21 agosto 2011

Volver


Cuando siente como su marido empieza a dar las primeras vueltas a su lado, sabe que las pesadillas han vuelto, otra vez, esa misma noche. Durante todos los años que llevan juntos, las ha tenido cada cierto tiempo, siempre coincidiendo con una carta llegada desde Argentina, o una fecha de cumpleaños, o simplemente después de un día de lluvia. Muchas veces ha sido ella la que ha tenido que despertarle en medio de la noche para que dejara de soñar, casi siempre después de que él pronunciará el nombre de Sara a gritos. Y así, con el tiempo, se ha tenido que acostumbrar a que aunque sea ella la que comparta la cama con él cada noche, a veces, sea Sara la que ocupe sus sueños… os mas bien sus pesadillas y anhelos.

Esta noche es casi peor; se mueve tanto, esta agitado hasta el punto de casi caerse de la cama, y grita como un loco. Incluso cree que Lucas está llorando en sueños, aunque eso, no se atreve ni siquiera a imaginarlo, muchos menos a confirmarlo.

Intenta despertarle suavemente, pero Lucas, obstinadamente, parece no querer salir de su mundo de sombras. Intenta cohibir su rabia pero al final la rabia le puede y con fuerza le zarandea, casi con ira, y finalmente el tiene que salir de donde quiera que esté, perturbado y avergonzado a partes iguales, y regresar de nuevo a su casa, a su cama, y con su mujer.

Después de tomarse un vaso de leche caliente para intentar tranquilizarse, vuelve a tumbarse en la cama, y mientras abraza a Lucía no puede dejar de pensar en el sueño que acaba de tener y que parecía tan real. Sara volvía a besarle, a acariciar todo su cuerpo con sus manos, con su boca y su pelo; volvía a ocuparlo todo. Y una vez más, al final, volvía a huir dejándole a él tan hundido como cuando se fue de verdad. Compara ese sueño con todos los anteriores y se da cuenta, una vez más, que el principio siempre es distinto: a veces pasean, otras veces comen un helado y otras simplemente se miran, pero al final siempre acaba igual, ella lejos y el destrozado.

Sin poder evitarlo vuelve a recordar la tarde que ha pasado con ella, y se da cuenta de que ha sido muy feliz sin necesidad de tener que hacer algo especial. Simplemente por haber estado juntos después de tanto tiempo y por haber sentido, durante apenas unos segundos, su piel, su calor. Recuerda de nuevo su risa, esa forma de mover la cabeza cuando está pasándoselo bien, y se dice a sí mismo, que el tiempo ha sido bueno con Sara, está mucho más bonita que cuando se fue, y eso ya es decir mucho.

Lucía también parece intranquila esta noche, suelta pequeños grititos que a Lucas siempre le hicieron mucha gracia, pero que esta noche, solo sirven para hacerle sentir muy culpable, porque está pensando en otra mujer mientras abraza a la suya, a la que debería ocupar todos sus pensamientos.

Intenta quitarse la imagen de Sara de la cabeza y pasar página, esa misma página que creía haber dejado atrás hace cinco años, y que, desde que ella ha vuelto, parece estar más presente que nunca, como una historia escrita con tinta indeleble, imborrable en su corazon, en su alma.

No puede seguir así, hace apenas unos días que Sara ha regresado y ya esta a punto de volverse loco otra vez, así que toma una firme determinación, una decisión que aunque le hace daño sabe es la más correcta. Decide que va a ignorar a Sara, olvidarse de que existe, al menos hasta que vuelva otra vez a cruzar el océano y desaparezca de su vida nuevamente. Al menos hasta que vuelva a ser tan solo un doloroso recuerdo que siempre lo acompañara.

Con la idea fija de aguantar hasta que se vaya, sin apenas verla y con la duda de poder conseguirlo, consigue por fin dormirse, para volver a soñar de nuevo con ella y su despedida.

