30 octubre 2011

Tristeza

Tristeza
La mañana amaneció negra tal como se encontraba su humor desde hacia varios días. El cielo encapotado amenazaba una tormenta que en muy pocos minutos descargo una fuerte lluvia que el, extasiado no podía dejar de mirar por la ventana. 
Esas pequeñas gotas de agua siempre significaran algo muy importante para el, si bien una vez fueron una sensación de intensa alegría y ahora lo único que le producian era una inmensa nostalgia. 
No importa mucho desde donde este viendo llover. Ya sea desde casa, desde la comisaría o sentado en un parque cercano, el sitio da igual. Lo único que importa es la sensación de que ella, su niña, siente lo mismo ante este maravilloso fenómeno atmosférico. 
Hacia unos pocos días que habían hablado pero a el le parecían años, es muy duro solamente oír su voz sin poder abrazarla, sin poder acariciarle la mejilla, sin poder olerla de cerca. Su olor, pareciera ridículo pero es una de las cosas que mas echa de menos. Su olor entremezclado con el olor a pan tostado mientras desayunaban juntos. Su olor mientras hacían el amor, cuando se besaban aislados del mundo mientras sus manos recorrían ansiosos sus cuerpos anteponiéndose al éxtasis de su unión en su pequeño apartamento estudio. Jamás sintió con nadie lo que con ella, ni en plano físico ni en el emocional. Podían haber sido tan felices. 
Desesperado se mesa el cabello con las manos, son tantos los recuerdos que lo persiguen en un día como este. Recuerdos felices casi todos, recuerdos de un amor prohibido, secreto, clandestino. Pero un gran amor al fin. Para sus protagonistas el más bello del mundo. 
En un día lluvioso como este se arrepiente de haberse ido de su vida, de haberla dejado, del ultimátum que le dio “si sales por esa puerta, no vuelvas” fue tan estupido por su parte tratar así a su pequeña. Podía haberla esperado, quizás cuando la situación entre Paco y Lola hubiese mejorado, quizás entonces podrían haberse amado sin tener que ocultarse de nadie y sin sentir las miradas inquisidoras de la gente, pero había sentido miedo, no, no había sido miedo, había sido mas bien terror antes los sucesos venideros, quien le aseguraba que al volver con el, la relación de sus padres no iba a irse a pique de nuevo. O que ella no volviese a dejarlo sintiéndose nuevamente responsable de su situación. 
Lo echaba de menos, seguramente tanto como el a ella y por eso había intentado un acercamiento en comisaría, estaba tan dulce, tan bella. Todavía no entiende de donde saco las fuerzas necesarias para resistirse a sus palabras. Hubiese dado media vida por abrazarla en ese momento. Pero no podía hacerlo, no debía hacerlo, le había costado tanto salir del hoyo donde cayo después de que se fuera con su mama, cuando se vio abandonado como un perro, solo, humillado y sin ganas de salir adelante sin ella. 
Y aunque ella es su vida, la persona a la que mas quiere en el mundo, por la que se despierta cada mañana y aun sabiendo que la amara durante el resto de su vida y aun después de muerto si la eternidad existe, es preferible observarla de lejos aunque no pueda captar su olor, es preferible oírla reír aun sabiendo que no es el, el motivo de sus risas, es preferible recordarla gemir bajo su cuerpo en el momento del llegar al éxtasis ronroneando como una gatita contra su cuello, es preferible saberla feliz aunque no sea a su lado. Todo ello es preferible a entregarle el pedacito de corazón que le queda y que ella se lo lleve para siempre. El pedacito de corazón donde guarda celosamente todos sus recuerdos, los recuerdos que lo mantiene vivo y cuerdo, los recuerdos de su amor. Los recuerdos de ellos.

Fin

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