Por más que lo intenta no puede dejar de recordar las palabras de su amigo durante toda la mañana. No consigue apuntar cuando dispara, ni escuchar a Mariano cuando le habla, ni siquiera es capaz de regañar a sus hombres cuando hacen algo mal. Durante las largas horas que permanece en comisaría solo es capaz de pensar en que no quiere que ella se vaya, pero que tampoco quiere que se quede. No quiere defraudar a Paco, pero tampoco quiere hablar con Sara de su regreso a Argentina. No quiere perder a Lucía pero no puede dejar de pensar en Sara.
Cree que va a volverse loco, y todo porque ella ha vuelto. Si se hubiera quedado donde estaba.... si no hubiera vuelto más guapa y más maravillosa que cuando se fue...
Necesita salir de allí y dejar de pensar tanto, solo hacer lo que tiene que hacer y olvidarse. Hacer que se quede y sacarla de su vida, cueste lo que cueste.
La encuentra en el bar, sentada en una mesa escribiendo algo. La observa desde lejos y se da cuenta de que en el fondo, no ha cambiado tanto. Se la ve más mayor, más independiente, más libre, más mujer. Pero sigue teniendo esa sonrisa inocente que siempre le volvió loco, y esa forma tan suya de mover el boli cuando está nerviosa. No, no puede seguir mirándola, no puede seguir pensando en ella como si fuera la única mujer del mundo cuando está delante.
- Hola Sarita, ¿qué tal? -la cara de asombro de ella no se hace esperar. Años hace que él no la llama Sarita y solo de escucharlo nota como todo su cuerpo se estremece. Se le vienen a la cabeza muchos momentos en los que él le llamó así, arrastrando cada letra como si se deleitase al decirla, con tanta dulzura... Sara cree que tiene que ser por la tarde que vivieron ayer, se emociona al pensar que probablemente para él también significó mucho.
- Bien. Aquí haciendo cosillas para el trabajo. Que vuelvo en un par de días y tengo que tener todo listo.
- Vaya.... -no sabe que decir. Ella le ha dicho que vuelve a marcharse y podría aprovechar para pedirle que se quede. Pero el recuerdo de lo que pasó hace años vuelve a su cabeza y la humillación que sintió entonces cuando ella se fue se aviva más que nunca y sabe que no podría soportar volverla a perder habiéndola suplicado que se quede -Yo que había venido a ver si me acompañabas a por el anillo de Lucía -Busca una excusa tonta para ganar un poco de tiempo y a Sara se le ilumina la cara al pensar que realmente Lucas quiere que ella le acompañe. Se emociona solo de pensar que él haya pensado en ella para eso, aunque al recordar lo que van a comprar y para quién, sepa que no todo es siempre perfecto. Con fingida naturalidad le dice que enseguida termina, que va al baño y se marchan.
Mientras Sara se arregla el pelo en el baño, se echa perfume y se pinta los labios para que Lucas la vea perfecta, él busca las palabras para decirle a Sara que no se vaya, sin parecer que es él el que no quiere que lo haga. Hubiera preferido poder solucionar el asunto en el mismo bar y no tener que pasar más tiempo con ella, pero no se le ha ocurrido nada para empezar la conversación sobre su viaje, y eso que ella no se lo ha puesto muy dificil, así que tendrán que hablar mientras van en busca del anillo. Pero él no quiere pasar más tiempo con ella, solo quiere alejarla de su vida; quiere seguir viendola cada día, pero de lejos. Lo suficientemente lejos para que él pueda acostumbrarse a que ella sigue aquí en San Antonio, pero no en su vida.
De pronto, se le ocurre algo, y aunque le parece una mala idea y sabe que no está bien, cree que es la única forma que hay de que Sara se quede sin que él ponga en peligro su estabilidad mental. Mira de un lado para otro, y cuando ve que todo el mundo está entretenido bebiendo, charlando y sin prestarle atención, mete la mano en el bolso de Sara para sacar su cartera y buscar el billete de avión. Y alli, al lado del pasaje que la llevaría lejos de sus vidas de nuevo, ve una vieja foto de la que ya no se acordaba; en ella, Sara y él sonríen felices sentados en la cama de la buardilla que compartieron un día. Recuerda áquel día, lo felices que fueron juntos, lo poco que necesitaban para sentirse bien. Lo cerca que estaba de Sara... muchos recuerdos se agolpan en su cabeza, y tiene que volver a cerrar la cartera y levantarse de golpe para no seguir recordando ciertos trazos del pasado.
Le sorprende mucho que ella lleve una foto suya en la cartera, pero le hace sentirse feliz. Muy feliz. Se pregunta si la habrá llevado durante todos estos años, o si la habrá puesto allí desde que ha vuelto a España, y con la duda martilleandole en la cabeza, se dirige a la puerta del bar, dispuesto a salir de allí y alejarse de ella.
- Lucas, ¿nos vamos?
- Yo sí, pero solo. Tampoco hace falta que estemos a todas horas juntos, ¿Verdad? Además, me ha llamado mi mujer y me voy con ella. -Sara no entiende la reacción de Lucas, y se pregunta por qué ha cambiado tanto su actitud hacia ella después de haberla invitado un rato antes. Solo sabe que le ha dejado tirada para estar con ella, con la que debe estar.
Lo que Sara no sabe es que Lucas ya ha encontrado la manera de hacer que ella se quede durante más tiempo sin decirle nada; ahora él solo tiene que pensar que hacer con ese billete de avión que tiene en el bolsillo y que jamás se va a utilizar.
Sintiéndose más aliviado por haber conseguido arreglar lo de Sara, se va a casa, come y después de ducharse y prepararse, se marcha de nuevo. Ya ha cerrado la puerta cuando se da cuenta de que no ha sabido nada de Lucía en todo el día: se fue antes que él sin decir nada, y hoy tampoco ha venido a comer sin avisarle; ni siquiera le ha llamado. Se empieza a sentir muy culpable, porque lleva todo el día pensando en Sara y se ha olvidado de que ahora comparte su vida con la mujer más maravillosa del mundo, y que la quiere, la quiere mucho, y que por culpa de un recuerdo del pasado está haciéndola sufrir. Tiene que hablar con ella, tiene que explicarle. Tiene que volver a ser el marido que ha sido hasta ahora.
Hace buen día y quiere ir andando a comisaría, pensar que puede decirle a Lucía, pensar que quiere hacer con su vida. Al pasar por delante de una agencia de viajes se para, y mirando las ofertas que hay expuestas, sabe que ha encontrado el regalo perfecto para Lucía. Unas vacaciones. Esas mismas vacaciones que Lucía lleva soñando desde que era pequeña y que jamás encontraron el momento de irse. Paga, y se va. Se siente mejor. Porque un viaje no va a devolverle a su mujer los días que lleva pensando en otra, pero si le va a demostrar que solo a ella es a la que quiere.
Llega a casa feliz, deseando ver a su mujer, abrazarla, comérsela a besos, pero cuando abre la puerta la ve sentada en el sofá, seria, sin decir nada, sin mirarle, y el billete de Sara a Argentina encima de sus piernas.
- Lucas, tenemos que hablar.
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