Cuando despierta, mas cansado de lo que se acosto, no encuentra a Lucía en la cama, y por primera vez desde que vive con ella, tampoco encuentra una nota para desearle un buen día, ni el desayuno hecho. Parece que se hubiera ido con prisa a trabajar, y eso, en los cuatro años que llevan viviendo juntos, no había pasado nunca. Es obvio que también a ella la llegada de Sara le esta trastornando la vida.

Al llegar al salón, todavía con los ojos cerrados, se encuentra a Paco en su sofá. No hace nada. No dice nada. Simplemente está callado, expectante, atento.



- Paco tío, ¿qué haces aquí a estas horas?

- Quería hablar contigo Lucas.

- ¿Y no podías haber esperado un rato? Joder, Paco, que no son horas.

- Esto no puede esperar -de pronto se asusta. En seguida piensa en Sara, y el temor de que su amigo le diga que se ha vuelto a marchar, le hace tambalearse. No, otra vez no. Es como el sueño, pero esta vez es real.

- Dilo ya cojones.

- Es por Sara -lo sabía. Lucas estaba seguro. Y esta vez ni siquiera ha podido decirle adiós. Se deja caer en el sofá y deja de escuchar a Paco, deja de pensar en nada. -Lucas, escúchame. Juré que después de todo lo que os había hecho no iba a volver a meterme en vuestra vida, lo juré. Sabes que eso me costó que mi niña se fuera. También sé que no debo hacerlo y te juro que quisiera no tener la necesidad de pedirte esto pero... no se me ocurre nada más -su eterno pañuelo sigue ahí sin moverse de su nariz. Probablemente esto es lo más difícil que ha dicho en su vida a alguien, y quisiera de corazón no tener que hacerlo, pero es su niña, su única hija. Y también su última oportunidad.

- Suéltalo ya, coño!

- ¿Tú sabes que adoro a Lucia, verdad Lucas? La adoro. Creo que es una mujer fantástica, de los pies a la cabeza. Y a nosotros nos ha traído la felicidad simplemente haciéndote feliz a ti. Es como una hija. Bueno, ¿y tú? Tú eres mi amigo, mi compañero, mi hijo. Lucas, os adoro a los dos, mucho, pero.......

- ¿Pero...?

- Pero mi hija es mi hija. Y si hay alguna posibilidad, por pequeña que sea, de que no vuelva a marcharse de mi lado, haré lo que sea. Lucas, ha sido muy duro vivir sin ella, sin saber que hacia o que dejaba de hacer. Sin saber si era feliz o infeliz…. No se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo. Todo esto tiempo no me has dejado que te hable de ella, pero ha sido un infierno. Y no veas como lo ha pasado Lola.

- Lo imagino Paco, ¿pero que pintamos Lucía y yo en todo esto?

- Lucas, si hay alguien que pueda hacer que mi niña no se vaya… –hace una pausa para coger aire y armarse de valor, sabe que le este pidiendo un favor demasiado grande a su amigo pero…..- ese eres tú.


Las palabras de Paco resuenan en su cabeza una y otra vez ¿Qué puede hacer él para que ella no se vaya? ¿¿¿Llorar como la otra vez, suplicarla, hacerle recordar??? Si no lo consiguió una vez y ella, supuestamente, lo amaba, probablemente no lo consiga ahora. Pero sabe que debería intentarlo, por Paco, por Lola y por él mismo. Porque solo de pensar en no volver a verla, en tener que acostumbrarse a vivir sin ella ahora que ha vuelto le parece imposible. Y aunque apenas ocho horas antes, se había prometido a si mismo intentar no tener ningún tipo de relación con ella, tiene que olvidarse de eso por ahora, tiene que dejar su determinación a un lado, aunque sea, solo el tiempo justo para hacer que ella no se marche. A pesar de que eso signifique, complicarlo todo con Lucía, si esta llegase a enterarse.

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