lucia sea feliz, y si para ello tiene que volver a ser aquel Don Juan que fue en su día, lo hará, sabe de primera mano que, si se empeña, no hay mujer que se le resista.



Lucas siente que nada ha cambiado. Ese beso le resulta familiar, pero a la vez excitante, algo nuevo, todo en uno. Sabe que no debe, que se está metiendo justo en la boca del lobo, pero ella sabe tan bien…. Ojala pudiera apartarse y dejar de sentir el nudo en el estómago que hacia años que tenía olvidado. Ojala no se sintiera en el cielo, volando por encima de las cabezas de todos los imbéciles que de ver lo que está pasando ahora le diría que está volviendo a cagarla. Ojala pudiera parar y rechazarla, apartarla de su cuerpo, pero en vez de eso, se une más a él, se funde con ella, la abraza y sus manos viajan de su cara a su cuello, de su cuello a su pelo y de su pelo sigue bajando por su espalda, dispuesto a seguir bajando, a seguir descubriendo un camino tantas veces andado que siente muy suyo.

Por un momento quisiera que el tiempo retrocediera, viajar hasta aquel primer beso, donde todo parecía tan difícil pero infinitamente más sencillo que ahora. Entonces solo le preocupaba que ella se fuera de su vida, si, quizás como ahora, pero en aquel momento no llevaba el anillo que ahora adorna su mano, ni este le pesaba tanto como una losa, y el cargo de conciencia no le impidió disfrutar del todo con ese beso. Por eso la aparta, casi con violencia, echándola de menos al instante. Un frío que duele le sacude los labios, necesita volver a sentirla. Abre los ojos y la ve allí, tan guapa jadeando de placer, de ansía, suplicando con la mirada que ese beso no acabe nunca.


Vuelven a mirarse, y son sus cuerpos, por inercia, los que recorren el espacio que los separa para volverse a unir en un beso que ambos necesitan, ahora mismo, como el respirar.

Se agarra a su cuello, sabiendo que de no hacerlo las piernas no la sostendrán. Las manos de Lucas, ávidas, anhelantes, ciñen su rostro, acercando todavía más sus bocas, si eso es posible. Beben de sus labios como amantes golosos de ese dulce manjar aferrándose al momento, sin mentiras, sin culpas, sin mascaras. Siendo tan solo dos personas que se han amado y extrañado mas de lo que cualquiera alma puede soportar. Los minutos transcurren sin ser conscientes de ellos mientras sus bocas, sus lenguas, se recrean en miles de besos, que les remueven tanto por dentro, que creen volverse locos de pasión.

Aparta de su mente, aunque no sin esfuerzo, el pasado, y se concentra en el presente, en su marido, en la vida que eligió años atrás y que ahora...

Unos pasos en la corrala los devuelve a la realidad. No le ha dado tiempo a verla siquiera, cuando Lucas reconoce el sonido de los pasos de su mujer, y casi hasta puede olerla y sentirla mientras se va acercando a la casa que comparten. Lucia ha vuelto a casa, quizás sola, quizás acompañada por Pablo, y al darse cuenta de lo cerca que ha estado de estropearlo todo se da cuenta de no puede hacerle eso a la mujer que lo rescató de un miserable futuro sin Sara, a la mujer que se la jugó por él, entregándole su corazón, aun a sabiendas de que era un hombre dolido, despechado, quizás hasta incapaz de volver a sentir nada por nadie. No puede hacerle esto a ella. Lucia simplemente, no se lo merece.

Las manos de Sara, que nota la tensión de Lucas, pasean por sus brazos dejando regueros de fuego bajo sus dedos para quedar inertes a cada la do de su cuerpo, mientras sus bocas se niegan a separarse del todo respirando los últimos instantes de abandono y delirio.

Lu: Lo siento Sara, -se mesa el cabello nervioso, arrepentido-esto no… Yo no…. Joder!!!!!

Sa: No importa Lucas….

Lu: Sara, acabo de engañar a mi mujer contigo…. ¿Qué es lo que no importa según tú?

Sa: –apenas puede respirar con normalidad y le da la espalda a punto de echarse a llorar- Lucas… No voy a contarle nada a Lucia… pensé que me conocías algo mejor….

Lu: No es eso, ¿no lo entiendo? Ella puede no saberlo nunca, pero yo si

Sa: Solo ha sido un beso…. Olvídalo.

Lu: ¿Olvidarlo? Ojala. Ojala pudiera olvidar este beso, el primero, y todos y cada uno de los que te he dado. Ojala pudiera sacarte de mi vida, de mi cabeza. Ojala no hubieras existido nunca.


Lucía solo puede ver como cada uno ocupa un rincón del salón, y como las lágrimas brotan por los ojos de ambos. Sus labios encendidos, la cara con la que ambos la miran, entre culpables y anhelantes. No hace falta ser muy listo para saber, que si alguien sobra en ese instante es ella.

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